Un poema (sic) etnográfico (y geográfico) o antropológico, así lo califican algunos de sus estudiosos a esta obra lastrada de los mas infames sambenitos. De biblia de bolsillo –entre otros- del movimiento nazi y de su Fuhrer. Y un botón de muestra, como sea, igual que los de tantos otros -Nietzsche entre ellos, o Edouard Drumond- de pensamiento librepensador (Libre Pensée) en la mas estricta tradición de las Luces. Del que se puede decir que en él su autor acertaba de lleno en la intuición (poética) racial o racialista y a la vez erraba (trágicamente) en sus postulados nórdico/arios. A base de una reivindicación (legítima) de ciertas nociones desahuciadas por la modernidad democrática. Como las de Jerarquía (social), y de desigualdad entre las razas.
Desigualdad entre las razas, dicho sea con perdón. Y con la venia de los bien-pensantes. Algo que como tantos y tantos siempre pensé, en voz baja por supuesto, y que me da por expresarlo en voz alta sólo ahora tras la lectura de esta obra y de este autor –Arthur Gobineau- que como un verdadero profeta lleva la gracia consigo de desatar labios y lenguas. Y es que solo ahora me siento capaz o en condiciones de resolver y de descifrar –en parte al menos- el hondo enigma que esa obra me planteó al punto incluso de llegar a quitarme el sueño. Y era como ocurre con las grandes obras y con los grandes autores, que la savia poética que aquella encierra, ocultaba o nos impedía de ver –en su certera intuición (lírica o poética-)- el (trágico) error que se escondía en sus postulados, desahuciados por la Historia mas reciente (y la más remota): ario/nórdicos, para dejarnos de rodeos (…) como un hilo conductor esa distinción crucial en la lectura de la obra que habré emprendido ahora sin complejos ni miramientos (….)
Hay que comprenderles, a Gobineau como a Nietzsche, como a todos los exponentes del pensamiento moderno tachados por el pensamiento/único de “malditos” o incorrectos. Desahuciados por un motivo o por otro de la modernidad democrática todos ellos. Y es el caso de Gobineau y de otros que de cerca se le emparentan, como Alexis de Tocqueville –que fue su amigo y fiel corresponsal también- o como Alfredo de Vigny –del que aquí también traté- o como Maurras, sin ir tan lejos. Hijos pródigos todos ellos de la Revolución (“dite”) francesa, una rebelión de signo racial, según Gobineau –del estrato galo/romano contra la élite o la casta dirigente franco/francesa- , que se les atragantó a todos ellos de una manera u otra (…), de ella y si se me apura, del fracaso de la Restauración (1814/1815-1830)–de la Legitimidad-, lo que les cargó la pluma a costa de tronchar tantos sueños en ellos, y de cerrarles tantas puertas.
Lo que se ve claro como la luz en la obra y en la trayectoria del primero de los nombrados, Alexis de Tocqueville –de pasado “legitimista”, individual como familiar, él también como por casualidad-, del que se diría que se fue a America buscando en los Estados Unidos y en su sistema –de democracia censataria o indirecta (que el fenómeno Tremp habrá sabido poner ahora en evidencia) (…)- una especie de conjuro de la fatalidad, como le parecía a un católico bautizado como él, el rodillo nivelador –de la Igualdad (democrática)- en la Historia contemporánea, que le embargaba de terror religioso (sic), como si fuera el nuevo rostro –espectral- de la Providencia (tras la Revolución francesa, y decadas después, tras las Tres -jornadas- Gloriosas (de 1830) Y un conjuro igualmente contra ese fantasma amedrentador de la Igualdad (democrática) es lo que parece querer ser el ensayo de Gobineau a cuento de la desigualdad (sic) entre las razas (….)
