lunes, junio 28, 2021

Amor al Galope


 

Crecí amor entre “toros bravos”:

no eran fieras sino hombres

más cerca de los corderos

que de las bestias feroces

 

Salvo cuando los movió el amor

En la horas crepusculares

-que se es lo que se es (semper idem)-

Y en lo que de trágico tienen

 

Mas allá de la canción romántica

Y de su tono triste y fúnebre

Mirando bien lejos del suelo

Y mas allá de las nubes

 

Cantando así amor al triunfo

el del Amor al galope

Entre los polvos y el barro

Y entre la Mugre y la Suerte

 

Al triunfo de la Vida

Que muere y resucita ¡Siempre!

Ley de Vida y de la Historia

De los (medio) hombres/dioses

 

Como resucitó también mi amor

Que por ti sigue indeleble

Y resucitaremos los dos

En la Memoria de las gentes

 

Que opté y dije un Sí a la Vida

Plantándole cara a la Muerte

Y soltando un salvaje reír

Que es lo que tú (amor) te mereces

 

Que al conjuro de estos versos

Se me va mi amor la fiebre

Y mi alma se serena

Que mi mente fortalece

 

En la fe en el Triunfo ¡al fin!

Y en Amor que todo puede

Mas allá de la derrota

(de un dios que nunca muere)

 

miércoles, junio 23, 2021

Espíritu de la Música

 


El Sol se pondrá en calma

Cuando tú Amor vuelvas a mi

Y la nubes allí se abran

Como aquel dia, Juan ¿te acuerdas? ¡si!

 

Cuando me las vi muy negras

Como nunca (o casi ) me las vi :

salí del trance como pude

Pensando en mi, mujer, y en ti,

 

Y mientras ese día llegue

Recorro autopistas sn fin,

-cruzándome a ti tal vez-

De una punta a otra el país

 

De un mundo al cielo

De un mar al otro (Norte y Sur)

Dándole así a mi vida

Y a mi, Amor, sentido y fin

 

Y mientras llegue ese día

Cuando te me mostrarás tú

Sigo soñando despierto

Y escanciando versos (¡Mil!)

 

En el Espíritu de la Música,

de la Alegría de Vivir

que hizo renacer a tantos

(no discuto ¡pobre infeliz!)

 

Que si el Maestro dijo

aquello (¿no lo dijo o sí?)

De que “los simples ¡se callan!",

¡Gritan aún por un mundo feliz!

 

Por un futuro mejor

donde lo Bello pueda reír

en lo alto de aquel zócalo

donde te pondré yo a ti

 

zócalo de dioses y diosas

de una Fe en el Porvenir

en donde me encaramo yo

para poder verte venir

 

Solo entre cielo y tierra

(ya sabes que soy así)

 tragándome a palo seco

La angustiosa espera (¡Ay de mí!)

 

lunes, junio 14, 2021

NIETZSCHE, PASTOR DE ALMAS


“El triunfo de la Voluntad” ("Triumph des Willens"). Escena del célebre documental (en blanco y negro) de Leni Riefenstahl, egeria y cineasta oficiosa del régimen nazi, y propagandista preferida de Adolfo Hitler, del Congreso del partido nazi (NSADP) en Nuremberg, 1934. Grandioso. A la medida del pesimismo grandioso (sic) –Francisco Umbral díxit- de la filosofía de Nietzsche que gravita fatalmente sobre tan emblemático documental: de por el concepto central de su filosofía -Voluntad de Poder (o de Pujanza) (Der Wille zur Macht) Y por eso, tales alardes espectaculares impresionaron tanto a los muy impresionables “laínes” –intelectuales falangistas del Cuartel General- en “La Leyenda del Cesar Visionario”, y a Ridruejo, el más impresionable de todos ellos. ¿Cuando se dejará pues de criminalizar –“diabolizar” en transcripción de la lengua francesa- a Nietzsche y a toda o casi toda la filosofía alemana (Kant, Hegel, Fichte, Schopenhauer) por no decir también a casi toda su literatura (Goethe, Schiller, Herder, Novalis, Holderling, y paro de contar) por delante o detrás suyo, a costa de echarle así un poco de humildad aunque sólo sea, a la hora de abordar lo enigmático (sic) de un fenómeno filosófico, ideológico y no meramente político, al que Salvador Dalí dedicó ("El Enigma") una de sus más emblemáticas acuarelas (...)

