martes, septiembre 13, 2016
CORRUPCIÓN UN CARGO DE TIEMPOS DE GUERRA
Nos desayunamos hoy de mañana con la noticia en primera plana de todos o casi todos los medios españoles de la investigación -que no inculpación- de uno de los puntales del PP en la región valenciana, senadora y antigua alcaldesa de la capital del Turia (en la mente y en los labios de todos) por acusaciones de corrupción, léase blanqueo de capitales. Aquí ya saben todos mis lectores lo escéptico que me dejan todos esos casos tan aireados por los medios y por ciertos sectores -mayormente a la izquierda del cuadrante político- avezados en extremo en la gimnasias anti-corrupción tan de recibo en el funcionamiento del sistema democrático. Inseparables -en su explotación periodística sobre todo- de la operación de acoso y derribo en contra del jefe del gobierno en funciones y de su partido, puesta en marcha desde los inicios de la crisis política en curso. No seria justo no obstante el silenciar que en el régimen anterior -antes de la muerte de Franco- la corrupción no dejaría de ser arma arrojadiza.
En 1940 un antiguo biógrafo de José Antonio, Pérez de Cabo fue sometido a consejo de guerra, condenado a muerte y fusilado (sic) y la leyenda en torno a su caso -perpetuada hasta hoy- reza que lo fue por infracciones administrativas, en lo que en el fondo venia a ser a no dudar una secuela de las tensiones que producía a ciertos niveles del régimen -con su corolario inseparable de fenómenos conspirativos- la marcha de la segunda guerra mundial y la neutralidad beligerante -léase pactada- del régimen de Franco a favor del Eje (Umbral díxit) que acabó llevando a la rendición de aquel, a los aliados (por mediación vaticana) en el 45.
Otro caso emblemático de esas tensiones provocadas por el contexto internacional -léase la evolución del conflicto entre democracia y comunismo soviético de un lado y los nazi fascismos de otro- lo seria el caso emblemático en extremo de Heliodoro (Heli, ojo, y no Helí) Rolando Tella (y Cantos) -en la foto- héroe laureado de la guerra de Marruecos, de la guerra civil española que se unió al Alzamiento desde sus inicios en el protectorado español, tuvo una participación destacada en la columna Yagüe -con la toma de Mérida por unidades a su mando-, y ocupó la frontera con Andorra al final de la guerra civil y se vio separado del Ejército en el 43 -por un tribunal (sic) de honor-, presuntamente a raíz de acusaciones de corrupción (nunca oficialmente divulgadas)
Paul Preston ve en cambio la razón última y auténtica de su caída en desgracia justo por detrás de sus convicciones monárquicas que le convirtieron en blanco o chivo expiatorio de los servicios secretos alemanes en España. Moraleja, ochenta años después, la corrupción sigue siendo arma arrojadiza y secuela fatal e inevitable de la guerra civil española interminable como lo fue de la Segunda Guerra Mundial en la inmediata posguerra y en los inicios del régimen de Franco.
Corrupción, una acusación de tiempos de guerra. De la Segunda Guerra Mundial como de la Guerra de los Ochenta Años, léase de la guerra civil española interminable que todavía dura (….)
ADDENDA Se me olvidaba al cerrar esta entrada el caso Matesa. Tan emblemático en la historia de la corrupción política en la España de la posguerra. Visto en la perspectiva de la guerra civil interminable de los Ochenta y Tantos Años que aquí vengo observando, está claro hoy que el escándalo Matesa que aventó el sector anti-Opus del régimen (liderado por el entonces ministro de Información y Turismo Manuel Fraga Iribarne) fue un nuevo pisar (a fondo) el acelerador por parte de Franco en el proceso de desnazificación o desfacistización o desfalangistización del régimen que le impuso su rendición a las potencias aliadas (por mediación vaticana, albaceas y ejecutores desde entonces del desmantelamiento ideológico del régimen), al final de la Segunda Guerra Mundial en el 45. Juan Vilá Reyes (en la foto), fundador y director de la firma de exportación e importación Matesa, fue el chivo expiatorio del escándalo que enfrentó a los (franco) falangistas del Régimen adeptos recalcitrantes del ideal de autarquía de los primeros tiempos del régimen, y los ministros tecnócratas de la Obra. Fue condenado a centenas de años de cárcel -por delitos de corrupción económica y financiera- de los que cumpliría siete años (siete) Amigos del que esto escribe se lo cruzaron en las cárceles españolas de los tiempos (políticamente convulsos) del tardo franquismo. Un marciano entre terrícolas o un yanki en la corte del rey Arturo, víctima de nuestra fatalidad histórica española en suma, don Juan Vilá Reyes (sin acento entonces) -español de Cataluña (de apellidos catalanes) descendiente de vencedores de la guerra civil- en aquel mundo o microcosmos hermético e impenetrable de presos de derecho común, de la delincuencia (auténtica) y del crimen, individual u organizado. Así lo vieron los que allí dentro entonces se lo cruzaron, y así se lo sintió siempre detrás de los barrotes el autor de estas líneas (en Portugal como en Bélgica)
En 1940 un antiguo biógrafo de José Antonio, Pérez de Cabo fue sometido a consejo de guerra, condenado a muerte y fusilado (sic) y la leyenda en torno a su caso -perpetuada hasta hoy- reza que lo fue por infracciones administrativas, en lo que en el fondo venia a ser a no dudar una secuela de las tensiones que producía a ciertos niveles del régimen -con su corolario inseparable de fenómenos conspirativos- la marcha de la segunda guerra mundial y la neutralidad beligerante -léase pactada- del régimen de Franco a favor del Eje (Umbral díxit) que acabó llevando a la rendición de aquel, a los aliados (por mediación vaticana) en el 45.
