En esta novela de James Ellroy -la última de las suyas y la primera de su nueva trilogía-, California se revela el centro de gravedad de Norteamérica y su mega urbe de Los Ángeles, la verdadera capital en la sombra de los Estados Unidos, -en rivalidad enconada con Washington y Nueva York-, y vértice fundamental de una Norteamérica de bajos fondos (“underground”) -junto con Chicago, Miami y Las Vegas-, y lo ilustra el protagonismo de aquel estado en la presente campaña presidencial donde figura como uno de los feudos asegurados -a tenor de los sondeos- de la candidata por el partido demócrata Hillary Clinton, que vendría a inaugurar caso de triunfo el próximo mes de noviembre una tercera presidencia Obama (en peor todavía) Sánchez se perfilaba en los últimos tiempos -hasta el batacazo de hace unos días- de “tapado” de la Casa Blanca, candidato de esa “spanish revolution” de los sueños y de los anhelos del presidente afroamericano y de su equipo, a la que no fácil creer que aún hayan renunciado.. ¿Vuelta y dale? Y por qué no. ¿Qué de menos extraño en un personaje que tantas muestras dio ya de obcecación y de ideas fijas? Sánchez a los Angeles en visita de recreo? Lagarto, lagarto!Pedro Sánchez vuela ahora a Los Ángeles con su familia -su mujer y sus dos hijas- para unas vacaciones de dos semanas. Eso es lo que nos cuenta sin rubor ni sonrojo ni pestañeo los medios en su edición de hoy. ¿Simples vacaciones tan fuera ya del periodo veraniego? Y por qué a Los Angeles? Preguntas en el aire. Y es que el anuncio del viaje del hasta hace unos días todopoderoso (e incombustible) secretario/general del PSOE solivianta de pronto no pocos fantasmas, entre algunos, como el que esto escribe. Fantasmas familiares algunos de ellos. Asociados con la memoria de mi difunto padre, oficial de aviación que estuvo destinado el curso 1956-1957 en una base aérea norteamericana del Illinois, -como aquí ya lo tengo contado- y que partir de entonces y si duda valiéndose de esa experiencia viajaría repetidamente -una vez al año de promedio- por cuenta de la compañía Iberia en donde comenzó a trabajar mas tarde, tras su vuelta a España, repetidas veces a los Estados Unidos mayormente a su costa Norte y mayormente a los Angeles, sede de la compañía de aviación Douglas suministradora de reactores DC-8 a su homóloga española en la década de los sesenta.
Fui pro yankee pues, circunstancia familiar obliga, y dejé de serlo sólo -recapacitando solo caigo ahora en la cuenta- con la administración Obama, por culpa de sus orientaciones generales en política internacional que se tradujeron -de una forma en extremo emblemática- en las primaveras árabes, y en particular por culpa de la "spanish revolution" -léase la movida de los indignados-, que contó (secreto a voces) con el alto patrocinio de la Casa Blanca y de la Administración Obama. Y si dudas me quedaban me confirmó en mi postura de distanciamiento la llamada crisis de las armas químicas -finales de agosto, principios de septiembre del 2013- en la que el mundo estuvo a punto de sumirse una deflagración mundial si el presidente afroamericano hubiera llevado su desafío al régimen de Bachar Al-Assad -de lo que estuvo en un tris- hasta el final, como todo así lo hacía presagiar y como los medios de la prensa global así, casi unánimes, lo pronosticaban.
Afortunadamente no fue así, y desde entonce el mundo vive realmente los inicios de un nuevo milenio -con mas de una década de retraso de su inicio oficial con arreglo al calendario-, caracterizado por lo que parece declive irresistible de la primera potencia hasta ahora del planeta, y la emergencia entre balbuceos -y dolores de parto también- de un nuevo orden mundial caracterizado pro la multipolaridad, y el ascenso imparable en apariencia de Rusia (post/soviética) al rango de super potencia que perdió tras la caida del Muro. La capital política de los Estados Unidos lo es Washington, la capital financiera -con sede en Wall Sreet- lo es la mega urbe de Nueva York, me temo no obstante que la capital real -y un tanto underground- de Norteamérica se vea camuflada de antiguo a los ojos de la opinión publica del planeta y que lo sea -en el fondo- la gran urbe californiana.
