Al representante español en Eurovisión ni la virgen de Fátima ni las redes sociales le habrán perdonado un gallo que parecían perdonarle en cambio los asistentes al espectáculo, por la ovación ensordecedora -entre aclamaciones- que le brindaron al final de su actuación, convincente por tantos aspectos, lo mismo que su canción (se diga lo que se quiera, per se y comparada con las de otros años, no digamos) Ni le habrá perdonando a España tampoco, una virgen tan rusófoba, una actitud como la española mucho más neutra y mucho menos definida en el conflicto en Ucrania (nótese bien) que la de Portugal, un país atlántico y atlantista si los haya en la Europa del Sur. En un concierto eurovisivo además en el que Rusia -al contrario del Azerbaiyán- estuvo ausente. Ánimo Manel, no fue el gallo, fue la maldición de FátimaEn las apariciones de Garabandal, especie de copia o duplicado de Fatima, se hablaba de un aviso (sic) y de un castigo, lo esencial por así decir del mensaje de nuestra/señora en aquella localidad santanderina. En lo del castigo las apariciones de Fátima y los mensajes de la virgen a los “pastorzinhos” no eran tan explícitos en cambio, aunque en el llamado tercer/secreto -en la parte ya/revelada me refiero- sí se anunciaban guerras y calamidades y que el santo/padre tendría mucho que sufrir etcétera, etcétera. Los medios por su parte vienen aventando desde hace algún tiempo rumores alimentados en círculos de devotos marianos que siguen defendiendo (denodadamente) que el tercer secreto de Fatima no se haya desvelado todavía por completo.
Y en ese ambiente de expectación mesiánica que habrá vuelto a recalentar el viaje papal del pasado fin de semana, la virgen de Fatima habrá venido a premiar a los portugueses devotos y a Portugal en general con un nuevo milagro coincidiendo con la visita papal, y a muchos miles de kilómetros de allí. Sucedió el pasado sábado en el desenlace del concurso de Eurovisión en Kiev, que se vio adjudicado (¡oh sopresa!) el representante de Portugal por vez primera en la historia de esa competición. Premio y castigo. El palo y la zanahoria como los franceses dicen. Los dos extremos de la cadena (Bossuet díxit) de la sana/doctrina católica (y romana) Y constante invariable al mismo tiempo de todos los mensajes de la virgen al hilo de las apariciones marianas de los últimos siglos. La Virgen premia y a la vez castiga (y maldice)
Y el sábado en Kiev, en el festival de Eurovisión premió a Portugal en lo que venia a ser también una lección (de escarmiento) a esa Rusia -flagrantemente ausente de la competición- tan “errada” (o extraviada) hoy como en los tiempos de la gestación y anuncio de lo que algunos estudiosos e historiadores del fenómeno llaman la segunda/vulgata de Fatima, teológicamente mucho mas elaborada que los versiones primeras del mensaje de la Virgen a los “pastorzinhos” -tan pobres y tan confusas-, en el momento de iniciarse el fenómeno, años antes. Pero el castigo, la vergüenza mayor -con el farolillo rojo del concurso- lo habrá sido tal vez el que se habrá llevado la representación española, clasificada en el último puesto sin duda para que las cosas queden lo suficientemente claras. Y es que la Virgen de Fatima viene así a premiar un país europeo donde se sigue rindiendo culto público -incluso por el propio Estado- a una superstición cripto/musulmana -por el nombre de la advocación aunque solo sea (¿alguien podrá negármelo?- en un fenómeno con pocos precedentes en el mundo, y único ya, hoy por hoy, en suelo europeo.
Y a modo de corolario o de secuela inevitable (se diría), la Virgen habrá venido a castigar a España, el país vecino de aquél, donde esta claro que el fenómeno de Fátima no atrae a las masas ni mínimamente en comparación a como sí lo hace del otro lado de la frontera, y tal y como como lo habrá claramente puesto de manifiesto la visita papal hasta el punto que la radio televisión estatal belga francófona en su cobertura -un tanto excepcional- de la visita papal de su diario hablado se sentía en la obligación de entrevistar de (único) testigo de excepción a un español -”que también había españoles” decía el autor del reportaje- presente en en Fatima. El viaje papal habrá puesto como sea clamorosamente en evidencia el dato irrefutable que el papa ítalo/argentino en los cuatro años de un pontificado indiscutiblemente viajero -aunque no lo sea tanto que el de predecesor el papa polaco- no encontró tiempo todavía para viajar a España, ni siquiera de paso o de vuelta de su viaje a Fatima (…)
¿Será que las ampollas que levantaron sus declaraciones (repetidas) contra el pasado español en América, aún siguen escociendo entre españoles (e incluso me atrevo a apostar entre muchos hispanos de los países de la América ex-hispana)? La Virgen de Fatima habrá hecho además otro prodigio adicional ademas del (doble) milagro -léase el premio y el castigo- de Eurovisión y es el de haber guiado sano y salvo al papa Francisco en su periplo portugués, al que algunos devotos en el colmo del fervor papal y fatimista daban por muerto -”moriturus” que me diga- durante la visita.
¿Irreverente y transgresor por demás en mi comentario? Algunos vaticanistas me estimulan se diría en esa dirección con sus comentarios o reportajes sobre el fenómeno Fátima y la visita papal. Como el de Fernández de la Cigoña -vaticanista ante el altísimo- que comenta el viaje papal -en lo que parece venir a ser su tónica habitual en relación con los acontecimientos mayores de la actualidad religiosa y eclesiástica-, como si fuera un partido de fútbol o un corrida de toros (horrresco referens)
Así, en su articulo sobre el viaje papal a Fatima dice que la actuación del papa Francisco le gustó (sic), en sus palabras y en su manera de decir misa y de oficiar la ceremonia. Muy digno, muy recogido, muy en lo suyo. Como si hubiera hecho una buena faena (...) Hace cincuenta años en la España católica de principios de los sesenta (en vísperas del posconcilio) que De la Cigoña tanto reivindica -religiosamente, y en un plano eclesial al menos- un lenguaje así, me lo reconocerá, hubiera sonado a blasfemia.
No es óbice que expresándose de esa forma, De la Cigoña parece admitir que a otros no les haya gustado o les haya dejado sepulcralmente indiferente la faena/papal en Fátima. Y que nos hayan divertido en cambio sobremanera los premios -y las maldiciones- de la Virgen en el concurso eurovisivo celebrado este año en Ucrania. He dicho (aunque a algunos les suene a blasfemia)
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