La presente crisis –mucho más honda y de mucho más largo alcance de lo que muchos imaginan-, desatada por la pandemia en curso (o lo que sea), nos habrá obligado a muchos a partir una lanza en unos terreno en lo que nos sentimos y confesamos perfectamente neófitos, que siempre vimos –un poco de lejos- como un coto cerrado de especialistas o expertos, en el que concedíamos (encantados) el beneficio de la duda, de una fe ciega en ellos, a nuestros oponentes (del gremio), y a costa de nuestras posturas que sin el meno empacho poníamos entre paréntesis, en atención sobre todo a las victimas de la epidemia y a los profesionales (ellos) con los que fatalmente discrepábamos y a los que no nos cuesta el reconocer tantos méritos en materia de entrega y de abnegación sin echar por tierra o por lo menos no del todo sus puestas en guardia, sus voces y gritos de alarma, sus consignas –en algunos casi (o sin casi) voces de mando (...)- y sus explicaciones y argumentos. Se dio un caso no obstante en Francia emblemático en extremo del que me habré ocupado repetidamente en estas entradas que me habrá hecho hondamente reflexionar y sin renunciar a mis posturas, cambiar mi fusil de hombro como le dicen ellos. 

El doctor Raoult (de Marsella) –que es de quien aquí se trata- no es infalible como no lo es nadie incluso en el propio terreno de competencias, y sus diagnósticos y sus recetas, siempre envueltas en un prolijo mensaje altamente repercutido en los medios y en las redes sociales y en un aura de polémica en cierto modo explicable pero sólo en cierto modo y manera y hasta cierto punto, se ven igualmente sometidos a la criba de la experiencia y de los resultados empíricos que no lo desmienten ni descalifican (y no entro en polémicas en modo alguno) Hay algo sin embargo que me ganó por así decir de él desde el principio y  que no brillaba en el mismo modo y cuantía –ni de lejos- en los que más le vituperaban y denigraban, difícil de definir y que me impactó y me invitó a circunspección (como los clásicos dicen) 

Y era su afán curativo, de curar y desinfectar cuantos más mejor de todos los que a èl se acercaban, a toda costa, y de urgencia, a toda prisa y aunque en su celo médico perfectamente legítimo los protocolos de comportamiento y de investigación –en materia de tests sobre todo- salieran poco o mucho malparados. Y con ellos tambien la imagen no poco maltrecha de la Investigación (o "investigaciones científicas", "Recherche" en francés, ¡Augusta Señora!) Y es porque de cierta manera (como ya lo dejé consignado también aquí) me vi en él retratado, en lo que fui y llevo conmigo  rastras o a las espaldas, que asumo con orgullo aunque de algunos me merezca vilipendio (se diría que por los siglos de los siglos) Y fue ese celo curativo en él, pastoral en mi que en cierto punto de vista viene a ser (casi) lo mismo. Pastor de almas ´-eclesiástico entonces, secularizado después, por los aleas y vaivenes de mi trayectoria- así me vi y así me veo o me sigo viendo y en el espejo del doctor Raoult me habré dado cabalmente cuenta de ello. 

Y es el despertar de ese sentimiento en mí lo que me habrá llevado a hincarle el diente de nuevo, algunos años -quince o veinte (...)- después de una primera lectura, a una obra del profesor e historiador alemán Ernst Nolte a quien aquí tengo abundantemente presentado, y a través de él a esa obra oceánica como se la podría describir de Federico Nietzsche, que en el libro que presentemente me ocupa se me aparece de nuevo y con más realce si cabe que nunca, como lo que era en el fondo, este hijo y nieto y bisnieto y tataranieto de pastores (protestantes) –y preceptores de príncipes (y de princesas), cuidado - como así ya lo presenté en alguna ocasión, un pastor  (sic) -de almas- más que un filólogo o filosofo o escritor o poeta (o profesor), sin poder no obstante hacer abstracción o separar lo uno de lo otro. Un pastor de almas, pastor a secas (léase antes que evangelico/protestante), eso es lo que fue (en el fondo) Federico Nietzsche y es lo que nos da la clave de interpretación y de lectura de las partes más criticas (y más crudas) de su obra y de las facetas y aspectos mas recónditos o desconocidos de su azarosa y tormentosa trayectoria, y también la vara de medir a la hora de juzgarle a él y a sus posturas, e igualmente a todos los que le inciensan y también a los que le zahieren y denigran. 

