Efigie de Luis Corvalán, antiguo secretario general del partido comunista chileno, en sellos postales de la República Democrática Alemana (Alemania del Este) de antes de la caída del muro. Los comunistas chilenos se refugiaron en masa en la RDA tras el derrocamiento de Salvador Allende y seguirían no obstante dando lecciones (de moral) de este lado del Atlántico –como una segunda natura-, como lo hacía el también chileno (y comunista) Victor Farías en un best-seller (de gran éxito en Bélgica) dedicado a destapar el pasado nacional socialista de Martin Heidegger -del que decía haber sido discípulo en universidades de la RFA-, justo antes de la caída del muro (…) El comunismo chileno sigue fatalmente ligado a ese pasado (muerto y enterrado) –los viejos como los jóvenes (indignados)-, igual que los ultra izquierdistas españoles de Podemos (y asimilados) siguen arrastrando una memoria de vencidos de la guerra civil española. Fenómenos anacrónicos uno y otro en el mundo de hoy que explican con creces que la movida de los indignados prendiera casi exclusivamente en los dos países (hispanos)El escrache es un invento americano, propiamente argentino –de los tiempos de la rebelión mestiza anti-española- como ya lo dejé sentado en mi último libro “Guerra del 36 de Indignación Callejera” El que tuvo hoy lugar en la ciudad chilena de Valparaíso –que es en lo que habrá desembocado una manifestación de los indignados chilenos (versión universitaria), precisamente en el cuarto aniversario de la irrupción del 15-M en España- habrá terminado en sangre (y en escarmiento) El que ama el peligro en él perece, reza la biblia (canónica) fuera de toda sospecha.
Llevábamos cuatro años oyendo loas y elogios sin parar de este lado del charco del movimiento de protesta de los estudiantes indignados chilenos y de lo buenos chicos (y chicas) que eran todos ellos, nada violentos, cargados de razones y de reivindicaciones justas etcétera, etcétera (…), de lo guapa y de los idealista (y pacifista) que era su líder tan carismática, una mujer joven que llenaba todas las primeras planas y hacia estallar (como le dicen los franceses) todas las pantallas.
Y hoy, como sea, se les fue la mano o hicieron que se les fuera a otros, lo mismo me da que me da lo mismo. He estado pasando en revista de urgencia la prensa digital chilena sobre este asunto y los comentarios de alguno de los hilos de discusión a cuenta suya y la glosa que me viene de inmediato a la mente es la de eso yo ya me lo conozco (“du deja connu” en lengua francesa) Un escrache en grupo, amenazantes, vociferantes insultantes –parece que lo estuviera viendo- del que acabarían pagando el pato dos de los “escrachadores”, protagonistas de la protesta. El confuso incidente como lo presentan –curándose en salud- los medios chilenos no lo resulta tanto si se leen despacio y en detalle los despachos de agencia y demás informaciones y reportajes que están sucediéndole sobre el tema las últimas horas.
El general Pinochet –y esposa- junto a su buena amiga, Margaret Thatcher, que sacaría las castañas del fuego al que fue jefe del estado chileno en momentos de los más críticos de su vida. Los ingleses nos dieron una lección a los españoles -nobleza obliga el reconocerlo- con ocasión del bochornoso episodio que protagonizó el ex-juez Garzón en el caso Pinochet. Una lección de lealtad a sus aliados y de respeto a sus alianzas (guerreras) Como las dio el Imperio romano, y como sin duda las dio el Imperio británico mucho más fiel a sus aliados sin duda que la democracia imperial USAEl joven acusado de los dos disparos no es a todas luces un delincuente –como ciertos medios quieren presentarlo a toda costa- ni tiene antecedentes -judiciales me refiero que fichas de todo tipo (políticas o asimilables) en regímenes democráticos debe tenerlas hasta el gato-, ni tampoco parece que se le pueda asociar con grupo político alguno (políticamente correcto o incorrecto) Un joven muy joven, de ascendencia europea por los apellidos y también por la trazas. De raza blanca, para dejarnos de eufemismos. Y su intervención –o sus disparos si llegan a confirmarse- sólo se produjo después de que el grupo se enfrentase a su progenitor y de que éste se viese obligado a refugiarse en sus propio domicilio ante la actitud agresiva de los manifestantes, actuando en grupo como digo y además numeroso por las trazas.
Y si las informaciones sobre el incidente en sí no consiguen aclararnos del todo, las reacciones de algunos, tan elocuentes nos disipan más las dudas en cambio y nos quitan no pocas escamas de los ojos. Como la de ninfa Egeria indignada, Camila Vallejo que viene ahora a desparramarse de lo más desaforada en los medios denunciando el anticomunismo (sic) fomentado en esos mismo medios que la arropan (…) Con lo que viene a destapar si necesidad había la militancia (comunista) destacada de una de las víctimas. O como el tweet de otro dirigente estudiantil (de la misma cuerda) denunciado (y culpabilizando) una sociedad enfermiza e individualista (sic) que valora más una fachada que la vida de dos jóvenes.