Esa era desde luego la impresión subliminal que se sacaba de las lecturas de las novelas de James Ellroy, el niño travieso de la novela/negra en Norteamérica que ya evoqué repetidas veces en estas entradas, y que tiene todas ellas de teatro invariable de operaciones la ciudad y el condado de Los Ángeles, y de protagonistas principales -entre una galería de personajes ficticios los unos, de carne y hueso e incluso históricos los otros- algunos agentes de su policía federal y de la policía del condado (del mismo nombre) La ultima novela de James Ellroy a la que hinqué el diente hace ya algún tiempo viene sin duda más que ninguna otra de las suyas a dejar traslucir lo ye aquí enuncia pretendo. La cual tiene como escenario a los Ángeles en el otoño del 41 y de telón de fondo histórico el ataque japonés a Pearl Harbor, y el antés y el después de aquello en las días -horas, y minutos- que precedieron al ataque y en los días y semanas que se le seguirían. Los Angeles en la política de James Ellroy -tal y como la describe en sus novelas- viene a ser grosso modo la capital en la sombra de los Estados Unidos, en el vertice de un triángulo con dos otras puntas en Chicago y en Miami, y de lugar geométrico las Vegas, capital del juego a escala del planeta (y alto lugar como las otras urbes mencionadas de la América “underground” y del crimen organizado)
Un liderazgo que viene sin duda en línea recta de la Segunda Guerra Mundial y del desenlace de la guerra del Pacifico -la "otra guerra" de la Segunda Guerra Mundial como así la vio el régimen de Franco-, en la que la costa Oeste del Pacífico y en especial la California estuvieron en primera linea del frente. Una guerra que como James Ellroy lo pone crudamente de manifiesto en su última novela (“Perfidia”) se vivió como una guerra de razas del lado de California lo que se traduciría fatalmente en persecuciones a gran escala (por cuenta a fe mía de una democracia USA ancha de espaldas) del colectivo inmigrante de ascendencia japonesa que se concentraba allí -por razón de proximidad o de menos distancia geográfica en relación con sus tierras de origen- de preferencia a otras zonas geográficas de los Estados Unidos, y que pago el pato -con detenciones y deportaciones (y ejecuciones) en masa- del bombardeo célebre. Y la importancia política de la urbe californiana que la visita súbita e inesperada de Pedro Sánchez viene ahora a poner en el centro de la escena, se reviste de actualidad y vuelve a prense a la ve de manifiesto en la campaña presidencial norteamericana en curso, que tiene en California uno de los bastiones del partido demócrata y de su candidata Hillary Clinton que aspira a acceder al que fuera su superior jerárquico en la Casa Blanca -de sus tiempos de titular de la Secretaría de Estado- el actual presidente Obama.
¿La voz de su amo, Pedro Sánchez (o de su ama)? Esa es la imagen nítida que da desde luego, como la dio durante sus sucesivos mandatos su predecesor a la cabeza del partido socialista, José Luis Zapatero. Que vendría a patrocinar -por instigación y sugerencia del mandatario norteamericano (como aquí ya lo tengo sobradamente explicado)- la “spanish revolution” del 15-M (como aquellos, por su cuenta y riesgo la bautizaron) Como una vuelta a l redil pues en busca de consejos -en los Ángeles, en las Vegas o en Chicago o directamente en Washington (y en cualquier despacho perdido de la Casa Blanca)- , del líder socialista “podemizado” y destronado, y tal vez de un nuevo espaldarazo, que le permita con un mínimo de posibilidades de éxito su vuelta a la política activa de en primer plano y a postularse para la dirección del partido incluso tras su descomunal batacazo, y que le permitiría liderar la reivindicación (fetiche) del congreso/extraordinario -y de nuevas primarias- y “pari passu” la oposición a la actual dirección en fase de incubación a ojos vista las horas que corren, que se nutre en gran parte -como la reciente crisis del partido lo habrá puesto de manifiesto- en una podemizacion creciente (perroflauta) de sus militantes, sobre todo de los más jóvenes (en unas regiones más que en otras, eso es cierto? ¡Vivir para ver fantasmas míos!
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