martes, septiembre 20, 2016

¿NI AZUL NI ROJO MILLÁN ASTRAY?

Escena de la boda -el 1 de julio de 1944, en la iglesia de los Jerónimos de Madrid- de Celia Gámez, la célebre actriz y tonadillera hispano/argentina. En la foto se la ve saliendo del templo del brazo de su padrino de boda, el general Millán Astray del que el rumor público decía que había sido la amante. A la entrada y durante la ceremonia se produjeron escenas de tumulto (gritos de burla, y bolsa de cuernos que unos golfos debidamente remunerados, soltaron junto a los novios, etcétera, etcétera)-, por el ramo de rosas blancas que llevaba la actriz en sus manos, y por ser quien era su padrino, lo que el cura oficiante parecía incapaz de controlar, ante lo cual Millán sacó su silbato, gritó ¡A mi la Legión! y aparecieron sus guardaespaldas que restablecieron el orden ipso facto, con lo que la ceremonia pudo continuar normalmente su curso. ¡Si no respetáis ni a la iglesia, al menos respetadme a mí! habría proferido el tuerto ilustre. Genio y figura del general legionario
No hay mal que por bien no venga, decía el Caudillo o dicen que dijo al menos cuando mataron al Almirante Carrero Blanco. Y esto de la ley (tan funesta) de la memoria y de su aplicación -tan traumática y tan falta de consenso- no deja de tener sus ventajas y es que nos obliga a ahondar en la memoria. ¿No queríais arroz? ¡tres tazas llenas! Le quieren quitar su calle de Madrid (distrito de la Latina) al general Millan Astray fundador de la Legión -sin arredrase lo más mínimo mínimo, los aprendices de inquisidores, en saltarse así a la torera las Ordenanzas Militares (en concreto su articulo 16)- y lo que están consiguiendo en cambio es exhumar de verdad su memoria en el recuerdo de los españoles, sobre todo de los mas jóvenes. Eso es lo primero que salta a la vista desde luego si se entra en Internet su nombre.

Por donde venimos a saber detalles o extremos de su biografía que hasta hoy nos resultaron inéditos. De la identidad, por ejemplo -nombre y apellidos- como de la personalidad de la madre de su hija única, nacida en Lisboa en 1942, después que el general legionario y su amante -¿como llamarla de otras forma?- se vieron obligados a exiliarse ante la negativa de Franco a la anulación de su matrimonio canónico (no/consumado) con su esposa legitima con la que había estado casado durante más de treinta años. Ella, la amante al atardecer de Millán Astray me refiero, era Rita Gasset, hija de un antiguo ministro de la monarquía y prima del filosofo José Ortega y Gasset. Tenía treinta y cinco años cuando conoció (sexualmente) al general Millán Astray que había superado ya la barrera fatídica de los sesenta pero que de toda evidencia -como Víctor Hugo y otros soñadores que en el mundo fueron- no había perdido todavía las esperanzas, que al final para su gran dicha vería colmadas.

¡Grande Millán! Que sale engrandecido hasta de las criticas más acerbas y de las caricaturas más vitriólicas como las que les dedicaría -al aguafuerte- Francisco Umbral en alguna de sus novelas guerra civilistas. Decía Umbral en la Leyenda del César Visionario que Millán se atribuía un poder especial (de seducción) con las mujeres, y como si quisiera confirmarlo a su pesar, retrata al general legionario, en su estilo (inconfundible), firmando autógrafos a sus jóvenes admiradoras, por las calles de Burgos -¿o Salamanca?- durante la guerra, rodeado sin falta de su escolta legionaria, de una ferocidad tersa y reciente (sic) todos ellos, “como de cachorros de loba”

¿Ni rojo ni azul, Millán Astray tal y como parece pretenderlo el actual secretario de la hermandad legionaria a tenor de las declaraciones que hizo hace cuatro días durante el pleno consistorial del consejo de distrito de la Latina? Y es que esa apología de Millan Astray la verdad es ye no resiste el más mínimo embate de la verdad histórica y biográfica por cuenta del célebre personaje. Por mas que no se nos escape tampoco que el tema esconda rezagado un desafío -tanto en el plano histórico como ideológico- de órdago a la grande.

A comenzar por la misma frase que emplea ahora el jefe de la hermandad legionaria en defensa de su fundador. “Ni rojos ni azules”, era uno de los eslóganes que salieron a relucir en la célebre manifestación de la plaza de Oriente de 1946 en Madrid, cuando la retirada de Embajadores, en lo que hoy viene a revelarse como una puesta en escena grandiosa y teatral -de cara a la opinión pública española-, llamada a camuflar la rendición de Franco a los aliados al final de la Segunda Guerra Mundial, en el 45, a saber la reivindicación a posteriori de una neutralidad que no había sido tal, sino -como el mismo Umbral lo presentaba- una neutralidad pactada (sic) favorable a las potencias del Eje. Millán era militar ante todo, y si es cierto -como Umbral lo da a entender- que rivalidades del tipo personal mas que ideológicas le oponían al grupo de los laínes (léase los falangistas del Cuartel general) -liderado por Serrano Suñer y Dionisio Ridruejo- no es menos cierto que ideológicamente estaba (mucho) mas cerca del bando de las potencias del Eje, y así debió sin duda sentirse él mismo como se sintieron la inmensa mayoría de los militares -a todos los grados y niveles de la escala del mando- del bando nacional vencedor (oficialmente) de la guerra civil.

¿No era azul Millán? Es posible, aunque rojo mucho menos. Yo le definiría o describiría, sirviéndome de una canción de gran éxito en el show business en lengua fancesa hace ya unos años, de negro/azul (bleu noir) Del azul de los cielos de España, y del (negro) color de la Muerte, léase de los muertos en acción de guerra o en acto de servicio. Más fascista, léase fascistizado, como sea, Millán Astray que los propios falangistas españoles. Y eso es a no dudar lo que ahora le está pasando factura. Y lo que le haré renacer en la memoria. Como el Ave Fénix

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