Mundial del 78 –y no del 86, como reza ahora (piadosamente) en la Red (….)- me pilló (un 25 de junio), justo antes de salir, en el seminario de Ecône) Cumbre o cénit de gloria –antes del derrumbe- del ascenso (fulgurante) en la escena internacional de la Argentina. No sale en la foto –ni en esa ni en las otras que ruedan por Internet- pero anda por ahí muy cerca. Porque la leyenda de Maradona nace precisamente entonces, y en aquella época. Por su gol en la final (de antología) contra Inglaterra (…) Con la Junta Militar (la Primera, de Jorge Rafael Videla) Y que me perdonen los censores de la prensa española. Y los argentinos que ahora le rinden culto a su muerte, tendrán que acabar viéndolo así (o reconociéndolo). Maradona y la tragicomedia argentina
Sin máscaras ni distancias que valgan, despedida grandiosa y multitudinaria a Diego Armando Maradona en Buenos Aires, arrancando desde el obelisco de la Nueve de Julio –muy cerca de donde yo viví allí- a la entrada de la calle Belgrano, entre San Telmo y la Boca, puerto –y puerta- de acogida de la inmigración italiana en la capital porteña, y donde el astro futbolístico sin duda vivió (estando yo ya allí, que no me duelen prendas). Y nada trivial el homenaje tan entusiasta de todo un pueblo a la figura más estelar tal vez de su historia en las ultimas décadas. Como el que se rindió en las calles del Cairo a Um Khalsún (pronunciada con jota), la cantante y ninfa egeria del Egipto de Nasser, o como el de Amalia Rodrigues a la que muchos portugueses (doy fe) parecían haber perdonado, dando por olvidados -a cuenta de la magia de sus fados y del chorro de su voz- sus coqueteos (un decir) con el régimen de Salazar y el Estado Nuovo. Y ahora, al criollo genial que humilló a Inglaterra con un gol de antología (dicen, que yo no lo vi) en la Final del Mundial del 78 –y no del 86, como reza ahora piadosamente en la Red (…)-, en la cumbre entonces del ascenso (fulgurante) argentino en la escena internacional (el pasado siglo) –justo antes de la cita (con el Destino) en las Malvinas-, parecen ahora perdonarle todo, los argentinos, por cuenta de su (dorada) leyenda, de su magia futbolística y también, que todo hay que decir, de su amistad (¡ay dolor!) con Fidel, y con Hugo Chávez también, y de su etiqueta peronista, fuera de discusión y de dudas. Todo, desde sus problemas (serios) de drogas, hasta sus errancias (y devaneos) en el terreno de la política, de los tiempos del Mundial, léase de la Junta primera (la del general Jorge Rafael Videla). Diego Armando Maradona, o la tragicomedia argentina (…)
Despedida grandiosa en Buenos Aires de los restos de Diego Armando Maradona. Al que los argentinos -como los egipcios (bajo Nasser) a la cantante Um Khalsum (pronunciado con jota), o a Amalia Rodrigues los portugueses (después del Estado Nuovo)- lloran desconsoladamente unánimes y parecen haberle todo perdonado, de sus faltas y sus errancias (con las drogas o en la política) Y por cuenta de él y de su gloria póstuma, les perdona -nuestro contencioso “argentino”- a ellos todos el autor de estas líneas. En mi nombre y en el de todos mis compatriotas
Reacio estaba –lo confieso- a entrar (al trapo) en el tema, por tratarse de quien es, y por haberse olvidado y enfriado ya hace mucho en mí las fiebres y entusiasmos –de mi infancia y adolescencia (y primera juventud)- en el terreno futbolístico (…) Lo espontáneo y multitudinario del homenaje me habrá no obstante movido a darle a la tecla, para rendirle homenaje yo mismo, y aclararme así al mismo tiempo el enigma –o el problema- que todo ello me plantea. Problema del contencioso hispano-argentino, el suyo y el nuestro como el mío (…) en resumidas cuentas. El de la “emancipación” americana”, en Argentina y en los demás países de la (ex) Hispanoamérica, léase de la rebelión mestiza (y antiespañola) allí. A lo que ya me habré referido repetidamente en este blog, como andándome con pies de plomo o pisando huevos, o tratándolo con guantes –o papel de fumar-, el tema, cuidando así de no herir susceptibilidades ni egos cualesquiera (…) Pero es hora de homenaje caluroso y sincero ahora y no de ajuste de cuentas, soñando a la vez –ahora y siempre- con un proceso (otro más) de reconciliación histórica, por cuenta esta vez de Maradona (y de su gloria)
Porque lo que está más claro que al agua con esta despedida tan grandiosa es que los argentinos todos parecen haberse reconciliado entre ellos, en el séquito o al paso del traslado de los restos de Maradona por las calles y autopistas de Buenos Aires, en las glorietas y no digamos en los estadios, y a uno y otro lado del Atlántico, en America y en Europa.
