La tumba del Gigante, en la foto, el paraje -de gran belleza (doy fe de ello, que allí estuve)- de la región de Bouillon en la zona valona del Bélgica donde debía tener lugar -por voluntad del finado- el esparcimiento de las cenizas de Leon Degrelle que era de allí, lo que produjo gran alarma a los más altos niveles del estado belga en el momento del fallecimiento de aquél (en 1994) La cremación (o incineración) -y el esparcimiento de cenizas (ahora terminantemente prohibido por el papa de Roma)- son una moda y a la vez un signo de los tiempos, que desafían y amenazan al poder espiritual (y político) -sobre las conciencias- de la iglesia católica y en menor medida de otras confesiones religiosas, el que éstas siguen ejerciendo sobre todo en materia de enterramientos, en nuestro mundo actual. Como lo pone de manifiesto en España la ley de la Memoria Histórica que goza a todas luces del níhil óbstat pontificio -a tenor del silencio (sepulcral, y vergonzoso) que guardaron hasta hoy sobre el tema- y que tiene en el enterramiento “como es debido” -léase la sepultura eclesiástica (desenterrar y volver a enterrar, cris-tia-na-men-te, aunque se hunda el mundo)- la reivindicación principal de su empeño exhumador, y guerra civilista“Noviembre, mes de los muertos, y de la muerte señera”, escribí en uno de los poemas recogidos en mi libro “Cantos de Amor y de Guerra Civil” Y conforme nos vamos acercando al mes de los difuntos, la Muerte con mayúsculas se pone a ocupar el centro de la escena a través de la fiesta (neo pagana) de Hoalloween difundida hoy por todas partes en los países occidentales, y las visitas a las cementerios, que son una de las principales supervivencias de la practica religiosa (tn decaída) en los países occidentales (de tradición cristiana todos ellos), e inseparables de la historia del (judeo) cristianismo.
Como un mentís provisorio aunque solo sea -por partida doble, de raíz pagana o judeo/cristiana- a esa propaganda fide tan obsesiva que difundió la iglesia urb et orbe trs el concilio, y que denigraba la (llamada) cultura de la Muerte en nombre del derecho a la Vida (con mayúsculas) Aquí ya me insurgí en numerosas ocasiones en contra de esas simplificaciones abusivas que tanto rédito granjearon las últimas décadas a las distintas instancias religiosas y eclesiásticas en el conjunto de los países católicos -y en particular al Vaticano y al papa de Roma- , en términos de influencias social y de una reconquista de gran parte de su poder perdido en el posconcilio inmediato sobre las conciencias y el fuero interno de los fieles creyentes.
El concilio vaticano segundo pretendió acabar con el maximalismo de la creencias -léase, devociones ms o menos supersticiosas, tradiciones obsoletas o asi consideradas por muy antiguas o milenarias que fueran etcétera, etcétera (...)- para reducirlo todo a lo esencial (sic) que nos repetían a todas horas de forma atronadora y que no se veía muy bien lo que viniera a ser, si no fuera el pauperismo bíblico y la practica mas o menos embozada o solapada de la lucha de clases en nombre de los pobres (alter cristus) a escala del planeta. Y como en un efecto de bumerán en las últimos décadas y en particular a partir de los inicios del pontificado de Juan Pablo II, habremos asistido a un resurgir impetuoso de todo ese mundo de creencias -mas o menos supersticiosas- enterrado oficialmente en el concilio o a seguir al mismo, y con ellas de todo ese otro mini/universo de interdictos de tabúes, y de condenas plasmadas a menudo en una enumeración interminable de “ismos” (o etiquetas)
El naturalismo, el nihilismo y el panteísmo (sic) son los que mas parecen ahora preocupar al vaticano y al papa actual a tenor del documento que acaba de ver la luz en materia de cremación o incineración de cadáveres), emanante de uno de los mas influyentes y poderosos dicasterios vaticanos, el de la doctrina de la fe” (un respeto) La cremación o incineración nunca desapareció del todo en nuestra civilización occidental tras la propagación del (judeo) cristianismo -como la pólvora-, después de haber sido practica generalizada lo mismo en la Grecia que en la Roma antiguas.
