El doctor Goebbels se vería asociado para la posterioridad a la fórmula de choque “nacional-bolchevismo” en las últimas décadas, y sin duda con un fundamento in re como dirían los escolásticos. Al contrario que el núcleo primigenio dominante en torno a Hitler -alemanes meridionales (y católicos) todos ellos- el doctor Goebbels venia de una región (septentrional) de fronteras tanto en el plano geográfico como en el religioso, a saber la Renania católica y en concreto la cuenca del Rhur, ocupada por tropas francesas tras el tratado de Versalles. Y en la resistencia contra la ocupación se forjó allí sin duda una la alianza táctica/estratégica entre comunistas y nacionalistas alemanes que por motivos y factores de la más diversa índole se vería abortada en los años de entreguerras. Goebbels acabó adhiriendo sin reservas al programa del partido nazi y sin embargo, en la fase final de la guerra, por aquella ley sin duda que definió el profesor Nolte de la atracción mimética de los contrarios, en su política de guerra/total –de la que fue artífice supremo frente a un Fuhrer en franco declive- sacaría fatalmente a relucir todo el radicalismo revolucionario –o contra-revolucionario (como se le quiere llamar)- que desde su juventud llevaba dentroLes seguí los pasos día a día minuto a minuto casi a los del 15-M, muchos que aquí me leen son testigos, antiguos electores de mi blogósfera de Periodista. De cerca y al mismo tiempo desde fuera y no en la línea del medio en la que se posicionaron algunos que se sentían fascinados y horrorizados la vez por la movida indignada. Yo no, me posicioné desde el principio contra ellos, apostando por mi experiencia antigua (aun casi en carne viva) de hace cuarenta años contra una juventud un sector de la misma que me diga, que no tenían para mí nada de juventud o de renovación y mucho de viejo y manoseado -en los plano político e ideológico me refiero-, procurando evitar con esto juicios de intenciones en lo personal (en lo posible) De fuera ya digo, lo que se prestaba sin duda a errores de óptica, como uno sin duda en el que habré incurrido ahora en mi abordaje del fenómeno de Podemos, en los que me pareció ver una versión apenas del 15-M y de la movida de los indignados.
En realidad el 15-M es un cadáver que se disputan ahora algunos de los que de él formaron parte. Y viene a cuento de la sucesión a la cabeza de Izquierda Unida de su líder histórico (un decir), por el joven Alberto Garzón que fue cabeza visible del 15-M en Málaga más tal vez de lo que lo pudo ser –desde su puesto en la universidad (no digo cátedra porque esa palabra se ve ya en la universidad actual muy desvirtuada y desvalorizada y adulterada)- el mediático Pablo Iglesias. Más carismático desde luego que su rival malagueño –que también lo es- y sin embargo a mí este último me parece más indignados más quince/eme –más contagiado de la fiebre aquella en claro y en crudo- que Pablo iglesias, que se puede considerarse un exponente un tanto atípico de la movida aquella. Los dos son retoños de la memoria de los vencidos –por propia confesión- y no menos exponentes de una guerra civil que como he dejado ya sentado en mis últimos entradas y como lo dejé expuesto bien claro en mi reciente libro, ochenta años después no se ha terminado todavía.
A Alberto Garzón le leí no hace mucho unas declaraciones en las que exhibía un profundo resentimiento contra la transición política en la que según él la verdadera izquierda –la izquierda fetén, la de la guerra civil- se había dejado engañar, escapándosele así por los pelos –es lo que venía a decir de lo que le leí- una victoria que (treinta años después) tenían ya al alcance de la mano. En ese enfoque guerracivilista creo que tanto uno como otro, tanto el diputado malagueño comunista –que creo que así se le puede definir (¿o acaso Izquierda unida no lo fue y en cierto modo lo sigue siendo?- como el carismático líder del nuevo partido emergente en la política española están sustancialmente de acuerdo.
