Profesor y farmacéutico francés anti-vacuna, internado –y puesto en libertad, tras el revuelo y escándalo armado, horas después-, sin su consentimiento en psiquiatría. Y el debate que el caso ha suscitado habrá puesto al destape la laguna jurídica –en Francia, y “pari passu” en todos los países occidentales- a cuenta de la hospitalización forzosa. Y al mismo tiempo, los Big Media habrán (desesperadamente) tratado de marear la perdiz (“noyer le poison, en francés”), sacando a relucir viejos cargos en contra suya: de haber acusado al Instituto Pasteur (de París) y a uno de sus altos cargos -Rotschild de su nombre- de haber ordenado tests contra el Covid meses antes de la declaración de la epidemia (...) Y de haber practicado tests o exámenes –sin autorización (léase sin el debido protocolo)- en residencias de ancianos sobre el Parkinson y el Alzheimer. Un crimen -de "charlatanismo"- de los que no se perdonan (ni en esta vida ni en la otra) ¡Alto a la Dictadura sanitaria!
El anuncio urbi et orbe –como un mensaje pontificio- de la llegada de la nueva vacuna (Pfizzer- BioNTech) nos trae fatalmente a la memoria la voz de alerta que por su cuenta y riesgo lanzó –cofia en ristre- Teresa Forcades cuando la otra campaña masiva de vacunación contra la gripe hace ya más de diez años. Y el que la religiosa catalana mezclase –deliberadamente o no- otros mensajes o componentes en su combate de entonces, no invalida en absoluto el gran servicio que prestó a la nación entera. Y a la que modestamente –y a falta de los conocimientos médicos (y calificaciones) que eran los suyos-, intentamos emular ahora, cuando comienzan a ponerse sen marcha a ritmo lento pero seguro las campañas de vacunación anti-Covid en España, Francia y Bélgica. La vacuna que se nos quiere vender ahora no es propiamente una vacuna –de las de antígenos, anticuerpos y demás-, como agentes de terapia genética (sic) es en cambio lo que son, operante sobre nuestro patrimonio genético, léase sobre nuestro ADN individual como colectivo: en un terreno nuevo (sic) pues, y escapando a toda prueba o control y con el viento en popa de todo el río de dinero que le están inyectando desde la industria farmacéutica.
¿El gigante brasileño nos está marcando la vía? El aviso de su presidente Jair Bolsonaro es en ningún caso, como sea, de los de echar en saco roto. Y es sobre los efectos secundarios –e indeseables- de la vacuna que se está empezando a vender a escala del planeta. “En el contrato de Pfizzer está más que claro. No somos responsables de efectos secundarios cualesquiera. Si te transformas en yacaré (léase caimán) –o si a una mujer le sale barba o voz ronca, o a un hombre, senos o la voz afeminada- es tu problema” Lo que no hace más que concordar con la advertencia de un destacado médico biólogo francés sobre las nuevas vacunas, que –dice él- no son tales sino terapia (sic) génica -o genética-, y sobre la amenaza –sobre nuestro ADN (individual como colectivo)- de transformación genética en los que se vacunan
Es lo que acaba de declarar –a mí que me registren- un eminente médico biólogo francés y lo que le habrá costado un procedimiento disciplinario de la Orden (o Colegio) de médicos francés por un delito (sic) de manipulación de la opinión pública (sin broma) ¿En qué quedamos? ¿No es la nuestra la de los países occidentales –como los más arriba mencionados- una medicina de pruebas (sic), tal y como lo declaraba enfático el autor de un articulo sin firma al que aquí ya eludí en la prensa francesa (“Libération”), con el telón de fondo del caso trágico sucedido en un hospital francés-AP-HP (de Paris)- del fallecimiento de una paciente de cuarenta años al que se negó el tratamiento de la hydroxicloroquina pese a los gritos y súplicas de los suyos? Medicina de "pruebas": palabra o idea fetiche, en materia clínica, en la Investigación (Recherche) científica, y en escrutinios electorales sospechosos de fraude (made in USA), o en el consentimiento (sexual) de la retórica y propaganda feminista (leinista) Pero no hay más pruebas, notariales o las que sean, –y a las pruebas me remito- que las que autorizan –a ellas y a los tests que las producen - los que detentan la Verdad que son por ende –por propia definición democrática- los únicos que pueden dispensarlas y las controlan, entre ellos los Big Media y los Big Tech, y en general los garantes del Pensamiento Único (y políticamente) correcto, los únicos autorizados o solventes a la hora de decidir las que son pruebas validas y las que no lo son, y de dirimir o de “desempatar” la verdad del puro fake (u obsesión o manía “parano”, conspiracionista o conspiranoica) Y así, lo mismo que estamos llegando al extremo de no poder hacer o practicar el amor (sexual) sino es "ante notario”, el remedio o medicamento en caso de urgencia –y de (grave) peligro de muerte-, deberá ir (debidamente) acompañado de la cedula o del sello (o póliza) de origen correspondiente (dispensado por la Investigación -o Investigaci(ó)n(es) (Recherche) Científica (s)- aunque se hunda el mundo y aunque entretanto se nos mueran los pacientes ¡que importa! Que es la prueba o el test (o examen), lo mismo me da que me da lo mismo) –léase el protocolo (sanitario) de actuación tal y como está mandado-, lo único que importa y lo único en realidad (y no la vida o la