martes, febrero 09, 2016

DE BUFONES Y TITIRITEROS INFAMES (CON PERDÓN)

Uilenspiegel. Un fantasma con el que se acaban topando más pronto o más tarde -como Don Quijote se topó con la iglesia- los españoles que se mudan a vivir a Bélgica. ¿Un loco, un héroe? Según los gustos. Héroe medieval renano -revisado y reconstruido- o un mendigo (gueux) anti-español, o loco (furioso) La polémica esta servida desde hace dos siglos cuando el personaje -pura invención sin fundamento histórico en la historia de los paises bajos antiguos, inspirada en la Leyenda Negra- fue imaginado por un belga acomplejado de expresión francófona y de nombre flamenco (De Coster), ilustrativo de lo que vendría a ser un principio motriz del estado belga independiente, a saber el llamado "compromiso a la belga", a costa muchas veces (¡ay dolor!) del pasado español (y de los propios españoles de carne y hueso) Antiguamente en Flandes todos reian, y hacían el ganso -como Uilenspiegel-, con los españoles en cambio, “en Flandes se dejó de reír: esa es la raiz del mito (fundador) del estado belga. Guerras de Flandes y farsa (flamenca) Sátira y guerra civil española interminable. ¿Una fatalidad inevitable como el amor en tiempos del cólera? Pero no a costa de la infancia inocente y de las victimas de la ETA
Rosa León era de mi barrio. La recuerdo aún calcetinera, muy rubia y con su estilo propio (de quinceañera) por lo que llamaba la atención y más aún en un adolescente avizor un poco mayor que ella como lo era yo.

Iba ella al Decroly que estaba muy cerca de mi casa y muy cerca también -a medio camino de un sitio y otro- de mi colegio de los Escolapios de San Fernando de la calle Donoso Cortés y eso sin duda le daba un plus de prestigio y de atractivo especial en el medio social de alumnos de colegio de curas que era el mío, que veíamos a los del Decroly y sobre todo a las alumnas de aquel colegio -especie de mirlo blanco de educación laica (dentro de un orden) y sobre todo mixta (¡ay dios!) en la enseñanza fuertemente monopolizada por el estamento eclesiástico (y rígidamente marcada por la separación de sexos que era la de la España de entonces (mediados los sesenta)- de unas miradas de lo más curiosas, y en el caso de las compañeras de clase de aquellos (un tanto insólitas), con especial fascinación.

Iba ella a menudo acompañada de una hermana cantante ya entonces, igual de rubia que ella y unos años mayor, y confieso que seguí de cerca -por razón de vecindad quiero decir, cruzándomela casi a diario aquellos años como así fue- su particular metamorfosis, socio/cultural e ideológica, como la de tantos y tantas de mi generación. Guardé no obstante hasta hoy en mi mente y en mi retina su imagen primera -en flor- de justo antes de aquella (drástica) transformación.

Y hoy casi di un bote en el asiento y a punto estuve de caerme en redondo leyendo sus intervención en la prensa claramente disconforme con los titiriteros por los que viene ahora el escandalo, como vino en la España de entonces de la mano de ella y de otros muchos como ella (lo buscaran ex profeso o no) De humanos es evolucionar vaya dicho de entrada en su descargo. ¿Evolucionó acaso ella? ¿Y quién no? También yo. No obstante, no hasta el punto de soportar consintientes -cornudos y contentos- cualquier tipo de provocación. Y la de los tireteros del Gora ETA (o ALKAETA) sin duda alguna que lo es.

Sátira e indignación, un binomio que fue de la mano a menudo a lo largo de la historia de nuestra civilización occidental como se habra encargado (solícitos) de recordarlo un articulo difundido por Yahoo en español (horresco referens), tratando de quitar hierro al tema y saliendo en suma -a la vista de la tempestad levantada que parece haber pillado de sorpresa a ese organo tan influyente de la prensa global- al quite, a la vez de la sátira (de izquierdas) y de la indignación (callejera o digital)

La sátira, un tipo de sátira particularmente ideológica anti-clerical y antirreligiosa, estuvo presente -algo rigurosamente cierto- en la preparación (y calentamiento) de los espíritus de cara a la eclosión de aquella manifestación de indignación callejera sin precedentes en nuestra historia que fue la irrupción del 15-M. Y pienso en particular en una procesión/laica que recorrió el barrio de Lavapies, de sátira de la Semana Santa; en la ocupación de la capilla universitaria de la Complutense por mujeres semi desnudas (pechos al viento) y también en un cómico italiano (anti-clerical) afincado en España -del que hace mucho que no volví a oír hablar-, Leo Bassi con el que me reí mucho en los tiempos que precedieron al 15-M (tras lo que aquella risa por decirlo así se me atrangantó), y fue en particular en un parodia que escenificó en Valladolid -que seguí por la red- en la que estuvo en un tris de meterle fuego al escenario disfrazado (genialmente) de bufón.

