viernes, agosto 22, 2014

LUIS (ALFONSO) DE BORBÓN, UN PRÍNCIPE FRANCÉS NIETO DE FRANCO

Luis (Alfonso) de Borbon, duque de Anjou, pretendiente al trono de Francia (por la rama legitimista) arrastra una herencia pesada por ambas ramas -paterna como materna- pero no se diría que le pese mucho por las trazas. Conocí personalmente -y de forma casual (...)- a su padre, Don Alfonso de Borbón Dampierre, del que me quedó una excelente impresión en el plano personal, y aquel encuentro -en Francia, en mayo de 1986- influyó (subliminalmente) sin duda en la alergia y la aversión creciente que me inspiró desde sus inicios el resurgir de un sentimiento neorrepublicano -marca "14 de abril"- entre españoles, tal y como lo encarnaron la movida del 15-M (y de los indignados) y sus parientes o asimilados
Vaya de entrada que ni entro ni tengo por qué entrar en los problemas sentimentales o conyugales de Carmen Martínez Bordiú, la nieta de Franco, sus cuitas y sus contentos. Cada cual vive su vida como mejor lo entiende y el que sea nieta de quién es no le priva en absoluto de ese derecho como al resto de los mortales. Ni por supuesto, de poder hacer declaraciones abordando temas de su vida privada como acaba de hacer ahora.

Aunque está claro que el revuelo ahora armado tiene en gran parte su origen, en tratarse de quién es, si hubiera sido otra, sus declaraciones (a la revista "Hola") por muy desenvueltas y sensacionalistas o periodísticas que puedan ser, habrían pasado mucho mejor la barrera –del peaje- en la opinión y entre los comentaristas de cierta prensa (sentimental, de “coeur), pero está claro que para algunos la nieta tiene que seguir pagando por su abuelo, y nunca mejor empleado la expresión de pagar porque es sin duda eso –un asunto patrimonial, pecuniario en resumidas cuentas- lo que aquí anda en juego por detrás de la oleada de protestas desatada contra la “nietísima” como la llaman despectivamente algunos (de sus compatriotas)

"Que haga o que viva como le dé la gana, pero que pague", léase "que devuelva al pueblo lo que es del pueblo": así reza la consigna difundida y propagada en ciertos medios, con lo que incurren en flagrante falsedad histórica porque el Pazo era hasta julio del 36 propiedad de una familia de la nobleza cuyos titular fue pasado por las armas (léase por los rojos) –faltaría- al estallar la guerra. Y en 1938, sus titulares lo acabaron legando al entonces jefe de Estado. Lo que no se ve invalidado en absoluto por la declaración de "bien de interés cultural" de la que acabaría viéndose objeto la célebre propiedad por parte de la Junta de Galicia. Hasta nueva orden pues o prueba de contrario, el Pazo es suyo y lo usan o utilizan como les venga en gana sus actuales propietarios.
Escena de "La inglesa y el duque" del cineasta francés Eric Rohmer (2001) En este film con la Revolución Francesa de telón de fondo se pone en evidencia el doble juego del Duque de Orleans y su protagonismo directo y de primer plano en la incubación de la atmósfera insurreccional que llevaría a la toma de la Bastilla. Un pecado original de esa dinastía, que Maurras pareció no tener en cuenta, con lo que daba muestras, como francés, de adolecer de (graves) lagunas de memoria histórica
Pero el problema como ya lo dejé más arriba sentado no se ve planteado exactamente así, y es por culpa de la ley (funesta) de la Memoria. Y es que el culebrón (veraniego) que se acaba de montar en los medios por cuenta del pazo de Meirás y de la familia Franco (Martínez Bordiú) sus actuales ocupantes –y de las declaraciones de la que se viene perfilando como portavoz de la familia- no viene a ser más que el enésimo ejemplo o botón de muestra de la i-na-pli-ca-bi-li-dad de una ley polémica, fuente de discordia y que como tal carece de consenso (por mínimo que sea) en el seno de la sociedad española.

