miércoles, abril 24, 2019
¿DE CHIRICO FASCISTA?
El verde –símbolo de esperanza- de los cielos en los cuadros de De Chirico -en la foto, "Piazza d'Italia"-, es inseparable se diría de la cargazón nostálgica de su obra: como el colofón inevitable de esta última, y es el efecto de revulsivo y de catarsis (griega) que produce en los que le contemplan. Antes y después de la tragedia. Antes y después de la derrota (y el que sepa entender que entienda)
Misterios del surrealismo. Del aura enigmática y misteriosa que le acompaña, y que me siguió a lo largo de mi vida. Algo de lo que habré acabado dándome cuenta como una gran revelación durante mi (larga) estancia en Bélgica, un país al que se puede calificar de patria de predilección del movimiento surrealista, por dos de sus grandes pintores –Delvaux y Magritte- , por lo oscuro de sus estampas urbanas –de Bruselas sobre todo a la que di en calificar de “Ciudad Oscura”-, y más que nada por sus grisuras y sus claros de luna. Y es que no es puro azar pues, si es aquí donde descubrí el otro gran pintor surrealista del que la critica belga tanto abomina (…) Giorgio De Chirico -la "ch" en español pronunciada "qu"-, el gran pintor italiano surrealista -o precursor del surrealimo, propiamente hablando-, ¿figura emblemática -e iconoclasta- de surrealismo fascista? Alguien tenia que hacerse (en voz alta) la pregunta y responder a ella con la mayor premura (…)
Y juro que no lo sabia que ni me lo sospeché cuando me di de bruces por vez primera con sus cuadros más célebres que tanta impresión me producían (…) Por sus “misterios” y sus enigmas como así titula a las más celebres de sus pinturas. Y juro también que no había prejuicios –“parti pris” en francés- en mis gustos en materia artística, como no la había tampoco en mi preferencia –ante el Picasso rojo (que fue amigo de De Chirico, dicho sea de pasada)- por Salvador Dalí surrealista de excepción y de notoriedad publica franquista. No es que comprendiera los sueños y visiones (y obsesiones) del pintor catalán y sigo sin comprenderlos, pero me parecía infinitamente superior a su alter ego (de izquierdas) en la historia de la pintura, en la firmeza del trazo en sus dibujos, en sus juegos de colores, en la intensidad de la luz que de cuadros despiden, y en la potencia o carga de sueños y de promesas que su obra arrastra en suma. Nada que ver con la repulsión instintiva, o la frialdad e indiferencia que el furor iconoclasta y transgresor de su rival me producía. "España y yo somos así señora". ¿Así de incendiarios e iconoclastas (y guerra civilistas)? Será “su” España la otra, ¡Perpetua o interminable pesadilla!
Decía De Chirico que había aprendido en Nietzsche la melancolía de una bello atardecer de otoño, y de la tarde en las ciudades italianas. Como lo viene a captar en este cuadro -"Misterio y melancolía en la calle"- uno de los suyos mas celebres. Algo parecido se podría glosar de la gran poesía (Umbral díxit) de los atardeceres de los pueblos y ciudades de Castilla. Un deje melancólico como un señal o unción (tau) de elegidos en la voz de la sangre (José Antonio díxit) que nos liga a los destinos de Europa. Y que nos hace descifrar solos, sin ayuda de traductores o intérpretes intermediarios, el arte de sus grandes pintores metafísicos, como De Chiricco
Como sea, los cuadros de De Chirico me habrán ayudado (un montón) a purgar o a exorcizar los demonios -de nostalgia y de melancolía- que me acechan de antiguo por dentro o por fuera, y es por la cargazón melancólica que destilan (por paradójico que parezca) Insólito resurgir, desde el celebre cuadro del Durero renacentista, de la pulsión melancólica en el arte y en la pintura de nuestra época, en su vertiente incorrecta (“maldita”) Y no es puro azar ya digo ni causa (ejemplar) primera tampoco de mi fascinación, pero a ella no es ajena desde luego su reputación –de fascista- que persigue a sol y a sombra al gran maestro italiano hasta nuestros días. Por cierto, bien fundada (o merecida) Como lo ilustra la reacción (fulminante) del empleado italiano de una librería céntrica de Bruselas que enarbolaba como una bandera –o un seguro de desempleo más bien (…) sus ideas políticas izquierdistas, y su cambio (brutal) de actitud hacia mi persona cuando le hice un comentario elogioso –¡ingenuo de mí!- del pintor (su compatriota)
