Un convidado de piedra incómodo en la política español (pro/etarra de antiguo) del partido nacionalista flamenco (N-VA) en fase de cuarto creiente en la política belga los días que corren. Staf de Clercq, líder del movimiento nacionalista flamenco mayoritario en los años de entreguerras, VNV. En abril del 37, coincidiendo con el desencadenamiento de la campaña internacional de propaganda por el bombardeo de Guernica, firmó un pacto de no agresion con REX de Degrelle que justificó en estos términos (y cito de memoria): "queremos evitar a nuestro pueblo el drama de un pueblo católico como los vascos, arrastrados por la ceguera de sus dirigentes a una alianza contra/natura con las bandas marxistas" (...)Amberes como todas las ciudades y villas flamencas de rancia historia nos enferman sin remedio a los meridionales de nostalgia y de melancolía, ya se trate de españoles o de franceses como lo dejó escrito –en el primero de los casos- Ernesto Giménez Caballero en la evocación que hacía en su obra “Genio de España” de un viaje por estas tierras flamencas (años treinta) y como lo decía de lo más gráficamente una canción –de un cantautor francés- en lo que a los franceses se refiere, que tuvo gran éxito en Bélgica hace una década, que cantaba “al viento de Bélgica” y al Mar del Norte en invierno, motivos de inspiración nostálgica y melancólica si los haya (y hablo por experiencia)
Pero Amberes –por el peso de la historia sin duda alguna- no enferma a los españoles más si cabe todavía, y al que esto escribe, de nuevo esta vez le dejaba ya nostálgico (y melancólico) sin remedio paseándome por sus plazas y sus calles en ida y vuelta hasta el Escalda y su vistas esplendidas, rememorando el año que allí vivi –entre el 87 y el 88- el primer año de mi estancia en Bélgica, hace ya casi veintiocho años (¡)
Y ya me iba a quedar por algún rato con ese regusto agridulce o ese (dulce) amargor que no es nuevo para mí aunque nunca llegue del todo a acostumbrarme, cuando me echó la sal (como por el Sur dicen) de la visita un detalle que me pareció todo menos anodino circulando, ya de vuelta, camino de la estación por la ancha avenida –de Meir- que desemboca delante de su fachada y fue que al pasar por delante de uno de los bares con terraza que pululan en ese barrio, muy frecuentado por turistas y también –como lo pude comprobar “in situ” el tiempo que allí viví y no creo que en ese aspecto haya habido cambios- por un turismo especial de fin de semanas de holandeses, especialmente los provenientes de las regiones cercanas a la frontera belga- me percaté de pronto que en la pantalla (gigante) de televisión que tenían puesta en la fachada se estaba retransmitiendo en directo –que a fe mía me detuve unos instantes para confirmarlo, y no se trataba de imágenes esporádicas- un encuentro (de Liga, en su primera jornada como me enteré más tarde) entre el Éibar y la Real Sociedad de San Sebastián. Me quedé de piedra, por unos momentos tan solo, también es cierto.
Desfile por el centro de Amberes durante la Segunda Guerra Mundial de la formación De Vlag (Algemene SS-Vlanderen) el ala radical de la colaboración flamenca, distanciados categóricamente de las corrientes moderadas del nacionalismo flamenco. "Ellos piensan (en pequeño) como Flamencos provinciales, nosotros como Germanos continentales". Esa era una de sus divisas. Con lo que venían a ilustrar su renuncia a la revindicacion linguistica tradicional del nacionalismo flamenco. En favor del alemán y en detrimento de la lengua flamenco neerlandesaPorque por mucho que se resalte la relativa (poca) importancia –en lo que a palmarés y a historial reciente se refiere (y no digamos a nivel eropeo)- de los dos equipos guipuzcoanos, hay un dato que explica de sobra esa aparente anomalía –porque nunca en los largos años que vivo residiendo en Bélgica, doy fe de ello, fui testigo de un tal muestra de interés o mínimamente comparable, por la actualidad española en ninguno de sus capítulos y apartados- y es el tratarse de un derbi entre vascos (guipuzcoanos) Suficiente como para que el actual alcalde de Amberes, vencedor de las recientes elecciones hombre fuerte de su partido la N-VA y astro en pleno ascenso de la política belga –de notorios contactos de antiguo con batasunos y (filo/etarras, desde sus años de adolescencia (…)- llamado a dirigir desde fuera o desde dentro el futuro gobierno de centro-derecha, tras las elecciones de mayo pasado. Ni que decir tiene que la “visión” aquella me amargó ya el resto de la jornada.
