Verba volant, scripta manent, reza el adagio clásico. Lo escrito, escrito queda. Y lo mismo vale para los testimonios gráficos. La Historia es la que es, y más vale asumirla para así no tener que repetirla. En unas declaraciones de la autora de un libro que comenté en este blog ayer, “Imperiofobia y Leyenda Negra”, se venia a decir -acertadamente- que los españoles no supieron asumir la derrota (sic) del 98. Como no supimos asumir la derrota en el 45, añado yo. Y si queremos salvar a España y abrirla de nuevo un futuro, tendremos que acabar asumiendo la pirámide egipcia -Ramiro Ledesma díxit- de nuestras derrotas y fracasos de los cuatro últimos siglos. Y no seguir escondiendo la cabeza debajo del ala (con la coartada del catolicismo, y del papa de Roma) Franco perdió la guerra en el 45 y se rindió a los aliados, por mediación vaticana. Y a partir de ahí fue un católico/ejemplar -como dicen ahora los de la Fundación a su nombre- ¿cómo no? Por la cuenta que le traía (...)Iba a dejar pasar el tema pero confieso que me volví alérgico sin remedio a la moralina católico/romana -y vaticana- de algunos patriotas. La Fundación Franco se defiende en una comunicado aparecido hoy en la red por cuenta de los ataques que le llegaron del líder (indignado) de Izquierda Unida, diciendo que Franco fue un católico ejemplar que hizo una guerra con una estrategia de minimización de daños (sic) y que Hitler en cambio era un ateo (sic) que desangró a su país. ¿Católico ejemplar Franco? Católico practicante si que lo fue, en exceso incluso llevando su práctica religiosa hasta el extremo en materia de pompa y de ceremonia y de protocolo como lo muestra el habito que sería el suyo de entrar bajo palio en iglesias y catedrales. ¿Se pueden negar en cambio las tensiones Iglesia y Estado que presidieron la historia de su régimen desde sus mismísimos inicios?
Al Cardenal Segura que había sido Primado de España hasta la proclamación de la República y que seguía sintiéndose investido del cargo, cuando volvió a España al estallar la guerra le acabó relegando a una diócesis secundaria como lo era la de Sevilla y no le echó de España -como lo recordaba Umbral en su Leyenda (mitad historia, mitad ficción) del César Visionario porque no pudo, hubiera sido un escándalo de más. En el 45 como ya lo dejé aquí sentado, Franco se rindió a los aliados por mediación vaticana -en la persona (cabe conjeturar) del sustituto a la secretaría de estado monseñor Montini, futuro papa Pablo VI, el hombre fuerte en aquellos momentos de la Curia, por su trayectoria y su ascendencia familiar anti-fascista- y a partir de ahí tuvo que ser católico/ejemplar (como dicen ahora sus devotos) por razón de fuerza mayor ¡qué remedio!
Jugó durante décadas la carta de oponer falangistas y clericales al interior del régimen y en el seno de sus gobiernos hasta que tuvo que acabar echándose en brazos del Opus Dei porque no le cabía otra salida tampoco, tras estallar el escándalo Matesa. Hay un sinfín de testimonios además de que el rigorismo ambiental en materia de moral y buenas costumbres que acompañó a la clericalización rampante del régimen en la sociedad española a seguir a la derrota de los nazi/fascismos en el 45 -que no fue sin duda lo que reinaba y se respiraba ni en la España de la primera posguerra ni en sus tiempos de la Legión- le asfixiaban sobremanera. Como lo ilustra la audiencia que concedió a José Antonio Girón ministro (incombustible) entonces del Trabajo y convertido en el blanco de predilección de la santa/obra/de/dios.
Y que fue a verle para defenderse de los ataques del partido/devoto que le acusaba de licencioso (y de los mayores horrores, sobreentendido en materia sexual, versión “hétero” por supuesto) “Yo no le pido a nadie -dijo Franco o dicen que dijo a su ministro falangista- que se la coja (sic) con papel de fumar” Y cuando estalló la violencia terrorista en el país vasco la santa/iglesia/de/dios en España se convirtió para él en una auténtica pesadilla como lo mostrarían toda una recua de incidentes más o menos sonado, a comenzar por el desafío que le arrojó al rostro el obispo de Bilbao Añoveros -con una pastoral incendiaria de tendencia separatista (febrero del 74)-, al que -según reza la vulgata que corrió desde entonces sobre el tema- quiso de un primer impulso expulsar de España pero que ante la amenaza de excomunión con que la santa/madre -por el conducto reglamentario de Tarancón- le amenazó, se lo pensó mejor, sin duda aún bien vivo en su mente el (triste) ejemplo de la suerte del general Perón y de su régimen justicialista.
En aquellos años del posconcilio y del florecer (como hongos) de curas/rojos dentro y fuera de las sacristías, Franco estuvo de lo mas comedido es cierto. Sin duda por la cuenta que le traía. Y ni aún después de muerto desaparecieron los viejos reflejos -de no toparse con la santa madre por nada del mundo ni aunque el cielo se les viniese encima- entre sus más firmes partidarios, como lo ilustra el incidente que ya recordé en mi blog en alguna ocasión y del que vine a saber en san Sebastian durante una visita a aquella ciudad de Monseñor Lefebvre que le organicé yo personalmente (primavera del 77) de boca de testigos de aquello, en concreto de una familia allí que nos dieron alojamiento –a Monseñor Lefebvre y los que le acompañábamos- durante aquella visita.
