jueves, mayo 17, 2018

BERNANOS JUDEO-CRISTIANO, Y ANTISEMITA

La novela histórica que quedaba por escribir- de la guerra civil en Mallorca (en la foto), donde el mito elaborado bajo el célebre panfleto antifranquista (y antiespañol) de Bernanos (“Cementerios bajo la luna”) estrepitosamente se desmorona, y es por poner de relieve –genialmente en el plano literario- la revolución nacional (y pagana y anticristiana) que entre el clero como en los católicos de a pie se dio en la isla tras el triunfo del Alzamiento, como en ningún otro sitio (en zona nacional) de la Península. Algo que llenó (farisaicamente) de escándalo a Bernanos (como le ocurrió a Lutero en la Roma renacentista) Mostrándose en eso más judeo-cristiano que antisemita. Así replica en la novela el conde Rossi a Julián Adrover después de que el capellán -Padre Julián- intercediera ante él por unas mujeres (milicianas) que pillaron entre los que desembarcaban tras el fracaso del desembarco rojo (en Porto Cristo)- “Usted es y será siempre un pardillo, Julián. Ninguna mujer va nunca obligada –¡ni aunque la aten!- allí donde no quiere ir Y añadía; "si una de estas coge un cuchillo, ya puede Ud. despedirse del mundo de los vivos
Bernanos (Georges) Válgame un santo de palo, o de cartón de piedra, de antes del concilio como quiera que sea, aunque por muchos aspectos se le pueda considerar uno de sus precursores o heraldos (progres) de aquél, al que aludía sin duda Francisco Umbral en su novela guerra civilista (y genial) “Madrid 1940” como “la Iglesia (sic) que traiciono a Franco”, con lo que el escritor irreverente e inconformista español –que lo fue tanto en verdad como lo fue el francés- venia a erigirse de muy joven (años cuarenta, los que dan su título a la novela) en un católico integrista y anti (o pre) conciliar, antes (mucho antes) de su tiempo, (o como dicen los franceses, avant-la-lettre) Afrancesado como lo soy y como lo asumo –de testigos, mis lectores, los lectores de ese blog- soy o fui tal vez, antes que nada, católico/afrancesado, como me catalogaron –para encasillarme (excluirme o excomulgarme mejor caritativamente antiguos amigos o conocidos o familiares incluso míos (ay dolor)- por culpa o por cuenta de mi paso por ese reducto –como un refugio alpino/suizo-y tradicionalista o integrista (integriste) –francófono y sobre todo francés- del seminario de Ecòne.

Y es cierto que en ese alto/lugar (años setenta) de la fe, católico/romana y del sacerdocio tradicional -pre-conciliar y tridentino- ese nombre de Bernanos gravitaba silenciosamente y a la vez de cerca, más si cabe que los otros nombres del cuarteto infernal -de traidores o renegados (franceses) de cuando el 36, (Bernanos, Malraux, Mauriac y Maritain), y brillaba –por su resonancia mas latina (y menos francesa) tal vez- de un fulgor o resonancia especial a los oídos de un español en medio ambiente francés como lo era yo. ¿Sólo por eso? Me temo que no, y es que Bernanos era a los ojos de todos aquellos cofrades míos (confrères) , franceses todo o casi todos ellos, de todos aquellos (cuatro) traidores y renegados, menos traidor o renegado, o más disculpable o digno de perdón (y reconciliación) que los otros, porque era mas nuestro, más católico -o catholique- que los otros, porque era precisamente del género o estilo de católico con el que nos sentíamos (más) identificados todos alli –franceses y no franceses-, él que había sido, quiero decir de antes de su cambio -o de su traición-, más recuperable que los otros, como lo ilustran recientes tentativas (infructuosas) de apropiárselo –sin éxito como digo, por culpa de la negativa obstinada de su propia familia- del Front National de Marine Le Pen, por católico, y por nacionalista francés, de antes de la guerra civil española (“guerre d’Espagne”), el de justo antes y no el de después.
El conde Rossi jefe de los Dragones de la Muerte, que tuvieron como capellán a Julián Adrover (con distintivo de capellán en la foto) –personaje mítico e histórico al tiempo, y principal protagonista (y cronista) de la novela- contaron también con Yves Bernanos (alférez provisional a la vez), hijo del escritor, como escuadrista. A los consejos de campaña del bando nacional en Mallorca –según se recoge en la novela- el conde Rossi asistía (y a los que presidía) junto a los altos mandos militares y a los civiles más destacados del bando nacional -falangistas casi todos ellos- en la isla insurrecta, y entre ellos, Juan March, el emblemático banquero judío (chueta) mallorquín, amigo de Franco y principal financiero del Alzamiento. De lo que Bernanos no abre la boca en su novela antisemita (“La Grande Peur des bien-pensants”)

