Ostende, tal como la vio y la inmortalizó uno de los más grandes pintores belgas, Leon SPILLIAERT, que se fue de allí para instalarse en Bruselas los diez últimos años de su vida, como huyendo de los sortilegios de la ciudad/balneario fetiche -de un (no tan remoto) pasado español- donde se (me) paró el Tiempo (los años de expatriación que allí viví, década de los noventa)
« Trasterrado », fue el juicio que yo le merecí. Yo, por extensión de la poesía transterrada (sic) que le brindé a mi amigo en el prólogo que amable y generosamente dedicó a mí primer libro de poemas, a poco de su muerte que se le llevó de una cruel enfermedad en plena madurez. Y en glosa de la glosa, la que me merece el elogio que me dedicó, y en homenaje póstumo a la figura y a la memoria de mi fiel amigo, vierto aquí estas líneas de poesía lírica y en prosa que así es como las veo yo. Poesía trasterrada (sic), en homenaje de alabanza a una tierra próxima y extraña a la vez para un español, que generosamente me acogió (y me soportó) El Mar del Norte, motivo central de inspiración de toda una corriente de pintores belgas, es a la vez objeto de un estudio de reciente aparición, y en la medida que fue el marco ambiental de los años más duros y más fecundos que aquí viví, está claro que esa novedad editorial no me podía deja indiferente a mí.
Y quien dice mar del Norte dice también Ostende, patria chica de uno de los pintores más emblemáticos de esa corriente, y playa y ciudad/ balneario del mayor relieve de la costa belga, preciosa como una joya en miniatura, donde se diría que el Tiempo se paró. Ostende, donde mi vida se paró un día, como canté en uno de mis primerizos poemas, y donde el Tiempo se para en mí cada vez que allí vuelvo. Y de ahí sin duda la fuerza del impacto en mí de la obra de una de las figuras de esa corriente, Leon SPILLIAERT, que vivió en su ciudad natal el descenso « ad inferos » en su obra entre la tristeza y la melancolía de los paisajes marítimos de aquí, de sus noches estrelladas, y de sus paisajes surrealistas batidos por el viento entre graznidos de las gaviotas. En su obra y en su vida, como se desprende de ciertos datos reveladores de su biografía, de una vida que transcurrió en Ostende donde forjó lo más granado de su obra artística, hasta que se fue de allí, como huyendo de los sortilegios de la playa fetiche y de su mar al claro de luna, boreal y pálida cual grácil doncella, la Luna por estos cielos y estas tierras.
« Atlantico de padres a hijos », así me definí yo y los míos en un reciente intercambio epistolar con un (buen) amigo que hacía hincapié en sus raíces o en la fuerza de arraigo en él de la costa mediterránea (sic) como sinónimo de español, léase de patriota, así me lo pareció a mí al menos, y fue lo que me movió a darle a la tecla sobre el tema. Entre el Atlántico y el Mediterráneo, entre el Olvido y la Memoria, como lo canté en otro de mis poemas. Entre la Memoria de la identidad propia, y el Olvido, prenda de reconciliación y de concordia. Así veo yo mi vida y así veo yo las señales marcadas en los astros de nuestro destino común, de nuestra trayectoria colectiva (y española) El Mar de Norte, la costa belga, los paisajes de estas tierras de Flandes, de conjuro o antídoto marítimo y a la vez telúrico de ese pathos de guerra civil (interminable), de esa pulsión masoquista, de ese síndrome de auto desprecio que tanto nos habrá marcado -qué bien se ve desde fuera!-, como individuos y como pueblo. En craso desprecio de nuestra Hstoria, que transitó como por casualidad o arte de magia, precisamente por estas tierras (…) Trasterrado si, pero no un expatriado cualquiera (…)
Un pueblo de la costa belga (flamenca) del Mar del Norte en la que viví (parece que lo estoy viendo) Obra del gran pintor belga Jean BRUSSELMANS, contemporáneo de PICASSO (a quien trató) Quién influyó o quién plagió a quién? Lo de huevo y la gallina, no me digan. Como dos gotas de agua, quitando en la obra del pintor belga el « pathos » guerracivilista del español (como no!)
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