domingo, diciembre 04, 2016
Burbujas De Mi Amor
Las burbujas suben y suben
suaves y silenciosas
como mis sueños más caros
al cabo de las derrotas
que mueren y que renacen
como tu Ave Fénix ¡Diosa!
que resurge del fuego astral
y vuela en sus alas rotas
y yo me las rompí ¡ay dolor!
en las cumbres peñascosas
pero el sueño no murió ¡oh no!
pese al odio (y a tanta prosa)
Y mientras anduve prostrado
acerté a volar ¡qué cosa!
y a conjurar el Destino
¡qué suerte calamitosa!
asumiendo y encajando
a sorbos y a gota y a gota
la hiel, el aceite amargo
¡elixir de los poetas!
Y así fue como yo cargué
con el peso de la Historia
la mía y la de los míos
¡qué fatalidad grandiosa!
A fuerza de recordarlo
de levantarle las costras
de llagas no bien curadas
de preguntas sin respuesta
que no encontraban a nadie
que se volcase hacia ellas
con ganas -y el temple también-
de acertar a responderlas
y así fue como yo me puse
el ancho mundo por montera
dispuesto a acabar de una vez
con tan pesada hipoteca
la del pasado irresuelto
que yace en tierras remotas
en el Reino del Olvido
como un valle de las sombras
y hasta allí me adentré
en un viaje de ida y vuelta
que me llevó media vida
del que volví sin mascota
yo solo por el camino
con una mano en la otra
de mente fría y despejada
y la sonrisa en la boca
que a ti te ofrezco princesa
mi alhaja -¡la más preciosa!-
porque nació de tu Amor
que me embriagó ¡Dulce copa!
¿Mal de amor, linda corza
el que te tiene así, presa
del llanto y de los suspiros
y convaleciente y enferma?
¿de veras que es sólo eso
lo que te oculta princesa?
así lo quiere amor creer
y a ello me agarro con fuerza
para andar de cabeza alta
para soportar tus ausencias
y no derrumbarme de golpe
del peso de las quimeras
que engañan el corazón
y nos llenan la cabeza
de vaciedades y de viento
y de sueños de grandeza
(lo que me soplaba el duende
de noche entre ideas negras
esperando un nuevo día
¡y otra mañana desierta!)
Y otra semana que pasa
¿qué digo? Que corre y vuela
y tú, reina, sin aparecer
mientras el tiempo se aleja
del día aquel que te conocí
que de fresa se hace sepia
en el arcón del recuerdo
(tan lleno de cosas viejas)
y me pregunto si aquel era yo
y no una copia de mí apenas
el que se enamoro de ti
como un niño, de golpe (a ciegas)
tanto que no me atrevía a decirlo
para que no se me rieran
oyéndome confesar, mi amor,
el amor aquél ¡tristeza!
¡Y me entran ganas de ti otra vez
aunque tu no te lo creas!
suaves y silenciosas
como mis sueños más caros
al cabo de las derrotas
que mueren y que renacen
como tu Ave Fénix ¡Diosa!
que resurge del fuego astral
y vuela en sus alas rotas
y yo me las rompí ¡ay dolor!
en las cumbres peñascosas
pero el sueño no murió ¡oh no!
pese al odio (y a tanta prosa)
Y mientras anduve prostrado
acerté a volar ¡qué cosa!
y a conjurar el Destino
¡qué suerte calamitosa!
asumiendo y encajando
a sorbos y a gota y a gota
la hiel, el aceite amargo
¡elixir de los poetas!
Y así fue como yo cargué
con el peso de la Historia
la mía y la de los míos
¡qué fatalidad grandiosa!
A fuerza de recordarlo
de levantarle las costras
de llagas no bien curadas
de preguntas sin respuesta
que no encontraban a nadie
que se volcase hacia ellas
con ganas -y el temple también-
de acertar a responderlas
y así fue como yo me puse
el ancho mundo por montera
dispuesto a acabar de una vez
con tan pesada hipoteca
la del pasado irresuelto
que yace en tierras remotas
en el Reino del Olvido
como un valle de las sombras
y hasta allí me adentré
en un viaje de ida y vuelta
que me llevó media vida
del que volví sin mascota
yo solo por el camino
con una mano en la otra
de mente fría y despejada
y la sonrisa en la boca
que a ti te ofrezco princesa
mi alhaja -¡la más preciosa!-
porque nació de tu Amor
que me embriagó ¡Dulce copa!
¿Mal de amor, linda corza
el que te tiene así, presa
del llanto y de los suspiros
y convaleciente y enferma?
¿de veras que es sólo eso
lo que te oculta princesa?
así lo quiere amor creer
y a ello me agarro con fuerza
para andar de cabeza alta
para soportar tus ausencias
y no derrumbarme de golpe
del peso de las quimeras
que engañan el corazón
y nos llenan la cabeza
de vaciedades y de viento
y de sueños de grandeza
(lo que me soplaba el duende
de noche entre ideas negras
esperando un nuevo día
¡y otra mañana desierta!)
Y otra semana que pasa
¿qué digo? Que corre y vuela
y tú, reina, sin aparecer
mientras el tiempo se aleja
del día aquel que te conocí
que de fresa se hace sepia
en el arcón del recuerdo
(tan lleno de cosas viejas)
y me pregunto si aquel era yo
y no una copia de mí apenas
el que se enamoro de ti
como un niño, de golpe (a ciegas)
tanto que no me atrevía a decirlo
para que no se me rieran
oyéndome confesar, mi amor,
el amor aquél ¡tristeza!
¡Y me entran ganas de ti otra vez
aunque tu no te lo creas!
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