domingo, noviembre 13, 2016

La Danza de los Malditos

¡La noche mas larga en vela
y a la luz de las estrellas!

Que me bebí a palo seco
hora a hora, gota a gota
como se bebe el vino
“margo” que embriaga y embota

y yo salí “beodo” y curado
al cabo de tantas horas
de zozobra y de vigilia
¡qué incertidumbre angustiosa!

Y más fuerte (y más entero),
al cabo de la noche loca,
como si fuera un milagro
como andando entre las olas

tras la batalla nocturna
donde luchamos a solas
lejos de la retaguardia
presas de una fe rabiosa

en el destino y el futuro
de este mundo (¡de tanto idiota!)
que va y viene sin parar
como si fuera de goma,

de unas estrellas que nacen
y otras tantas que se agotan
que se alejan (¡o se acercan!),
y se apagan silenciosas

de esas galaxias de luz,
de constelaciones preciosas
como sus nombres antiguos,
que danzan y danzan solas

y en grupo también, entre ellas
la danza astral (y no es broma)
de los espacios eternos,
de una música misteriosa

¡La danza de los malditos
que aprendí a bailar (a solas)
a fuerza de oírla mi amor
y de ver danzar la Historia!

En sus idas y venidas
-¡y media/vueltas tramposas!-,
de un pasado que no pasa
y de un futuro que se asoma

entre dolores de parto
y sacudidas grandiosas,
entre guerras y entre treguas
desfilando al paso de oca

o a paso ligero (al trote)
de aquella Legión heroica,
la que hizo soñar a tantos
y que salvó tantas cosas,

oliendo (fuerte) a desierto
y a camello muerto (¡Y a honra!)


Qué lejos que me llevaste
mujer imprevista y sola
surgiendo de entre el gentío
en la noche quejumbrosa

-de frío de noviembre mustio-,
fría y bella ¡dios qué hermosa!
de un rojizo caramelo
amarillento en las hojas

y en las luces de la noche
que me hacen guiño -¡qué golfas!-
reflejándose en las aguas
del estanque, temblorosas,

al mirarlas muy de prisa
falto de tiempo (a solas)
cuando te vi así, por libre,
igual que un verso ¡miñona!

De tacones tan furiosos
y zancadas angulosas
pisando fuerte la acera,
mirando altiva y airosa,

y te seguí amor como un perro
husmeándote tú y tu sombra
a lo lejos, sin agobios
tan fugaz y tan marchosa

y la noche se me hizo eterna
a tu vera niña diosa
sentado cerca de ti amor
en el bar, como en la posta

a donde fuimos a parar
a golpes de carambola
entre fintas y despistes
tú y detrás, yo (como una bola)

y la noche se prolonga
y da vueltas como una peonza
y entras y sales y al fin te vas
¡zas! Y el verso se me hizo prosa

¿Fueron sólo acaso un sueño
esos ojos, una broma
del destino, de los astros,
que nos juntaron aposta?

Y se me rompió la noche
y su magia misteriosa
y me quedé triste y perplejo
mientras vaciaba mi copa

(sin ver la luz que alumbrabas
en mi alma soñadora)

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