jueves, abril 15, 2021

BRASIL Y "LA GRIPE ESPAÑOLA"


Jair Bolsonaro en la picota de los medios y de la OMS –a la que acusa de partidismo ideológico-, y de la medida demagógica del presidente francés Emmanuel Macron cancelando todos los vuelos procedentes del Brasil a aeropuertos franceses. ¿Por que no hicieron lo mismo con China desde el principio de la pandemia? ¡Animo Bolsonaro!, quien confesó haberse recuperado tras caer enfermo del COVID gracias a la cloroquina del Doctor Raoult (horresco referens!) ¡Sé fuerte!          

Gripe española. Menudo culebrón, al que en España –hay que acabar por reconocer-  no se supo estar a la altura de ofrecer una respuesta eficaz y contundente, ni de acertar a destapar o desenmascarar lo que tuvo de guerra de propaganda o de (furiosa) propaganda de guerra, como uno de los últimos o el ultimísimo coletazo de la guerra del catorce. ¿La prueba? El que sólo ahora con ocasión de la pandemia que nos asola (o eso dicen), los medios españoles se atreven a dar la versión autentica o verídica de lo que ocurrió entonces, y a poner blanco sobre negro y a publicar lo que nunca hasta hoy leí ni en papel ni en la red: de una "gripe española" –Spanish Influenza- que-no-em-pe-zó-en-España (sic), y que nos permite sacar pues conclusiones por nuestra cuenta y presentar aquello -o aquel "bautizo"- como lo que en realidad fue: una venganza o ajuste (implacable) de cuentas de los vencedores (de la Gran Guerra) en toda regla, y fue por razón de la neutralidad (estricta) que fue la de España en aquel trance (tan tremendo y tan crucial y decisivo en la historia contemporánea) 

Brasil de hoy y "gripe española" de ayer, ¿cualquier parecido con la realidad pura coincidencia? Leyendo aunque sólo sea fugaz y someramente los grandes titulares de la prensa (“main stream”) en lengua francesa, se nos caen de golpe las escamas, y suena (sin remedio) en nuestros oídos el timbre a todo meter del botón de alarma. Por un  país que nos es muy caro, como lo es también Portugal y por razones aún más íntimas y viscerales que en este blog creo haber repetidamente (por cuenta por ejemplo de mis entradas, criticas, sobre la TFP) dado o dejado a entender: caro el país, y caros sus gobernantes de hoy viéndolos en la picota o en el disparadero de los medios, de la Organización Mundial de la Saud (¡lagarto lagarto!) y de eso que se llama la (camaleónica) conciencia universal cambiante y acomodante al vaivén de las olas. Y las olas o la corriente de las olas pegan furiosamente ahora contra el Brasil de Jair Bolsonaro, como lo hacían igual de furiosamente contra la España indefensa a fuer de neutral de entonces (en el concierto internacional) y es tras la caída –estrepitosa en  el descrédito- de Donald Trump del que aquel fue franco y leal aliado. Brasil, apestado en la opinión y no más por la pandemia que otros países –como Bélgica-, a los que la OMS prefiere dejar en paz, por lo que sea. Cifras alarmantes –y tendenciosas, de la OMS- (para un pais de 92 millones de habitantes) (....), y medidas (sensacionalistas) del mayor impacto político económico y psicológico como lo es la prohibición de vuelos de aquel origen o procedencia en los aeropuertos franceses, aunque no se permitiera hasta hoy el gobierno de Emmanuel Macron nunca con China una medida así. 

Dictadura sanitaria (sic), lo que dejándose de eufemismos se empieza a denunciar en el país vecino, en el curso de la actual campaña electoral. Y para lo que parece que di la señal en este blog con meses de adelanto (yo). Que mi trayectoria publica –harto conocida- léase, mi transito por cárceles (varias) de países en democracia, y quizás más, la memoria aún fresca y viva en mí de mi adolescencia y primera juventud -en el Madrid de justo antes de la Transición- me hicieron tal vez mas sensible que muchos otros a ciertas (elementales) libertades publicas bajo amenaza de cercenamiento irreparable o lisa y llanamente de desaparición, como la libertad de ir y venir (hasta las tantas), o el reaseguro de que el estamento medico no nos imponga patrones de conducta individual y colectiva, arrogándose atribuciones –de po-li-cí-a- que nadie le atribuyó, con  aplauso de los medios (y de los balcones) por supuesto. Brasil, ¿o lo que el viento –el de los medios- se llevó? (…)        

 

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