viernes, agosto 17, 2018
DEGRELLE ESPAÑOL Y EL CONTUBERNIO DE BRUSELAS
Leon Degrelle desfilando ante las aclamaciones de la multitud en 1945, por el centro de Bruselas. Sus (dos) hijas que iban con él se refugiaron en España también y echaron alli raíces, con la ayuda –y el paraguas protector- del DNI español de su padre (a nombre de León José -como a su amigo mexicano muy admirado, José de León Toral, mártir de la causa cristera- de Ramírez Reina) Un Degrelle español, eso es lo que algunos belgas –sobre todo en la Magistratura- no le perdonan. Ni nos perdonan. Manes en Bélgica de la Leyenda Negra anti-española
Degrelle, Leon Degrelle, un nombre, y mucho más, que va y viene una y otra vez, en los años (treinta ya) que yo resido aquí en Bélgica. Y ahora mucho más omnipresente se diría al calor y ecos de la actualidad mas rabiosa, y es de las relaciones entre los dos paises, por culpa del líder (renegado) separatista Puigdemont y de la aventura secesionista en Cataluña. Como lo ilustra y pone de manifiesto la noticia –inaudita, difícil de creer (y más aún de digerir) - de la inculpación (o imputación) por denuncia de Pugdemont, del juez Llarena por la justicia belga. Que comento tambien -dada la gravedad del asunto- en mi blog en francés ¡Estamos aquí o en Flandes! –decían en exclamativa los españoles de entonces, de aquella época (y de aquellas guerras) Dificil de creer en verdad que la justicia belga se preste a una provocación semejante, marcando así el paso detrás de los tribunales alemanes -convenientemente y a su debido tiempo “desnazificados” no se olvide- que llevan ya un rato riéndose en sus barba –una provocación tras otra- de los magistrados españoles y de su justicia, y del estado de derecho español en definitiva, a vueltas con un magno desafío secesionista las horas que corren (…) ¿Y por qué lo hacen?
Y la respuesta a esta (lancinante) pegunta –mucho más acuciante y decisiva en ellos que en los alemanes- encuentra su clave en algo que no dejo de pregonar en este blog, en solitario, como quien predica en el desierto.
Y que no es mas que un botón de muestra inmarcesible que ni la guerra civil española ni la Segunda Guerra Mundial –que fue le continuación de aquella- han terminado todavía. Y si en el caso de los jueces alemanes se explica tanta anormalidad por esa politización de su justicia y de su magistratura a la que hice alusión mas arriba, en el caso belga, las razones son más bien de natura histórica y el ejemplo (o contraejemplo), y la figura en suma de Leon Degrelle, da cuenta asaz de lo que así a primera vista no puede ser visto, en España, en Bélgica y fuera de ellas, más que como una curiosa -e irritante- anomalía. Y es que es una venganza –a lo que asistimos ahora, y no otra cosa-, en ese contencioso entre España y Bélgica- por cuenta de Leon Degrelle, léase del refugio que encontró en España hasta el final de su vida (….) Después incluso, poco antes de fallecer, que la justicia española –y al cabo, hay que suponer, de cuantas y cuantas presiones de fuera- accediera a condenarle por negacionismo, lo que no logró –blanco u objetivo ultimo y supremo como lo era de la operación- el extraditarlo, y murió indómito, intrépido y desafiante en tierra española.