Y fue que durante el funeral por Franco en la catedral de la capital donostiarra, ante la aparición en el altar de Monseñor Setién que presidía los funerales se produjo un movimiento de rechazo entre los fieles asistentes a la ceremonia, que cortó por lo sano el gobernador civil y jefe provincial del Movimiento embutido en su informe irreprochable -y fuera de toda sospecha- de camisa azul (chaqueta blanca y corbata negra) irrumpiendo en el púlpito como una exhalación, desde donde lanzó una arenga enardecida a los asistentes en la retorica florida (y encendida) que tantos buenos réditos -de obediencia y acatamiento- daría en la posguerra. ¡Por la sagrada memoria de todos nuestros muertos y del Caudillo que nos tiene aquí reunidos -o algo así- os ruego que guardéis silencio! Y así fue, y Setién pudo seguir presidiendo la ceremonia como si tal cosa.
Como nos lo contaba aquella familia claramente anti-Sétién, todavía bajo el influjo y la impresión a todas luces de las palabras -tan acertadas y tan sentidas a sus oídos- de aquel jerarca franquista. Estaba yo en el seminario de Ecône cuando Franco murió y recuerdo que la prensa francesa que nos llegaba allí dentro describía a Franco como un “Silencioso de la Iglesia” (“Silencieux de l'Église”) en alusión a una corriente de tradicionalistas franceses que se hacia mucho oír aquellos años del posconcilio inmediato, y que al contrario de monseñor Lefebvre habían optado por la obediencia.
“Fuera hace frío”, le leí hace muchos años mas tarde viviendo ya en Bélgica a un periodista flamenco que se insurgía contra la corriente de católicos progres en Bélgica flamenca que según él andaban siempre poniendo en solfa o en aprietos a la autoridad eclesiástica con sus protestas y reclamaciones sin osar dar nunca el paso de la ruptura (irreversible) Y fue lo que debió pensarse Franco muchas veces en la larga agonía de su régimen -me refiero a lo del frío- que comenzó ya tras el desenlace de la Segunda Guerra Mundial como aquí o tengo harto explicado. ¿Católico ejemplar o de circunstancias Franco caudillo de España por la gracia de Dios y fiel hijo de la iglesia? La polémica está servida, y no sólo de ahora.
Por lo que al ateísmo (sic) de Hitler se refiere, el tema nos llevaría muy lejos. Recuerdo que el francés Garaduy -del que aquí ya me habré ocupado en alguna ocasión- antiguo ideólogo marxista francés, miembro del PC antes de convertirse al Islam (a mediados de los ochenta) acusaba a Hitler en su testamento espiritual (sic) -publicado bastante años antes de su muerte lo que lleva a hacer pensar que tal vez escribió y publicó aún algún “testamento” mas- de haber abrazado al final de la guerra la vieja religión germana del Dios Wotan, de valkirias y nibelungos y noches de Walpurgis y demás
¿Ateo, pagano o agnósticos el Fuhrer? No hay constancia alguna que hiciera nunca profesión de ateísmo como fuera, ni que rompiera nunca de forma oficial con la iglesia católica en la que había sido bautizado (al nacer, y de la que no se vio (nota bene) nunca excomulgado -ni objeto de una sanción canónica cualquiera- como sí fue el caso de su número dos, Joseph Goebbels al que la iglesia acabó excomulgando no por razón de holocausto alguno ni de genocidio eugenésico (o de la especie que fuera) ni siquiera por la persecución (menor) de la que se vio objeto bajo el III Reich la iglesia a partir de un momento determinado tras el estallido de la segunda guerra Mundial, ni por la censura -o la mordaza- de la que la prensa católica (oficial) se vería blanco en el III Reich No. Sino por haber contraído matrimonio (civil) con una mujer divorciada (y con un hijo) Antes (nota bene) de la llegada al poder del nacional/socialismo.
Algo a lo que Hitler escapó, sin duda porque se conocía mejor el percal -de su santidad el papa y de sus eminencias y de sus ilustrísimas- y sabia mejor que su número dos como aquellos se las gastaban. A burro muerto todos le dan coces, reza el refrán castizo, y en la España de la posguerra todos se harían- por la cuenta que les traía- mas anti-nazis que nadie y más papistas que el papa, el autentico jefe de estado en la España de la posguerra como lo dejé bien sentado en mi último libro “Krohn, el cura papicida” Y la Fundación Francisco Franco ganaría a fe mía mucho en credibilidad si no se empeñase en ser más papistas que el papa y dejase a los muertos en paz a la hora de defender a sus muertos propios.
Que los muertos sin enterrar -o desenterrados- se “aparecen” donde menos uno se lo espera. Como le ocurre ahora a la susodicha fundación con fotos que para bien o para mal figuran grabadas indeleblemente en la memoria. ¿Por qué no acaban asumiéndolas de una vez por todas? En otros términos ¿cuando acabaran asumiendo la derrota? La del 45 me refiero, que prolongaría hasta hoy la guerra civil interminable
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