En la foto, los Hermanos Peralta. Que ofrecieron estampas señeras del arte del rejoneo en la España de la posguerra. Una variante del arte taurino que viene a ilustrar algo rodeado de mil tabúes -y sitemáticamente silenciado en enciclopedias taurinas de las de mayor renombre (sin duda condicionadas por lo político e historicamente correcto)- y son los orígenes históricos primigenios de “la fiesta” que empezó siendo un arte marcial, nacido a favor del avance de la Reconquista. El toro contra el caballo, el caballo contra el toro. Un animal noble contra otro fiero y bravío. Todo un símbolo que viene a oponer un mentís a los que querrían oponer de argumento anti-taurino decisivo la pasión de Nietzsche por los caballos, tal y como lo ilustra el incidente célebre tras el que se vería sumido en la locura. Un gesto aristocratico -en la más pura línea del pensamiento de Nietzsche (y de su trayectoria)- en defensa de un animal noble contra el exabrupto (violento) de un plebeyo. Esa es la intrpretación más plausible que se merece el gesto de Nietzsche. Políticamente incorrecta por supuesto. Y digan lo que quieran los animalistasNietzsche ¿Está de moda? No lo sé, lo que sí sé es que el fenómeno de la inmigración en masa y la polémica tan febril -y tan crucial- que viene arrastrando consigo reviste la figura -y la obra- de aquél de una actualidad rabiosa. Como me lo ilustra un libro -sobre la emigración y las posturas que el fenómeno merecen al papa Francisco- y a de la que vengo haciendo mención desde hace varios días en este blog como en mi otro blog (en francés) por cuenta de las reseñas y comentarios que vienen siéndole dedicados en Internet y al que hoy por fin habré conseguido hincar el diente y en el que ya de entrada -en su primera página, en los inicios del prologo (del autor)- me topo con el nombre del pensador de la muerte de Dios y del Eterno Retorno, y donde el autor de esa obra evoca un encuentro mucho más joven con personas amigas cuando se vio enfrascado en una discusión -frente a frente- con uno de los contertulios aquellos, que evocaba al filosofo alemán y a algunas de sus ideas mas emblemáticas y característica, y en particular las acusaciones mas difundidas de las que se vertían contra la iglesia y el cristianismo en su célebre obra “El Anti-Cristo”
No soy un devoto de Nietzsche, vaya dicho de entrada como no lo soy de Francisco Umbral, como no lo soy siquiera tampoco -tal y como acabo de recalcarlo en mi blog en francés- de Dominique Venner, el escritor (“maldito”) francés que se dio la muerte de un tiro en la boca hace ahora tres años delante del altar mayor de Notre Dame en París buscando sacudir las conciencias de sus compatriotas -y la conciencia colectiva de los países europeos en general- de cara a la amenaza de la invasión silenciosa, léase de la inmigración en masa (mayormente de confesión musulmana) Les atribuyo no obstante a los tres -cada uno en función de sus temas favoritos y a medida de su propia circunstancia (e idiosincrasia)- una dimensión innegablemente profética, y es en el sentido que revestían los oráculos del paganismo.
Entre paréntesis, se me dirá que Umbral ofrece figura de intruso en este asunto de la inmigración y diré a modo de réplica que por vuelta de los inicios del milenio cuando la sociedad española se vio sacudida por un caso -no más sin duda que el primero o de los primeros de una serie de ellos interminable- de una joven musulmana que sin duda por presión paterna se negaba a acatar la decisión de la escuela en donde cursaba sus estudios de prohibir el velo islámico en sus clases, me vi como digo sorprendido por una columna de Umbral en la prensa diaria sobre el tema, de una contundencia y de una claridad de exposición y de una garra dialéctica además -proverbiales por cierto en él- donde no dejaba lugar a dudas de su posición (a favor por supuesto del interdicto aquel indumentario), que dejaba adivinar un mundo de sobreentendidos y de ideas en él latentes sobre el fenómeno subyacente en aquel caso -de paginas de sucesos mas bien- de inmigración musulmana en suelo europeo.
Con lo que venia a dar cumplida cuenta de esa vocación -de voz de alerta, de centinela- que se ven reservado de antiguo escritores y periodistas. Pienso efectivamente que Nietzsche tuvo visiones proféticas en un sentido retroactivo, léase en relación con la historia común y con el pasado de Europa. Como lo tuvo otro gran autor (francés) maldito, De Maistre -al que aquí cito con frecuencia- que de una manera u otra parece haber inspirado al pensador germano, con aquella idea suya -que se vería transmitida hasta hoy a modo de un (pequeño) fragmento filosófico o literario- del fondo o poso venenoso (sic) -léase subversivo- de los evangelios.