No me caso con nadie, no soy amigo (en particular) de los Franco-Martínez Bordiú, ni les conozco personalmente, aunque sí me merecen el respeto que debe reconocérseles en la medida de heredar de un apellido que forma parte indisociable e indisoluble de la historia española contemporánea. Por mucho que ese capítulo de nuestra historia se vea explícitamente negado (de un plumazo) por la ley de la Memoria en el espíritu e intencionalidad de los que la redactaron y promulgaron.

No les conozco personalmente, ya digo, no conozco ni a Carmen Martínez Bordiú ni a su hijo Luis Alfonso, sí en cambio conocí –como aquí en alguna ocasión ya lo tengo evocado- al padre de éste y (primer) marido de su madre, Don Alfonso de Borbón Dampierre, al que conocí personalmente y tuve ocasión de tratar durante un encuentro que tuvo con partidarios franceses suyos y de su dinastía en las cercanías de París, en un propiedad -enclavada ya propiamente en la región Picardía- de un matrimonio de filación monárquica entonces, representantes electos –tanto ella como él- del Frente Nacional que me ofrecieron alojamiento durante unas semanas en el periodo que erré por cima de los Pirineos, los meses que inmediatamente se siguieron a mi salida de la cárcel portuguesa.
Escena pictórica de la ceremonia de coronación de Napoleón -el 18 de mayo de 1804- en el altar mayor de Notre Dame en París, a manos del papa (convertido en rehén), Pío VII. En realidad Bonparte le arrebató al papa de las manos la corona y se le encasquetó él mismo, como lo ilustra bien el cuadro célebre. Ese gesto y el concordato que se seguiria provocaron un cisma (tradicionalista o consevador) en la Iglesia de Francia, con la creación de "la Petite Eglise" y la deserción masiva de obispos no juramentados (hasta unos treinta) que se exilaron en Inglaterra. Y es curioso que con ocasión del gesto (suicida) de Dominique Venner en el mismo sitio, nadie resaltase ese aspecto simbólico del lugar, que venía a conferir un nuevo simbolismo a su gesto. De un signo anti-eclesiástico y anti-papal desde luego. ¿Y también anti-napoleónico? (...)
Los dueños de aquella propiedad ofrecieron una recepción en honor de Don Alfonso estando yo allí –corría el mes de mayo de 1986-, y la dueña de la casa me concedió el honor –en mi calidad de único español allí presente- de acompañarles a ella y al jefe de la Casa de Francia (por la rama legitimista) en un paseo por sus propiedad, por los jardines y alrededores de la mansión. No me sentía ni entonces ni ahora ligado por lazo ninguno a Don Alfonso en particular, ni me contaba a efecto alguno -ni entonces ni ahora- entre sus súbditos o partidarios, no es óbice que el pretendiente al trono de Francia estuvo amable correcto y deferente conmigo, y tantos años ya transcurridos no veo razón ninguna de por qué tendría que ocultarlo, o guardar silencio (vergonzante) al respecto.

