César González-Ruano, escritor “maldito” Más aún que Francisco Umbral, su discípulo fiel y admirativo. En los últimos años se propagó en España una leyenda negra (negrísima) por su cuenta, y a cuento de la fase de su trayectoria -de muy joven- en Francia bajo ocupacion alemana. A fe mía que no estaba a al corriente (del todo) cuando me vino la idea de hablar de él en estas entradas, y confieso que durante unos instantes el desconcierto hizo (un poco) mella en mí. Pero me repuse rápido, por la vía de las comparaciones (odiosas) Porque finalmente lo que se le acusa o aquello de lo que se vio condenado -sin pruebas o en su ausencia- en el país vecino no era más grave que la acusaciones que se vierten periódicamente contra Celine, astro mayor del universo de las letras en lengua francesa. Y muchísimo menos de aquello de lo que se vio acusado Malraux, por su conducta nunca aclarada durante la ocupación alemana en Francia- y aquello por lo que se vio condenado su compañero (y copiloto) fiel en la escuadrilla España durante nuestra guerra civil, Pierre Nothomb, el aristócrata belga de izquierdas -rara avis- condenado a la Libération en Bélgica culpable de delación en masa de redes enteras del partido comunista belga durante la guerra. Maestro de estilo -como Umbral- César González-Ruano. Algo que no tiene nada que ver con la moralina (Nietzsche díxit), ni con la censura política e históricamente correcta. ¿Razón última -la proscripción de su maestro venerado en Francia- de la censura de la que se ve objeto de antiguo Umbral por cima de los Pirineos? ¿Y acaso también de la que se vio objeto el autor de estas líneas a su paso por las universidades belgas?Me disponía hoy -dando un poco la espalda ex profeso a la actualidad candente (y tan agobiante a veces)- de literatura en estas paginas, e instintivamente sin saber por qué me vino el nombre de César González-Ruano a la mente. O si sé por qué. Y es que conocí personalmente al célebre escritor madrileño un año antes a penas de su muerte o ni siquiera, y la instantánea aquella tan insólita y tan excepcional en el adolescente quinceañero que era el autor de estas lineas, se quedo indeleblemente grabada hasta hoy en su mente y en su retina.
Tenia yo por entonces una pandilla de amigos, adolescentes como yo del lugar de nuestros veraneos, que en el invierno nos solíamos reunir en un café situado en la calle de Alcala, especie de lugar geométrico del domicilio de cada uno del grupo, que vivíamos en lo sitios mas dispares de la geografía urbana madrileña. Y un día nuestras correrías nos llevaron hasta las inmediaciones del teatro de la Zarzuela que se veía separado de la calle que le daba acceso -no sé si seguirá así- por una pequeña plazoleta.
Y fue cuando vimos salir del teatro, viniendo hacia donde nosotros nos encontrábamos parados, a César González Ruano, que uno de nuestro grupo, hijo de escritor reconoció,y ni corto ni perezoso, destacándome de los demás, me acerqué a pedirle un autógrafo, a lo él que accedió amable y cortés, y graciable y condescendiente con el adolescente ingenuo y admirativo que era entonces él autor de estas líneas. Nunca se me fue su silueta a fuer de emblemática y de señera. Era invierno y César González-Ruano llevaba abrigo -de color beige- y sombrero, y paraguas y guantes (de cuero) para más señas. Se quitó los guantes, sacó una pluma estilográfica -de oro, o si no lo era yo la recuerdo al menos así- y me firmó el autógrafo. O tempora o mores! Al poco tiempo fallecería. De cáncer, a la edad de sesenta y dos años .
De menos edad pues de la que tiene ya el autor de estas lineas (¡como me cuesta creerlo!) Una nueva época, -segunda mitad de los sesenta, marcados por una profunda mutación cutural- se anunciaba ya entonces como si se hubiera visto vaticinada por la muerte de aquel gran escritor de otros tiempos, de otra época. Como si con él se hundeira fatalmente en el pasado toda un época qu él tanto había marcado con su pluma, su trayectoria y su silueta. Y es cierto que todo un mundo se vino entonces abajo, en el preciso momento en que a él se abria el adolescente autor de estas líneas.
Cesarísimo Cesar, escribe Umbral -que tanto le admiraba- en una de las semblanzas que le dedicó. Y algo de eso tenía César González-Ruano sin duda alguna, en su ademanes solemnes y parsimoniosos y en su compostura solemne y majestuosa y afable y condescendiente a la vez (de lo que le recuerdo) Con ese bigote fino -y de aristócrata- que inmortalizaría él sin duda mucho más que otros.
Nunca leí mucho de él, ni de adolescente, ni de mayor, sí en cambio me leí hace unos años una obra que Umbral le dedicó « La escritura perpetua » que me abrió los ojos de su importancia (sin parangón) en la literatura española contemporánea. Y documentándome un poco sobre la marcha antes de ponerme a escribir este articulo caigo de pronto sobre la leyenda que a fe mía que ignoraba y que a sol y a sobra la acompaña. Leyenda negra por cierto, tal como se ve recogida en una obra aparecida hace tres años, de los tiempos que César vivió en París bajo la ocupación alemana. El Celine español, César González-Ruano ?
La (co) autora de la obra que le habrá puesto en la picota, concluye el reportaje que le dedicó la prensa en el momento de la aparición del libro, declarando que se había ido enamorando literariamente (sic) de César González-Ruano a medida que lo iba desnudando moralmente. Moral y literatura, Una aporía inseparable de la historia de la literatura universal. Y apuesto a que esa leyenda negra que habrá acabado resucitando al cabo del tiempo, cincuenta años después de la muerte del escritor (y periodista) -y autor teatral- habrá contribuido a acrecentar su prestigio y el interés y la curiosidad por su figura y por su obra.
Y confieso que el verme así de golpe (como emplazado) ante la leyenda/negra de César González-Ruano habrá hecho que se tambalease en mí por breves instantes-a penas- la veneración (todos aquí la conocen) que reservo de antiguo hacia la figura y la obra de Francisco Umbral que fue innegablemente uno de los mayores propagandistas y celadores de la memoria de aquel en el mundo del periodismo y de las letras. Sólo por unos instantes ya digo, y es que de golpe cago en la cuenta que se encuentre ahí quizás la clave de la desventuras y sinsabores que me granjeó el trabajo que dediqué a Umbral, a mi paso por las las universidades belgas. ¿Por culpa de César González-Ruano, al que cito tres veces (tres) en mi trabajo (que acabaría publicando en forma de libro) ?
Esa condena de la que se vio objeto en la Francia/libre (1948) por « inteligencia con el enemigo » ¿lo que explica acaso el boicot del que Umbral se ve objeto de antiguo en la FNAC de Bruselas, y sin duda en la otras sucursales -en Francia, en España y en otros países- donde aquél se ve objeto de censura rigurosa de antiguo, a mi gran sorpresa ? ¿Tan grande fue el pecado del maestro de Umbral? No mayor que el de Celine, uno de los astros mayores del universo de las letras en lengua francesa, que sobrevive y sobrevivirá sin duda a todos los ataques y tentativas de defenestración de los que habrá sido objeto desde el final de la Segunda Guerra Mundial, y aún recientemente.
Nuevo autor maldito Cesar González-Ruano, llevándose así la palma que se veía adjudicada hasta ahora su discípulo Francisco Umbral por cima de los Pirineos
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