Ramiro Ledesma elevó a la juventud a categoría histórica, invistiéndola del cometido de ser motor primordial del cambio revolucionario, fuerza prometeica y artífice principal del paso de una época a otra. Un idealismo de la juventud que encarnaron de la forma más emblemática los nazi/fascismos, lo que daría la medida de su fracaso histórico Y sin haber renunciado ni un ápice en el fondo al idealismo que me movió e impulsó y estimuló en mis años más jóvenes -y que se piense de mí lo que se quiera- hoy hace ya un rato que dejé de lado ese mesianismo juvenil que predicó Ramiro Ledesma -al precio de su vida- y que compartí de muy joven tantos años (décadas) después de su muerte. Sigo pensando no obstante que la juventud no deja de ser un reto a las generaciones anteriores, y que encarnan el futuro, y que como tal se prestan a ser blanco (fácil) de manipulación. Creo firmemente en la juventud sin dimisiones de ningún tipo, como no dimití ante el reto que nos planteo a todos los españoles esa juventud manipulada del 15-MSiempre pensé que juventudes organizadas del signo que fuese tenían algo de contradictio in terminis, de jóvenes un poco viejos o metidos -antes de tiempo- a mayores en el mundo (organizado) de los mayores,fueron las juventudes de acción católica, las de la OJE o los boy scouts Hoy me hice mas indulgente y comprensivo con esa forma de ser joven que no deja de ser una o un estilo -o rasgo de etilo- más dentro de un fenómeno tan imprevisible y variopinto por propia definición como quien dice. La ruptura generacional es un clisé sociocultural que arrastramos los españoles desde los tiempos del tardo franquismo cuando se produjo un fenómeno de ruptura generacional -y de mutación cultural a la vez- aun más hondo e irreversible que el que se dio -en simultáneo- en Francia cola revuelta estudiantil de mayo del 68.
¿A la vejez viruelas? Con hijos ya crecidos y habiendo superado incluso la barrera de la adolescencia, muchos sin duda nos resistimos a creer que los nuestros sean menos jóvenes en el sentido más pleno del adjetivo de lo que los fuimos los de nuestra generación, sin duda mucho mas díscola y rebelde que la de ellos, y hablo en general, salvedad hecha de ese fenómeno importante y sintomático y no menos atípico y minoritario a la vez de al indignación callejera, que no habrá alcanzado la amplitud y las dimensiones que alcanzó la ruptura generacional de sus padres y sus abuelos, los indignados de entonces que en la Universitaria madrileña lo fueron o lo fuimos todos, por más que como en mi caso -y en de otros “diez y siete” por así decir- no me sintiera solidario ideológicamente de la mayoría, pero no deja de participar (para bien o para ma) de la rebeldía generacional de una generación que fue la mía propia.