Botón de muestra –el de la portada por si cupieran dudas- ese best-seller publicado en el 2009, de la operación de rehabilitación de Negrín que vio la luz -bajo los altos auspicios del propio jefe de gobierno (socialista) de entonces- durante los mandatos de José Luis Zapatero. Coartada e histórica e ideológica imprescindible en los designios de reencender la guerra civil interminable que presidieron los años de Zapatero e inspiraron (ciegamente) al anterior mandatario. ¿También al actual secretario del partido que pasa por discípulo (o ahijado) suyo? Entre Besteiro y Negrín el PSOE, en la disyuntiva fatal como sea, una vez más. Hoy como ayer, cuando se aproxima (ya el próximo sábado día 13) la sesión –tan crítica y tan crucial- de la investidura en el ayuntamiento de Madrid (plaza de la Cibeles)Guerra de nervios hasta el último minuto. La jueza Carmena acaba de reconocer –a confesión de parte, eximición de prueba- que el acuerdo de investidura con los socialistas (sic) logrado al noventa y nueve coma nueve por ciento. Y a algunos se nos antoja por ese cero coma cero uno por ciento le pueden venir par su pesar todas las desgracias miserias.
Es lo que parece barruntar también su joven adepta, la ex-compañera sentimental de Pablo Iglesias y ex-concejal por Rivas-Vaciamadrid de Izquierda Unida, en un artículo (hoy) en el diario (de izquierdas) Público donde se pone a despertar los fantasmas de lo que se llamó el tamayazo, a saber el trance aquel en la Asamblea madrileña que protagonizaron dos tránsfugas del PSOE que dieron –por su abstención- la presidencia de la comunidad madrileña a Esperanza Aguirre. Alegato pro domo el de la joven indignada.
Aquello fue tal vez un caso claro y flagrante de transfuguismo por los motivos que fuera –relacionados con el sector inmobiliario como se adujo entonces o sin nada que ver con ello-, el trance que se avecina en cambo ahora, para el sábado próximo a las once de la mañana cuando tendrá lugar la investidura de la nueva alcaldesa se complica no obstante por ese cero coma cero por uno por ciento que encierra en sí toda una montaña de divergencias no de loso socialistas con Doña Rogelia sino de los socialistas entre sí al interior del propio PSOE entre las distintas federaciones y a tenor de todos los indicios, a nivel de la dirección federal incluso.
Pedro Sánchez en la encrucijada. O se da el abrazo del oso con una formación emegente que no esconde el buscar su eliminación de la vida política por formar pate de la casta, o pasará en lo sucesiivo ante un sector de su propio electorado y de la izquierda en general –de la que provienen y a la que se debe lo quieran o no lo quieran- por compañero viaje o tonto útil de la derecha (o como hubiera dicho Umbral, la derechona) En Sevilla se acabó ya la misa, como se preveía. En la Comunidad de Madrid igualmente, como se preveía también. Todos las atenciones se tornan pues en dirección de la plaza de la Cibeles y de la reunión del sábado próximo, la de la investidura.
Espadas en alto. Porque la votación será en secreto y para verse investida Doña Rogelia necesitará los nueve votos (nueve) del grupo socialista que a la hora que escribo estas líneas no ha hecho pública aún su decisión y la ha remitido por boca de su portavoz a la reunión de la dirección federal la víspera justo de la investidura, el próximo viernes. Un cero coma cero uno impredecible que parece ir multiplicándose como los panes y los peces a medida que se aproxima la hora de la verdad en el secreto de las urnas. En ese contexto, se produje la visita de Felipe González a Venezuela de la que ya me ocupé en mi entrada de ayer y el rifirrafe que recogen hoy los medios entre el antiguo mandatario socialista y uno de los líderes de Podemos Monedero que se siente atacado por las declaraciones de aquel en tierra venezolana y le replica.
Monedero no es Podemos, pero dentro de ese grupo o amasijo de grupos y tendencias parece representar la más radical y por supuesto la más acérrima defensora del régimen venezolano puesto en la picota de la opinión pública internacional desde ya hace un rato. El ataque de Felipe González no les dejan pues ni indiferentes ni inmunes en modo alguno, antes al contrario por ahí les puede venir los problemas y en definitiva la derrota en la reunión de investidura del sábado.
Y es en la medida que la actitud clara y sin tapujos del anterior jefe de gobierno en el tema venezolano puede hacérselo a pensar dos veces a los nueve hombres justos (por propia definición) de cuyo voto unánime –sin que no pueda faltar ni siquiera uno- depende la investidura de Doña Rogelia. Y situación tan crítica pone otra vez al partido socialista (PSOE) en el centro de todas la miradas.