“Sic transit gloria ecclesiae”, decían desdeñosos –del cristianismo- los polemistas de la Antigüedad (pagana), lo que no parece que sea el caso de Maradona ni de su gloria póstuma, tan grandiosa y tan apoteósica, con lo que parece que sus compatriotas pasan la página de una vez de su guerra civil (argentina) ¡Ojalá pudiéramos lo mismo decir de la guerra civil española”! Como un restañar de heridas el ascenso –en la Memoria- del genial futbolista argentino, o un somnífero o narcótico (benéfico) o anestesia, que les haga olvidar toda un sarta de mentiras de Ulises de los capítulos mas recientes y mas crudos y dolorosos de su propia historia. Ya lo escribí aquí, y no me retracto de ello –¡estaría bueno!- ni una jota.
Las cosas fueron y son y serán así, eso al menos quiero creer, aunque las ideas más negras y los pensamientos más agoreros me invadan , temiendo que todo este (sincero) homenaje redunde ad majorem gloriam (“montonera”) del peronismo de después de Perón –y de Evita y de Isabel- y de los que hoy lo gestionan, como la Viuda Negra –mi homónima ¡ay dolor!-, y que así hagan de nuevo de nosotros, los españoles, el chivo expiatorio predilecto de sus conflictos y problemas, como ya nos tuvieron acostumbrados en un pasado aún reciente y fresco en las memorias (…) ¡Dios no lo quiera!, que me diga, Dios (Diego) Armando Maradona
Homenaje
a Maradona en la ciudad de Nápoles de donde (en parte) procede y en donde jugó.
Nada que objetar “¡Por Dios!” Si no fuera por ese juego maléfico de espejos de
lo que tantos argentinos –como por ejemplo el dibujante Quino (el de la Mafalda dichosa)- parecen tan adictos,
victimas cautivas, y para los que las raíces italianas de su ídolo vienen ahora
(otra vez) de perillas: camuflando así como anillo al dedo –que es de lo que se
trata-, al precio incluso del escarnio y del ridículo (a lo "Manolito"), las raíces españolas de ellos todos y “pari passu” el contencioso histórico
–tan duro y pesado como disimulado por ellos mismos-, que nos separa a España y
a la Argentina.
desde la (llamada) Emancipación (mestiza) O como el caso, que aquí ya mencioné,
de mi homónimo el escritor Dominique Fernández –de la Academia francesa (s’il vous
plaît) –, de ascendencia mexicana (por la via paterna), que a cuenta de sus raíces (familiares),
evoca sin parar el Sur (sic) en sus novelas autobiográficas –por cuenta de la Sicilia, faltaría-, a modo de cajón
de sastre, donde echar y (cuidadosamente) esconder -o colar (de matute)- todo un pasado español
calumniado y pendiente de redención en la memoria colectiva. Que el que este libre
de pecado que tire la primera piedra: drama racial (sic) –como escribió un
fascista francés-, de la civilización católico-mediterránea (sic) En Italia, en
España, o en la Argentina. Maradona,
el jugador genial criollo/mestizo, de un genio y una gloria a la medida del Ego
(inconmensurable) de sus compatriotas. O Felix culpa?