Lo que me habrá exigido un trabajo hermenéutico por partida doble, y es referente no sólo a Nietzsche sino también al autor -Nolte- que me sirve de comentador o intermediario, para lo que me habrá valido de hilo conductor el (primer) autor comentado, por paradójico que parezca, y es que Nolte es dialéctico hasta el tuétano de los huesos como toda la filosofía alemana de Hegel para acá se me dirá, más si cabe que Nietzsche, pasado -al contrario de lo que es la regla entre sus compatriotas, se me antoja- por la cultura de cuño latino y en particular del Gran Siglo francés (y sus moralistas), lo que me obliga a ver y a observar no el principio de no/contradicción tal y como lo postulaban los escolásticos,  sino -muy al contrario- la contradicción misma en la esencia o en el meollo de sus asertos -los de Nolte me refiero- y poder separar asi el grano de la paja, y distinguirlo para así poder avanzar en sus argumentos dialécticos, de lo que puede parecer así a primera vista cambio o metamorfosis más o menos oportunista o travestimiento o cambio de chaqueta, en relacion a la primera fase de su obra y de su trayectoria. 

Y eso desde sus escritos más tempranos, y en particular del principal y más representativo y emblemático de todos ellos, “El fascismo en su época”- en donde Nietzsche se ve analizado con gran rigor y se diría que sin la menor compasión, como sentado en el banquillo de los acusados del tribunal de Nuremberg que le condenó (por contumacia) en base a una serie de cargo que Nolte en esa obra no tiene empacho en asumir unos detrás de otros: de ese Nietzsche, versión de Nolte "primera época", hasta el que se ve fielmente retratado en esta otra obra tardía, en la que me enfrasco ahora de nuevo, tras una primera lectura los primeros tiempos de estancia aquí (sin que comprendiera gran cosa), y en la que el filósofo del Super hombre y del Eterno Retorno se ve rehabilitado –como pensador y como persona -sin dejar de seguir expuesto al fuego de la critica. Un Nietzsche inédito o de incógnito al menos para mi, recóndito o escondido en los capítulos y párrafos más densos y profundos de la monografia de Nolte, que me resbaló (confiteor) en mi primera lectura cuando me detuve en los aspectos mas anecdóticos y de más fácil lectura de esa obra al hilo de mis descubrimientos de entonces, que hoy palidecen un poco en esta segunda lectura –más pausada y más atenta- con los cinco sentidos puestos, como si me fuera en ello (un poco) la vida (…) 

Y es sobre todo en el párrafo de la primera parte –denso y en pura salsa alemana filosófica- bajo un título todo menos trivial, “Die Vernichtung en der Partei des Lebens” (La nocion de Destruccion –Vernichtung- y el Partido de los del "Sí a la Vida") donde Nolte arremete e irrumpe sin contemplaciones en lo que constituye el meollo central y a la vez secreto del pensamiento -e ideología- del filosofo del Eterno Retorno, que habrá sin la menor discusión ofrecido en bandeja a sus cuestores (jurídico militares) los cargos principales que en Nuremberg se le formularían, a saber su responsabilidad intelectual (mayor) en los crímenes de guerra y de lesa  Humanidad de los que los dirigentes nazis se verían acusados y condenados, y en particular en los de genocidio y de holocausto, a título no obstante de simple filósofo o mero ideólogo, sin el menor atisbo de responsabilidad política (ni personal) que se le pudiese endosar del género que fuera.