Quiere decir que el derecho a la vida –para él- va hasta tener que soportar que nos invadan y que nos acosen y amenacen y persigan en propia casa (…) Y por supuesto, que el derecho a la integridad de la propia vivienda y de la propia persona –y no digamos de la propiedad privada- son derechos de segunda que no se tienen en pie cuando está en juego “la lucha contra las injusticias”, como proclamó o lo dio a entender el concilio vaticano segundo, que por ahí viene los tiros a no dudar de algunos de esos niñatos chilenos indignados, estudiantes nota bene de la universidad (católica) Santo Tomás que no es a todas luces una universidad cualquiera. Un caso emblemático Chile entre todos los países de la América española.
País puntero entre todos los países al Sur del Río Grande, que forma parte con todos los derechos por propios méritos del grupo de los países emergentes a escala del planeta. Gracias a los diez y siete años de régimen militar, y por vía de consecuencia a la transición pacífica que le sucedería, digan algunos lo que digan. Tuve de antiguo –por qué lo debería ocultar aquí– una cierta debilidad hacia Chile entre todos los países de la América española y sin necesidad “de hacérmelo mirar” –como le dicen en España ahora- puedo concluir con ánimo sereno que en ello influya de forma determinante un imperativo o motivo estrechamente asociado a la memoria histórica, de la memoria de la guerra civil española.
Aquí ya dejé sentado en anterior entrada, al respecto de Cuba, de Fidel Castro, que la revolución cubana no fue en definitiva más que un capítulo o un episodio del otro lado del charco de la guerra civil (del 36) interminable. Mutatis mutandis lo mismo se puede decir del alzamiento cívico del 11 de septiembre chileno –léase el golpe de estado del general Pinochet- cuando los militares chilenos demostraron tenerse bien aprendida la lección de la guerra civil española. División en la cúpula militar, calamitas calamitatis. Y por eso llevaron a cabo un golpe (quirúrgico) de forma impecable, de mano maestra, evitando así a los chilenos una repetición general de la guerra civil española y de los horrores que traería consigo.
Tengo también motivos de orden personal en mi afecto particular hacia Chile y los chilenos. Durante años, décadas mi gesto de Fátima me habrá perseguido por cielos tierra y mar, léase en los medios y en la red, particularmente cuando llegaba la fecha efemérides del aniversario -como acaba de ocurrir ayer- y es curioso que en el origen de los recordatorios (siempre en tono por lo menos fastidioso) –procedentes por regla general de pises latinoamericanos-, la excepción a la regla lo fuera la prensa chilena.
¿Por qué? A no dudar porque allí me conocían de antes, de cuando visité Chile durante el régimen militar a finales de la década de los setenta –en el marco de mi pertenencia entonces a la fraternidad de monseñor Lefebvre- y me viese objeto entonces junto con el compañero (francés) que viajaba conmigo, de no poca atención de parte de los medios chilenos. Así por ejemplo, recuerdo la conversación, a modo de entrevista informal que tuvimos en la sede de la redacción del Mercurio en Santiago con una de sus redactoras, una joven amable y encantadora que hablaba un castellano sin reproche –prácticamente sin acento me refiero- y que recuerdo que nos dijo (ay dolor!) que había estudiado periodismo en la Universidad de Navarra (…)
Chile –cartas boca arriba –fue además, de todos los países de la América español aquel –si se exceptúa tal vez también el Uruguay (y dejando a un lado el gigante brasileño)- donde la independencia no revistió el carácter de rebelión mestiza antiespañola que cobró en los demás países hispanos de América, y particularmente en la Argentina y en Venezuela.
Lo que explica tal vez que fuera también el país hispano donde más se vibró a favor de la España nacional durante la guerra civil española. Como lo ilustra la Falange Nacional Chilena que acabaría desembocando en la posguerra (ay dolor!) en la Democracia Cristiana, lo que sumado a la acción y al influjo tan deletéreo del concilio y del posconcilio dio al final lo que daría, léase la experiencia marxista de Allende y todo lo que traería consigo. Y lo que explica pari passu que Chle fuera prácticamente el único pais hispano donde prendió el movimiento indignado (15-M) Sin duda en lo que este tuvo -como aquí ya lo expliqué- de congéntiamente guerra civilista.
No me son indiferentes Chile ni sus problemas, ya digo, y entiendo probarlo y demostrarlo ahora a los lectores de este blog, tomando partido, que me diga, pronunciándome claro y sin ambages en este (turbio) asunto. En favor del Orden por supuesto. Y en contra de la indignación calamitosa
No hay comentarios:
Publicar un comentario