Ni la rendición incondicional en 1939 de la Junta de Defensa presidida por el coronel Casado –en la foto-, no aceptada por los comunistas, ni la rendición pactada de Franco a los aliados en el 45 –por mediación vaticana-, pusieron fin a la guerra civil entre españoles que en formas cruentas o larvadas dura ya desde hace (casi) ochenta años. ¿Quién le pone el cascabel al gato? Serán los rusos –bajo patrocinio de Vladimir Putin- los que consigan llevar a sus amigos de la extrema izquierda –e izquierda radical- española a reconocer el hecho histórico irreversible de la victoria del Primero de Abril del 39, dejando así (definitivamente) de lado sus sueños de ruptura (democrática o como sea) ?Una visión de ruptura la suya, para con aquello que los de Podemos llaman el régimen del 78 y el cerrojo (sic) que lo guarda –a saber la constitución actual – que hay que hacer saltar por los medios, común sin duda a uno y al otro. Los tiempos no obstante cambiaron, y en mayo del 68 el muro de Berlín y el bloque –como un microcosmos o micro universo aparte- de los países comunistas seguían todavía enhiestos. Hoy en cambio en lo que autores contemporáneos, de origen, o pasado marxista muchos de ellos, son aficionados a llamar posmodernidad, se ve mal en el contexto internacional actual como podrían hacer realidad sus sueños de ruptura. Un contexto internacional cambiante y marcado por la emergencia de la multipolaridad, tras el final de la hegemonía USA que habrá durado veinticinco años desde la caída del Muro, y por la que tantos signos convergentes de un año a esta parte vienen por así decir tocando a muerto.
Un ejemplo o signo mayor de eso que diigo las horas que corren lo es sin duda el conflicto en Ucrania y no es nada trivial el que uno y otro de los dos j jóvenes lideres indignados que parecen llamados a disputarse ese sector juvenil que se vio marcado de una manera u otra por la movida aquella parecen asumir postura similares, los que le lleva coincidir en el parlamento europeo con Marine le Pen y también –horresco referens!- con Amanecer Dorado, de una postura claramente por-rusa –tradición ortodoxa sin duda obliga- en la crisis de Ucrania, igual que fueron (activamente) pro-serbios –mandando incluso voluntarios- durante la guerra de los Balcanes.
En ciertos laboratorios o “trust” de cerebros rusos o pro/rusos -acorde a lo que vienen repercutiendo agencia y otros medios de esas procedencia- parecería estar propiciándose una nuevo santa alianza nacional/bolchevique (por llamarlo de esa forma) –como una tentativa ochenta o noventa años después de hacer realidad lo que entonces no fue posible. Un fórmula, una etiqueta con no poca carga talismánica porque lo cierto es que históricamente el nacional-bolchevismorepresento poco, y que fue mucho más la expresión o formulación de deseos piadosos (léase utópicos) a toro pasado –en la posguerra sobre todo- de lo que pudo representar en la realidad de los hechos.
La fórmula (de choque) de nacional-bolchevismo se ve asociada (mayormente) en España a la figura de Ramiro Ledesma Ramos, de una trayectoria un tanto errática tanto en su vida como en el destino que se vería reservada su figura en la Memoria tras su muerte. Ramiro fue siempre un campo de batalla entre sus propios partidarios, y entre las interpretaciones radicalmente opuestas que aquel les inspiraría. Desde una especie de trotskismo nacionalista –históricamente próximo de las posturas del POUM y de algunos anarquistas- hasta un nacional socialismo sin miedo y sin reproche, que sinceramente parece más cerca de la realidad histórica al autor de estas líneas (la de su vida, como la de su muerte, muerto asesinado a manos de anrquistas de la CNT) Fracasó, y lo pagó (heroicamente) con su vida, pero las lecciones de su fracaso siguen ahí como asignatura pendiente, y urgente además las horas que correnNo importa. Los sueños y las fantasmagorías tienen más peso e influencia en la historia a veces que el que puedan tener la realidad de los hechos, como tanto y tantas vece se veri demostrado en nuestra época contemporánea, en la azarosa y traumática y convulsa historia de los dos últimos siglos. Leí hace poco un texto emanado de los círculos favorables a la insurrección pro rusa en el Donbass –de la pluma de un pope ortodoxo creo que era -en el que se preconizaba un olvido y superación (sic) de las diferencias ideológicas del pasado –del pasado europeo había a todas luces que entender- y me llamó la atención una fórmula que salía a relucir en aquel escrito –que me intereso y me hizo pensar- como a modo de consigna urgente y de banderín de enganche al mismo tiempo. Y era la de Tradición y socialismo (sic), que me hizo al punto evocar la fórmula de Tradición y Revolución que esgrimió José Antonio Primo de Rivera en su célebre Discurso del Cine Madrid (en mayo del 35)
Las palabras valen lo que valen, y se les puede dar el significado que se quiera, sobre todo si se trata de términos tan cargados de historia –y de semántica- como lo que aquí menciono. No es óbice que esa antítesis tan manida –y sin duda proclive a interpretaciones tan equivocas y contradictorias como muchas veces lo fue en los últimos doscientos años- parece apuntar ahora al horizonte como queriendo marcar rumbos de futuro en los tiempos convulsos por los que atravesamos. Y el desafío que en ella se encierra no se me escapa desde luego, por razones que no se les escaparan aquí a mis lectores tampoco.
