martes, septiembre 01, 2015

SIRIA Y EL LIBANO A CALZÓN QUITAO

El entonces joven líder de las Fuerzas Libanesas –léase las milicias falangistas “corrrectamente” rebautizadas- Amin Gemayel (hermano de Bechir) futuro presidente del Líbano, de uniforme en el centro de la foto (llevándose la mano a la cabeza), tras el asalto –con la cobertura del ejército sirio (de Hafez-el Assad, padre de Bachar-el-Assad)- al campo de refugiados palestinos de Tel-al-Zaatar (agosto de 1976) durante la guerra civil libanesa, de lo que tuve ocasión de asistir años más tarde a la proyección de un documental a cargo de los representantes de aquellos en la Alta Normandía durante el tiempo que permanecí en Francia, en el marco de la Fraternidad San Pío X de Monseñor Lefebvre que figuraban entre sus partidarios incondicionales y patrocinaban aquella reunión, que presidí (de hábito sacerdotal) por cierto. La guerra del Líbano vista por ojos occidentales se caracterizó por volteretas espectaculares en las alianzas de los bandos beligerantes (del lado maronita al menos) Años más tarde, cuando el atentado que costó la vida a Bechir Gemayel (junio del 82) seguido de los ataques a los campos de Sabra y de Chatila (en represalia por el atentado aquél), las tornas habían cambiado y los cristianos maronitas jugaban la baza israelí (a fondo) E ilustra inmejorablemente ese aspecto movedizo –críptico, laberintico para europeos- de la guerra del Líbano el que el principal protagonistas de aquel ataque a los dos campos de refugiados acabados de mencionar del lado maronita, Elías Hobeika –brazo derecho de Bechir- acabaría asesinado años más tarde –habiendo ocupado el puesto de ministro en gobiernos pro sirios tras la guerra- en un atentado atribuido a agentes del Mossad israelí
La guerra de propaganda se prosigue con rabia y empecinamiento en los medios de la prensa global por cuenta del aluvión inmigrante que no cesa ni en Alemania ni en Bélgica (donde resido) Mientras, el ABC dedica al tema un artículo certero de Juan Manuel de Prada bajo el titulo "la sangre de los sirios" Es más o menos lo que piensa sobre el tema el autor de estas líneas o así lo creo porque en acontecimientos de la actualidad candente las situaciones se dan la vuelta en menos que canta un gallo y lo que la Realpolitik hoy aconseja lo desaconsejaba ayer y viceversa.

Y viene a cuento de la acusación -como un lamento- que viene circulando en la red desde el inicio de la guerra civil siria en contra de Bachar-al-Assad de ser causante –léase, su padre Hafez-el-Assad jefe del estado entonces- de la muerte de Bechir Gemayel el líder de las falanges libanesas muerto en junio del 82 –recuerdo perfectamente la fecha porque me pilló en la cárcel portuguesa donde acababa de entrar unas semanas antes a raíz de mi gesto de Fátima- en un atentado a base de explosivos que destruyó por completo la sede de las Fuerzas Libanesas en Beirut y en el que murieron más personas (hasta cuarenta), en una fase particularmente cruenta de la guerra del Líbano, tras la invasión israelí, y que se vio seguido justo al día siguiente de los ajustes de cuentas –con cobertura del ejército israelí Tsahal estacionado alrededor- de los falangistas de las Fuerzas Libanesas contra guerrillero palestinos de la OLP en los campos de refugiados de Sabra y de Chatilla, que me pesaron quintales en Portugal estando allí preso, y fue por culpa de la presencia en el mismo establecimiento en el que yo me encontraba –de Vale de Judeus- de un miembro de la facción palestina de Abu Nidal (escindida de la OLP) que había sin duda oído decir allí dentro a voces piadosas -en aquel medio cerrado de presos de derecho común en el que realmente muy pocos daban muestra de asumir posturas políticas salvo un minoría irreductible (pesadilla, meu deus!) de izquierdas o de extrema izquierda, los quinquis españoles o hispano/portugueses entre ellos por supuesto-, que el cura español aquel que había querido matar al papa tenía un pasado falangista (español) ¡No decían nada!