El cristianismo primitivo se opuso frontalmente a la práctica de la cremación en nombre de la creencia en la resurrección de la carne, el tema por excelencia de la doctrina cristiana y del mensaje evangélico que viene a revelar o a poner al destape de la forma más clara o manifiesta los orígenes judíos -o judaicos- del cristianismo primitivo, léase su lazo (estrecho) de parentesco con un judaísmo que era en su esencia y en sus mismísimos orígenes una religión mesiánica, que profesaba la fe en la vuelta del Mesías -de Israel- “en gloria y majestad” Si jesucristo no ha resucitado vana es nuestra fe, sentencio Pablo de Tarso , al que Nietzsche reprochaba de haber razonado a golpe (sic)de alucinaciones (…) Pero en fin, no pretendo convencer a nadie, ni socavar las convicciones de nadie en este articulo. Buenos o malos, escribió Maurras, nuestros gustos son nuestros. Y la religión, las convicciones intimas sobre las realidades esenciales, y el principio y el fundamento (sic) del paso del hombre sobre la tierra, tienen no poco de una cuestión de gustos también.
Y está claro que el principio o dogma filosófico del eterno retorno -subyacente y ominpresente en todo el acervo cultural y religioso de la Antigüedad clásica (pagana)- nos parece mucho más sugestivo que la concepción lineal reductora y monoteísta -judía- de mundo y de la historia, que recobraría actualidad en las últimas décadas con las teorías del llamado “fin de la historia” desarrolladas y difundidas por la corriente neo conservadora -pro/sionista o filo/sionista- de los neo/conservadores (neo/cons) en los estados Unidos. Y de lo que la resurrección de la carne no viene a ser más que un simple corolario.
Rezaba la teología tradicional -que el autor de estas linea estudió en el seminario de Ecône- que la eternidad del mundo era un postulado filosófico que no tenia nada de objetable desde un punto de vista puramente racional, tal y como se ve formulada esa cuestión en la Summa Teológica de Tomas de Aquino (que estudiábamos en aquel seminario tradicionalista, en una edición español de la BAC en su texto en latín, not bene, y conforme a los planteamientos má rancios y exigentes de la escolástica, a base de argumentos y contra argumentos, de “sed contra (s)” y cuerpo del articulo, y de citas bíblicas acompañando (y demás) El tema le mereció al doctor/común un opúsculo de su fase de madurez, a saber, “De la eternidad del mundo- , que desataría la crisis mas grave a no dudar en la historia del pensamiento medieval, por la condena del doctor común por parte del obispo de Paris -y rector de la Sorbona-, en particular de una serie de proposiciones que se le atribuían a aquél, entre ellas nota bene la de la eternidad del mundo precisamente.
El obispo aquél venia a representar la tradición judeo cristiana -integrista antes de tiempo- y Tomás de Aquino en cambio, la conciliación o compromiso histórico entre el cristianismo y la Antigüedad clásica y filosófica representado sobre todo en aquella fase de la historia del pensamiento medieval por la figura de Aristóteles, y el conjunto de su obra de la que la eternidad del mundo era no dudar uno de los postulados mas emblemáticos. Ahora en cambio, el papa argentino que coqueteó no poco con la teología (neo-marxista) de la liberación en sus años jóvenes -en Argentina, como el conjunto de la orden jesuita en la América ex hispana-, en los interdictos que acaban de anunciarse -con níhil óbstat pontificio- en materia de cremacion en este ultimo documento vaticano. viene a querer exhumar por paradójico que parezca ese integrismo doctrinal (por anticpado) de signo judeocristiano en contra de la escolástica tomista, de aquel obispo de la Sorbona del siglo XIII, y del padre Las Casas mas tarde -que pedía que cayera fuego del cielo sobre la España de la Conquista de América (hoy nota bene camino de los altares)- en contra del humanismo renacentista del imperio de Carlos V, y que viene a ser el poso mas profundo de la tradición judeocristiana, en la que el conde de Maistre vendría a a descubrir -y denunciar- tras el estallido de la Revolución Francesa, ”el veneno oculto en los evangelios”
El desafío se centra ahora sobre todo en el control de la conciencias de los católicos urbi et orbe cada vez más solicitados por modas o ideas nuevas en materia del trato o del culto debido a los difuntos, y en una una lucha (despiadada) por el poder en el ámbito de lo espiritual, léase de la política religiosa. Pero así, el vaticano ni viene menos clamorosamente a pner al descubierto el fondo judio del cristianismo, que a acabaría suplantando a la civilización antigua, léase a la civlización europea. ¿Y por qué precisamente ahora? La pregunta del millón.
¿Nada que ver con ee empantanamiento que sufre en España la aplicación de la ley de la Memoria histórica las horas que corren, que goza todas luces de todos los plácemes y parabienes vaticanos (y pontificios) -a tenor del silencio cómplice y sepulcral que habrán guardado hasta ahora al respecto- y y que hace del enterrar "como es debido" -léase en sepultura eclesiástica- los cadáveres de uno de los bandos de la guerra civil española, la reivindicación o motivo principal de ese empeño (tan febril) “exhumador”, que viene fatalmente a resucitar la guerra civil española interminable? ¡A otro perro con ese hueso!
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