Arthur Schopenhauer (1788-1860, nacido en Danzig, muerto en Francfort y habiendo vivido gran parte de su vida en Dresde, su ciudad favorita) Referente confesado del Führer junto con los otros grandes filósofos alemanes contemporáneos, y un poco el favorito de aquél (por el estilo literario de su alemán escrito) entre todos ellos. Su obra fundamental y más divulgada, “El Mundo como Voluntad y Representación” (“Die Welt als Wille und Voorstellung”), planea fatalmente entre los párrafos más discutidos –y que más escándalo suscitaron- del conjunto de formulaciones del pensamiento de Nietzsche, en particular su doctrina del Partido del Sí a la Vida y su noción de Destrucción (Vernichtung), que le valieron a éste su condena por responsabilidad intelectual en crímenes de guerra y de lesa humanidad ante el Tribunal de Nuremberg. En aquella pone en discusión la noción de Verdad (absoluta) –como un mera apariencia (o “representación”)-, a la que contrapone el Arte (o la Creación artística) y la Poesía y la Cultura, frutos del Suelo (Grund), de la Tierra (Madre) (de la Realidad), que el ciclo autónomo (sic) de Inteligencia-y-Producción, nacido en la abstracción de la tradición filosófica occidental y fortalecido por la Revolución Industrial, confisca y se apropia abusiva e indebidamente en un sentido utilitario, industrial y comercial en exclusiva (en coto cerrado), asestando asi un golpe mortal a la (verdadera) Cultura, espiritual, por propia definición, altruista o desinteresada, que Nietzsche identifica con la Vida: en un desafío frontal -y supremo- al materialismo dialéctico y a la teoría de la lucha de clases del pensamiento marxista. Tema central en el pensamiento de Nietszche e inseparable de otras de sus principales doctrinas como las del Eterno Retorno, de los Señores de la Tierra, y del Superhombre (y de la guerra de conquista), o de otras igualmente memorables –como la doctrina del Espacio Vital-, que de aquellas directamente se derivan   

Unas ideas o formulaciones que eran no obstante moneda de libre cambo en el ámbito académico o universitario en la Europa del periodo de entreguerras como de ello daría constancia y testimonio el joven estudiante (avizor) de Filosofía en la Universidad Central, de Madrid, Ramiro Ledesma, en su obra de juventud “El Sello de la Muerte” –de la que harto me ocupé ya en este blog- en donde se ve recogida negro sobre blanco la doctrina del sacrificio o de la muerte consentida (o propiciada) de los seres superfluos (sic)- Viel-zu Vielen- y moralmente inferiores, en aras del advenimiento del hombre (moralmente) superior, el Superhombre. 

Y a riesgo o a punto de escandalizarme yo como tantos otros a la lectura de los párrafos mas crudos, me llegó (a tiempo) como una advertencia o aviso de luz roja o de potente reflector el comentario a esos párrafos, de Nolte  y lo era a base de una intercalación de otra cita de Nietzsche primera época –del Nietzsche joven- con la que Nolte ensaya una digresión dialéctica (o dialogo) En el mismo modo y medida que harían los autores marxistas de moda hace veinte o treinta años -un Louis Althusser por ejemplo-, entre el joven Marx (romántico y humanista) y el viejo, el de las tesis de Feuerbach, del materialimso dialéctico, de la lucha de clases y de la dictadura del proletariado. Y en lo que Nolte opone así pues, a esa doctrina nietzscheana tardía -y a modo de antítesis (Gegenstuck)-, toda una primera filosofía del autor de Zaratustra (de marca o sello “ilustrado”, de Aufklarung), grosso modo la que se vería -sustancialmente recogida a base de aforismos- objeto de rehabilitación –tal y como lo consigné en mi último libro- en la universidades europeas de hace dos décadas (de justo a seguir a mayo del 68 donde sus ideas triunfarian (aunque vergonzantemente, un poco a escondidas) En toda o casi toda Europa, salvo en España (indispensable e inexcusable apostilla) (...) 

Y de lo que Nolte saca o pretende extraer a modo de síntesis, aquello en lo que le parece ver la verdadera filosofía de Nietzsche (y su más profunda ideología) Y así se atreve a reinterpretar los párrafos más crudos de la parte mas tardía (y ruidosa o escandalosa) de la obra de éste –“Zaratustra”, “Ecce Homo”, "La Aurora" ("Morgenröte"), “El Anticristo” y “El crepúsculo de los ídolos" (o de los dioses)”- sobre la doctrina de la guerra, en particular de la guerra de conquista, con ayuda de la filosofía griega, de autores tan autorizados como Heráclito ("polemos pater panton") o Platón, en su célebre doctrina del Rey Filósofo -en "La República"-, o en la de los guerreros de elite (phylakès) -que Nietzsche llama "Señores de la Tierra"-, en los que no nos cuesta nada ver a los soldados españoles de los Tercios de Flandes (tal y como los vio la escritora francesa Margarita Yourcenar, fuera de toda sospecha) 

Y todo ello en aras del Partido de la Vida o de los del Si a la Vida, en donde Nolte ensaya laboriosamente de distinguir, en la filosofía de Nietzsche, una Vida superior, artística, “interior” o espiritual  –de aquí abajo (nota bene) y no del mas/allá-, de la Vida en un sentido crudamente biológico (léase racista) ¿Con éxito? Así nos lo parece desde luego, aunque a Nolte no parece que se le fueran todos los escrúpulos (bien/pensantes) de la cabeza

domingo, junio 13, 2021

Primavera de Amor


 

La música de Chopin (o así)

Me inspira amor estos versos

Que a palo seco yo escancio

Cara al sol y proa al viento

 

Dándole cara así al futuro

Hosco, incierto y violento

A la imagen del Presente

Al que me abracé (en seco)

 

Y que no suelto ya ¡oh no!

