Javier García Albiol se merece el beneficio de la duda, por razón de su trayectoria y más aún tras la polvareda levantada en ciertos medios por los profesionales del españolismo que se rasgan ahora las vestiduras por sus declaraciones oponiéndose a la prohibición de la estelada en la Copa del Rey. La ensoñación independentista catalana, no me produce a mí, ni de lejos la alergia (y la fobia) invencible de las fiebres endémicas guerra civilistas que arrastran muchos emigrantes (de otras regiones españolas) aquí en Bélgica, ellos, sus hijos y los hijos de sus hijos. La joven catalanista -no sé si se era de la CUP- que me escuchó, justo detrás de mí, en la conferencia de Bruselas el otro día mi diatriba anti-separatista me oía con una risa (guasona y divertida) en los labios, a los español/emigrantes en cambio, de oírme expresarme así les hubieran salido espumarajos de rabia por los ojos. Léase el indio guerracivilista que llevan dentro muchos de ellos, por españolistas que se sigan diciendo. Como ya se los vi aquí en el pasado. A menos que hayan cambiado (ellos o sus hijos o sus nietos) Al pan y al vino, vino. Y aquí paz y después gloriaJavier García Albiol. Castellano su primer apellido, catalán el segundo. Que debe pesar hoy más que llevar dos apellidos castellanos por junto -como lo demuestran los de la CUP- en Cataluña. No me caso con nadie. Conocí en persona -quiero decir de cerca, a unos metros de donde yo estaba- a Javier García Albiol en una concentración por la Unidad de España -entre un mar de señeras y rojo y gualdas- en la plaza de Cataluña con ocasión de la festividad del 12 de Julio, hace unos años
Y sus declaraciones de ahora en contra de la prohibición de la estelada el próximo domingo en la Copa del Rey ha levantado polvareda entre medios españolistas fuera de toda sospecha. Lo que viene a sumarse a la campaña de acoso y derribo de la que el ex alcalde de Badalona viene siendo blanco en los medios dentro y fuera de Cataluña.
¿Bandera de guerra civil la estelada? No exactamente, no. Los anarquistas vencedores de la batalla de Barcelona la rechazaban por clerical y burguesa y sólo sobrevivió en zona roja en la órbita del partido comunista tras el triunfo de éstos en la guerra civil dentro de la guerra civil en Barcelona y otros lugares de Cataluña en abril del 37. Como un reliquia, como lo era Azaña para el bando rojo, y esta hoy más que claro que ni el presidente de la república ni la enseña separatista hubieran sobrevivido al triunfo de los rojos.
La tricolor republicana en cambio sí que es, mucho más, una enseña de guerra civil. De la guerra civil interminable que como se habrá visto afirmado ahora por algunos empezó ya el 14 de Abril del 31. Cuestión epidérmica en ultima instancia la de las banderas, como todo lo tocante al patriotismo.
Y confieso que la estelada catalanista no me inspira a mí la misma alergia ni desata en mí las mismas señales de alarma que la tricolor republicana. Más directo aún, el españolismo andalusí que vendió durante décadas -con la enseña nacional y la bandera andalucista por montera- la euro/feria andaluza en el centro de Bruselas con el patrocinio de la Junta (socialista) de Andalucía -hasta que se les fastidió el invento-, me producía mas alergia -¡donde va a parar!- que las manifestaciones (folclóricas) del Nou Camp o Camp Nou, el estadio del Barça. Lo cual no quiere decir que no me merezca repulsa la estelada por su intecionalidsd separatista.
Buenos o malos -escribió Maurras- nuestros gustos son nuestros. Y a mí, puestos al folclore, el folclore “(rojo) andalusí” -cañí o españí- me produce una alergia y una fobia instintivas -y una vergüenza ajena como español fuera de España- que no me las produce el folclore catalanista. Sin duda porque aquél me afecta y me pilla mucho mas de cerca, por mis raíces andaluzas. Y sin duda porque lo otro es un asunto interno de catalanes, entre catalanes. Pueblo sentimental, Cataluña
Y mi reciente visita a Barcelona -y los contactos que allí tuve con amigos y camaradas de los de ocho apellidos catalanes- me afianzó en esa idea. Que es la que sale a relucir como rezumando por todos los poros de ese film humorístico que tanto me hizo reír desde mi fila de butacas. Que dejen en paz a la enseña rojo y gualda y sobre todo que dejen de amenazar de muerte a la lengua de todos en Cataluña.
Y a partir de ahí que sueñen lo que quieran, que el soñar no es malo mientras no llegue a la sangre el río. Y eso no va a ocurrir a todas luces el próximo domingo en el campo del Atleti, aunque se llene de esteladas
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