domingo, abril 12, 2015
Al redoble del Tambor (poesía en domingo)
Eso fue sí eso fue, eso fue,
caigo sólo ahora -¡por dios!-
escuchando las trompetas
y el (gran) redoble del Tambor,
de los cantos, las marchas
“extranjeras” ¡la Vieja Legión!
Patria/madre de la otra
que así fue (¡todo en su honor!):
lo que nos hizo otros, distintos,
lo que nos singularizó
Educación de hierro al rojo
forja de temple (escuela de honor)
esos ambientes castrenses
en que nací y mi alma se abrió,
que se abre de nuevo ahora
(rosa de los vientos en flor)
en la crisis y el desconcierto
y a la llamada de una voz
la Vieja Voz de la Sangre
que nos llama e infunde valor,
al socorro, al rescate
de nuestra civilización,
de un pueblo hermano en crisis,
en esta hora del perdón
del olvido generoso
de un pasado que ya pasó
Entenderse con franceses
¡Consigna urgente, fuerza mayor!
Respuesta de a vida o muerte
al reto de la indignación
callejera e insidiosa,
y asignatura pendiente
de una figura a revisión
la del “profesor de energías”
como Nietzsche le llamó
que redime hoy a mis ojos
su sueño de una nueva Europa
en Orden, y de la Nacion
que tantos soñaron después,
que nos merece comprensión,
el corso de cabellos lisos
que en España tanto ruido armó
¡Y aquella Francia “salvaje”
al gran sol del Messidor!
¡Aquellos desfiles triunfales
donde nuestra alma se forjó,
de filas e hileras sin fin,
marchando (¡qué baile!) al unisón!
¡Qué recuerdos imborrables!
Qué impresión de fuerza -¡dios!-
solemne majestuosa
lo que aquello en mí infundió!
¡La fuerza que yo te ofrezco
a tí, mujer de fuego y ardor!
¡Virilidad de sentirnos hombres
en lo más hondo de las entrañas!
Lo que nos pide el mundo
en esta tesitura extraña,
lo que pone en entredicho
esa Diosa Democracia
Que nuestra sensibilidad
no se derrita, blanda,
sino que salte o estalle
como una flecha, como una bala
El mejor servicio y ejemplo
que podemos prestar -¡puros machos!-
a los jóvenes, y al otro sexo
(y en el exquisito trato)
Secuelas de guerra civil,
la lepra (o peste) del maltrato,
de un pueblo que no vive en paz
entre prójimos/extraños
Cementerio de energías
el amor en tiempos malos,
en la guerra interminable
(guerra de los Ochenta Años)
Nietzsche no decía eso,
pero los tiempos cambiaron,
y a la rebelión de las masas
sucedió otra (¡qué extraño!)
La del amor infortunado,
insatisfecho, deshonrado,
y de eso todos sufrimos,
paganos y no paganos
No es justificarme ¿de qué?
Comprender es lo que intento,
mujer, algo que me escapa,
en estos sentidos versos
Que me escapa y escapó siempre
¿Por demasiado bueno (o ingenuo)?
¿O por esa vida fantasma,
siempre de paria, extranjero?
No me maltrates tú, mujer,
soy yo el que lo pide, te ruego
no me cruces la cara
del desdén (no de tus dedos)
Que yo ya sabes que encajo
y encajaría –por amor-
lo que fuera…de tus manos
tan blancas que no me ofenden
¿Nací así o así me educaron?
No lo sé, Amor. Tu mirlo blanco
caigo sólo ahora -¡por dios!-
escuchando las trompetas
y el (gran) redoble del Tambor,
de los cantos, las marchas
“extranjeras” ¡la Vieja Legión!
Patria/madre de la otra
que así fue (¡todo en su honor!):
lo que nos hizo otros, distintos,
lo que nos singularizó
Educación de hierro al rojo
forja de temple (escuela de honor)
esos ambientes castrenses
en que nací y mi alma se abrió,
que se abre de nuevo ahora
(rosa de los vientos en flor)
en la crisis y el desconcierto
y a la llamada de una voz
la Vieja Voz de la Sangre
que nos llama e infunde valor,
al socorro, al rescate
de nuestra civilización,
de un pueblo hermano en crisis,
en esta hora del perdón
del olvido generoso
de un pasado que ya pasó
Entenderse con franceses
¡Consigna urgente, fuerza mayor!
Respuesta de a vida o muerte
al reto de la indignación
callejera e insidiosa,
y asignatura pendiente
de una figura a revisión
la del “profesor de energías”
como Nietzsche le llamó
que redime hoy a mis ojos
su sueño de una nueva Europa
en Orden, y de la Nacion
que tantos soñaron después,
que nos merece comprensión,
el corso de cabellos lisos
que en España tanto ruido armó
¡Y aquella Francia “salvaje”
al gran sol del Messidor!
¡Aquellos desfiles triunfales
donde nuestra alma se forjó,
de filas e hileras sin fin,
marchando (¡qué baile!) al unisón!
¡Qué recuerdos imborrables!
Qué impresión de fuerza -¡dios!-
solemne majestuosa
lo que aquello en mí infundió!
¡La fuerza que yo te ofrezco
a tí, mujer de fuego y ardor!
¡Virilidad de sentirnos hombres
en lo más hondo de las entrañas!
Lo que nos pide el mundo
en esta tesitura extraña,
lo que pone en entredicho
esa Diosa Democracia
Que nuestra sensibilidad
no se derrita, blanda,
sino que salte o estalle
como una flecha, como una bala
El mejor servicio y ejemplo
que podemos prestar -¡puros machos!-
a los jóvenes, y al otro sexo
(y en el exquisito trato)
Secuelas de guerra civil,
la lepra (o peste) del maltrato,
de un pueblo que no vive en paz
entre prójimos/extraños
Cementerio de energías
el amor en tiempos malos,
en la guerra interminable
(guerra de los Ochenta Años)
Nietzsche no decía eso,
pero los tiempos cambiaron,
y a la rebelión de las masas
sucedió otra (¡qué extraño!)
La del amor infortunado,
insatisfecho, deshonrado,
y de eso todos sufrimos,
paganos y no paganos
No es justificarme ¿de qué?
Comprender es lo que intento,
mujer, algo que me escapa,
en estos sentidos versos
Que me escapa y escapó siempre
¿Por demasiado bueno (o ingenuo)?
¿O por esa vida fantasma,
siempre de paria, extranjero?
No me maltrates tú, mujer,
soy yo el que lo pide, te ruego
no me cruces la cara
del desdén (no de tus dedos)
Que yo ya sabes que encajo
y encajaría –por amor-
lo que fuera…de tus manos
tan blancas que no me ofenden
¿Nací así o así me educaron?
No lo sé, Amor. Tu mirlo blanco
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