¿Justamente de entonces y no de antes? Siempre así lo pensé porque lo aprendí o así me lo dieron a entender allí. Con lo que venían a evacuar de la masa de los recuerdos -de los míos y de los que se encontraban conmigo allí (el seminario de Ecône)- el episodio espinoso, doloroso y difícil de afrontar -como la soga en casa del horcado- de la condena pontificia de Charles Maurras y de la Acción Francesa, donde ya empezó Bernanos su disidencia o deriva en solitario (y hacia la izquierda, como Maritain), lo que yo a fe mía obviaba e ignoraba y que me sorprende aprender hasta el punto que hoy lo veo o enfoco a partir de ahora como el punto de inflexión crucial y decisivo en su trayectoria (y línea de evolución) y no nuestra guerra del 36, que lo segundo fue en él una mera secuencia de lo primero y no al revés. Que las pretendidas crueldades y salvajadas que cuenta y denuncia en la obra (panfletaria) más conocida y divulgada de todas las suyas, por cuenta del bando nacional –un epíteto del que el abominaba (“¿de cuando –decía él- la derecha, en Francia, convino en autodenominarse “nacional”?, y tenía razón, lo de nationaliste (como los vascos y los catalanes), les gustaba mucho más-, no venían en él a ser, como digo, mas que simples coartadas (en francés “alibis”) de una toma de partido o posicionamiento (con el papa, junto al papa y tras el papa) que había sido la suya ya antes de entonces, y de “allí .

”Con la iglesia hemos topado querido Sancho”, podía decir el que fue líder y maestro de Bernanos, Charles Maurras, cuando la condena papal. Como se iba a topar la España nacional muchos años después (…) Y precisamente por eso, porque Bernanos –con fino instinto o sexto/sentido de bautizado (o vaticanista o vaticano/clerical)- olía o intuía (a distancia) o anticipaba esa ruptura futura es por lo que se apartó y cambió tan brusca y abruptamente de bando en nuestra guerra civil, sin importarle ni poco ni mucho el pasar a los ojos de los suyos por un traidor, como lo fue a todas luces para el joven Brassillach católico como él y que había sido discípulo ferviente y admirador incondicional suyo que cuenta en sus memorias su encuentro con Bernanos –después de la experiencia de este (y de sus bandazos subsiguientes) en Mallorca- donde lo describe dando vueltas y más vueltas con ojos desorbitado de loco o energúmeno en redor de un mesa camilla contándole las (pretendidas) atrocidades del bando nacional. De las que era cómplice y participe Yves Bernanos, su propio hijo.


Aunque sus familiares ahora camuflen o lo hagan pasar “de matute” en los medios y ante la opinión publica. Alférez provisional incluso –donde llego a alcanzar galones y medallas- y más que eso, miembro de las escuadras negras –“Dragones (escadrons de la mort) de la muerte”- que dirigía Arconovaldo Bonacorsi, conde Rossi, vicecónsul o procónsul fascista de la isla de Mallorca tras triunfar allí el Alzamiento, como lo cuenta con todo lujo (literario) de detalle, una novela de la que m ocupe hace años en mi anterior blog de Periodista Digital-, “La Noche del diablo”, que recoge los testimonios de Julián (Juliá) Adrover personaje mitad realidad, mitad ficticio –o todo junto bien revuelo a la vez- capellán del conde Rossi y de sus escuadristas, y no precisamente –a años luz más bien como se desprende de sus testimonios que se recogen en la novela- como aquel cura de aldea que hizo célebre a Bernanos (padre) –Journal d’un curé de campagne- y fue precisamente esa revolución –de signo y sentido paganos, y anticristianos- de la que Bernanos le deparó la suerte el ser testigo presencial y que operaba en cuerpos y almas alto nivel de la mentes y de las conciencias, en el clero como en los demás. En primera fila en Mallorca, los primeros meses de la guerra civil (y tras el triunfo allí del Alzamiento) lo que desconcertó y escandalizó y humilló –como le ocurrió (al decir de Nietzsche) a Lutero en su visita (fugaz) a la Roma renacentista- al francés Bernanos, católico francés y (nota bene) –sin de una memoria histórica antiespañola heredada de la Leyenda Negra de las guerras de religión como se deja claramente traslucir en “Cimetiers sous la lune” su celebre panfleto anti-franquista.

