Genealogía vasca de la Falange. El "Cara al Sol" tomó prestada su música a la composición "Amanecer en Cegama" del maestro Tellería, guipuzcoano, que durante la guerra para salvar la piel cambió de bando. Fue compuesto en la "cueva" del bar vasco de Madrid, "Or-Konpon", y varios de los asistentes contribuyeron con uno o dos versos cada uno. La estrofa final "¡Arriba escuadras a vencer que en España empieza a amanecer!" se debió al escritor guipuzcoano -de Irún- Don Pedro Mourlane Michelena que rubricó así el himnoMe metí ayer en la sala –en el centro de Madrid, recién llegado, al anochecer- con cierta aprensión, lo reconozco, con el recelo de acabar encontrándome solo o casi solo en una sala vacía y en una cuarta o quinta (o aún más honda) planta subterránea como se les presenta a menudo el panorama a los aficionados al cine de nuestros días. La película se veía precedida de una reputación de film taquillero -el film tal vez del año- y aunque ya lleva mucho expuesta, no desmereció de lo que cabía esperar de ella.
Un film catártico, sí señor, “Ocho apellidos vascos”, más que otra cosa, lo que a mi juicio –en mi modesta opinión- de la clave de su éxito. De la risa al llanto, en este film que pone el dedo en la llaga de uno de los problemas más serios y más dolorosos –sino el que más- que arrastramos los españoles desde hace décadas.
Reí hasta desternillarme y también lloré lagrimas de emoción (lo confieso) con este film que trae como aire nuevos y refrescantes –o así me lo parece- al cine español al que yo sin duda como tantos otros, di olímpicamente la espalda hace ya mucho, y no me arrepiento. Es bonito el país vasco, no hay que decírselo mucho a ellos, para que no se lo crean más aún o no se lo crean demasiado, pero no es menos cierto, y lo descubrí no –en todo su esplendor y su belleza- no de noche y entre rayos y relámpagos como el protagonista del film, sino de mañana al amanecer de un dia todo verde (y risueño) y radiante viajando a Francia por Irún desde Madrid, ya en mis tiempos del seminario de Ecône.
Pedro de Eguillor Atteridge, mentor y animador principal de la Escuela Romana del Pirineo que tomó su nombre de la Escuela Romana de París, cercana a la Acción Francesa. Una tertulia informal de intelectuales bilbaínos -agrupada en torno a la revista Hermes- en el café "Lyon d'Or", en la Gran Vía de Bilbao, que preparó el terreno al nacimiento de la Falange. Murió asesinado en el asalto de los rojos a la carcel bilbaina en la que se encontraba preso el 4 de enero de 1937, tras un bombardeo de la aviación nacional sobre la ciudad. Era bilbaíno de nacimiento y descendía (como yo) de españoles de CubaY ese es sin duda uno de los principales logros del film que es un canto a la belleza natural y salvaje y al encanto inigualable de los paisajes vascos (o vascongados), de sus localidades tan pintorescas y tan limpias y relucientes entre montes y acantilados, que tienen de contrapunto al final del film las vistas de la capital sevillana y del Guadalquivir al sol y en todo su esplendor, y su gracia andaluza, sin celebrárselo a ellos mucho tampoco (para que no se lo crean todavía más de la cuenta) El teatro antiguo como lo dejó sentado y demostrado Nietzsche en su obras y en particular en la más temprana de todas ellas –"El Nacimiento de la tragedia"- tenía una función esencialmente catártica o renovadora y a la vez purificadora. Y el séptimo arte en su formas de expresión más sublimes al menos hereda innegablemente esa función principal del teatro clásico (griego) Molienda de complejos, pues, -que salen del film triturados e irreconocibles- “Ocho apellidos vascos”, en “nosotros” como en “ellos”
Yo desde luego me reconozco bastante en el juego de espejos que tiene de escenario este film a la vez polémico y taquillero. Film de enredo como un vodevil a la española, con un desgarro y una crudeza que sin duda les falta a las comedias francesas. Y reivindicación cultural también, como de paso o a la chita callando, de la lengua madre de todos los españoles, que brilla y fija y da esplendor en la joven protagonista del film entre variantes (y acentos) regionales, y en la que no creo que dejen de reconocerse los espectadores vascos que vean la película aunque solo sea –a falta de apellidos vascos- por su encanto (cinematográfico) y su belleza indiscutibles
Porque es cierto y hay que reconocérselo aquellos –tanto a vascos como a gallegos y catalanes y también mutatis mutandis en Andalucía- que el castellano de la periferia peninsular, gana en pureza y en resonancia y en claridad a veces en la dura lucha por la supervivencia que le planta la cohabitación forzosa con otras hablas –y me refiero al lenguaje hablado porque en el escrito la rivalidad no se da prácticamente o es inexistente- y acentos y modalidades lingüísticas o lexicales entre españoles.
