Jesús Leguina (en la foto, de miembro del Constitucional), recientemente fallecido, fue exponente emblemático junto con la que fue su mujer, María Emilia Casas, de la politización -de izquierdas (marca PSOE)- de la magistratura española en las últimas décadas, lo que se habrá visto ahora en la mirilla del pacto PP-C'S, en el marco de las negociaciones con vistas a la investidura. Leguina fue profesor mío de Derecho Administrativo, en el año escolar de 1970-71, en tercer curso de la carrera de Derecho en la Complutense. También lo fue él -en el mismo grupo él y yo (nota bene)- de Santos Pastor Prieto, al que dedico esta necrológica (a destiempo), que gravitaría a no dudar en la misma órbita (PSOE) del que fue su profesor a lo largo de su (no menos brillante) trayectoria. Y esas promesas (al final cumplidas) de futuro tan brillante -dentro y fuera de España- no eran sin duda ajenas al aire distante ( y un tanto arrogante y suficiente a la vez) para conmigo que fue la impresión que me quedó de Santos Pastor en el recuerdo. Una secuela más, ese protagonismo europeo e internacional del PSOE y de sus ahijados y protegidos durante décadas de posguerra, de la derrota española y de la rendición de Franco a los aliados en el 45, en resumidas cuentas. ¿Guerra a los muertos en este blog? La que nos viene haciendo el PSOE más bien al conjunto de los españoles, intermitente, a rachas -y recrudecida en esta útima década por cuenta de la ley de la Memoria-, grosso modo desde hace cuarenta años. Los de mi expatriación en resumidas cuentasDe pascuas a ramos, en periodo estival sobre todo no sé bien por qué, me da por entrar en Internet y ponerme navegar en busca de nombres y apellidos que se cruzaron en mi vida de una forma u otra. Y hoy me acordé de golpe de alguien que fue compañero mío en la facultad de Derecho de la Complutense -y en el mismo grupo- del que no se me fueron ni el nombre ni los apellidos nunca después porque el recuerdo de su persona y del tipo de relación (escasa) que mantuvimos cuando nos conocimos -hace la friolera de cuarenta y seis años (y no es broma)- se me quedó atragantado o atravesado como una espina (pequeña) en la garganta. Y dudaba en dedicarle esta entrada (necrológica) por tratarse de alguien (¡oh sorpresa!) fallecido ya hace tiempo, a una edad relativamente joven, habida cuenta que aunque éramos de la misma generación y de la misma promoción en la facultad, él era incluso un poco mas joven que yo (de un año o año y medio)
Y se trata del que fue catedrático universitario Santos Pastor Prieto, del que leo ahora unas necrologías de lo mas autorizadas publicadas en los medios en el momento de su fallecimiento (enero del 2010) Fue en el año escolar del 70-71 cuando nos conocimos y cuando coincidimos en el mismo grupo de la facultad de Derecho. Yo llevaba ya a rastras cuatro años un tanto traumáticos en la Facultad de Económicas que por entonces acababa de inaugurar facultad -el año anterior, tras su separación de la facultad de Políticas- en el campus de Somosaguas y que yo “deserté”, si a aquello se le podía llamar así.