salud de los pacientes) que nos/interesa. Y a aquellos de los lectores de esta entrada que pudieran ver en ellas un descargo emocional o una exageración gratuita, les ofrece dos salvedades a título personal (e intransferible) el autor de ellas. Lo uno es el carácter sacerdotal (sic) del que se vio revestido y que según sostiene la antigua teología, le acompaña a sol y sombra hasta que se muera. La antigua teología y el rigor y encarnizamiento (nota bene) de los que ni olvidan ni perdonan. No importa.Fármaco español a base de la molécula Hydroxicloroquina prescrita contra el COVID por el doctor Raoult (de Marsella), y por el que vino el escándalo en el estamento medico sanitario en una polémica cerrada en fuego cruzado sobre su eficacia y sobre sus efectos secundarios. ¿En que quedamos?: si es únicamente ineficaz o anodina, no se explican las prohibiciones e insistentes puestas en guardia –y voces de alerta y gritos de alarma- de las que se habrá visto objeto. Y si lo único que preocupa son sus efectos secundarios, se debería ser mucho más claro y sucinto –y convincente- a la hora de enumerarlos. En ningún caso no obstante, ni en el fabricante ni en los que lo patrocinan, se eluden responsabilidades sobre efectos indeseables –que no se especifican (...)- como es el caso con la nueva vacuna (Pfizer y BioNTech) que se nos está vendiendo ahora
Porque es cierto que ello o algo de ello al menos lo llevo dentro y es lo que infunde o anima la tonalidad y el designio de fondo de estas líneas. Y es el celo de curación, de medico de las almas (sic), que siempre me movió y que asumo todavía hoy –en mi conducta diaria y en visión retrospectiva- y que es lo que me habrá hecho reconocer el celo autentico –de un verdadero medico- que a todas luces –y pese a todos los linchamientos (mediáticos) en contra suya- anima al Doctor Raoult –a él y a todos los émulos que le están saliendo como hongos las últimas horas- en su valiente postura.
Y la segunda salvedad lo es el sentir que el poder/médico –¡y que se piense de mi lo que se quiera!- me tiene declarada la guerra, en Bélgica. Y es por el informe a mi nombre –y por cuenta de mi pasado de notoriedad publica- que circula en uno de los hospitales (de la Seguridad Social) más grandes e importantes de Bruselas, con alusiones personales perfectamente improcedentes y discriminatorias, y referencias a mi “pasado” –y otras aún más triviales, a mis allegados y a mi vida privada-, e incluso sugerencias, como broche final, a la necesidad de internarme en psiquiatría (sin bromas). Y en lo que tengo todo el derecho de ver no otra cosa más que un acto de retaliación de la jefa del servicio de neurología de otro gran hospital de la seguridad social en la capital belga, por yo haber suspendido por mi propia cuenta y riesgo y con todos los derechos de parte mía –previa “lettre de décharge” (de exención o dispensa de responsabilidad) con mi firma-, la hospitalización (voluntaria) a la que estaba sometido, de resultas del ictus vascular cerebral (AVC) que sufrí en julio del 2017.
Y fue -aquella mi escapada- ante lo que me pareció una voluntad obstinada –injustificada y gratuita y discriminatoria- de su parte, de (querer) verme inmovilizado en silla de ruedas por el resto de mis días, de lo que creo poder ofrecer hoy rotundo mentís, y es de todo el tiempo trascurrido (más de tres años) después sin que me fuese en lo más mínimo preciso el recurrir ni a silla de ruedas ni a otro aparato (o instrumento) ambulatorio cualquiera. Con el peso extra (para mayor inri) además a mi espaldas en todo el fregado aquél, de mi (pasada) expulsión (injusta y de raíz calumniosa) de la Biblioteca (Royale) de Bruselas, en primera plana de los medios por aquellos días. Nada que hacer, como el embestir de cabeza contra un muro, el informe aquél: ni los servicios de mediación de dicho centro hospitalario, ni los directivos a cargo de aquellos, que pese a su buena voluntad se vieron impotentes en el tema. Ni siquiera la oficina de ayuda o asistencia jurídica de la Villa de Bruselas a la que recurrí y donde parecían compartir de entrada los puntos de vista de la parte adversa, por lo que fuera. Sin necesidad de oírme tan siquiera. “Roma locuta, causa finita” (o así lo parecía) Y así (y enseguida) lo vi desde luego yo, buscando discretamente el hacer mutis por el foro (léase, la puerta de salida)(…)
Y así fue pues, precisamente entonces, cuando le vi o empecé a verle el rostro –espectral- a la dictadura sanitaria (sic) –“sin rostro”- que ahora algunos –por cuenta del COVID (¿en aluvión?)- están denunciando en la prensa y en la política francesa. Y al que veo concretizarse o hacerse visible por detrás de ese informe (infamante) hospitalario que no hay Dios ni ayuda –a pesar de su flagrante carácter (inconstitucionalmente) discriminatorio- de hacer desaparecer, ni por las malas ni por las buenas. Lo dicho –no aquí sino en mi cuenta Twitter, por mi cuenta-, ante la noticia escandalosa del internamiento (forzoso) de un profesor y farmacéutico francés anti-vacuna: ¡alto a la dictadura sanitaria y a la psiquiatrización arbitraria –e infamante y discriminatoria- que acecha a los que (legítimamente) la resisten y desafían!
(En defensa propia, de mi integridad fisica y mental, puestas bajo amenaza y en entredicho, antes y más todavía ahora)