Estuve ya hace muchos años en una conferencia que dio en la biblioteca flamenca del centro de Bruselas –como por casualidad- uno de los mayores exponentes de la literatura en eusquera de nuestros días, que como cabía de esperar dio su disertación en castellano, y presentó un muestrario completo y exhaustivo de sus obras escritas salvo alguna en versión bilingüe- en castellano riguroso. Es curioso –y me viene a la mente al hilo de estas reflexiones cinematográficas- el dato innegable que el movimiento falangista español tuvo unas raíces vascas indiscutibles. En la llamada Escuela Romana del Pirineo, en donde brillarían personalidades tan indiscutiblemente vascas como su fundador y presidente (honorario) Pedro de Eguillor, un muy joven Rafael Sánchez Mazas, junto con otro miembro de la Corte Literaria de José Antonio -Pedro Mourlane Michelena- y el poeta malogrado (léase de final infeliz) Ramón de Basterra.
La ría de Bilbao entre su orilla derecha y su orilla izquierda, entre el pasado y el futuro, entre apertura y repliegue identitario (separatista) Una línea divisoria que Rafael Sánchez Mazas pretendía conjurar en sus discursos de la guerra y de la inmediata posguerra, y que resurgió con fuerza en el tardo franquismo. Y por la que cruza y se pasea visualmente ahora el film "Ocho apellidos vascos" Sin problemas“La Atenas del siglo XX”, así se vería celebrada la capital bilbaína en las primeras décadas del siglo XX, justo al salir de la Gran Guerra. ¿Hubieran brillado las capitales vascas igual si Alemania hubiera ganado la Gran Guerra? Es de apostar que sí, como lo ilustra el dato inequívoco que dos de los mayores germanófilos entre los intelectuales españoles eran vascos, José María Salaverria y Pio Baroja. El mismo nacionalismo vasco fue innegablemente germanófilo en sus orígenes de los tiempos de Sabino Arana, aunque hiciera su mudanza a tiempo con los armadores bilbaínos –extraños al carlismo matricial o fundacional- que se hicieron cargo del partido en las primeras décadas del siglo XX.
El integrismo vascófilo en el plano lingüístico tuvo siempre buena prensa en la filología académica que se impartía en las universidades y en los ámbitos académicos en lengua alemana desde las honduras del siglo XIX. Y en esa óptica germana, el vascuence se veía honrado y ensalzado y exaltado como una lengua de los orígenes (Uhrsprache), más antigua y por ende más “europea” que las lenguas del tronco indoeuropeo. La madre del cordero, los orígenes del eusquera. ¿Lengua caucásica, proto europea, o ibera -o bereber- por el contrario? La polémica está servida desde hace más de cien años. Y al calor de la polémica –alentada y alimentada sobre todo por cima de los Pirineos- fue como creció en importancia y e influencia y protagonismo social (y en beligerancia) en las últimas décadas, desde los tiempos de la transición democrática.
Don Tomás Zumalacárregui, convidado de piedra de la historia contemporánea del País Vasco y de sus conflictos. ¿Un carlismo "desesperado de la salvación de España" el nacionalismo vasco? En Francia en cambio, el legitimismo -hermano ideológico (y de sangre) del carlismo- no degeneró en separatismo tras la derrota. ¿Por qué en España sí? ¿Acaso por esas carencias de "vertebración" que Ortega diagnosticó en nuestra propia historia?Otra secuela de nuestra derrota en el 45, el resurgir de las hablas regionales o periféricas. He estado yo poco en el país vasco, he tratado poco con vascos en mi vida también, y tal vez haya sido mejor así, porque esa circunstancia me da más libertad e independencia de juicio si cabe en la medida que no dejo así de observar el fenómeno de los vasco un poco desde fuera. Decía José Antonio que los vascos se realizaron plenamente al servicio del Imperio español.
Plenamente o no, lo que si está claro es que sus destinos y los nuestros se ven ligados antes y después de los tiempos que marcaron el cenit del Imperio y los inicios de nuestra decadencia. Y como decía el vasco Unamuno, mi espíritu esta en mi lengua. En la lengua y en acento. Y el acento vasco en castellano –como lo demuestra hasta el desternillamiento este film valiente- forma parte indisociable –como el andaluz, y el sevillano- de los paisajes de nuestra cultura y de nuestra lengua, española
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