lunes, abril 07, 2025

MARRUECOS Y LOS NIÑOS QUE NADIE QUIERE

 

Niño de Marruecos, bereber, en una foto que circula en la Red.  Ilustración obligada de este articulo sobre tema en ascuas -el de los MENAS-, y de la agresión que sirve a aquello (en la crónica de sucesos de hoy) de motivo de reflexión. De los niños (o adolescentes) en suma, "que nadie quiere", ni el Estado, ni el monarca, Mohamed Sestor (léase Sexto)

En Talavera de la Reina se acaba de producir la agresión -algo insólito- a un profesor, miembro del personal docente de un Instituto de la localidad, golpeado (salvajemente) en la cabeza a base de un destornillador (o una llave inglesa), cuando pedía abandonar el lugar a un joven que no figuraba entre los alumnos del establecimiento, y del que la noticia no dice nada, ni del que se registra -en la denuncia- nada que ayude a identificarlo. Como si fuera un OVNI -objeto volador no identificado. Lagarto, lagarto! como diría Federico García Lorca. Pero dada la gravedad del incidente y otros abundamientos que concurren en mi caso me atrevo por mi cuenta y riesgo a no dejarlo pasar por alto. MENAS, en la mente de todos o casi todos los que aquí me leen. Acrónimo de "menores extranjeros no acompañados", y unas siglas rompecabezas que hacen perder el pie (y los nervios) a los principales figurantes hoy por hoy de la política española.  Y un asunto tan melindroso, tan explosivo y engorroso, y a la vez tan doloroso y desgarrador que no hay más ante ello que cogérsela -como decía el Caudillo- con papel de fumar, y andarse en ello -por la cuenta que nos trae- con pies de plomo, o pisando huevos (aunque se rompan) 

un articulo reciente en la gran prensa española mostrará como la prueba por el nueve a los que aquí me leen, que no exagero ni me veo presa de aprensiones o figuraciones mías, ni son estas reflexiones fruto (podrido) de complotismo o de la mente calenturienta de un conspiranoico cualquiera. Y es que el articulo que aquí evoco pone el dedo en la llaga y nos impide lo queramos o no meter la cabeza debajo del ala ante tan acuciante y tan dramático problema. Tratándose de Tánger, ahí al otro lado del Estrecho, más cerca incluso `por razón de su pasado español -bajo régimen de puerto franco- que lo que nos dice la geografía y de lo que la gran mayoría de españoles se imaginan. 

Y es de toda esa legión de "menores no acompañados" tirados en la calle y forzados a pasar la noche en cementerios, basureros, y otros sitios insólitos, inhóspitos y desagradables a limite de lo lúgubre o macabro (como en la antesala de la Muerte) De los que las autoridades y funcionarios de su país se desentienden olímpicamente, dejándolos a su suerte. Súbditos (muy) jóvenes de un Estado, de un monarca que no quiere de ellos (sic), y trata de desembarazarse de ellos de la forma que puede. Ariete principal -derriba vallas- esos jóvenes "malditos", violentos y a la vez indefensos, de mirada dura, y enredados (por razón de fuerza mayor) en las mallas de la prostitución juvenil masculina y del tráfico de drogas, y es de la política internacional ( y "española") del reino de Marruecos (...) 

Y confieso que me daba una pereza invencible y me producía una alergia y una aversión que no lo son menos, el abordar este asunto, pero al fin me decido a hacerlo fuerte de la experiencia -como la que ya registre aquí de mis meses (y meses) sin techo- y fue de la cohabitación forzosa -en la misma celda (...), que registro en uno de mis libros con un joven preso marroquí, preso por un pequeño delito de derecho común en una de las experiencias carcelarias -"iniciática" la llamé yo en mi libro- que se me infligió en Bélgica, en Bruselas. 

Letra con sangre entra, dice el refrán y me enseñó no poco aquel mena -que entonces no se llamaban así- que me deparó el Destino, como escrito en los astros, y más allá de las estrellas. Dres o Dris de su nombre (pronunciado a la española), de la zona de demarcación (como por casualidad) del antiguo Protectorado español. Con el que estuvo en un tris el que llegásemos a las manos y que después en tránsito los dos por las dependencias (Palacio de Justicia) de los tribunales, en Bruselas, llamándome por patios y pasillos a voz en grito, Juan, Juan! como una antífona, o una plegaria: como si fuese su padre o su hermano (...)

Lo que aquí vierto y someto a reflexión, invitando a los que me lean y al conjunto de mis compatriotas a un escarmentar en cabeza ajena. Que nos va nuestro futuro en ello. Nada menos -lo que ahí está en juego (se me antoja)- que nuestra integridad como Nación independiente y soberana, nuestra identidad colectiva, y nuestra supervivencia

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