¿El Lute de regreso? Estaba yo todavía en la cárcel portuguesa cuando me llegaron ecos del ascenso (estelar) del Lute que por los rumores que en aquel micro cosmos carcelario se hacían oír habría terminado la carrera de derecho en un tiempo récord –un año o unos meses creo (bachillerato incluido)- y el Viejo Profesor (marxista) le había colocado de asesor suyo en el Ayuntamiento. Ironía sangrienta, los que hacían o trataban de hacer e imponer la ley allí dentro –por dentro de los barrotes me refiero (con la connivencia o complicidad de carceleros de izquierdas, comunistas)- eran mayormente quinquis españoles que tenían al Lute por un cristo en la tierra (de izquierdas se sobreentiende) y gozaban de un trato de preferencia flagrante –en comparación conmigo y también con otros presos- de los servicios consulares que atendían a los presos españoles allí dentro entonces (primer mandato del PSOE) que se desentendieron olímpicamente de mi suerte, con la doble coartada –como anillos al dedo- del papa polaco y del anti/fascismo militante. Y cuando salí de allí un poco más tarde y llegué a Madrid (noviembre del 85) no se veía mas que mugre e inmundicias por las calles. Signo de una triste época, de unos años negros. ¿Otra vez de vuelta? ¿Se merecen, nos merecemos eso los madrileños y el conjunto de los españoles? ¡Reaccionemos todos antes de que sea demasiado tarde!¿Policía madrileña a las órdenes de Podemos? Eso es lo que viene a anunciar –en clara señal de amenaza y de desafío - la aspirante a la alcaldía de Madrid, Doña Rogelia. Spanish Revolution a tumba abierta en la capital de España ya que no pudo serlo hasta ahora en el conjunto de la Península.
Y su principal agente de difusión y de propagación en la mente del equipo que amenaza con desembarcar el próximo sábado en la Cibeles lo debería ser (mucho me temo) una nueva consejería que llevaría por nombre –conforme a lo que informa la presa de hoy- Participación Ciudadana y Trasparencia (sic), que por detrás de los eufemismos viene a destapar (no hay que ser muy lince para verlo) todo un agit prop de indignación callejera (léase “ciudadana”) a base de protestas en la vía pública –y de algaradas - y a base también de esa forma tan particular y tan “typical spanish” de democracia/asamblearia a la que los indignados del 15-M se mostraron desde el principio tan aficionados como sus antecesores (o antepasados) de mayo del 68. Lo ue traeria de secuel faal e inevitable un resuurgir deel fonomno ockup (con ka) typical spanish (de la Spanish Revolution me refiero) en la medida que sirvio de caldo de cultivo al 15-M y a la "movida" de los indignados.
Democracia asamblearia de barrios que debería verse puesta en práctica a base de movilización ciudadana –léase agitación subversiva e insidiosa- mayormente no en los barrios donde ganó la Rogelia si no en "los otros” en los situados al norte de la línea divisoria que diseñaron en Madrid las elecciones del pasado día 24 por vez primera en la historia de la democracia y que componen más de la mitad (geográfica y demográficamente hablando) -alredededor de los dos tercios- de Madrid (ciudad) lo que plantea un desafío mayor a los indignados de Ahora Madrid por simbolizar sin duda a sus ojos ese Madrid facha, de zona nacional, que tanto les obsesiona o digamos que les lleva ya ochenta y tantos años, pasando por los años de la transición- obsesionando (a ellos o a sus predecesores)
Una democracia asamblearia de barrio, de punta de lanza de la lucha de clases (teoría y practica) en aquellas zona de Madrid donde la batalla se presenta para ellos más ardua y de resultados más impredecibles, a saber ese Madrid –o Madriles de derechas como les llamo Umbral- de clases medias (y altas) que es el enemigo a vencer el desafío a enfrentar en la estrategia de lucha de clases que Podemos y sus secuaces viene preconizando y poniendo en práctica a sangre y fuego, figuradamente me refiero aunque quien sabe si literalmente hablando también, de que pase cierto tiempo.
Nadie le tiene miedo a Podemos (que yo sepa) lo que da un poco de miedo en cambio lo son un mayoría de madrileños y de españoles desprevenidos ante el desafío que aquellos les arrojan al rostro y que podremos vencer entre todos –sí se puede, sí se puede- a condición que sepamos de entrada ver y reconocer la amenaza de frente, y el tamaño y la dimensión del desafío. Si no, está claro que estamos perdidos ya mismo.