Estoy con los pro-rusos en la crisis de Ucrania, lo dije y lo mantengo. Algo en lo que fatalmente vengo a situarme o aparecer -a los ojos de muchos al menos- al lado o en compañía de mis mas enconados enemigos. Y en ese crisol o horno abrasador en el que parece estar cociéndose no sólo el futuro a corto plazo del continente europeo sino también el nuevo orden multipolar a escala del planeta, no nos parece de recibo el esquivarnos –o escaquearnos (en lenguaje castrense)- por cuenta de coartadas o pretextos de orden histórico o ideológico por graves y o imponderables que sean, y por muy repelentes que nos parezcan las compañías a las que nos veríamos tal vez condenados.
Los rusos, los pensadores e ideólogos rusos me refiero –no hablo de los marxistas- nos ofrecieron siempre a algunos la imagen en el pasado un poco de aprendices de brujo cuando se ponían a dar consejo –o lecciones- a los occidentales-, como ese lugar común tan típicamente ruso de la tradición intelectual ruso/eslavófila de que ellos –al contario que los occidentales (léase los latinos) “no tuvieron Edad Media.
Algo que hay que poner por cuenta sin duda de la barrera cultural milenaria entre la Ortodoxia greco/oriental y el Occidente (latino),que no es algo que no se merezca toda la atención (y todas las precauciones por muchas que parezcan, por supuesto ) pero que no hay por qué renunciar a superar en aras del futuro y de la salvaguarda de la Civilización Europea. ¿Qué tiene que ver –me replicará aquí un abogado del diablo de inmediato- los de la Brigada Palomino (extrema izquierda anti-sistema) o los de Izquierda Unida o los de Podemos con los neo/nazis franceses (o alemanes) presentes en el Donbass, con Marine Le Pen, el príncipe Sixto de Borbón o Juan Manuel de Prada y otras muchas personalidades europeas que están dando su apoyo a la postura rusa –de Vladimir Putin frente a la UE?
Manifestación (en el 2005) de nacional bolcheviques rusos anti-Putin. Protestaban (según la noticia) contra la supresión de los beneficios sociales de la era soviética. Significativo por demás, el saludo que les distingue, extrañamente el mismo que el que ostentaba en su comparecencia ante el tribunal el noruego Andrés Breivik, autor de la matanza de Utoya durante una reunión de la juventud socialista noruega en la que -significativamente también- se recordó con especial relevancia la guerra civil española (…)Tal vez lo sea esa bandera de tradición y socialismo –con los diseños y colores nota bene de los sudistas de la guerra civil americana (…) En España la cosa no obstante se complica, para qué ponernos una venda en los ojos. Y es debido al factor guerracivilista insoslayable. Putin declaró repetidamente en las últimas semanas que la guerra fría (sic) se terminó pero que la paz no se firmó nunca –en la posguerra, me refiero-, en otros términos que la guerra/´fría -o caliente- siguió ardiendo a todo arder en el Cáucaso o en los Balcanes, y sin duda que lleva toda la razón.
Y parafraseándole cabe también decir que en España no se firmó nunca paz ninguna y que los españoles llevamos ya a rastras ochenta años de guerra civil –en formas cruentas o larvadas- perfectamente comparables a los veinticinco que llevan a sus espaldas los rusos de guerra fría (interminable)
¿Serían capaces los rusos pues de llevar a sus partidarios españoles de una extrema izquierda comunista o ex - comunista –en su versión indignada o parlamentaria que perdio el norte tras la caída del Muro (y no lo encuentra)- a aceptar en una mesa de negociaciones –con sus enemigos históricos e ideológicos irreductibles, a saber los herederos de la memoria de los vencedores del 36- el hecho histórico irreversible de su derrota el primero de abril del 1939, dejando así fatalmente de lado (por-es-cri-to) sus sueños endémicos de ruptura (“democrática” o como sea) –léase de revancha-, como preámbulo a unas verdaderas conversaciones en pro de la reconciliación definitiva entre españoles (y entre generaciones)?
Ahí va el mensaje, por las ondas (o por la red que me diga) Y que el que pueda entender que entienda. En ruso, en español, o en francés o en cualquier otra lengua (…)
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