Tan grabado va en mi pecho

Como en cuadro de bitácora,

Cual mi “rosa de los vientos”

 

Que me guiará en mi jornada

Jornada europea (¡Oh misterio!)

Donde te volveré a encontrar

¡Llamada del Pirineo!

 

Donde se acabarán juntando

De amor maduro y sincero

Los que vivieron de espaldas

¡Primavera de los pueblos!

 

De derroche de energías

De cantos de amor (y sexo)

De paz (de dentro y de fuera)

¡En la Paz de los guerreros!

 

Ese es (amor) el mensaje

¿“cantar la guerra de lejos”?

Noble impostura (le dicen)

Y la canté ¡sin complejos!

 

Mas fue pa-ra-po-der-vi-vir

de un horizonte señero

Entre el pasado que nos pesa

Y un futuro frío (¡en los huesos!)

 

Pero no hables a nadie

Amor, sobre mi “séptimo sello”,

De mi ser y de mi vida

¡ganas de vivir, el secreto!

 

el que yo guardé para mi,

de amor y de guerra (y celos)

Primavera de amor para ti,

te daré, ¡te lo prometo!

domingo, junio 06, 2021

Metáfora de Mujer


 

¡Oh Sol de invierno/verano

Que da más luz ¡qué calor!

Luz a chorros en mi vida

De un tiempo oscuro que pasó

 

Tiempo de media/tarde

De un país apartado (al sol)

Por donde pasé yo siempre

Sin pararme (¿y por qué no?)(...)

 

Y ahora me entran las ganas

De abrir la caja del reloj

Del tiempo que se quedó alli

(Que el Destino lo encerró)

 

de encerrar mi tiempo aquel

de aquellos sonidos del gong (….)

Dejándome así de vagar

Y deambular sin ton ni son

 

De allí do el tiempo se para

Igual que a mi se me paró

Cuando yo te conocí

"Tiempo poético", ¿sí o no?

 

Al margen de la Historia,

de la Vida (o su negación)

¿Qué? ¿que estoy negando el Tiempo?:

sólo para salvarme yo

 

Y poder salvarnos juntos

Como rezaba la canción

¡Canciones de cuna aquellas,

de aquel mundo que me crió!

 

Cuando el (gran) sol se ponía

y te vi, tú o lo que vi yo

en ti, ¡metáfora de mujer

entre la Luna y el Sol!:

 

eso es lo que tú eres:

lo que en ti yo vi mi amor

en tu pelo tan agreste

y en tus ojos (¡qué fulgor!)

 

y en tus salvajes pendientes

de una mujer de esplendor,

y en tu misterio y tu sombra

(cual metáfora de mi amor)   

 
 
 

martes, junio 01, 2021

KARL RAHNER Y EL NACIONALSOCIALISMO

 

Una de las muchas referencias que registran la influencia de Heidegger y de su pensamiento en Karl Rahner, jesuita alemán y gran estrella del Concilio Vaticano II