Otro caso emblemático de esas tensiones provocadas por el contexto internacional -léase la evolución del conflicto entre democracia y comunismo soviético de un lado y los nazi fascismos de otro- lo seria el caso emblemático en extremo de Heliodoro (Heli, ojo, y no Helí) Rolando Tella (y Cantos) -en la foto- héroe laureado de la guerra de Marruecos, de la guerra civil española que se unió al Alzamiento desde sus inicios en el protectorado español, tuvo una participación destacada en la columna Yagüe -con la toma de Mérida por unidades a su mando-, y ocupó la frontera con Andorra al final de la guerra civil y se vio separado del Ejército en el 43 -por un tribunal (sic) de honor-, presuntamente a raíz de acusaciones de corrupción (nunca oficialmente divulgadas)
Paul Preston ve en cambio la razón última y auténtica de su caída en desgracia justo por detrás de sus convicciones monárquicas que le convirtieron en blanco o chivo expiatorio de los servicios secretos alemanes en España. Moraleja, ochenta años después, la corrupción sigue siendo arma arrojadiza y secuela fatal e inevitable de la guerra civil española interminable como lo fue de la Segunda Guerra Mundial en la inmediata posguerra y en los inicios del régimen de Franco.
Corrupción, una acusación de tiempos de guerra. De la Segunda Guerra Mundial como de la Guerra de los Ochenta Años, léase de la guerra civil española interminable que todavía dura (….)
ADDENDA Se me olvidaba al cerrar esta entrada el caso Matesa. Tan emblemático en la historia de la corrupción política en la España de la posguerra. Visto en la perspectiva de la guerra civil interminable de los Ochenta y Tantos Años que aquí vengo observando, está claro hoy que el escándalo Matesa que aventó el sector anti-Opus del régimen (liderado por el entonces ministro de Información y Turismo Manuel Fraga Iribarne) fue un nuevo pisar (a fondo) el acelerador por parte de Franco en el proceso de desnazificación o desfacistización o desfalangistización del régimen que le impuso su rendición a las potencias aliadas (por mediación vaticana, albaceas y ejecutores desde entonces del desmantelamiento ideológico del régimen), al final de la Segunda Guerra Mundial en el 45. Juan Vilá Reyes (en la foto), fundador y director de la firma de exportación e importación Matesa, fue el chivo expiatorio del escándalo que enfrentó a los (franco) falangistas del Régimen adeptos recalcitrantes del ideal de autarquía de los primeros tiempos del régimen, y los ministros tecnócratas de la Obra. Fue condenado a centenas de años de cárcel -por delitos de corrupción económica y financiera- de los que cumpliría siete años (siete) Amigos del que esto escribe se lo cruzaron en las cárceles españolas de los tiempos (políticamente convulsos) del tardo franquismo. Un marciano entre terrícolas o un yanki en la corte del rey Arturo, víctima de nuestra fatalidad histórica española en suma, don Juan Vilá Reyes (sin acento entonces) -español de Cataluña (de apellidos catalanes) descendiente de vencedores de la guerra civil- en aquel mundo o microcosmos hermético e impenetrable de presos de derecho común, de la delincuencia (auténtica) y del crimen, individual u organizado. Así lo vieron los que allí dentro entonces se lo cruzaron, y así se lo sintió siempre detrás de los barrotes el autor de estas líneas (en Portugal como en Bélgica)
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