“Tu te fuiste de Económicas porque te quedaste más solo que la una”, me espetó al final del año escolar aquel creo recordar, en el campamento del Robledo -delante de los otros compañeros de la misma compañía- un antiguo compañero de Económicas, que efectivamente fue testigo (y cómplice) del aislamiento progresivo -por no llamarle boicot más o menos solapado (y no menos hipócrita y cobarde)- del que me vi víctima entre mis compañeros de clase con los que empecé la carrera, por motivos mayormente de índole política e ideológica y en el fondo espirituales (en el sentido por lo menos que le da en su obra al término, el escritor “nationaliste” francés Dominique Venner que vengo citando con frecuencia de un tiempo a esta parte en mis entradas)-, lo que me llevó a tomar la decisión drástica de cambiar el centro de gravedad de mis esfuerzos y ponerlos en la carrera de Derecho que venía cursando en simultáneo con la de Económicas -como le sucedía (solo ahora me entero) a Santos Pastor-, con lo que el curso del 70-71 me vi asistiendo durante el día a los cursos de tercero de Derecho, con dos años de retraso pues desde el inicio de mis estudios universitarios (el curso 66-67) e incorporado en uno de los grupos de los tres o cuatro en los que nos veíamos dividido en tercer curso de la licenciatura, con compañeros (y compañeras) un poco más jóvenes que yo, de los que me venía a separar pues una barrera (suplementaria) la de la edad, que en aquellas edades, aún (casi) en la adolescencia, se mostraba sin duda mucho mas infranqueable de lo que lo puedan parecernos hoy (en visión retrospectiva)
España, la sociedad española en su conjunto y en particular en su estamento universitario, sobre todo en las principales universidades como Madrid y Barcelona se veía blanco y teatro a la vez de una ruptura o mutación de orden cultural -e ideológica al mismo tiempo- que siempre pensé haber venido denunciando en solitario de antiguo, hasta que fui a dar con la obra (vasta) de Dominique Venner y con una de sus obras esenciales (del 2001), “El siglo de 1914” que vengo citando repetidamente en mis ultimas entradas, donde dedica todo un capitulo (apasionante) a España, a la guerra civil española y a la evolución del régimen y de la sociedad española en la posguerra, y donde a mi gran sorpresa (y estupefacción) le hacía un hueco en el análisis a aquella ruptura tan profunda y de consecuencias tan irreversibles y de alcance tan incalculable que vivió entonces la sociedad española.
Y si hubiera que ponerle un nombre (y apellidos) y un rostro a aquella mutación silenciosa y al mismo tiempo tan drástica y de tamaña transcendencia, uno de lo que se revestían de mayor simbolismo -para el que esto escribe, me refiero- lo era aquel joven alto, delgado, de contextura más bien atlética, discreto y sin duda brillante (y seductor), pero que me había dado al principio, desde el inicio de las clases y nada más llegar al grupo aquel, una impresión, inhóspita por cierto -y un tanto provinciana a fe mía, lo que sin duda respondía a la realidad de su orígenes zamoranos (y pueblerinos, por lo que leo ahora)- opaca más bien por no decir que me había pasado casi completamente desapercibido, hasta que se puso de pronto a brillar como una estrella rutilante a la cabeza de una candidatura progre -de izquierdas (ma non troppo)- que ganó las elecciones en nuestro grupo de pocos alumnos, prácticamente de lo que creo recordar sin encontrar rivalidad o resistencia alguna.
Y es que su elección de delegado de curso venía a encarnar de pronto a mis ojos, como un espectro o una aparición, ese vuelco silencioso en las mentalidades que se venia operando bajo cuerda en la Universidad española como un eco y un signo premonitorio a la vez de lo que ocurría o vendría a ocurrir poco después en segmentos o sectores mucho mas amplios de la sociedad española de entonces. Con Santo Pastor Prieto (que en paz descanse) -y otros de la misma hechura que él o parecida- la facultad de Derecho de la Complutense reputada hasta entonces un oasis de tranquilidad -y un bastión inexpugnable de las derechas incluso- en comparación con las facultades de Económicas y de Políticas (experiencias piloto de la subversión de izquierdas en los medios universitarios aquellos años)- venía a llevar un cambiazo de imagen, me refiero en la imagen que de ella se tenía hecho al menos el autor de estas lineas.
Estábamos en 1971, tres años más tarde, el autor de estas líneas daría el salto al seminario de Ecône (en Suiza) Y en el repliegue o enroque psicológico e ideológico y en el plano de la mentalidades a la vez que acabó llevándome a dar el paso (tan dramático y tan insólito) aquél, esta claro que mi paso por la facultad de Derecho de la Universitaria madrileña, y el aislamiento in crescendo -más pacifico y a la vez más sinuosos e insidioso si cabe del que me había sentido anteriormente blanco en la facultad de Económicas- amén de la evolución aquella subterránea en un principio de la Universitaria madrileña, de lo que fui testigo visual (en primera fila) -y que agravaría el traumatismo interior que yo ya arrastraba de antes- fue una etapa de una importancia crucial y decisiva.