Don Alfonso –ya lo tengo aquí recogido en algunas de mis entradas- hablaba un francés correcto con un ligero acento español que hacía las delicias de sus partidarios franceses, como me pude percatar en la alocución que les dedicó durante el encuentro. Me impresionó sobre todo la tristeza que despedía, la expresión de su rostro y de su mirada, de alguien marcado por la tragedia personal, familiar, como si llevara ya impreso en el semblante el final tan trágico e infeliz que el destino le tenía reservado. Nunca más le volvía a ver y no me hice monárquico  tras el encuentro aquél –me curo en salud de inmediato-, pero sin duda que un detalle de mi propia biografía tan poco trivial o anecdótico influiría fatalmente a no dudar, en la alergia que la idea o el ideal republicano me acabarían produciendo sin poderlo remediar al cabo del tiempo y que vendría a cristalizar en la oposición resuelta que habré venido manteniendo frente a ese resurgir de un republicanismo –de un sello o marca 14 de Abril inconfundible- que vendría a encarnar el movimiento de los indignados del 15-M (y sus derivados o asimilados)
Alfonso de Borbon Dampierre jugó la baza del franquismo y de las posibilidades que le ofrecía la Ley de Sucesión de 1947 ("de estirpe regia y haber cumplido treinta años"), pero no traicionó a su primo Juan Carlos, "alguien leal con sus amigos" como me lo describió a mí (Don) Sixto de Borbon Parma en la entrevista que tuvimos en su domicilio familiar en París (junto a los Inválidos en 1982 (unos meses antes de mi gesto de Fátima) Y como el propio soberano lo probaría con su primo Alfonso
Su hijo Don Luis (Alfonso) fue reconocido por su partidarios como su legítimo heredero, y me he estado leyendo ahora en detalle y con suma atención el fallo de un tribunal de Paris (de 1988) que zanjaba en su favor –frente a otros pretendientes franceses, entre ellos Don Sixto de Borbón-Parma- el derecho de su familia a utilizar y a considerar como propio el escudo de armas que ostenta el actual heredero. Tras todo lo dicho,quede claro también que no me siento en la obligación de entrar o tomar partido en las querellas o litigios dinásticos ni entre monárquicos españoles ni mucho menos entre franceses. Maurras –un referente de peso y de una ascendencia innegable en la materia-, sostuvo durante su actuación pública a la Casa de Orleans, y por encima de los argumentos mas o menos explícitos con los que pudo justificar o razonar su opción y su postura a lo largo de su trayectoria y de su obra escrita, no es de excluir que una memoria propia, personal familiar en el fundador de la Acción Francesa jugase un papel determinante.

Desde un punto de vista histórico no obstante, la causa está fallada desde siempre, o asi me lo pareció de antiguo. El fundador de la (nueva) dinastía, el duque de Orleans, primo del rey (Luis XVI), que pasaría a la historia como Philippe Égalité, no sólo acabo votando en la Asamblea nacional a favor de la ejecución del rey –y de su esposa María Antonieta- sino que arrastra una responsabilidad principalísima en la fermentación del ambiente revolucionario e insurreccional que llevaría a la Toma de la Bastilla y a todo lo que se seguiría. Y un film que tuvo cierto éxito hace una decena de años de un cineasta francesa sobre el referido personaje venía a poner –a modo de recordación- los puntos sobre las íes en el tema si necesidad de ello hubiera.

¿Como se come un rey al alba del tercer milenio y del siglo XXI ? A fe mía que no sabría decirlo, no más que otros, pero puestos a ensayar la profecía se podría decir que lo mismo que lo hundió –aquella santa/alianza del Trono y del Altar- fue lo que impidió hasta hoy el resurgir del ideal monárquico en un país de monarquía milenaria como Francia. A buen entendedor pocas palabras bastan

2 comentarios:

julio dijo...

Creo que un buen ideologo sobre la Monarquia es el ruso Vladimir Volkov... Es interesante saber q Don Sixto, pretendiente carlista, se ha manifestado recientemente como simoatizante de Rusia y de Putin...Sobre don Alfonso tambien yo tengo buena opinion...Sobre el Espiritu funesto del 14 de abril baste decir q Pablemos u Olemos parece ser una secuela de aquella "republiquilla" y que su mesias con coleta ha recibido bendiciones de multitud de "intelectuales" circuncisos representativis del llamado marxismo cultural

Juan Fernandez Krohn dijo...

Esa toma de postura le honra, Julio, pero yo no entro en los litigios dinásticos de esa familia. Antepasados suyos (Borbón Parma) -lo acabo de leer hace poco- sirvieron en las filas del ejército belga durante la Primera Guerra Mundial y sirvieron como tales -y por sus lazos de familia con los Habsburgo austríacos- de agentes privilegiados de mediación en las tentativas que partir de febrero del 17 y hasta tres meses antes de finalizar el conflicto (julio del 18) impulsó el rey Alberto (I) de Bélgica buscando una paz separada con el Kaiser y Alemania, como lo pone al descubierto una obra de investigación aparecida en Bélgica hace poco. Saludos