Karl Rahner. Me  contaba una persona muy allegada –entre el escándalo y el regocijo-, en los años del inmediato pos concilio, que el entonces rector de la Gregoriana, el jesuita francés René Latourelle en una de las sesiones conciliares que se celebraban en sus aulas anunció –como sin duda tenía costumbre de hacerlo- la intervención del célebre jesuita alemán con el mismo sensacionalismo y teatralidad, e igual de nutridos aplausos, que si se tratara de una vedette de la canción. Nunca le leí directamente en las fuentes (en traducciones, se entiende), ni a él ni a los otros exponentes de la Nueva Teología, al contrario de aquel canónigo magistral –de Ávila creo recordar- que me dejó subir a su automóvil en autostop en aquellos años setenta –del pos concilio inmediato- y me comentó que leía y comprendía o había acabado comprendiendo aquellos autores -de la Nueva Teología (como se decía entonces)-, con un deje de íntima satisfacción como si se tratase de uno de los grandes retos que había tenido que afrontar y superar en su vida, léase a lo largo de su (brillante) carrera eclesiástica, y de suexistencia misma (...) Nunca como digo, pero por la vía de acceso de la filosofía (Heidegger) y de la Historia de la filosofía e igualmente de la Historia de las ideologías –e historia del fascismo (y nacionalsocialismo) más concretamente- creo que sí habré llegado como vulgarmente se dice a hincarles el diente. Y así, una vía de acceso a Karl Rahner y a la Nueva Teología (progre) lo habrán sido a la vez para mí, por el conducto histórico, Ernst Nolte y por el otro conducto, filosófico, Martin Heidegger, si de ello se exceptúa por cierto la crítica (a la vez filosófica y teológica) –a base de postulados del integrismo mas rancio y estricto- que se nos dispensaba (bajo la égida de Monseñor Lefebvre) en el Seminario de Ecône. O lo que yo creí aprender y poder interpretar allí, que me diga, que me habrán echo falta años en visión retrospectiva para llegar a la conclusión que la critica al Concilio de Monseñor Lefebvre y del movimiento tradicionalista) francés en su conjunto  no apuntaba tanto al lado progre o filo marxista –en los textos conciliares mismos o en sus interpretaciones apenas-, como a su faceta modernista o más exactamente germano/modernista –en el marco todo ello de la confrontación (cruenta e incruenta) germano/alemana remontándose a la I Guerra Mundial, y prologándose en la Segunda, 39-45 (algo en lo que los católicos españoles nos mantuvimos estrictamente al margen en resumidas cuentas), como lo ilustra e intenta corrobarlo a base de un sinfín de datos y anécdotas, el autor de un best-seller de aquellos años (del pos concilio inmediato) que Monseñor Lefebvre celebraba sin parar y tenía en gran estima, y eso  ya desde su titulo mismo –extraído o inspirado de una cita de Juvenal, autor latino-, “El Rin se vuelca en el Tíber” (continúa..../....)   

(.../...continuación)

El modernismo, o si se prefiere –como se decía (canónicamente) en el seminario de Ecône- la herejía modernista, no es o no era primordialmente un problema interno del catolicismo francés, sino un poso primigenio y fundamental de la cultura alemana y de sus movimientos culturales e ideológicos contemporáneos y entre ellos del más emblemático y puntero de todos ellos, el nacionalsocialismo. Lo que se obvió olímpicamente o se ocultó piadosamente (o las dos cosas a la vez) en las esferas de la Colaboración franncesa durante la ocupación alemana.

Y me viene aquí a la mente un detalle todo menos trivial leído en el boletín del Abbe de Nantes, que distribuían sus amigos tradicionalista (esencialmente carlistas) en mis años jóvenes en España. Y era de uno de sus más tempranos encontronazos con su jerarquía –que le acabarían llevando a la ruptura de sus lazos canónicos con la iglesia (jerárquica)- cuando su interlocutor –y superior- le hizo observar el resabio modernista (sic) de todo lo que él de forma espontanea y sincera y perfectamente desprevenida y sin el menor rebozo le estaba contando en su entrevista. “Eso que usted dice –le espetó aquel jerarca de un tono lapidario y de expresión sombría en el semblante- es algo a lo que aquí le tenemos declarado la guerra” (o algo así), como despachando en cima de los hombros de su interlocutor una pesada losa. ¿Modernista el Abbé de Nantes, una de las figuras del mayor realce –a seguir a Monseñor Lefebvre- de la reacción tradicionalista (o integrista) en Francia?: lo que al propio interesado le hubiera costado reconocer, y que era lo que le venia (en línea recta, y sin él quizás sospecharlo) de la Colaboración en la que él al contrario del obispo mencionado (y fundador del Seminario de Ecône) –que se identificaba con gusto mas bien del lado de la Resistencia (de la “de derechas”), como  lo expliqué aquí-, estuvo metido de lleno durante la Segunda Guerra Mundial y a lo que se mantuvo fiel –dicho sea en su honor- hasta el final de sus días. 