Hitler y Leon Degrelle, y entre los dos, el general Gille, de la Division SS Vikinga, tras la batalla de Tcherkassy. “Me hubiera gustado tener un hijo como tú”, lo que le dijo el Fuhrer. Y cabe (legítimamente) el conjeturar que si -en virtud de la (verdadera) eugenesia, filosófica (Platon), espiritual (y que me perdone el papa de Roma)- los hijos son mejores –o mucho mejores- que sus padres, un Degrelle a la cabeza del Nuevo Orden no hubiera (tal vez) cometido los errores garrafales y las faltas (imperdonables, hasta hoy) de alguien que le admiraba tanto
Un desafío (magno) en verdad no solamente a esa condena a la pena de muerte –botón de muestra de irritante anacronismo- que sobre él (nota bene) pesa todavía, sino -caigo ahora en la cuenta-, a un desenlace de la Segunda Guerra Mundial, y sus vencedores, y a sus sentencias y dictados, señal inmarcesible –solo caigo hora cabalmente en la cuenta también- que aquel veterano de los mas emblemáticos –en Bélgica sin duda el que mas- del bando de los vencidos, no reconocía –ni de palabra u obra, o por escrito- aquella derrota. Eso es lo que la muerte (de viejo, de muerte natural) de Leon Degrelle en la Costa del Sol a la sombra de sus viejos amigos y camaradas españoles de la Falange –entre ellos José Antonio Girón, artífice principal de aquel milagro/turístico, - simboliza para los amos (hoy por hoy) del mundo y por lo que quieren hacer pagar (como sea) a España y los españoles, aprovechando una de esas ocasiones que brinda raramente la historia, -una cada siglo apenas- al socaire de la tentativa secesionista en Cataluña. Los héroes –lo escribí en este blog no hace mucho- son luminarias que nos hacen divisar horizontes de futuro, y alumbran el cielo de la Memoria. Y cuando faltan, -o se olvidan, o se hunden en el descrédito y el deshonor- es como si dejaran tras de ellos un cielo sin estrellas o un mares sin luna. Lo que es lo mismo que decir -por aquello de donde hay vida hay esperanza- que mientras las banderas que ellos enarbolaron siguen en alto, la esperanza no se marchita de verlas triunfar algún día. Ellas o los ideales que proclaman o simbolizan. Bandera en alto pues, la que Leon Degrelle supo izar y y a la que fue fiel –no se olvide- hasta el final de su vida ()
Playa de la Concha de San Sebastian. 8 de mayo de 1945. Fecha del armisticio (Almirante Doenitz) del final de la Segunda Guerra Mundial. Estado del Heinkel-111 –propiedad del ministro Speer, de Armamento del Reich- que trasladaba a Leon Degrelle, en su aterrizaje a la desesperada. Lo que a costa de graves heridas le salvó la vida –a él y a los demás tripulantes- , y le forjó un refugio en España donde murió -casi cincuenta años más tarde- el 31 de marzo de 1994, en la Costa del Sol. El Degrelle español –y no el pro-nazi o pro-alemán- es el que algunos belgas soportan peor (…) Y del que quieren vengarse ahora, por cuenta de España. En Cataluña
Y no hay mejor forma de izarla que de evocar –en espiritu de revisión y de rehabilitación- los trazos y perfiles más señalados –aún los de más aristas- de su trayectoria y de su biografía, y sobre todo –más ilustrativos y reveladores entre todos ellos-, los trazos mas españoles, mas hispanos de la misma. Leon Degrelle decidió no rendirse ni quitarse la vida al final de la Segunda Guerra Mundial, como hicieron otros y apostó por España y con la perspectiva del tiempo transcurrido se puede decir que ganó (con creces) su apuesta; Recorrió, el día (o mas bien la noche) del armisticio- Europa por los aires de Norte a Sur -hasta la costa cntábrica española desde el Mar del Norte y los fiordos noruegos-, y con el depósito consumiendo sus últimas gotas de gasolina forzó un aterrizaje a la desesperada en aguas de la bahía de San Sebastian lo que le salvó –con la ayuda de esforzados voluntarios españoles, testigos absortos de la escena- la piel (pese a las graves heridas) y le abrió las puertas del futuro, de un futuro en el exilio (y en el aislamiento y bloqueo del mundo entero) pero futuro (aqui abajo) en fin-, y de una vida mas allá de la derrota, gracias a la neutralidad de la que su caso –como la prueba por el nueve- venia demostrar lo falso y falaz que era, no más que una neutralidad pactada a favor de los vencido de entonces. Como lo fue la de Suiza, la de Suecia y de otros países neutrales de Europa. Y fue gracias a ella que él pudo sobrevivir a la derrota de los suyos y salvar su vida.