¿Motor de la historia en lugar de la lucha de clases, la desigualdad –o la lucha- entre las razas? (….) Como dijo Jack, vamos por partes. Que si el tiempo y nuestra trayectoria personal e intransferible nos habrán obligado a rendirnos a la evidencia de la realidad insoslayable de la clase social (sic) y del mito falaz y engañador de su “superación” (lo que no quiere decir nada o menos que nada), como la historia reciente nos mostró, no menos evidente e insoslayable nos parece en verdad el hecho o la realidad racial (sic) o étnico racial, y si falta me hacía me habrán servido de ilustración fehaciente de ello los largos años que llevo ya aquí en Bélgica, de testigo absorto y de primera de ese fenómeno del Gran Reemplazo (Grand Remplacement) de una civilización por otra, o en otros términos, a costa y a expensas de la Civilización Europea (….) Y eso es todo o no más que eso, lo que acabo de decir, que no se lea lo que no aquí no dejo escrito, ni se me haga decir lo que no quiero.
Ni niego crímenes “asiáticos” –Nolte díxit-, ni propugno el retorno de la esclavitud, ni excluyo tampoco un apartheid de rostro humano como lo fue la colonización española de America (primera época) que hubiera evitado el mestizaje en masa y la rebelión mestiza antiespañola, lo que fue un innegable -e insoslayable- hecho histórico y no una fatalidad étnico/racial de la civilización hispánica o española) en América, como Gobineau lo mantiene y tantos y tantos otros detrás de él (¡ay dolor!), a costa nuestra: no porque fuéramos tan impuros (sic) o mestizos (sic) como ellos, como de ello así nos quieren convencer (para expresarlo sin reservas): de franco/germanos y galorromanos ellos, y de germanos y bereberes nosotros (como así nos ven todos por fuera, y hablo en serio)
En claro: nos mestizamos (en masa) para hacerlos iguales a nosotros, porque así lo mandaba la santa/madre iglesia –o el complejo de culpa (histórico) que heredamos de ella (….)- y no porque fuéramos iguales o (étnica o racialmente) semejantes, el fondo del sofisma o la raíz del mito, que nos hizo tanto daño. Y que mata en nosotros toda semilla o atisbo de (sano) orgullo racial por nimio que ello fuera (…) Y refutando esa parte del Ensayo a caso hecho, no entendemos menos rendir homenaje al (elogiable) empeño que en esa obra se trasluce: de desmitificar uno de los grandes mitos de la modernidad democrática –el de la Igualdad- y de rehabilitar o reivindicar “pari passu” otros valores o ideales desahuciados por aquella (en nombre de la Democracia) Como lo es la Desigualdad, léase la Jerarquía -social (sic)- y otras definiciones fundamentales que le están estrechamente relacionadas, como la del Servicio y de Misión (tal y como lo propugnó Eugenio D’Ors), y de Identidad y Memoria, que se ven hoy blanco de amenaza
Pedro II –de Orleans y Braganca-, Emperador del Brasil (1831-1889) Tuvo gran amistad con Arthur Gobineau. Y el racialismo pesimista de este último –y sus postulados y prejuicios o a priori de signo ario (o ariano) en relación con España y los españoles- es, dato innegable, algo fácil de sondear y de detectar en la TFP, que cuenta en los herederos de aquél en la actualidad, Dom Luiz y Dom Bertrand –al que conocí y (cordialmente) traté en mi visita, de muy joven, a las sedes, en Sao Paulo, del movimiento aquél-, ilustres miembros y militantes. Una pista inédita, a fe mía, en el análisis del patrimonio y legado ideológicos y de la trayectoria del referido movimiento integrista brasileño que gravitó de cerca en la militancia y en la actuación del autor de estas entradas, como es público y notorio dentro y fuera de este blog. Y clave de explicación además en el juicio que les merecí, y en el trato (inexplicable y desconcertante) -como un español (…)- que me dispensaron. “Vocé tem uma vocacao grandiosa, Padre Krohn”, me dijo, no obstante, el profesor Plinio –a solas los dos, y él en silla de ruedas y cerca de su muerte- la última vez que le vi: para completar el enigma que la TFP, para mi -y el profesor Plinio a la vez- , siempre habrá representado (….) Religioso, ideológico, y étnico/racial también, para expresarlo en claro (….)