También me rei alguna vez con el Wyoming -un niño bien, retoño (así me consta) de una familia/bien de derechas, no sé si de los que ganaron la guerra o de los que se aprovecharon de los que la ganaron (que a fe mía que muchas de mis certezas se vieron ya hace mucho por los suelos, en la materia)- y me reí incluso con Pablo Iglesias, que es lo que prefiero retener de él, olvidandome (que no es poco) de todo lo demás .

Bufonería y subversión. El bufon (le fou du roi), el pícaro de nuestro Siglo de Oro que le sucedió, formaron parte del orden establecido -y de su mobiliario como quien dice en nuestros países occidentales no es óbice que venían fatalmente a generar -de por su existencia misma- una tensión peligrosa para el orden aquel como para los propios interesados, como lo ilustra el trágico fin de uno de los bufones mas ilustres de nuestra historia, a saber Don Francés de Zúñiga bufón del emperador nuestro/señor, muerto a manos de los que se habían sentido zaheridos por sus escritos , del que tomaría prestado Umbral el personaje de Francesillo de su Leyenda y otros (no menos autobiográficos) de otras de sus novelas guerracivilistas.

O la suerte que se vería reservada Francisco de Quevedo al final de sus días, después de reírse en sus barbas del personaje mas poderosos e influyente de una España como la de entonces, enfrascada en una guerra mundial (que al final perdió) O el caso tan emblemático de Estebanillo González, "hombre de buen humor", pícaro y gran bufón de la Espana imperial que hacía reir hasta llorar a aquellos aguerridos capitanes de Flandes tan machos (y tan heroicos) en funciones memorables en campaña, y que salia de los escenarios haciendo discretamente mutis por el foro para que no se vieran aquellas manos atadas a la espalda, aquella señal de infamia (sic) que formaba parte indeleble de su sino, o de su estado (civil) si se prefiere, de pícaro y de bufón. La infamia no existe (por propia/definición) en democracia.

Lo que en la practica se traduce en que el sambenito no lo cuelgan los propiamente infames sino otros -perfectamente honorables (e irredentos a la vez)- a modo de chivos expiatorios, que son los nuevos parias del mundo de hoy. El burlarse de las víctimas del terrorismo -vaya la verdad por delante- es propiamente infame, y el inculcar esa burla a la tierna infancia inocente y desprevenida, más infame aún. Y no creo que ni al bufón italiano antes mencionado ni a ese otro, Beppo Grillo que el del de la coleta invoca ahora (a toda prisa) cayeran tan bajo de mofarse en público de las víctimas del terrorismo de los años del plomo en su país.

Ocurre (nota bene) que en Italia brilla y brillaba por su ausencia -y por eso alli no hubo indignación calllejera (o al menos allí no cuajó)- ese decorado que nos persigue incansable desde hace ya tantos años a los españoles, a saber el de la guerra civil interminable.

(Como lo ilustran los premios Goya de la presente edición que cuentan (de nuevo) entre los galardones una adaptación de una de las piezas mas emblemáticas del teatro negro (y guerra civilista) de Lorca, titiritero de vocación que tanto hizo reír en la España de entonces -de la II República antes de que la risa acabase en llanto, como lo ilustra a la perfección su pieza “Doña Rosita y el lenguaje de de las flores” -que cito en mi libro reciente sobre Cataluña- estrenada con gran éxito de publico en Barcelona en diciembre del 35, unos meses antes de estallar la guerra civil: una sátira que hizo reir particularmente a muchos catalanes confortandeles sin duda (¡ay dolor!) en la imagen de escarnio que arrastraban de Andalucía y del resto de España y de los españoles, y de la que las risotadas se oían todavía cuando la farsa acabó desembocando en tragedia, apenas unos meses después.

¿Amor en tiempos del cólera? De sátira -y bufonería- en tiempos de guerra se podría (y se debería) hablar hoy mucho más, y discutir. Y de titiriteros y bufones infames, también (y con perdón)

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