Y es lo que algunos en Bélgica no perdonan –y digo calculadamente lo de algunos, revisando viejas posturas o ideas sobre el tema-, y es pensando en lo que le leí una vez a Jean Marie Le Pen sobre el puñado (no más) de personas que se habían opuesto en Bélgica a su regreso, bajo condiciones cómo no, como el pedía y pedía. ¿Y por qué no querían? Pues por lo que todo el mundo piensa, a saber, para no comprometer a ellos directamente o a sus descendientes- a figuras muy encumbradas (Spaak, Gaston Eyskens) de la casta/dirigente en la Bélgica de la posguerra-, y también por algo que sólo algunos decimos o pensamos en voz baja. y es para no despertar o soliviantar fantasmas del pasado común, a Bélgica y a España. Lo que vendría fatalmente a resucitar el episodio de la Segunda Guerra Mundial y también otros mucho mas hondamente enterrados –enfundados o envueltos (enfouis como los franceses dicen)- en los arcanos más recónditos y soterrados de la Memoria de los dos países; del pasado siempre en ascuas –allí como aquí- de las guerras de Flandes.
Y es que lo que impidió el regreso de Leon Degrelle y lo que compromete grave e irreversiblemente aún hoy- las relaciones entre los dos países lo es el perfil innegablemente español hispano del personaje. Y es que Degrelle se hispanizó en España –se nacionalizó español incluso (el precio de peaje a pagar dirán aquí alguno)- mas de la cuenta o del gusto de los que se negaron empecinadamente hasta el final a que volviera (a ofrecerle un juicio con garantías, como el pedía) Degrelle no solamente asimiló en grandes dosis las costumbres y la mentalidad –y la forma de vida- españolas, sino que dio muestras fehacientes de hacer suya la memoria española de nuestro pasado aquí, del pasado o del "régimen/español" (de los belgas) como aquí dicen. Su hijo único –muerto en un inexplicado accidente- esta enterrado allí, y sus hijas –las que sale en la foto tan divulgada delante del edificio de la Bolsa, aún durante la guerra- echaron allí raíces (y descendencia), y algunas de sus etapas de los primeros años de su exilio no dejan de interrogar al que esto escribe. Y es de por su lugar de refugio -el primero de una serie larga de ellos- en Constantina de la Sierra, provincia de Sevilla, lugar muy marcado por la guerra civil y donde se dio la circunstancia que fueron salvajemente asesinados –a manos de las turbas de izquierdas descontroladas, nada más estallar la guerra civil- personas (de edad avanzada) de mi propia familia que eran de allí, el recuerdo de los cuales, no es difícil de conjeturar, gravitó, de cerca en la vida de refugiado que llevó allí el líder rexista belga.