La Carmena arrastra una reputación de jueza inquieta y entrometida y se ve rodeada –como espejos del gato- de una nube de imágenes contradictorias y de leyendas para todos los gustos -verdad o mentira (¿)-, como la de que metió en la cárcel de Carabanchel (haciéndole así huir más tarde de España) al célebre Walter, un librero inofensivo vendedor de publicaciones sobre la guerra mundial, muy popular en ciertos medios, de nacionalidad alemana y ex-combatiente de la Wehrmacht (o de las Waffen SS), que tenía su puesto en el Rastro madrileño amén de una librería en el barrio de Chamberí, otros en cambio le prestan a la jueza rojelia benevolencia con algunos “ultras” que pasaron por sus manos (un decir) a los que habría concedido beneficios penitenciarios. Si anteriormnte contribuyó a condenarles en poco o mucho, eso no nos lo aclara la leyenda. Sólo se presta a los ricos, dice un refrán francés, y una representante de los vencedores de la transición, bien podía permitirse gestos de largueza con los vencidos de aquella, y todos aquí comprenden lo que aquí decir estoy queriendo.
No pedí ni acepté nunca –me curo aquí en salud de inmediato- beneficios penitenciarios ni trato de favor alguno (“en la confianza” se decía en leguaje carcelario en Portugal) estando preso en la cárcel portuguesa. Me concedió la libertad condicional –al cabo de tres años y medio preso, de los cuales dos años y tres meses cumplidos en la prisión de máxima seguridad de Vale de Judeus- un juez de izquierdas (que así él mismo me lo dio a entender), porque habida cuenta de mi comportamiento en prisión y también de la atención de los medios portugueses en mí focalizados no tenía más remedio que concedérmela. Sin con ello (nota bene) –con todo lo que precede- querer tirar la piedra contra nadie, y mucho menos aún contra personas que tuvieron que cumplir -por motivos políticos, a seguir a la transición-, penas mucho mayores que las mías.
No me doy por aludido como sea -ni directa ni indirectamente que quede claro- con los “ultras” “agraciados” de la juez Carmena. La Transición me pilló lejos de España “disfrazado de cura” como algunos malevolentes me acabarían echando en cara -insidiosa y anónimamente- muchos años más tarde, y si no tuve nunca el sentimiento de estar desertando nada en los largos años que pasé fuera de España –en total ya más de cuarenta-, no debo menos reconocer que en aquellos años de la transición ya lejanos que me pillaron ya fuera –en el seminario integrista de Ecône y en misión con la FSSPX, la hermandad sacerdotal de Monseñor Lefebvre- se riñó una batalla en suelo de la península en la que hubo vencedores y vencidos, o si se prefiere ganadores y perdedores, habida cuenta que la sangre no llegó (del todo) al río, no degeneró en una conflagración generalizad quiero decir.
Y los que entonces perdieron -con los que me lían lazos ideológicos y no sólo, no lo oculto- muestran hoy, me refiero a los que aún siguen políticamente activos una extraño mutismo y atonía (un tanto escandaloso) ante el auge de Podemos, como si no fuera con ellos.
Como si el trauma del fracaso en la transición les paralizase e inhibiese en cierta forma. No conozco los meandros y entresijos de la llamada extrema derecha española, de los llamados grupos ultras, pero algo me puse la mosca detrás de la oreja, y fue con ocasión del 25-S, léase de la llamada operación de Toma del Congreso –uno de los instantes de mayor peligro para y el ordenamiento institucional, la paz social y la convivencia ciudadana en la España de las últimas décadas-, cuando la delegad del Gobierno en Madrid entonces, Cristina Cifuentes alertó de la colusión de grupos ultras de signos opuestos entre los convocantes y organizadores de la movida (insurreccional) aquella, algo que al principio me tomé a exabrupto o a un recurso fácil a base de tópicos manidos en extremo ya de antiguo.
Hoy ya llegué (modestamente a la concusión) que era yo el que estaba un poco en babia. No creo en las meigas pero hay las, y aquí saben todos de mi particular sensibilidad para ese campo de observación de lo que convengo en llamar –una denominación con raigambre en la historia de las ideas y de los movimientos políticos y sociales- política religiosa (como la bautizó el francés Maurras) a saber la política que llevan a cabo en los dominios de lo estrictamente temporal los poderes eclesiásticos ya se vean radicados en España –nunciatura incluida- o en el Vaticano.