El PSOE fue un partido beligerante como tal en la guerra civil tras haber formado parte del Frente Popular que concurrió a las elecciones de febrero del 36 de resultas de lo cual vendría a convertirse en componente principal del bando rojo republicano durante el conflicto.
Ello por más que sobre el terreno, tanto en la retaguardia como en los frentes de batalla, dieran no poco la impresión de ir a remolque o simplemente de verse convertidos en rehenes de otras fuerzas más radicales y extremistas de la zona roja, como los anarquistas o los comunistas, tal y como sucedió a menudo en muchos pueblos andaluces en zona roja. Lo que se vería plasmado sin duda en la actitud de conjunto de los socialistas españoles vencidos, en la posguerra.
Los del PSOE, con Franco estaban de vacaciones, o en el Frente de Juventudes, me comentó con agudeza y humor persona amiga en una ocasión. Y a fe mí que en las facultades de la Universitaria madrileña, teatro principalísimo del nuevo episodio de guerra civil reencendida que se riñó entonces (finales de los sesenta y principios de los setenta), los del PSOE, sus siglas incluso –doy fe de ello- brillaron como tal por su ausencia. ¿Por imperativos de guerra fría que rigieron igualmente entre los partidos socialistas de los demás países europeos?
Es bien posible. Pero se me antoja otra clave de explicación más certera y exhaustiva y es la que nos brinda el desenlace de la guerra civil española tal y como se vio decidido en las últimas semanas de guerra y me estoy refiriendo a la mini guerra civil dentro de la guerra civil que tuvo de protagonistas a una coalición de socialistas anarquistas y republicanos (de izquierdas) por un lado y del otro al partido comunista pegado como el cemento armado al gobierno que venía presidiendo desde la caída del Frente Norte Juan Negrín, miembro del partido socialista.
Negrín, expulsado –a toro pasado- del partido por Indalecio Prieto en el 46, en los inicios de la guerra fría, se vería sintomáticamente objeto de rehabilitación en los anteriores gobiernos de José Luis Zapatero, y digo sintomáticamente porque en la política de recuperación de la memoria de so vencidos de la guerra civil que llevo tan obsesivamente adelante el anterior jefe de gobierno, el referente supremo no podía ser otro más que el ultimo jefe de un gobierno con apariencia de legalidad durante la guerra civil en zona roja que se negó a firmar rendición o paz ninguna con el bando de los vencedores que acaudillaba Franco, y que preconizó en cambo resistencia a rajatabla en la espera (nada irrealista) del estallido de la segunda guerra mundial que -para su desgracia- llegaría un poco tarde para el bando rojo/republicano.
Y el comunismo español heredero de aquella beligerancia, la mantuvo durante décadas de posguerra hasta la transición cuando su entonces secretario general se vería obligado en un contexto de tensión y de violencia (insurreccional) apneas larvada a llegar a un acuerdo con las demás fuerzas políticas –los franquistas y neo franquistas incluidos- que llevarían a cabo la transición política.
Y está claro que la expulsión del partido del ultimo jefe de gobierno de la zona republicana era un obstáculo mayor del punto de vista de la historiografía de guerra -léase guerra de propaganda- de signo republicano, en los designios guerra civilistas –de reencender la guerra civil “por otros medios”- que a todas luces inspiraron e impulsaron al anterior jefe de gobierno (socialista)
Y no es menos obvio que una fractura histórica tan profunda de tanto alcance y arrastrando tantas secuelas consigo no es algo que se cierre a golpes de varita mágica, por obra y gracia a penas de un congreso interno, por muy autorizado por las más altas instancias del partido –y del estado- que se vieran.
Y así se explica que el PSOE en esta hora tan crítica y tan decisiva sin duda para su futuro parece dudar de sí mismo, entre Madrid y Sevilla, entre el secretario nuevo y flamante del por un lado, y barones (y refundadores) del mismo más maduros y no menos influyentes por otro, y en definitiva, entre la memoria de Negrín y la de la Junta (o Comisión) de Defensa -presidida por Besteiro- que entregó Madrid a las tropas nacionales poniendo así fin a la guerra civil. Oficialmente quiero decir.
El PSOE hoy como ayer pues, entre Besteiro y Negrín, entre dialogantes y guerra civilistas cuando se aproxima una sesión de investidura tan crucial y tan incierta. ¿Tamayazo bis en puertas? ¡Dios lo quiera! El dios de las batallas (me refiero), y de las tormentas
1 comentario:
antonio muñoz molina, prologuista del último libro de carcalejos.....
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