A saber, que debía ser partidario de las falanges (kataeb) en la guerra civil libanesa lo que en el fondo era cierto en mi fuero interno aunque nunca lo había dejado traslucir de forma alguna por nimia que fuera, pero que allí dentro dicho así de sopetón sonaba a amenaza de muerte (o de agresión física) más que a otra cosa. Y efectivamente aquel rumor me valió no pocas situaciones enfadosas y embarazosas –y peligrosas, al borde a veces del enfrentamiento- en mi cohabitación forzosa con aquel guerrillero palestino allí dentro, lo que me permitió no obstante llegar a captar un poco de su mentalidad y sus formas de reaccionar y me vacunó no poco también de echar mi cuarto a espadas en polvorines ajenos o de no andarme al menos con pies de plomo en ellos, y fue al cabo de unos lances dialecticos –generalmente tensos- en los que se entremezclaban su propósito visible (y un tanto penoso) de convertirme al islam (suní) a toda costa y su afán de explicarme la visión que era la suya de la guerra del Líbano en la que según él el factor religioso y confesional no jugaba papel alguno, achacando la beligerancia cristiano maronita al papel del clan Gemayel (sic) que utilizaban -según él- la motivación religiosa y la bandera confesional en provecho propio.
Los diputados libaneses –elegidos diez y seis años atrás, antes del inicio de la guerra civil- reunidos con el general Aún en el momento de su partida para la Arabia Saudita donde serian firmantes de los acuerdos de Taef (22 de octubre 1989) –patrocinados por el monarca saudí, el rey Hassan II de Marruecos y el presidente de Argelia (Chadli Bendjedid), con el visto bueno de Bill Clinton- unos meses antes de la terminación de la guerra del Líbano. El general Aún rechazó el acuerdo por considerarlo una oficialización de la presencia siria en el Líbano y de la partición del país. El ex - presidente maronita (falangista) Amin Gemayel en cambio, ya en el exilio, se manifestó proclive a aceptar el acuerdo en nombre (sic) de la identidad árabe del pueblo libanés. Lejos estaban ya la colaboración estrecha con el ejército israelí durante su ocupación del Líbano en 1982, encarnada sobre todo en la figura de su hermano Bechir Gemayel asesinado en un atentado atribuido a un agente palestino. Y se puede decir que Taef fue el principio del fin de la causa de los cristianos libaneses, que se vería sellada unos meses más tarde con el estallido de la primera guerra del Golfo. Entre la Arabia Saudí, Siria e Israel, la guerra del Líbano fue teatro de una danza (oriental) de alianzas sucesivas por parte de los cristianos maronitas. El que ama el peligro en él perece (reza la biblia canónica)
Salí no poco vacunado ya digo, y así me mantuve –cauto y a distancia- en los inicios de la guerra en Siria hace ahora cuatro años, exactamente hasta el desenlace de la guerra en Libia, donde la vista del espectáculo de la ejecución salvaje del coronel Gadafi y de las carcajadas de la señora Clinton –transmitidas igualmente en directo urbi et orbe- de las que se vería acompañado, me aclararon las ideas.

Al pecado penitencia y si el régimen sirio se hizo reo de injerencia culpable en la guerra civil libanesa –como lo sostienen algunos entusiastas- lo habrá pagado con creces con la agresión externa que viene sufriendo desde hace ya cuatro años que les redime a los ojos de muchos como el que esto escribe ante la realidad tan flagrante que habrá puesto el gran destape el espectáculo al que estamos asistiendo del aluvión inmigrante en los países europeos, sirios en su mayoría.

No me digan, cuatro millones de refugiados en su mayoría de confesión suni, dan cuenta de un gran porcentaje de la población de aquel país que muestra mucho más apego por su propia confesión religiosa que por el país en el que nacieron que abandonan de forma tan masiva y estruendosa .

Falanges libanesas y falange española (tradicionalista) y de las JONS, léase el partido único del franquismo y del tardo franquismo ¿cualquier parecido con la realidad pura coincidencia? Es cierto o así siempre se nos dio entender, que las falanges libanesas (léase el partido Kataeb) fueron fundadas por Pierre Gemayel –el padre de Bechir (a no confundir uno y otro como algunos hacen)- cristiano maronita, tras su asistencia (unos meses antes) a los Juegos Olímpicos de Berlín (de agosto del 36) en un boto de muestra -al lado de muchos otros- del enorme eco que la experiencia nazi encontró entre las minorías cristianas –y no sólo- de Oriente Próximo, en Palestina como en el Irak, en Siria y en el Líbano, lo mismo que en el Magreb y en Egipto sobre todo, tanto entre cristianos coptos como como entre musulmanes. Un pecado original que les lastraría políticamente no poco en la posguerra como ocurriría con el partido único en España después del 45.

