Triunfo histórico (sic) -según fuentes del Tour- del belga VAN AERT que dejó tirado en la última etapa al (ya designado) ganador del Tour, POGACHAR, en un ataque bestial (sic) sostenido, -a la mitad de la carrera- y de gran estilo. En la mayor soledad, ninguneado por los medios y en la mayor indiferencia del público a su paso (y a las pruebas me remito)
El TOUR. Un mundo que se fue, y que -como por arte de magia- ahora parece volver. Es lo que (me) cabe concluir ante el regreso en mí de mi antiguo interés por la gran prueba ciclista francesa, tras largos años de apatía y desinterés: del final de una etapa cronológica con fecha de inicio en el 98, la de un (último) escándalo en la materia que salpicaría a Richard VIRENQUE, ultimo campeón de la etapa de oro (anterior), jalonada con los nombres (entre otros) de BAHAMONTES, ANQUETIL, POULIDOR, Eddy MERCX, Roger DE VLAEMINCK, Luis OCAÑA, y justo después, Bernard HINAULT, et Laurent FIGNON. Y me di cuenta de ese (súbito) cambio en mí, tras soportar ahora (bien) el vídeo interminable del ataque bestial (sic) -parafraseando los medios aquí- del corredor belga flamenco Wout VAN AERT que hizo reventar (sic) en la interminable cuesta de subida a Montmartre en Paris, al (ya designado) ganador de la prueba, POGA(CH)AR, al que consiguió arrebatar no obstante el trofeo de ganador de la última etapa y el broche final de entrar en triunfo en los Campos Elíseos, al cabo de una arrancada sostenida en gran estilo, a base de movimientos acompasados de las manos y de todo el cuerpo, soltando y sujetando el manillar, de lo que hasta hoy no había visto nada igual, y vigilando a su vez (de un mismo movimiento) al campeón POGA(CH)AR pegado (éste) siempre a su rueda sin poderle no obstante sobrepasar. Y que me traía fatalmente en el recuerdo , aquel viejo film de "La soledad del corredor de fondo" que dejaba fielmente traslucir la soledad tan atroz del héroe (callado) auténtico o del (gran) campeón.
Y era que en aquellas escenas, en estos trances deportivos volvía fatalmente a soplar el espíritu olímpico de los tiempos antiguos, de la Antigüedad clásica greco-romana, antes que "bajo el signo de un dios doliente -MAURRAS dixit- se viniese encima la noche a la edad moderna". Lo que al autor monárquico francés escribiría en uno de sus textos más memorables (*), que le valdrían la condena pontificia y la puesta en el Índice de esta y otras de sus obras. Y es que había y sigue habiendo algo más en el Tour, un brillo de civilización lo llamaría yo, de "una civilización francesa" (sic), amenazada de reemplazo y de desaparición.
Y un botón de muestra de lo que aquí decir pretendo lo era el sosiego y la serenidad que me entraban siguiendo el Tour por televisión, en los ambientes de stress y de alto voltaje de mis repetidas estancias en prisión. "Mundo" -el Tour- o más bien vestigios o reliquias de un mundo que se fue, y del sustrato pagano no extinguido del todo, que los nazi fascismos reivindicaron como subyacente a la Antigüedad clásica y a la Edad Moderna, por cuenta de lo que convinimos en llamar -frente a la modernidad democrática- la Otra Modernidad. En el brillo y esplendor todo lo que rodea al Tour de una civilisation francaise: en la vistas relajante de sus risueños paisajes, de sus estampas urbanas y rurales, que llevaban a mi difunto padre, militar de aviación y de un patriotismo fuera de toda sospecha, a calificar a Francia de un vergel (!) (sic), en un tono encendido elogio y admiración.
Y una terapia a punto también, todos esos paisajes verdecidos, tan risueños y tan franceses y tan relajantes, decorando a modo de telón de fondo el espectáculo sin par del esfuerzo en solitario de los grandes campeones. Y es a la hora de afrontar con cabeza fría, nervios de acero y sin que nos tiemble el pulso, el vacío sobrecogedor que fatalmente nos rodea haciendo frente cuerpo a cuerpo -amor Fati, lo llamaría NIETZSCHE-, a la crueldad del Destino (atroz)
Cartel de los Juegos Olímpicos de Berlín (1936) Los nazi fascismos reivindicaron (abiertamente) el espíritu olímpico, como nexo de unión o sustrato común de la Antigüedad clásica y de la Edad Moderna, por cuenta de lo que convine en llamar -frente a la modernidad/democrática- "la Otra Modernidad"
(*):"ANTHINEA", de Charles MAURRAS, Libro I, "ATHÈNES ANTIQUE", chap. II, "Le voyage d'Athènes"
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