Me he estado releyendo ahora -a título póstumo- el currículo bri-llan-tí-si-mo de Santos Pastor Prieto, de investigador y de profesor y de catedrático y de su trayectoria (de tanto galardón) a través de las más prestigiosas universidades y centros de enseñanza extranjeros -mayormente en Inglaterra y Estados Unidos- y de algunas de las universidades españolas de las más punteras, como la Complutense o la Carlos III (de la que fue fundador, ahora me entero) tal y como se vería recordado y celebrado en las necrologías que se le dedicaron a su fallecimiento una de las cuales firmada por una figura emblemática en extremo del ala progre marca PSOE de la magistratura española en las ultimas décadas (*) todo lo cual viene a ilustrar y a corroborar la politización, inseparable del declive irreversible, de la que la Universidad española se vería objeto las ultimas décadas, digamos, prácticamente desde que yo la dije a dios (hasta hoy) Y a la vez, de algo de aún mayor gravedad y trascendencia estrechamente relacionado a ese fenómeno que vengo denunciando sin pausa ni descanso desde ya hace tiempo, a saber la guerra de los Ochenta Años o en otros términos la guerra civil del 36, que todavía dura.
Y era de la cobertura y protección en el plano internacional por parte de las potencias aliadas vencedoras en el 45 de la que se verían beneficiarios los vencidos del Primero de Abril del 39 y sus herederos ideológicos, y en particular todos los que en un momento u otro -como sin duda fue el caso de Santos Pastor- vinieron a situarse en la órbita del partido socialista (PSOE). Que abriría puertas -dentro y fuera de España- y despejaría horizontes a sus beneficiarios no sólo en el plano político sino en otros planos más o menos subordinados al anterior como lo son los planos profesional o académico. Para resumir o sintetizar, el horizonte internacional de jóvenes universitarios españoles “de derechas” -para entendernos- en aquellos años y en aquellos medios universitarios y académicos a los que yo entonces dije (plenamente consciente) adiós, se los ofrecían la iglesia, los estamentos eclesiásticos y sus infinidad de tentáculos y antenas en el orbe católico -principalmente en esa parte de Italia situada en la órbita vaticana y en los países de catolicismo sociológico (grosso modo el mundo luso/hispano)
En todo el resto del mundo se puede decir que el monte era orégano para universitarios españoles de sensibilidad o tendencia izquierdista como lo ilustran y ponen de manifiesto el caso -que me atañe de cerca- de Santos Pastor y otro más actual y mucho más emblemático y publicitado, el de Pablo Iglesias. Para el resto para los que no se sentían de izquierdas y no quería pasar tampoco por el aro de la tutela eclesiástica -en cualquiera de sus variantes (Opus Dei, jesuitas, etcétera, etcétera)- no les quedaba más que el recogimiento del mundanal ruido, léase el repliegue en sí mismos, o en otros términos, un enroque psicológico y ideológico como el que llevó a cabo por aquellos años el autor de estas lineas. O si no, el retirarse a una vida monacal, de hábito y enclaustrada -de preferencia en la otra punta del planeta- como me aconsejó a mí sin rubor ninguno el diario el País a mi salida (ampliamente noticiada en los medios españoles) de la cárcel portuguesa. Corría el mes de noviembre de 1985, en los inicios de la era felipista.
Y en España por lo menos no se daban las condiciones para poder seguir una trayectoria intelectual -como la de Dominique Venner- completamente independiente, léase al margen de la Universidad y de los ámbitos académicos (del signo ideológico que fueran) Y no cabe duda como sea, que el auge del PSOE -como lo dejé señalado en mi entrada de ayer- fue un signo (mayor) de los tiempos de la posguerra europea, una secuela más de la victoria aliada en el 45. Su declive irreversible que ahora parece venir a consumarse, no vendrá menos a anunciar que los tiempos y los vientos cambiaron. En España y por el mundo fuera
(*): Santos Pastor es el de la izquierda en la foto del artículo necrológico
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