Leon Degrelle en su exilio español. Dando muestras de su fidelidad a la memoria histórica del pasado -o “régimen español”- de los Países Bajos, bajo los retratos de Carlos V y de Felipe II, monarcas legítimos de estas tierras
Y simboliza su hispanización –intolerable ya digo, para algunos belgas- la foto de sus primeros tiempos en España en su despacho, presidida por los retratos en grande de Carlos V y Felipe II en su calidad de monarcas legítimos de los países bajos (españoles), “les Pays Bas espagnols” como aún se les conoce por esas tierras. Un antídoto o conjuro o exorcismo en suma, la figura de Leon Degrelle contra la Leyenda Negra antiespañola que resucita ahora con fuerza por culpa de la secesión de Cataluña. Y una “guerra civil europea” interminable a la que asistimos como decía el historiador alemán Nolte, que no es en suma, mas que un ultimo capitulo o episodio o avatar –como sostuvo Dominique Venner en su “Historia de la Colaboración”- de las guerras de religión que tuvieron uno de sus teatros de operaciones (y uno de los capítulos mas encarnizados) precisamente por estas tierras. ¡Viva Leon Degrelle español! gritamos con más fuerza hoy que nunca, a riesgo de que el cielo se nos caiga encima (otra vez), y antes de que sea demasiado tarde. Si solo sirve o funge a modo de revulsivo, antes de que se consume la alta traición por cuenta de Cataluña. En el contubernio (concubinage) de Bruselas
Degrelle, Leon Degrelle, un nombre, y mucho más, que va y viene una y otra vez, en los años (treinta ya) que yo resido aquí en Bélgica. Y ahora mucho más omnipresente se diría al calor y ecos de la actualidad mas rabiosa, y es de las relaciones entre los dos paises, por culpa del líder (renegado) separatista Puigdemont y de la aventura secesionista en Cataluña. Como lo ilustra y pone de manifiesto la noticia –inaudita, difícil de creer (y más aún de digerir) - de la inculpación (o imputación) por denuncia de Pugdemont, del juez Llarena por la justicia belga. Que comento tambien -dada la gravedad del asunto- en mi blog en francés ¡Estamos aquí o en Flandes! –decían en exclamativa los españoles de entonces, de aquella época (y de aquellas guerras) Dificil de creer en verdad que la justicia belga se preste a una provocación semejante, marcando así el paso detrás de los tribunales alemanes -convenientemente y a su debido tiempo “desnazificados” no se olvide- que llevan ya un rato riéndose en sus barba –una provocación tras otra- de los magistrados españoles y de su justicia, y del estado de derecho español en definitiva, a vueltas con un magno desafío secesionista las horas que corren (…) ¿Y por qué lo hacen?
Y la respuesta a esta (lancinante) pegunta –mucho más acuciante y decisiva en ellos que en los alemanes- encuentra su clave en algo que no dejo de pregonar en este blog, en solitario, como quien predica en el desierto.
Y que no es mas que un botón de muestra inmarcesible que ni la guerra civil española ni la Segunda Guerra Mundial –que fue le continuación de aquella- han terminado todavía. Y si en el caso de los jueces alemanes se explica tanta anormalidad por esa politización de su justicia y de su magistratura a la que hice alusión mas arriba, en el caso belga, las razones son más bien de natura histórica y el ejemplo (o contraejemplo), y la figura en suma de Leon Degrelle, da cuenta asaz de lo que así a primera vista no puede ser visto, en España, en Bélgica y fuera de ellas, más que como una curiosa -e irritante- anomalía. Y es que es una venganza –a lo que asistimos ahora, y no otra cosa-, en ese contencioso entre España y Bélgica- por cuenta de Leon Degrelle, léase del refugio que encontró en España hasta el final de su vida (….) Después incluso, poco antes de fallecer, que la justicia española –y al cabo, hay que suponer, de cuantas y cuantas presiones de fuera- accediera a condenarle por negacionismo, lo que no logró –blanco u objetivo ultimo y supremo como lo era de la operación- el extraditarlo, y murió indómito, intrépido y desafiante en tierra española.
