Isabel
Díaz Ayuso en su mirada intensa y triste y en la fuerza de agarre de su voz
ronca y de su desgarro, nos convenció. La voz (joven) del Viejo Madrid lo que en ella creímos
reconocer. Que todavía no murió
No
lo ví venir, el torbellino electoral, quiero decir. No supe verla sobre todo a
ella, a tantos kilómetros de distancia –a años luz o así- de la vida española,
de sus cuitas y de sus temores, de sus anhelos y esperanzas más secretas y mas
intimas (y recónditas), de las que Isabel Ayuso habrá sabido erigirse en símbolo
y matriz, y vocera y adalid. Y sólo lo habré visto y podido calibrar en su
justo alcance y exacta medida ahora viéndome un vídeo de su discurso del pasado
domingo –calle Génova- y oyendo lo que decía y el empuje y la fuerza de agarre y
de convicción -de su mirada intensa y triste y de su voz fuerte y ronca- con lo
que lo decía hasta el punto que se me saltaron las lagrimas (sin querer). ¿Emoción
patriótica desatada, de sorpresa de lo que podía esperar ni imaginar, de alivio
o desahogo por el punto final de una pesadilla sin fin? De verdad que no lo sé.
¿O la voz honda, telúrica –“ctónica” (léase femenina, y un poco infernal) que
le dicen los lingüistas- mas bien, de Madrid, de mi viejo Madrid (entre
Arguelles y Chamberí)?(…)
¡Madrid, Madrid, Madrid, qué lejos y a la vez qué
cerca estás todavía de mi! De tu cielo azul, de tu sol templado -de la Noche (en mayúsculas)- y de tu luz de
Abril. ¿De Madrid al cielo como alguno dice ahora? Cielo en la tierra más bien aquí
–hic et nunc- al final de la pesadilla. De la
guerra civil. Y la prueba lo son las ganas y ansias no de revancha sino
de con-cor-dia (como ella bien dice) que tras la victoria de la nueva heroína madrileña
siento dentro de mi. Y de perdón y de olvido, de verdad que si.
No transigí, no
le concedí ni una al ídolo de la izquierda que se ve ahora humillado y
derrotado, ni en la fase cenital de su auge en apariencia imparable y de su
restallante victoria, y ya desde mucho antes, todos los meses y meses de su
larga marcha a la Moncloa
en los que me desgañité en denuncias y señales de alerta y voces y gritos de
alarma (yo solo) como dan fe de ello, casi una sí y otra también, las entradas
de este blog.
Y sin embargo ahora sólo retengo una cosa del socialista cuatro/caminero
que tanto me hizo bramar (y gemir) Y lo es el gesto que tuvo de concordia y de reconciliación
o así al menos me lo pareció a mí. Y lo tradujo el ambiente de solemnidad y de
respeto con el que se desarrolló el traslado de los restos (tras su exhumación)
de Franco, del Valle, que lo que pudo ser una profanación se tradujo (de un
tris) en un callado y silencioso homenaje (de muchos) y en un gesto mudo o un
guiño a la otra (media) España con la mirada
fija allí. Lo que hay que agradecer (también) a él (o así al menos fue como yo
lo ví).
Hasta el punto que se ganó entonces el rencor y la inquina de un sector
irreconciliable de la izquierda (ultra pirenaica), lo que me pareció un signo
infalible y aún hoy lo sigo viendo así (…) Y lo que mas caló en la población
madrileña del mensaje de la
Ayuso en su campaña electoral, que en su discurso de después volvió
a repetir, lo fue ese grito -como un De Profundis- de ¡Libertad! que tanta perplejidad,
y tanto escándalo incluso produjo, por su resonancia y su eco innegables y sin
duda también por su cargazón histórica e ideológica (que todo hay que decir) “Cuando
un hombre nefasto llamado Juan Jacobo Rosseau” (…), las palabras – a fuer de
solemnes casi lapidarias, dicen que por lo anacrónicas-
que resonaron tanto (y con tanta polémica) entonces –en el Teatro de la Comedia- y mucho después,
resuenan con igual fuerza hoy (o más), en la era del Covid (…)
Que el lema de
la celebre trilogía de la Revolución Francesa se diría que se ve puesto al
(gran) destape ahora en lo que tenía de falaz y de (funesto e) insidioso: en su
formulación misma y en el razonamiento o en la simulación -o subrepción sic)-, como
leo recientemente en el historiador alemán Ernst NOLTE- en la que aquel se
fundamenta y es del camuflaje de una
obediencia (o sumisión) total (sic) bajo máscara (o mascarilla) de libertad, léase
de una sumisión (ciega) a la
Voluntad General (….) Y es lo que muchos (de a pie) habrán visto
ahora claro como la luz sin saberlo explicar ni acertar tampoco en como lo tenían
que decir.
Hasta que lo ha dicho por ellos Isabel Ayuso con sus palabras y sobre
todo, por sus medidas enérgicas y tajantes al frente de la Comunidad de Madrid, y
es frente a la pulsión li-ber-ti-ci-da de la izquierda que la pandemia habrá
puesto también clamorosamente de manifiesto como lo vengo denunciando sin parar
en estas entradas. Y es de la memoria aún fresca y fija en mi, de mi infancia y
adolescencia (años sesenta) en el viejo Madrid. En el que (como Pedro por su casa) correteé –hasta las
tantas (…)-, y viví y reí y crecí.
Victoria de Isabel Ayuso. O la alegría y las
ganas de vivir. O un estilo de vida. El del viejo Madrid
ADDENDA Una
laguna u olvido o lapso como dice el psicoanálisis, que se merece glosa –o
glosa de la glosa mas que la glosa en si-, lo es la que omití y olvidé -¿por
qué?- en mi entrada, a lo que se ha merecido en cambio la atención
preferente de todos o casi todos en el reciente resultado electoral en Madrid.
Y lo es el fiasco (sic) electoral, político y personal de Pablo Iglesias y de
sus fulgurantes carrera y trayectoria a las que habrá abruptamente puesto Fin.
Y lo sea tal vez, no, seguro, sí, porque era lo que cabía esperar y lo que yo
mismo me esperaba sin darme del todo cuenta, o en otras palabras, lo que tenían
de bluf –sin mucho fondo de verdad como lo arrastraba Pedro Sánchez en cambio,
ese, sí-, él y el fenómeno -de la indignación callejera- - que supo encarnar más y
mejor que nadie él -y su partido de Podemos-, como lo supe expresar en el librito que le dediqué, cuando
tantos veían en él la (perfecta) ilustración del horizonte o expectativa de futuro en la política
española, y yo –solo o casi solo contra todos- no más que un avatar (uno más) de
la interminable guerra civil, como lo volví a recalcar en el articulo –de alto
riesgo (…)- que le dediqué por cuenta de su abuelo y Villafranca de los Barros
y que me habrá merecido cifras record -¿y por qué?- de visitas en mi blog. Ya está, el enigma se aclaró y el mito se
desinfló casi con la misma rapidez con que se hinchó. Y me puse a descansar
–sin resentimiento, lo juro, ni
acrimonia, que hacia él al contrario que con otros nunca sentí, ¿por lo que
tuvo de teatral, y a fuer de impresentable (y sin malicia), de divertido (y de
bufón)? Y respiré y me puse a dormir. Cara al sol