La amplitud y claridad de vistas de Dominique Venner en cambio -como en Francisco Umbral- se vuelcan mas bien sobre el futuro que nos acecha más o menos a corto plazo. Y el contertulio al que me refería al principio del autor de la obra (polémica) de reticente aparición sobre el papa Francisco y la inmigración musulmana, venia él también a profetizar que en el momento que la sociedad en su conjunto -en los diferentes países europeos teatro de ese fenómeno de invasión silenciosa- tomase conciencia clara de la amenaza y se pusiera resuelta en pie, dispuesta a afrontarla sin tapujos ni complejos, se encontraría fatalmente a la Iglesia católica del otro lado de las trincheras.
Como parece cumplirse cabalmente los días que corren. No soy un devoto de Nietzsche, lo dije y lo repito. Pienso lo que dijo de él uno de los mas profundos estudiosos de su figura -en el plano histórico- a saber, el historiador alemán Ernst Nolte, que veía en él al mismo tiempo que un referente indiscutible, el que su figura como su obra no dejaron de ser un campo de batalla (sic) de influencias mas o menos contradictorias, de forma que quepa detectar en él y en sus obra, un principio de unidad, una lógica interna, que es lo que da sin duda tal fuerza de atracción y de impacto y de magnetismo al conjunto de su obra y a su figura. Nietzsche era hijo de su época, y heredero pari passu de toda una tradición cultural (e ideológica) protestante y prusiana, y como tal no dejaba de gravitar sobre él una leyenda negra, de cuño protestante y de un signo anti-español innegables, remontándose a las guerras de religión en Flandes y a la guerra -de católicos contra protestantes- de los Treinta Años.
Y eso es lo que explica sin duda los pasajes -extrañamente favorables al Islam y hostiles a la Reconquista española- que salpican algunas paginas de su obra el Anti-Cristo. Y así me explico yo sin duda ese comentario que le atribuye un artículo (incisivo) aparecido en la presa de hoy -que esa cita auténtica o apócrifa viene a concluir a modo de colodión- bajo el titulo evocador y significativo de Nietzsche y los caballos.
En el que se recoge -con ayuda de testimonios fehacientes- la pasión que experimentaba Nietzsche por los caballos. No soy un devoto de Nietzsche ni un especialista tampoco en su obra ni en su biografía, y así por ejemplo ignoraba un detalle que se menciona en ese articulo y era que Nietzsche había hecho su servicio militar de artillero a caballo. Sí sabía en cambio que durante la guerra franco prusiana -algunos años mas tarde (en 1870)- el célebre filosofo había vestido de nuevo el uniforme aunque a titulo de enfermero.
¿Un argumento anti-taurino esa pasión de Nietzsche por los caballos como lo pretenden los animalistas? No lo veo así dese luego. El del caballo es un mundo, el de los toros otro muy distinto. El caballo es noble, el toro es bravo, fiero y agresivo por vía de consecuencia, lo que explica que se viera fatalmente objeto de un arte marcial que fue el que floreció en España durante la Reconquista, y que daría forma – a través de sucesivas transformaciones históricas- al arte taurino en al actualidad. Y afirmando esto no se me va de la mente la objeción de algunos amigos neitzscheanos catalanes y anti-taurinos aunque no propiamente catalanistas.
Y es que en la conferencia que di en la librería Europa de Barcelona va a hacer ahora un año me opusieron de argumento supremo y dirimente (en contra de “la fiesta”) la especial sensibilidad “alemana” -léase europea- en lo que les parecía sin duda un atributo propio a la cultura europea de respeto de las animales, frente a lo cual nuestra tradición taurina parecía a su ojos no más que una originalidad (mediterránea, peninsular) por no decir una irritante anomalía. Cuestión de gustos.
Buenos o malos, decía Maurras nuestros gustos son nuestros. Y por encima de los Pirineos, y más allá de una idiosincrasia cultural -que cuenta de antiguo con apoyo oficial y con los interdictos emanados de los poderes públicos en el conjunto de los países europeos- afloran en cuanto que se rasca un poco gustos y aficiones taurinas (o en cuanto que la ocasión se presenta)
Como lo puede atestiguar el autor de estas lineas en lo que se refiere a los belgas (con los que desde hace treinta años cohabitó, tanto entre francófonos como entre flamencos) Les guste o no a los catalanistas
1 comentario:
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http://www.un.org/en/development/desa/population/
http://www.un.org/esa/population/publications/migration/presssp.htm
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