Hitler y Leon Degrelle, y entre los dos, el general Gille, de la Division SS Vikinga, tras la batalla de Tcherkassy. “Me hubiera gustado tener un hijo como tú”, lo que le dijo el Fuhrer. Y cabe (legítimamente) el conjeturar que si -en virtud de la (verdadera) eugenesia, filosófica (Platon), espiritual (y que me perdone el papa de Roma)- los hijos son mejores –o mucho mejores- que sus padres, un Degrelle a la cabeza del Nuevo Orden no hubiera (tal vez) cometido los errores garrafales y las faltas (imperdonables, hasta hoy) de alguien que le admiraba tanto
Un desafío (magno) en verdad no solamente a esa condena a la pena de muerte –botón de muestra de irritante anacronismo- que sobre él (nota bene) pesa todavía, sino -caigo ahora en la cuenta-, a un desenlace de la Segunda Guerra Mundial, y sus vencedores, y a sus sentencias y dictados, señal inmarcesible –solo caigo hora cabalmente en la cuenta también- que aquel veterano de los mas emblemáticos –en Bélgica sin duda el que mas- del bando de los vencidos, no reconocía –ni de palabra u obra, o por escrito- aquella derrota. Eso es lo que la muerte (de viejo, de muerte natural) de Leon Degrelle en la Costa del Sol a la sombra de sus viejos amigos y camaradas españoles de la Falange –entre ellos José Antonio Girón, artífice principal de aquel milagro/turístico, - simboliza para los amos (hoy por hoy) del mundo y por lo que quieren hacer pagar (como sea) a España y los españoles, aprovechando una de esas ocasiones que brinda raramente la historia, -una cada siglo apenas- al socaire de la tentativa secesionista en Cataluña. Los héroes –lo escribí en este blog no hace mucho- son luminarias que nos hacen divisar horizontes de futuro, y alumbran el cielo de la Memoria. Y cuando faltan, -o se olvidan, o se hunden en el descrédito y el deshonor- es como si dejaran tras de ellos un cielo sin estrellas o un mares sin luna. Lo que es lo mismo que decir -por aquello de donde hay vida hay esperanza- que mientras las banderas que ellos enarbolaron siguen en alto, la esperanza no se marchita de verlas triunfar algún día. Ellas o los ideales que proclaman o simbolizan. Bandera en alto pues, la que Leon Degrelle supo izar y y a la que fue fiel –no se olvide- hasta el final de su vida ()
Playa de la Concha de San Sebastian. 8 de mayo de 1945. Fecha del armisticio (Almirante Doenitz) del final de la Segunda Guerra Mundial. Estado del Heinkel-111 –propiedad del ministro Speer, de Armamento del Reich- que trasladaba a Leon Degrelle, en su aterrizaje a la desesperada. Lo que a costa de graves heridas le salvó la vida –a él y a los demás tripulantes- , y le forjó un refugio en España donde murió -casi cincuenta años más tarde- el 31 de marzo de 1994, en la Costa del Sol. El Degrelle español –y no el pro-nazi o pro-alemán- es el que algunos belgas soportan peor (…) Y del que quieren vengarse ahora, por cuenta de España. En Cataluña
Y no hay mejor forma de izarla que de evocar –en espiritu de revisión y de rehabilitación- los trazos y perfiles más señalados –aún los de más aristas- de su trayectoria y de su biografía, y sobre todo –más ilustrativos y reveladores entre todos ellos-, los trazos mas españoles, mas hispanos de la misma. Leon Degrelle decidió no rendirse ni quitarse la vida al final de la Segunda Guerra Mundial, como hicieron otros y apostó por España y con la perspectiva del tiempo transcurrido se puede decir que ganó (con creces) su apuesta; Recorrió, el día (o mas bien la noche) del armisticio- Europa por los aires de Norte a Sur -hasta la costa cntábrica española desde el Mar del Norte y los fiordos noruegos-, y con el depósito consumiendo sus últimas gotas de gasolina forzó un aterrizaje a la desesperada en aguas de la bahía de San Sebastian lo que le salvó –con la ayuda de esforzados voluntarios españoles, testigos absortos de la escena- la piel (pese a las graves heridas) y le abrió las puertas del futuro, de un futuro en el exilio (y en el aislamiento y bloqueo del mundo entero) pero futuro (aqui abajo) en fin-, y de una vida mas allá de la derrota, gracias a la neutralidad de la que su caso –como la prueba por el nueve- venia demostrar lo falso y falaz que era, no más que una neutralidad pactada a favor de los vencido de entonces. Como lo fue la de Suiza, la de Suecia y de otros países neutrales de Europa. Y fue gracias a ella que él pudo sobrevivir a la derrota de los suyos y salvar su vida.
