Una foto para la galería. Esta escena del Maidán de Kiev –con todos los visos del montaje, no la foto, sino la escena en sí- justo antes del estallido (sangriento) al final, es sin duda lo que algunos necesitaban como el pan comer, para poder reafirmarse en sus posturas en un tema de perfiles tan inciertos y tan indefinidos y poco claros para occidentales y en particular para españoles. No vi desde luego otra del mismo tenor de los acontecimientos aquellos y creo que me las vi todas (durante meses) Dos cabezas rapadas (dos) –nacionalistas- que sostienen la bandera y el resto capuchas (como las de la ETA, sin duda de los de Pravy Sektor) y cascos de protección civil del obreraje enfrentando a las fuerzas del orden, sin prestarle atención al tema. Y la moraleja esta más que clara a mi juicio. No de unos grupos de hooligans, asociales y provocadores sirviendo de comparsas a los grupos de extrema derecha, sino justo todo lo contrario. Como sucedería a no dudar en una situación comparable y mínimamente imaginable entre españolesLimpiar a España de sus bajos fondos. Esa fue la consigna oculta o el leitmotiv principal –innegablemente inspirado en el regeneracionismo español- que invoco a veces (confidencialmente) Franco durante la guerra civil. ¿Acaso las democracias son fértiles en tamañas lodazales como la lluvia en el Amazonas? La pregunta se impone. Deserté los estadios de futbol de muy joven aún en el tardo franquismo cuando esos fenómenos no existía y eran impensables tan siquiera.
Me subía con quince años a laS últimas gradas –las más baratas- del Bernabéu y no tuve nunca la menor sensación de inseguridad ni de violencia ni en la calle ni en las gradas, y en el Metropolitano –del Atleti- que estaba muy cerca de casa, igual por más que ofreciese en sus inmediaciones ele espectáculo en permanencia, de gran colorido, de la picaresca de la reventas y del colarse sin billete, mucho más visible entre colchoneros que entre madridistas.
Muchos años después en mis visitas periódicas –y bastante fugaces- a España me empezaron a llegar ecos de ese fenómeno, que alcanzó sin duda su paroxismo con la muerte –por arma blanca- de un hincha de la Real Sociedad de San Sebastián. Lo que me dejo un poco helado, lo confieso, el que las cosas estuviesen llegando a esos extremos, por mucho que aquello se disfrazase de confrontación por motivos políticos, aunque es cierto que eran todavía los años de plomo, léase de amenaza y de violencia terrorista.
El fenómeno de los hooligan futbolísticos alcanzaría no obstante credenciales o carta de beligerancia política o patente de corso como se quiera, con el Maidán, la revuelta callejera del pasado año n el centro de Kiev que dio inicio con una acampada como la de la Puerta del Sol, y al cabo de una escalada de violencia de varios meses –jaleada en los medios de la prensa global tanto como lo sería la “spanish revolution”- acabaría dando cuenta del gobierno de entonces, desembocando en la actual situación de guerra civil más o menos disimulada en la zona oriental de Ucrania.
En esa novela capital entre todas las suyas, presta Umbral a Franco el propósito último (y loable) de “limpiar España de bajos fondos” en la guerra y en la posguerra. Como así se hizo. Un ejemplo, el de la violencia actual en los estadios inexistente e impensable incluso en los tiempos ya tardíos del régimen –del tardo franquismo- como da fe de ello el autor de estas líneas entonces quinceañero y aficionado al fútbol y a acudir al Bernabéu y al Metroplitano (yo solo o con amigos de mi edad) El menor desbordamiento hubiera quedado bajo control de inmediato. Y recuerdo que en el Bernabéu un amigo mío y yo (ya un poco más mayores) nos pusimos a gritar –una vez en plan de juerga- “¡Muñoz dimisión, y se me colocó un policía armada a dos pasos míos al punto (…) O tempora o mores!Los “ultras” (por llamarlos de alguna forma) del “Sector Derecha” –léase el ala de derecha del estadio del Dinamo de Kiev- acabarían convirtiéndose en protagonistas directos y del primer plano hasta el punto que se les puede considerar los artífices directos del derrumbe del régimen anterior y de la instauración subsiguiente de una junta provisional con el aplauso y los nihil obstat de la UE y de la Casa Blanca. ¿Política en esas algaradas y en sus principales protagonistas? Si se quiere. ¿Política ahora en los sucesos del Vicente Calderón de tan infausto desenlace? Si acaso, por la connotación –tan periodística- de la etiqueta de “ultras” que llevan pegada unos como otro, sean de la tendencia que sean.
