domingo, octubre 02, 2016
Luz de Atardecer
Ganar, más duro y difícil
que el perder (¡ya tantas veces!)
por la falta de costumbre
¿o es que eso nos pertenece?
Como si a ciertas especies
a ciertas razas de gente
de la raza tan maldita
de los invictos...perdedores
nos resultara imposible
el gustar de aquellas mieles,
y en la noche de triunfo
mi alma gemía silente
de la angustia del vacío
del peso de la incertidumbre
a años luz de todo aquello
¡ausente y siempre presente!
Melancólico y cansado
triste y languideciente
vagando por los espacios
en pos de un amor pendiente
como si aquellos rencores
se apagasen de repente
contra aquel pobre diablo
novio de la Mala Suerte
viéndole morder el polvo
tan manso y tan obsecuente
como los tigres de papel
que se desinflan (sin muertes)
y de golpe sentí algo en mí
que no era falta de fuelle
sino una especie de vértigo
¡la llamada de las cumbres!
de los destinos atípicos
y de los tiempos difíciles
de héroes como de enanos,
y de mi sino imposible
dándome vuelta y más vueltas
con el cuerpo y con la mente
mientras fraguaba estos versos
al calor, amor, de la lumbre
de la lumbre de tus ojos
y del fuego de tus sienes,
y al olor de tu recuerdo
el de tus pechos tan firmes
de tu silueta volátil
errática (imprevisible)
que donde menos se espera
salta la liebre (¿me entiendes
lo que decirte pretendo
mujer?), cómo te veo, cómo eres
mujer/liebre de monte y valles
¡Luz de mis atardeceres!
De noche corrió mi vida
sin darme cuenta siquiera
al trote alegre (¡al galope
la mitad de mi existencia!)
El bofe siempre en la nuca
de la suerte traicionera
del destino adverso y fatal
de un paria sin serlo -¡M...!-,
de una negra persecución
insidiosa, sin fronteras
amainando a veces, cierto,
pero sólo en luna llena
cuando los perros aúllan
cantan alto las sirenas
y se muestran las mujeres (¡ay!)
tan extrañamente herméticas
como cuando yo te crucé
aquella noche en Bruselas
insólita y subyugante
y al acecho de su presa
qué noche linda aquella amor
lindo espejo de tu estrella
al claro de luna (oscura)
entre luces y entre nieblas
como así te vi yo siempre
como así a mostrarte aciertas
acompañada de la Luna
¡tu más leal compañera!
como me gusta evocarte
en la noche dominguera
ahora que se echó el otoño
y que el invierno se acerca
y así entro de pronto en trance
en mi alma en pie de poeta,
y en la noche fresca y bruja
(¡dios qué linda camarera!)
fresca y bruja como tú
un poco, amor, no te ofendas
que así es como a mí me gustas,
noctámbula (de alma incierta)
que el perder (¡ya tantas veces!)
por la falta de costumbre
¿o es que eso nos pertenece?
Como si a ciertas especies
a ciertas razas de gente
de la raza tan maldita
de los invictos...perdedores
nos resultara imposible
el gustar de aquellas mieles,
y en la noche de triunfo
mi alma gemía silente
de la angustia del vacío
del peso de la incertidumbre
a años luz de todo aquello
¡ausente y siempre presente!
Melancólico y cansado
triste y languideciente
vagando por los espacios
en pos de un amor pendiente
como si aquellos rencores
se apagasen de repente
contra aquel pobre diablo
novio de la Mala Suerte
viéndole morder el polvo
tan manso y tan obsecuente
como los tigres de papel
que se desinflan (sin muertes)
y de golpe sentí algo en mí
que no era falta de fuelle
sino una especie de vértigo
¡la llamada de las cumbres!
de los destinos atípicos
y de los tiempos difíciles
de héroes como de enanos,
y de mi sino imposible
dándome vuelta y más vueltas
con el cuerpo y con la mente
mientras fraguaba estos versos
al calor, amor, de la lumbre
de la lumbre de tus ojos
y del fuego de tus sienes,
y al olor de tu recuerdo
el de tus pechos tan firmes
de tu silueta volátil
errática (imprevisible)
que donde menos se espera
salta la liebre (¿me entiendes
lo que decirte pretendo
mujer?), cómo te veo, cómo eres
mujer/liebre de monte y valles
¡Luz de mis atardeceres!
De noche corrió mi vida
sin darme cuenta siquiera
al trote alegre (¡al galope
la mitad de mi existencia!)
El bofe siempre en la nuca
de la suerte traicionera
del destino adverso y fatal
de un paria sin serlo -¡M...!-,
de una negra persecución
insidiosa, sin fronteras
amainando a veces, cierto,
pero sólo en luna llena
cuando los perros aúllan
cantan alto las sirenas
y se muestran las mujeres (¡ay!)
tan extrañamente herméticas
como cuando yo te crucé
aquella noche en Bruselas
insólita y subyugante
y al acecho de su presa
qué noche linda aquella amor
lindo espejo de tu estrella
al claro de luna (oscura)
entre luces y entre nieblas
como así te vi yo siempre
como así a mostrarte aciertas
acompañada de la Luna
¡tu más leal compañera!
como me gusta evocarte
en la noche dominguera
ahora que se echó el otoño
y que el invierno se acerca
y así entro de pronto en trance
en mi alma en pie de poeta,
y en la noche fresca y bruja
(¡dios qué linda camarera!)
fresca y bruja como tú
un poco, amor, no te ofendas
que así es como a mí me gustas,
noctámbula (de alma incierta)
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