O digamos que aquello puso otra vez el dedo en la llaga, de esa herida que arrastro desde que resido en Bélgica, hispano/flamenca por llamarla de alguna forma. Un amigo historiador me comentaba la última vez que nos vimos en Madrid, hablando de ese malentendido endémico entre españoles y belgas y en particular –y lo subrayo porque es rigurosamente cierto- con belgas/flamencos, que Franco debía haber acudido en auxilio de estos últimos que sufrieron discriminación y (comparativamente) mayor represión por delitos de colaboración que la que sufrieron los colaboradores (pro/nazis) del lado belga francófono, en el 45.
Grabado del atentado que acabo con la vida de Guillermo de Orange, a manos de un católico francés del Franco Condado, el 10 de julio de 1584, tras otro atentado fallido (el 15 de mayo de 1582) a manos de un vasco español Juan de Jaúregui, el 15 de mayo de 1582, que fue descubierto y descuartizado por la muchedumbre. Los vascos tuvieron un gran protagonismo en la guerra de Flandes, siempre al servico de la Corona de España (...) Fieles a su tradición -desde la Edad Media- de amanuenses de los reyes, en Bélgica eran banqueros vascos, como lo era el patrón de Juan de Jaúregui, los que tiraban de las cuerdas de la bolsa y llevaban las cuentas (ruinosas) de la maquinaria de guerra española. Y entre el príncipe de Orange y el vasco Jaúregui, la memoria del nacionalismo flamenco contempóraneo prefiere no zanjar, optando por la solución más simple, la de echar todas las culpas de las guerras de Flandes a España y los españoles¡Bah! Puro pretexto o coartada en el cuaderno (copioso) de agravios de los flamencos, casi tan copioso como el de los vascos aunque con la salvedad o la diferencia (substancial) que en el caso de los belgas, la sangre no llegó (hasta hoy) prácticamente al rio, y sí en cambio entre españoles. Yo pensaba un poco también como mi amigo. El tiempo ya transcurrido desde que aquí resido me quitaría las escamas de los ojos.
Como lo ilustra el caso que nos ocupa del partido nacionalista flamenco (N-VA) que está a punto de llegar al gobierno (federal) belga por primera vez en la historia de la posguerra. Porque se trata de un partido integrado en substancia por los herederos biológicos de los nacionalistas flamencos que colaboraron con el III Reich durante la ocupación alemana en la Segunda Guerra Mundial, pero que renegaron de ese pasado de forma explícitamente lo bastante para poder participar y concurrir en el juego político belga en la posguerra, relegándose o replegándose así en un postura de reivindicación primordialmente lingüística y como tal secesionígena por no decir explícitamente separatista.
Este best-seller en lengua neerlandesa, de título original "Het verdriet van België", podria haberse traducido "Bélgica flamenca" en lugar de "Bélgica" a secas, porque la novela trata (en exclusiva) de la ocupación alemana en la zona flamenca de Bélgica. Obra emblematica de la memoria de los vencidos de la Segunda Guerra Mundial entre belgas flamencos, se limita a "recuperar" aquella -con fines exclusivamente editoriales- pero sin reivindicarla de manera alguna, al precio en cambio de la irrision, de la burla y del escarnio, como lo hacen grosso modo las diferentes corrientes nacionalistas flamencas operantes en la política belga de nuestros días. Todas ellas reniegan más o menos explícitamente de la colaboración en Bélgica flamenca con el Nuevo Orden nazi, sirviéndose de la reivindicacion lingüística del neerlandés (frente al francés) de pretexto y de coartadaA lo que acabaron añadiendo un ingrediente un tanto novedoso, el del neorrepublicanismo –ellos lo mismo que la otra componente nacionalista flamenca (el Vlaams Belang, situado más a la derecha)- que no había beneficiado en cambio de un consenso por mínimo que fuera en el nacionalismo flamenco (Vlaamse Beweging) del periodo de entreguerras. Y entre ese capital ideológico un tanto vetusto –se reconocerá- se colaría fatalmente ese viejo tic histórico anti-español heredado de la leyenda negra anti-española, de inspiración mayormente protestante/holandesa. No me manejo ni me oriento no obstante en el galimatías de siglas y formaciones que protagonizan hoy por hoy la vida política en el País Vasco.
¿Entre el PNV y los “moderados” de Sortu, los nacionalistas flamencos (tendencia N-VA)? Se admiten apuestas. Pero sin duda por ese particularidad –vascófila- de su faceta de política extranjera, los nacionalistas flamencos se ven más obligados que el resto de las formaciones políticas en Bélgica a manifestar su repulsa de la violencia terrorista como parece estar apuntando los últimos días en los actos de violencia urbana y vandalismo -de “kale borroka”- que han tenido lugar estos últimos días en las Vascongadas
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