sábado, abril 14, 2012
Conferencia de prensa de Marine Le Pen (reportaje)
¡Qué aventura! Mi viaje ida y vuelta a París ayer, no poco azaroso y ajetreado por culpa de la lluvia -la "flotte" como la llaman en el Norte de Francia- y de una huelga total de transportes en Bruselas, me salió al final a las mil maravillas pese a los pronósticos. Y era para asistir a la conferencia internacional de prensa -en el marco de la campaña presidencial francesa- de Marine Le Pen en la sede del Frente Nacional francés, en Nanterre para lo que había recibido una amable invitación unos días antes del representante del Frente Nacional en Bruselas, eurodiputado en el Parlamento europeo. Para mi era también una especie de bautismo periodístico o como una inauguración de la acreditación que recibí de una asociación belga de periodistas hace unos mese. Llegué pues la conferencia ya un poco empezada pero con la ventaja de poder así franquear una vía hasta muy cerca de donde se encontraba la candidata presidencial, que era la primera vez que veía al natural en mi vida. Marine le Pen -Marion de sus nombre de pila-, es una mujer de gran atractivo físico y personal y que me disculpen aquellos a los que la observación pueda sorprender aquí un poco- , una francesa (y que se me perdone otra vez) de esas con los que soñamos todos los españoles, sobre todo adolescentes, alguna u otra vez en nuestras vidas. Rubia platino (natural) de mirada penetrante y ojos azulísimos, de facciones duras y a la vez femeninas como la describió con rigor un reportero de la prensa española, alta, de andar resuelto, muy erguida, y de una gran brillantez dialéctica en sus comentarios y no menor contundencia y rapidez de reflejos en sus respuestas, tras lo que se adivinaba una preparación intelectual no siempre frecuente entre políticos en España como en Francia. Detrás mio sentado como uno más entre los asistentes -algo de lo que sólo al cabo de un rato acabé prcántadome-, se encontraba su padre, el fundador del Frente Nacional, Jean Marie le Pen al que tampoco había visto en persona nunca en mi vida. Impecable en su atuendo y apariencia, ataviado de un corbata y un pañuelo a juego, de tonos rosáceos, que acentuaban su buen aspecto físico a pesar de la edad.
Más que para escuchar las pocas novedades que una candidata presidencial pueda añadir en un acto de ese tenor y que no haya dicho ya hasta ahora, iba allí decidido a hacerme oír, lo confieso. Lo que conseguí de lleno. Así, hicice nada más llegar dos o tres tentativas infructuosas y a la última fue la vencida. Marine Le Pen me concedió la palabra de un aire ligeramente curioso y tras mis primeras palabras me corto en seco de pronto, como si la asaltase una sospecha o un presentimiento repentinos preguntándome abruptamente, en un gesto de extrañeza « ¿Qué publicación es la suya? » A lo que respondí de un tono firme y resuelto, bien audible, "Periodista Digital, Madrid", tras lo que las facciones se le suavizaron y me dejó proseguir amablemente con mi pregunta. Una intervención la mía mas que otra cosa, como la masa de periodistas que abarrotaban la sala (de gran cabida) –entre ellos David Picazo de TVE- así lo interpretaron que me brindaron una carcajada estentórea al final cuando quise pasar a mi cuestión propiamente dicha , con la complacencia benévola hacia mí, todo sea dicho, de la interesada, que pasaría a responderme gustosa sin mayores problemas. Y viene a interrogarle -¿como podría ser menos ?- a cuenta de la ley de la memoria histórica que le presenté como una empresa de división de los españoles, y de impulsión mayormente francesa tal y como lo pude atestiguar de mis largos años de residencia en Bruselas. Y le cité el ejemplo que pareció divertirle no poco de Bernard Hery Lévy, vanagloriándose a tiempo y a destiempo de su padre voluntario en las Brigadas Internacionales y que justificaría su protagonismo destacado en la aventura libia con dos referencias de un signo español indiscutible: los Cien Mil Hijos de San Luis y la guerra civil española del 36 a través de dos figuras históricas -André Malraux y Chateaubriand- que a todas luces se arroga por su cuenta y provecho. Marine le Pen reconoció honestamente en su respuesta que sus compatriotas son propensos a dar lecciones puertas afuera, y citó como ejemplo la reciente resolución del parlamento francés -propulsada por Nicolás Sarkozy- penalizando (severamente) la negación del genocidio armenio. Y al final de sus respuesta, se sintió obligada a dejar claro sus distancias en relacion con "las políticas de España y de Italia".
Al final de la conferencia, aguardé un poco y al final puede entrevistarme cara a cara unos instantes con Jean Marie le Pen, que lleva en su rostro ligeramente visibles las trazas de la vida azarosa, de esforzado combatiente, que habrá sido la suya. Es curioso pero a tenor de los comentarios que me brindó -así de sopetón, cambiando súbitamente de tema- pareciera que estuviese al corriente o intuyese a quien tenia delante porque vino a predicar a un convencido, la verdad, despertando al pasar en mí evocaciones evocaciones poco triviales, y fue por su alusión al anticomunismo fundacional del Frente Nacional en 1972 en la resaca de mayo del 68, "cuando todos se hicieron maoístas de golpe", y también sus palabras de crítica acerada -y certera- de las primaveras árabes, « la ciber/revolucion » como él la llama que veía manipulados por los servicios secretos (sic) de los Estados Unidos de cabo a rabo. « Me pregunto -declaró al final de nuestro breve encuentro- por qué los americanos están empeñados en llevar a islamistas al poder por todas partes » Y conforme avanzábamos hacia la salida le hice observar el poco eco que él y su hija parecen tener en los medios y en la opinión pública española, lo que lamentaba, evocando sus contactos en el pasado con el PP y con Blas Piñar ("le notaire") que la habían invitado a Madrid alguna vez, y haciendo alusión al carácter « grupuscular » de los partidos mas o menos afines al Frente Nacional entre españoles. La candidatura de Marine le Pen -digan lo que digan- es la gran incógnita de las lecciones presidenciales francesas. De lo que da idea el soplo de pánico que parece recorrer ciertos sectores, como me lo ilustro la reacción en la calle de una señora de apariencia norteafricana –y a la vez aposentada- a la que aborde « in extremis » buscando desesperadamente el paradero de la sede del Frente Nacional, justo detrás nuestra, que me mandó -deshaciéndose en amabilidades por cierto, y con una alusión desenfadada a mi nerviosismo visible (¡qué pajara !)- justo en la dirección opuesta.
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