Y era eso, esa aprobación o justificación (en latín clerical, justificatio) de una violencia de guerra civil –sin sombra alguna de remordimiento o mala conciencia que en la novela se inmortalizan en unas frases o glosas propiamente antológicas- lo que escandalizó y sublevó al “integrista” Bernanos más que las atrocidades mismas (verídicas o presuntas) Y así lo vieron y le despreciaron –que no le persiguieron- los que eran blanco directo de sus puyas y denuncias –y maldiciones bíblicas- como lo fue el conde Rossi, que tras el fracaso del desembarco rojo republicano en Porto Cristo -cuando se desató , y no antes (nota bebe) la ola de represión en la isla que Bernanos denuncia (en “Cementerios bajo la luna”)-, al cruzarse con el escritor en la playa del desembarco donde había ido a interesarse por la suerte de un amigo suyo corresponsal (francés) de la agencia Havas (judía) muerto al tratar de desembarcar –en una de las lanchas, mezclado con otros asaltantes- le espetó mordaz y sarcástico : “Así su amigo sabrá escoger mejor la próxima vez” (…) El tipo de lecciones de moral que algunos les cuesta y escuece aceptar y más aún (horresco referens!) si lo oyen en la boca de un español (o pro español, es igual) Y naturalmente ese hombre tan santo no se lo perdonó (…) Hay no obstante un enigma –o fuente de ellos sin fin- en la figura y en la obra de Bernanos y lo es el que plantea su (craso) antisemitismo como lo reconocen sus más fieles e incondicionales amigos y panegiristas. “Hitler deshonró al antisemitismo”, esa es una de las frases (lapidarias) que se le atribuyen, del final de la Segunda Guerra Mundial (en el 45) Como a modo de descargo, alegato pro domo y en defensa (y justificatio a la vez) de la tradición –eminentemente intelectual es cierto- del antisemitismo francés uno de cuyos testimonios mas destacados o botones de muestra lo es una de las obras de Bernanos ( la Grande Peur des bien-pensants) dedicadas a Edouard Drumond gran nombre –maldito (“maudit” ) del antisemitismo francés –autor de “Francia judía” (“La France juïve”)- y en el que Bernanos se inspira para esa novela (en su vida y en u obra)

Una obra, esa de Bernanos que gravitaba igualmente en silencio mis años del seminario de Ecône (la oí o la vi allí citada no sé cuantas veces) , pero a la que nunca tuve acceso allí dentro como me ocurrió lo mismo a mi paso por la ULB, como si en un sitio o en el otro, aunque por razones aparentemente opuestas- se pretendiese (púdicamente) salvar a todo precio del descrédito la reputación el autor, de colgarle aquel epíteto (tan infamante y deshonroso) de antisemita, hasta el punto que aquella faceta (insoslayable) de su obra escrita me fue siempre hasta hace poco ilustremente desconocida (….) Y eso suscita fatalmente otro hondo enigma en la trayectoria de Bernanos a su paso por la isla de Mallorca en guerra, y es su silencio o pasar de puntillas (como los franceses dicen) sobre el protagonismo judío (innegable) en el Alzamiento en las Baleares como lo ilustra la figura emblemática en extremo de Juan March, de lo que sirva de botón de muestra su presencia –sin falta- en las principales reuniones, “en campaña” , junto a los mando militares, como no deja de consignarlo (por escrito) la novela referida- desde los primeros instantes del inicio de la guerra y del alzamiento:

¿Será porque era un judío español Juan March –de la comunidad chueta de Mallorca la única sobreviviente en cuanto tal en la Península (después de 1492)? ¿Y porque en consonancia es más rentable política ideológicamente hablando que un Bernanos pro español, otro antiespañol y antisemita? La clave del enigma (¿)

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