Susana Díaz, en la reunión del comité del PSOE andaluz hoy jueves, tras el estallido de la crisis en su partido. La sultana de Sevilla -como algunos la llaman- es a todas luces una señorita andaluza a la que se le pegó (en parte) el rojerío con el agua bendita y la semana/santa. Como a tantas y a tantos de su generación y de la precedente (la mía propia) Que se equivocaron de partido en suma y sólo ahora se dan cuenta. Más vale tarde que nunca. Andaluza y mujerazaCristina Cifuentes con esa especialidad tan suya de conseguir ponernos de los nervios con declaraciones intempestivas e inoportunas -a cuento del 15-M por poner solo un tipo de ejemplos- viene a decir ahora que desea (fervientemente) que el PSOE se recomponga (sic) porque España necesita (sic) un partido socialista. Eso lo dirá ella. Nadie les pide tato. No se les pide que les den la puntilla -que se la den entre ellos- pero tampoco que echen balones de oxigeno a un partido que lleva ya ochenta años a rastras una siglas de guerra civil que es lo que le sigue dando mayormente su morbo y su fuerza de agarre entre gran parte de su electorado -de padres a hijos (y nietos)
Pactaron con ellos en la transición (hace ya al friolera de cuarenta años) muy bien, pero en el testamento de Adán (como hubiera dicho José María Aznar) no esta escrito que ese pacto sea eterno, y que no pueda ser revisado o denunciado por una de las partes, máxime cuando la otra lo habrá venido haciendo -mas o menos subrepticia o solapadamente- en los años de gobierno de José Luis Zapatero, por cuenta de la ley de la memoria histórica. La crisis del PSO se agudizado hoy todavía un poco más si ello era posible aún, con un secretario/general atrincherado en su sede de Ferraz, mientras que los críticos le daban por dimitido.
Y algunas de las instantáneas que habrán venido a surcar la cobertura mediática de los recientes acontecimientos van mas alla de la pura anécdota. Como la de esos vecinos de la sede madrileña del PSOE que habrán puesto a hacer oír el himno del PP por el balcón a todo volumen. O el del pequeño grupo de manifestantes -mayormente jubilados- que mostraban su adhesión al secretario (dimitido) a su llegada a la sede esta mañana, o el grupo -esta vez mas jóvenes- de partidarios (contados) de Zetapedro aplaudiéndole a la salida de la sede ya tarde, y denunciando (sic) un golpe de estado. O la de la (pequeña) manifestación de banderas del PSOE y republicanas (nota bene) delante de la sede de la Genralitat valenciana en apoyo a Sanchez y de protesta contra el presidente de aquella que figura en la lista de los críticos dimisionarios. Habas contadas.