A lo que habría que añadir otra anécdota de él que también entonces lei y fue que al final de la guerra tras “la Libération” –que selló la derrota de la Colaboración francesa, afin ideologicamente a él, hasta entonces, cabe suponer- se fue (ingenuamente) en toda confianza a buscar consolación cerca de uno de aquellos superiores eclesiásticos, y era de la tristeza que le embargaba por el rigor con el que se veía tratado el mariscal Pétain –juzgado y condenado por delito de Alta Traición- y se oyó espetar siempre tan lapidariamente (y con un tufo irrespirable a oportunismo clerical hipócrita que todo hay que decir), que el mariscal Pétain había mentido y engañado a su pueblo (sic) 

Lo que estuvo, hay que suponer, en el origen de la trayectoria disidente de aquel, de reacción y de resistencia eclesiástica (o de política religiosa) desde entonces. Algo en suma, que me escapó a mi y a todos mis compañeros de Ecône, y era sin duda en la medida que se escondía o camuflaba o dejaba escurrir por la falla o brecha de la diferencia o distinción (sutil) de la Política y de la Religión, que allí dentro y entonces estaba menos clara que nunca (no menos tampoco, justo el puntualizar, que lo estaba entonces en las andanzas y devaneos -y faldoneos- de los augustos pastores de la Conferencia Episcopal española, o de lo que siempre lo había estado, si se me apura, en el seno de la madre/Iglesia) Y es que lo que los unos veían como un conflicto o contencioso de natura eminentemente litúrgica, o si se me apura (estrictamente) teológica, otros –yo entre ellos- lo enfocaban como un síntoma o mero signo apenas de un conflicto irreductiblemente ideológico y político a la vez, para dejar claras las cosas. 

Y por eso, los primeros obviaban fatalmente el aspecto ideológico y político –de innegable signo pro-alemán o germanófilo o filo nazi para dejarnos de eufemismos- de la controversia modernista (desde principios del pasado siglo), que era el telón de fondo dominante y omnipresente (o uno de ellos) de la reacción integrista francesa y en particular de su obra más emblemática tal vez como lo seria el seminario de Ecône. Y por eso no podían ver (ni yo tampoco) el sello o el cuño (visible) de la experiencia nazi soterrada o disimulada en algunas de las figuras mas emblemáticas del Concilio -de su ala progre o “marchante” me refiero- como lo seria Karl Rahner, ilustre desconocido –doy fe de ello-, al lado de otros teólogos estrella –de nombre francés todos ellos- en mis años de Ecône. Y por eso se pudo vender esa mercancía tan alegremente entre los católicos españoles, en su mayoría filo nazis (dicho sea con perdón), sin la menor reacción u oposición.en un principio al menos. De lo que se hacía eco un chascarrillo que oí repetidas veces en el seminario de Ecône: “Los obispos de Centroeuropa fueron al Concilio a dar lecciones, los españoles, a recibirlas”

 


Karl Rahner (ver foto), o la convalidación teológica (sic) del Nuevo Orden democrático –y filo/marxista- de la posguerra, en el Concilio Vaticano II. A cargo de los mismos que habían entrado ya antes en diálogo con el basamento cultural y filosófico –existencialista- del nacionalsocialismo, antes de la derrota en el 45 (y que lo habían igualmente, desde dentro, vivido, sin exilio ni emigración/interior incluso). ¿Un modernismo (sic) a la vez teológico e ideológico- pos/fascista o pos/nazifascista (y germanófilo), y en la misma medida filo/marxista (…), lo que triunfó en el Concilio Vaticano II? Muy pocos lo entendieron así, pero es lo que parece insinuar el titulo de un best-seller –de un cura periodista anglosajón (norteamericano) presente en las aulas conciliares- que citaba y celebraba sin parar y nos recomendaba fervientemente  Monseñor Lefebvre a sus seminaristas, “El Rin se vuelca en el Tíber  


El Abbé de Nantes, en el centro de la foto, en Roma –Ciudad del Vaticano- durante una de sus marchas de protesta (y afirmación) en los años del  inmediato pos/concilio. Fue uno de mis principales mentores, ideológico como espiritual, en mis años jóvenes, nunca lo oculté. Antes y después, y durante mis años del Seminario de Ecône (incluso, estando yo en España en la Universitaria madrileña) (…) Estaba particularmente marcado por su pasado (filo nazi), léase de su paso por las filas de uno de los principales movimientos (de jóvenes) de la Colaboración y del régimen de Vichy –“Las Canteras (les Chantiers) de la Juventud”-, algo de lo que en aquellos años nunca alardeó, pero que tampoco nunca ocultó, y perfectamente asumió (y pagó, con persecución política y canónica)