No es la podemista Teresa Rodríguez aunque lo parezca (en esa foto por lo menos) ¿Mimetismo indignado? O las trazas -difíciles de esconder- de unos orígenes, y de una memoria (de guerra civil) Ana Gabriel -que hay que escribir con dos enes, por imposición de la Generalitat y del Instituto de Estudios Catalanes- desciende de castellano parlantes oriundos de otras regiones españolas. De mineros (anarquistas) por las dos ramas, para más señas. De las minas de Ríotinto por la rama paterna –de donde procedía nota bene Guillermo Toscano, el asesino (anarquista de la CNT) de José Antonio-, y de Murcia por la rama materna. Líder, Ana Gabriel, de la tendencia opuesta (dentro de la CUP) a la investidura de Mas –pendiente de un hilo, a saber del visto bueno de ese partido (compuesto mayormente de oriundos, de nombres y apellidos catalanizados muchos de ellos)-, y botón de muestra emblemático en extremo del protagonismo (del primer orden) de los oriundos en la embestida secesionígena en curso en Cataluña. La revancha (y venganza) de los vencidos de la guerra civil (interminable)Vientos de pesimismo en la sociedad española que soplan fuerte y se oyen todavía más fuerte por internet en estos días de fin de año por culpa de la crisis política que agrava aún más si cabe el clima de incertidumbre que reina en la mayor parte de los países occidentales.
¿Qué va a suceder con ocasión de las jornadas parlamentarias de investidura que se avecinan (dentro de dos semanas apenas)? ¿Conseguirá el actual presidente del gobierno salvar el pellejo (el puesto que me diga)? La mayoría de los analistas lo ven muy crudo. Hasta el punto que algunos hablan del milagro (sic) que a Mariano Rajoy le sería preciso.
Que solo lo harían posible los mismos que hicieron posible la investidura de José María Aznar va a hacer ahora veinte años a saber los nacionalistas de Convergencia (ya rebautizada) y ahora, sólo si se decidieran de golpe a dar todos la espalda a su actual presidente que va camino del suicidio político, o lo que es lo mismo de acabar siendo un presidente florero como lo llaman algunos, y ni siquiera eso. Voces amigas me habrán recientemente reprochado –con lealtad y franqueza, es cierto- debilidad (sentimental) y partidismo embozado a favor del partido actualmente en el poder.