Estatua al Lenín español (Largo Caballero) que dio su su "enterado" al asesinato de José Antonio en Alicante, situada delante de los Nuevos Ministerios en Madrid, teatro de la batalla campal entre comunistas y anarquistas (y socialistas y republicanos) en los últumos días de la guerra civil española. Todo un programa de desenterramiento de fosas, y del hacha de la guerra civil también a la par que aquellas, lo que simbolizan esas exaltaciones. Yo que él no estaria tan tranquilo en su pedestal con ese vendaval iconoclasta que vienen aventando en el ayuntamiento de la capital de España los celadores de su memoria. Cuando las barbas del vecino veas pelar (reza el refrán), pon las tuyas a remojarEl ayuntamiento de la capital de España se echa atrás, a medias. La retirada por las buenas (o por las malas) de placas y monumentos tildados de franquistas por orden de la concejala de cultura de la alcaldesa Carmena estos últimos días, habrá pinchado en hueso.
Con la iglesia hemos topado querido Sancho. Y habrá sido levantar la voz el Arzobispado de Madrid (Alcalá) defendiendo a los suyos eclesiásticos para que la alcaldesa iconoclasta se lo pensase dos veces y ordenase de inmediato reponer la placa en recuerdo de los carmelitas asesinados (agosto del 36), colocada a la entrada del cementerio de Carabanchel Bajo.
El monumento al alférez provisional derribado (por las buenas) y dejado a la vista del publico -durante unas horas- a modo de advertencia y de escarmiento, no habrá tenido la misma suerte. Como el falangista García Vara asesinado un año antes de estallar la guerra. A cada cual sus héroes y sus muertos, como decía Heidegger, y sus luchas y sus fregados, y yo voy a centrarme aquí en la postura capciosa del arzobispado invocando una mala aplicación -"inadecuada (sic)- de la ley de la memoria histórica, en nombre de la reconciliación de los españoles.
Que esa ley es funesta per se, no se les pasa por la cabeza a los reverendos del arzobispado, que sea de imposible (sic) aplicación -sin dar lugar ipso facto a estropicios y encontronazos como los que venimos presenciando tampoco se atreven siquiera a insinuarlo. Pero el problema de sus señorías, no viene de ahora.
"Pedimos perdón por no haber sabido ser ministros de reconciliación en el seno de un pueblo dividido por una gua entre hermanos" esos eran -para siempre grabados en la memoria del autor de estas líneas y en la de algunos otros- los párrafos mas incendiarios de la conclusiones de aquella asamblea conjunta tan incendiaria -de obispos y sacerdotes- del tardo franquismo que nos puso algunos en el disparadero, precisamente por aquel entonces, de tener que distanciarnos de la iglesia institucional lo que acabariamos consumando al cabo del tiempo y de mil vicisitudes.
La liturgia del perdón léase de la claudicación, por cuenta de nuestras (pretendidas) culpas y pecados históricos es algo en los genes por así decir de la iglesia institucional como saldría al destape en el concilio vaticano segundo y en el posconcilio inmediato pero habría que esperar al pontificado de Juan Pablo II para que ascendiese al rango de liturgia o paraliturgia secularizada -en clave ideológica y en parámetros y coordenadas de nuestra historia antigua, moderna o contemporanea- en la iglesia oficial, que el papa polaco no dejaría de oficiar a lo largo y a lo ancho de su pontificado con toda la pompa y el boato de los que se verían rodeados sus viajes apostólicos tan apoteósicos y sus giras planetarias urbi et orbe, jaleado y aclamado -con rara unanimidad por la prensa global- como no lo fue papa alguno en la historia contemporánea
Llama la atención en este fregado institucional entre el ayuntamiento el arzobispado al que asistimos la postura de Ciudadanos que parece ilustrar una vez más lo veleta -o veleidoso- de ese partido de sus dirigentes y del principal de todos ellos, a saber su padre fundador, Alberto Rivera. Se abstuvieron o votaron incluso a favor, en un montón de consistorios a l largo ya lo ancho de la geografía española desde las pasadas elecciones municipales hasta ahora, a cuento de mociones y propuestas de indignados y e izquierda guerra civilista en aplicación de la ley funesta y ahora de pronto se insurgen contra el reciente estropicio del ayuntamiento "marca Podemos" de la capital de España en materia de callejero y de placas y monumentos "franquistas"
¿Por qué lo hacen? ¿Síntoma de la división de opiniones dentro de un partido que tiene no poco de aluvión de gentes de diversas tendencias y procedencias, o fruto de un estrategia calculada de puja al alza en las negociaciones que se avecinan con el encargado (de tratar) de formar gobierno, el socialista Pedro Sánchez, como la acaba de desvelar el portavoz del partido, Girauta (ex - "pepero" y ex - socialista)?
¿O es acaso una orden recibida de lo alto léase de las alturas/celestiales (verbi gratia, vaticanas), en base a un máxima de política/religiosa conforme a la cual en todas las formaciones relevantes en política española cabe detectar desde la inmediata posguerra (y en particular desde el 45)- el dedo (o dedazo) de la jerarquía eclesiástica, mientras no se pruebe o contrario, por razón del anticlericalismo (o ateísmo) explicito de alguna de esas formaciones, por ejemplo? Y ni por esas.
¿Por qué meterse en unos charcos (sic) que no dan ningún fruto (sic) y permiten en cambio a los demogagos el calificar a ese partido de derechas? Es lo que se pregunta -resumiendo la cuestión de forma bien elocuente- uno de los simpatizantes de Ciudadanos en una de discusiones desatadas por este asunto en la red las últimas horas. Pues simplemente, porque no les queda otra alternativa.
Porque a la larga, todas aquellas fuerzas políticas que no se sientan ligados por la ley funesta tendrán que optar entre arriesgarse a verse sumergidos por las olas -de tsunami- de esa pugna histórica insoslayable, o dejar de lado ese tancredismo que hasta hora observaron, de una vez por todas.
En materia de memoria histórica, léase de Historia a la vez y de Memoria
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