Y fue eso sin duda lo que hizo que no me pasase desapercibido no ya una intervención sobre el terreno de grupos de procedencia o etiqueta ultra que ignoro si se produjo (como el buscar la luz en el fondo de un túnel) pero si la descarada cobertura periodística ye incluso propagandística que prestaron a los indignados (anti-sistema) en aquel trance (peligroso) los medios de lo que se conviene en llamar la derecha religiosa, y pienso en particular en la Gaceta de Intereconomía, a los que se vio el plumero la noche aquella como lo denuncié en mi reciente libro “Guerra del 36 e Indignación, Callejera” retransmitiendo en directo, a lo vivo, las tentativas de rodeo del congreso y de desbordamiento (que estuvo en un tris de producirse) de las fuerzas del orden por la muchedumbre (ingente)
Se les vio el plumero entonces y se les siguió viendo más tarde propulsando (hasta hoy) como lo hicieron en el universo mediático –tanto en la prensa impresa como en la rede digital y en las redes sociales- a Pablo Iglesias y a su grupo de Podemos. ¿Por qué de esa actitud tan irresponsable (y tan impresentable)? Obvio es que la explicación viene en última instancia como vino siempre en España en medios y ambientes eclesiásticos e línea recta (o torcida) del Vaticano, si no del pontífice mismo, sí de la curia y de su tentáculos innúmeros en España y en muchos otros sitios.
Trance peligroso en extremo el que atravesaos españoles y en particular madrileños las horas que corren y tanto más dramático si se tiene en cuenta la actitud desprevenida de grandes sectores de la sociedad y de la opinión pública como ya lo señalé en mi anterior entrada. ¿Estamos en febrero del 36 o si no lo estamos, pasaron acaso de aquello apenas ochenta minutos y no ochenta años, como así parecen darlo entender a algunos del circulo de Podemos y de sus aliados, secuaces que cabe decir más bien?
Una alcaldía de extrema izquierda en la capital de España no sólo augura lo peor a la economía española en trance de despegue (todo el mundo en España y fuera de ella lo admite y lo reconoce) sino que amenaza con reencender el enfrentamiento (guerracivilista) entre españoles. Unos barrios al norte de la línea de frete (electoral) –la que se diseñó en Madrid las pasadas elecciones del día 24 por vez primera en la historia (española) de la democracia expuestos de pronto (indefensos) a una ofensiva de guerra psicológica que acabaría fatalmente degenerando en violencia urbana y así ponerles a marcar el paso a sus habitantes al ritmo y a gusto de los “otros” barrios, donde la Rogelia obtuvo mas votos que su rival principal Esperanza Aguirre.
Poniéndolos así a la hora de la lucha de clases (reencendida) –versión indignada, por barrios, o zonas de la geografía urbana madrileña- para dejarnos de eufemismos, y reviviendo así de paso una memoria histórica y geográfica –de geografía urbana- de la guerra civil del 36 tal como se dio y se vivió en Madrid zona roja, imponiendo asambleas de barrio –ya lo estoy viendo- en los barrios más tranquilos y más pacatos (y más prósperos y de orden también) del casco urbano de la capital de España, a cargo –parece que los estoy viendo también- de agitadores venidos de fuera de otros barrios, o incluso fuera de España si se piensa en esa bolsa electoral tan grandísima de la que la que Podemos dispone en lo sucesivo entre la inmigración extranjera en España (con papeles o sin ellos) como se habrá demostrado en las elecciones pasadas.
Con el Viejo Profesor, los quinquis -el Lute si ir más lejos- mangoneaban a su antojo en la alcaldía madrileña, y por las calles de Madrid no se veía más que mugre y basura e inmundicias. ¿La vuelta a aquel pasado negro? Todavía estamos a tiempo de impedirlo. Entre todos, y también con la ayuda de aquellos que se sienten reacios hoy a sumarse a un frente anti-Podemos como también lo fueron en Febrero del 36 los falangistas. La historia maestra de vida nos enseña no obstante a no repetir los errores de nuestros antepasados o predecesores.
Un empuje salvador de último minuto puede todavía evitar lo que algunos medios dan hecho o inevitable. Ese es el llamamiento urgente que entiendo estar haciendo aquí a todos los que me leéis. Si sabéis responder a él –en la medida de vuestros medios y tomando vuestras propias iniciativas- que el dios de las batallas (como de la veja fórmula castrense) que os lo premie, y si no que os lo demande.
¿El Lute de regreso al ayuntamiento de Madrid? ¡No a una alcaldía comunista –e infiltrada por quinquis y asociales de toda laya (de Vallecas o de donde vengan) como en los tiempos del Viejo profesor- en la capital de España! ¡Vergüenza patria!
1 comentario:
UNa buena noticia:
Hoy leo en www.gaceta.es
que el Ayuntamiento de Madrid ha desalojado a los okupas del Patio Maravillas que desde hace 7 AÑOS habian OKUPADO con el cutre
grupo autollamado MILONGA ANTIFASCISTA, el cual era reivindicado hacew dias... por EL PAIS, el mismo periodico de la mafia internacional
que se regocijaba por el desalojo de los HOGAR SOCIAL RAMIRO LEDESMA RAMOS, asaltados por la policia en menos de un año, en el barrio de Tetuan y en el barrio de Chamberi (Breton de los Herreros, 41)
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