Y es lo que algunos en Bélgica no perdonan –y digo calculadamente lo de algunos, revisando viejas posturas o ideas sobre el tema-, y es pensando en lo que le leí una vez a Jean Marie Le Pen sobre el puñado (no más) de personas que se habían opuesto en Bélgica a su regreso, bajo condiciones cómo no, como el pedía y pedía. ¿Y por qué no querían? Pues por lo que todo el mundo piensa, a saber, para no comprometer a ellos directamente o a sus descendientes- a figuras muy encumbradas (Spaak, Gaston Eyskens) de la casta/dirigente en la Bélgica de la posguerra-, y también por algo que sólo algunos decimos o pensamos en voz baja. y es para no despertar o soliviantar fantasmas del pasado común, a Bélgica y a España. Lo que vendría fatalmente a resucitar el episodio de la Segunda Guerra Mundial y también otros mucho mas hondamente enterrados –enfundados o envueltos (enfouis como los franceses dicen)- en los arcanos más recónditos y soterrados de la Memoria de los dos países; del pasado siempre en ascuas –allí como aquí- de las guerras de Flandes.
Y es que lo que impidió el regreso de Leon Degrelle y lo que compromete grave e irreversiblemente aún hoy- las relaciones entre los dos países lo es el perfil innegablemente español hispano del personaje. Y es que Degrelle se hispanizó en España –se nacionalizó español incluso (el precio de peaje a pagar dirán aquí alguno)- mas de la cuenta o del gusto de los que se negaron empecinadamente hasta el final a que volviera (a ofrecerle un juicio con garantías, como el pedía) Degrelle no solamente asimiló en grandes dosis las costumbres y la mentalidad –y la forma de vida- españolas, sino que dio muestras fehacientes de hacer suya la memoria española de nuestro pasado aquí, del pasado o del "régimen/español" (de los belgas) como aquí dicen. Su hijo único –muerto en un inexplicado accidente- esta enterrado allí, y sus hijas –las que sale en la foto tan divulgada delante del edificio de la Bolsa, aún durante la guerra- echaron allí raíces (y descendencia), y algunas de sus etapas de los primeros años de su exilio no dejan de interrogar al que esto escribe. Y es de por su lugar de refugio -el primero de una serie larga de ellos- en Constantina de la Sierra, provincia de Sevilla, lugar muy marcado por la guerra civil y donde se dio la circunstancia que fueron salvajemente asesinados –a manos de las turbas de izquierdas descontroladas, nada más estallar la guerra civil- personas (de edad avanzada) de mi propia familia que eran de allí, el recuerdo de los cuales, no es difícil de conjeturar, gravitó, de cerca en la vida de refugiado que llevó allí el líder rexista belga.
Leon Degrelle en su exilio español. Dando muestras de su fidelidad a la memoria histórica del pasado -o “régimen español”- de los Países Bajos, bajo los retratos de Carlos V y de Felipe II, monarcas legítimos de estas tierras
Y simboliza su hispanización –intolerable ya digo, para algunos belgas- la foto de sus primeros tiempos en España en su despacho, presidida por los retratos en grande de Carlos V y Felipe II en su calidad de monarcas legítimos de los países bajos (españoles), “les Pays Bas espagnols” como aún se les conoce por esas tierras. Un antídoto o conjuro o exorcismo en suma, la figura de Leon Degrelle contra la Leyenda Negra antiespañola que resucita ahora con fuerza por culpa de la secesión de Cataluña. Y una “guerra civil europea” interminable a la que asistimos como decía el historiador alemán Nolte, que no es en suma, mas que un ultimo capitulo o episodio o avatar –como sostuvo Dominique Venner en su “Historia de la Colaboración”- de las guerras de religión que tuvieron uno de sus teatros de operaciones (y uno de los capítulos mas encarnizados) precisamente por estas tierras. ¡Viva Leon Degrelle español! gritamos con más fuerza hoy que nunca, a riesgo de que el cielo se nos caiga encima (otra vez), y antes de que sea demasiado tarde. Si solo sirve o funge a modo de revulsivo, antes de que se consume la alta traición por cuenta de Cataluña. En el contubernio (concubinage) de Bruselas
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