El de ultras es un término estrechamente ligado en la historia de las ideas políticas contemporáneas a derecha y a extrema derecha (o ultra derecha) Y tal vez se deba en parte al culto de la violencia que practican esos grupos, como los que protagonizaron del pasado domingo que habrían preparado desde días antes una “quedada” (en las mismas palabras de la Delgada del gobierno) ¿La violencia es acaso buena en si, y cuanto mas gratuita o infundada o sin motivo más pura y mas autentica? La cuestión trajo cola en la historia de las ideas también, y habré dado hueso duro de roer a filósofo y pensadores y doctrinarios. Sobre todo en lo inicios del siglo XX con la revolución de Octubre y la eclosión de los nazi fascismos, como lo ilustraría una obra que vendría a convertirse en una biblia de bolsillo de su época –primeras décadas del siglo anterior- “Reflexiones sobre la violencia” en la que se justificaba la violencia de la huelga general revolucionaria, de inspiración anarco sindicalista o (filo) anarquista o ácrata, aunque su autor –un ingeniero de clase media- no lo fuera o no del todo, y su obra acabase convertida en verdadero caballo de batalla entre unos y otros, entre fascistas y anarquistas (y socialistas revolucionarios y comunistas incluso) en las décadas que siguieron a su publicación.
No era no obstante, la que preconizaba Sorel –un hombre de vida no poco tranquila y de comportamiento pacifico que moriría en la cama-, una violencia gratuita, ni podía equipararse en modo alguno a la violencia delictiva o al crimen (individual y organizado) Y al llegar aquí paro el carro que temo que me estoy pierdo si se piensa en los centinelas de lo políticamente correcto que pululan por todas partes dentro y fuera de la red poro supuesto., y es que si bien se mira, violencia revolucionario o contrarrevolucionaria e ideario demócrata se contradicen en principio efectivamente, y hablo de ideario demócrata que no de la práctica de su instauración, tanto en Francia como en los Estados Unidos, en la Revolución Francesa o en la Declaración de Independencia Americana, y Pablo Iglesias gran apóstol y proagadista (y evangelista) de la democracia USA –marca Obama- y de su violencia original, que le lleva hasta justificar el portar armas de fuego -conforme a la enmienda constitucional de los padres/fundadores de la democracia USA- no creo que se atreviera a contradecirme.
Digamos que la violencia como todos los fenómenos primordiales, como el sexo como la procreación, como la maternidad, como la música como la poesía, como el amor o como la guerra, tiene algo de misterioso y de irreductible a una explicación (racional)- cualquiera. Y en esa misma medida tiene algo de imponderable, de falta e imprevisible. ¿Violencia en los estadios, por qué? Un simple exutorio de la violencia latente en el cuerpo social, o ocupación (u okupación) –indebida- del espacio público por grupos que normalmente deberían verse mantenidos al margen y que irrumpen fatalmente por las causas más diversas y que no lo harían si los niveles de garantía y salvaguarda del orden público y de respeto a la autoridad en el cuerpo social se lo impidiese.
Violencia y extrema derecha, el binomio o la cuestión inevitable e insoslayable. Es un hecho que los fenómenos de hooliganismo en los estadios de futbol se ven asociados a simbologías de derechas o de extrema derecha la mayor parte de las veces (aunque no siempre) Y el fenómeno puede verse ya analizarse de una forma cualquiera y justo al revés, porque en si mismo considerado quiere decir todo y no quiere decir nada al mismo tiempo. Como sea esta claro para el que esto escribe que no se trata de formas de rehabilitación o de reivindicación de símbolos mas o menos malditos o proscritos sino mas bien de explotación –con los fines que sea- un simbología puesta a la venta en almoneda desde el final de la segunda guerra mundial.
Y el ejEmplo mas reciente nos lo da el Maidan de Kiev. ¿Dónde quedaron las cruces célticas que llegaron a enarbolar militantes del partido nacionalista Svoboda (Libertad) en los momentos más álgidos de la crisis justo antes de su violento desenlace, y que no dejaron de difundir a toda prisa los medios? Se diría que se fueron con los muertos que se dejó esa formación –unos cuantos- en los enfrentamientos y asaltos de la célebre plaza de la capital ucraniana. Porque lo que reina ahora en Kiev con el nuevo régimen (democrático) implantado tras el desenlace de la crisis huele y suena a políticamente correcto, conforme a baremos y parámetros de los más rigurosos en la materia, conforme a los dictámenes (y ultimátum) de la UE y de los Estados Unidos.
Una pelea entre hooligan españoles que acabo mal sin dar más de si en el plano del análisis político, que eso es que parece a todas luces. Y la innegable conmoción innegable provocada ahora en la opinión pública española por el trágico desenlace puede brindar tal vez la ocasión que ni pintada a los poderes públicos de intervenir de una vez de forma enérgica y contundente buscando atajar de una vez por todas un fenómeno de violencia endémica que en la medida que favorece y propicia y fomenta la crispación reenciende a su manera la guerra (civil) de los ochenta años de la que vengo disertando (in crescendo) en estas entrada
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