La guerra del Líbano y la alianza de circunstancias anti-OLP con Israel permitió resurgir políticamente a las falanges (Kataeb), “correctamente” rebautizadas “Fuerzas Libanesas”, lavándose así (un poco) esa mancha indeleble de su orígenes a los ojos de los nuevos amos del mundo (tras el 45), que se veía plasmada principalmente –como un ferrete de ignominia- en ese nombre (árabe) de “kataeb” o en la significación que me diga de su traducción a las lenguas occidentales porque es obvio que traducir aquél por “falange”, un término y una noción de origen griego, supone un salto semántico propiamente acrobático no me digan –como toda traducción se me replicará, y en este caso sin duda mucho más todavía-, que nos remonta muy atrás por la noche de los tiempos al Oriente misterioso de los siglos de Imperio romano. Firmaban no obstante así su sentencia de muerte.

No importa, nos sentimos en su momento identificados con la lucha de las falanges libanesas y con algunos de sus episodios mas sobresalientes como el asalto al campo de Tel-al-Zaatar del que me fue dado asistir a la proyección de un video durante mi estancia en Francia en el marco de la Fraternidad San Pio X que apoyaba a fondo a las falanges libanesas. Y lamenté con la misma sinceridad su derrota tras el desenlace de la guerra civil libanesa al margen de la Primera Guerra del Golfo y como una secuela colateral de esta, que es lo que fue en la medida que tanto Saddam Hussein como los israelíes súbitamente enfrentados (gigante USA interpuesto) dejaron caer al campo cristiano maronita al que habían apoyado hasta entonces. Hoy ya, como digo, no guardo de todo aquello una visión tan rosa (o edificante o en blanco y negro) ¿Quién traicionó a quien? Lo del huevo y la gallina tal vez.

Los falangistas libaneses -algo que a una óptica puramente española tal vez escapase mucho si no del todo- fueron los niños mimados de la opinión pública francesa –memoria del antiguo colonial obliga- y de los medios en Francia durante toda la duración de la guerra civil en aquel país, y de su clase política también -de izquierda a derecha (con la excepción de la extrema izquierda comunista)- como tuve ocasión de percatarme durante los dos años de mi estancia allí (1980-1982) en el marco de la fraternidad sacerdotal de Monseñor Lefebvre.

Llegué a tener incluso contactos con uno de los portavoces de la Fuerzas Libanesas en Francia –un joven maronita educado en la universidad San José de los jesuitas de Beirut-, y a fe mía no puedo decir que hubiese mucha química entre él y yo, para qué negarlo. Como un aliado de circunstancias me debía ver tal vez –un tanto impresentable tal vez al lado de otros aliados con los que contaban-, como todos esos aliados que fueron teniendo y sucesivamente dejando de lado a lo largo de la guerra civil.

Roma no paga traidores, rezaba la vieja sabiduría imperial, de un Imperio que supo ser fiel a sus alianzas, clave de su grandeza. Y esa es la moraleja principal –para uso y consumo de españoles- que me merece este tema (un tanto engorroso) de la guerra civil libanesa. Soy pro sirio en lo sucesivo, sí, léase favorable al bando de Bachar-al-Assad en la guerra civil siria, y lo soy –otros muchos motivos aparte- por una razón elemental de orden geoestratégica, en la que se entremezclan estrechamente a la vez la Moral y la Politica.

A saber, que bajo la paz (o pax) americana -o americano/israelí o judeo/americana para dejarnos de eufemismos- la agonía española, léase la guerra civil interminable del 36 se habrá proseguido inalterablemente durante setenta años. En un mundo multi/polar como el que parece emerger los días que corren –al calor de la guerra en Siria precisamente-, la esperanza es posible en cambio. De un renacer –individual como colectivo- de los españoles al cabo de tan larga pesadilla   

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