En la foto, junto a Bashar al-Assad con ocasión de una visita a Siria en el 2009 -dos años antes del estallido de las primaveras árabes-, Alí Abdullah Saleh, longevo presidente del Yemen y chivo expiatorio principal -él y sus congéneres de los regímenes de socialismo/árabe- de las primaveras aquellas -y de sus indignados, e indignadas (nobel de la paz un respeto, una de ellas)-, convidado de piedra de la visita de Felipe VI a la Arabia saudí. La guerra civil del Yemen le habrá vuelto a traer al centro de la escena, con manifestaciones multitudinarias hace unos meses a su favor por las calles de Sanaa, la capital, que controlan sus partidarios. La guerra en el Yemen, y la intervención calamitosa -mil docientos niños muertos en bombardeos y unos veinte hospitales bobmazrdeados- de la aviación saudí, pone en la picota la visita de nuestro monarca, y el conjunto de loa diplomacia española (una vez más) en aquella región del globo. E ilustra también el descrédito generalizado de los medios de la Prensa Global - denunciado oportunamente por Donald Trump- que ocultaron esas guerra sistemáticamente en provecho de la rebelión islamista siria en Alepo¿Fue acaso el Yemen la localización geográfica de aquella imagen mitológica -hondo arraigada en la memoria colectiva de la Humanidad- de la Arabia feliz? Nunca estuve en aquel país, es curioso no obstante que arrastré siempre una imagen de él mucho mas familiar y mucho menos inhóspito que la que ofrecen habitualmente rincones y estampas y vistas del mundo árabe musulmán.
Y fue sin duda debido a una foto -como reliquia o vestigio de un pasado recóndito y remoto- de uno de los libros de geografía de mis años de bachillerato del que no recuerdo que se citara al Yemen en concreto pero que venia sin duda a ilustrar una lección sobre el área geográfica del Oriente Próximo (u Oriente Medio como se decía ante) y era de una visa urbana de fachadas vistosas e interesantes de aspecto oriental sin duda alguna pero que dejaba traslucir algo, sin duda por la abundancia de balcones y ventanales y por lo que de ellos de se desprendía -pese a los arabescos que les servían de adorno- de próximo o de común y familiar con las imágenes urbanas mas típicas o emblemáticas de nuestros países occidentales.
Y en franco contaste como quiera que fuese con la impresión de hermetismo de repliegue sobre sí fente a a las visitas y miradas de fuera que es la que ofrece tan a menudo las estampas urbanas mas características del mundo árabe musulmán, tanto en el Norte de África como en el Oriente próximo.
Y fue sin duda por esa imagen familiar por así decir que siempre arrastré de ese rincón (yemenita) de Arabia feliz, que me chocó y me movió tanto a reflexión un articulo reportaje publicado en el diario el País por vuelta del 2009 -unos dos años o año y medio antes pues del estallido de las primaveras árabes- de un viaje al Yemen, y a su capital Sanaa que se veía teatro por aquel entonces de un particular turismo (¿la ruta de las drogas blandas?) a cargo de jóvenes españoles -de chicas jóvenes en particular viajando allí solas o en grupo (...)- y con ese motivo se recogían en el reportaje fragmentos de de entrevistas con jóvenes yemeníes (varones, bien entendido,todos ellos) en los que salía a relucir esa pasión andalusí -como yo la llamo- tan anclada en el mundo árabe musulmán en relación con España y con los españoles (y sobre todo con las españolas)
Un mal presagio o un signo de mal güero,lo que vi en aquel reportaje como así lo viene a expresar raudo en el articulo que aquel me mereció en el blog que cubría yo por entonces en la blogosfera de Periodista Digital. Y como me lo vino a confirmar (¡ay dolor!) el estallido dos años más tardes de las primaveras de árabes y la erupción del fenómeno de la indignación callejera -como una resaca de aquellas- en calles y plazas de las principales ciudades españolas. El Yemen de entonces se veía regido -con firmeza autoritaria- por su longevo presidente Ali Saleh -unificador nota bene del Yemen del Norte y del del Sur- que las primaveras árabes convertirían en cabeza de turco de predilección (nunca mejor empleada la expresión) -junto con sus homólogos de los regímenes de corte análogo (de socialismo árabe) en aquella región del globo.
La pasión andalusí seguía latente en aquellos países pese a la laicidad y al socialismo de sus regímenes respectivos, como lo ilustra el caso del coronel Gadafi que en alguna ocasión dio rienda suelta en los medios a sus sueño andalusíesn que le llevaban, según lo llegó a declarar, a verse -en un futuro que no le debía parecer lejano- entrando a caballo y ataviado a manera oriental en la mezquita de Córdoba. ¿Como se explica?
Digamos que esa memoria de Al Andalus sobrevivía en aquellos países por lo que seguían teniendo de musulmanes, no por lo que tenían de laicos y (árabe) socialistas, como un vestigio o botón de muestra -uno de tantos- del compromiso histórico que en todos los países de aquel tipo de regímenes -de socialismo árabe- se acabaría sellando mal que bien con las instancias religiosas musulmanas y con el sentir, en suma de la inmensa mayoría de la población de los mismos. Con lo que vengo a querer decir que yo no les hacía responsables (me refiero a los regímenes/nasserianos) de esa memoria beligerante -anti-española, tan ultrajante- y sigo viéndolo así. El caso de la Arabia saudí en cambio -guardiana delos santos/lugares del Islam- es uy diferente por tratarse de un régimen de natura esencialmente teocrático fundado o fundamentado por así decir en la gestión del fenómeno religioso musulmán a escala del planeta (o hasta los últimos confines del mundo islámico)
Algo con que no ofrece parangón alguno entre los paises occidentales, ni siquiera con la España de los tiempos del régimen de franco que fue un estado confesional, a la manera occidental no obstante, algo obvio e inútil de precisar. Y viene a cuento del viaje en curso del monarca Felipe VI a la Arabia saudita que tiene de telón de fondo inevitable la guerra civil del Yemen -y la intervención (exterior) en la misma, tan calamitosa, de la Arabia saudí- y de convidado de piedra al (ex) presidente Saleh -de siete vidas como los gatos- que como lo recuerda el diario Le Figaro en su edición de hoy sigue siendo en su país hacedor de reyes (sic) insoslayable. Al que la diplomacia española -ya sea en su variante gubernamental como egregia (o cortesana)- sigue empeñada no obstante en ignorar o ningunear como lo vienen haciendo con Bashar al -Assad desde el inicio de l guerra en Siria.
¿Lo contratos jugosos acaso lo justifican todo? Más grave y trascendental aun ¿la memoria dinástica -de la dinastía de los Borbones- se sustituye o prevalece acaso sobre la memoria histórica de nuestra Reconquista, amenazada por una pasión andalusí siempre entre musulmanes que la teocracia saudí se encarga de alimentar y de preservar (a modo de fuego sagrado) y de difundir como ningún otro país- a excepción tal vez del Qatar- en todos los países del orbe islámico árabes o no árabes?
Esa es la cuestión mas crucial y mas candente -por culpa de la amenaza del terrorismo yihadista- que viene a gravitar sobre el viaje de Felipe VI a la Arabia Saudí, de visita entre sus “primos” de oriente las horas que corren(...)
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