¿Fascistas las estampas, los paisajes urbanos en la obra de De Chirico entre la mas célebres y celebradas de sus pinturas? ¿Fascistas sus cielos verdes –que hacen inevitablemente pensar en los luceros aquellos, omnipresentes en la retórica tan familiar e inconfundible a nuestro oídos, de signo falangista-, fascistas sus columnas y sus estatuas, sus rostros inmarcesibles y arquetípicos de virilidad (virtús) romana, clásica, antigua. ¿Fascista su clima ambiental de silencio y majestuosidad, o esos soles fríos (laicos) que inundan sus figuras? Cada cual que piense lo que quiera. No son menos vestigio (perenne) de todo un mundo, de todo un orbe –europeo occidental- que se vería arrumbado al cuarto de los trastos viejos con el derrumbe de la ensoñación (nazi) fascista, léase de su derrota (en el 45) Y de ahí la nostalgia indefinible y el anhelo irresistible de paz y de orden que de esos cuadros se desprende , de todo un mundo que se hundió irremisiblemente entonces también.
Y recuerdo que era ya un sentimiento análogo el que me embargaba en una de las excursiones semanales o bisemanales que hacíamos en el Seminario de Ecône, ante el comentario delante de un paisaje alpino de gran belleza de los que allí a cada paso por así decir nos rodeaban, de uno de mis compañeros franceses (seminaristas) Tras la Primera Guerra Mundial, me decía, desapareció todo un mundo del que no tenemos ya apenas noticia. Y de la Segunda Guerra Mundial más devastadora si cabe que la anterior, se podría hacer una glosa parecida. Por lo menos de parte de aquellos entre los españoles que sienten por la historia europea –de por cima de los Pirineos- un mínimo de interés y de empatía (…) Y eso es lo que evoca o despierta en mí –como en los otros nombres de su misma escuela- el conjunto de la obra del gran pintor surrealista.
Y no es puramente anecdótico lo que él mismo contaría de la Quadriennale de 1934, la gran muestra de arte plástica impulsada y patrocinada por el régimen fascista. Del detalle –verosímil y verídico por demás- que el mismo Mussolini se habría detenido admirativo en la sala donde iban expuestas sus pinturas. Ni son anecdóticos o puramente triviales tampoco otros datos o detalles de su biografía. De su infancia transcurrida -en el seno de una familia italiana- en Grecia, referencia geográfica arquetípica, la Grecia clásica antigua- en la génesis de la ideología (nazi) fascista.
Impronta viril –del latín Virtús virilidad)- en los rostros de los cuadros de De Chirico como este -retrato del poeta Apollinaire que fue su amigo- en el que las gafas negras –tan de moda en la España de la inmediata posguerra (…)- vienen a simbolizar la otra/modernidad nacida de la Antigüedad Clásica. La modernidad y el mundo que no fueron posible de un tris, lo que simbolizan a mis ojos De Chirico y todos los maestros de la escuela surrealista
Nada trivial tampoco su estancia de muy joven en Alemania, ni la influencia de la obra y de los escritos de Nietzsche como él mismo lo reconocería. Y en concreto de uno de los párrafos cumbre de “Así habló Zaratustra”, “De la visión y del enigma”, uno de los relatos fundadores y referentes primeros de la literatura contemporánea en el tema de la melancolía que es como cabria traducir el término de la célebre obra de Nietzsche, la mas enigmática y la mas poética de todas las suyas.
Todo cuadra, todo se junta (…) Nietzsche condenado por contumacia y reo de responsabilidad intelectual (en el Holocausto) por el tribunal de Nuremberg, fuente mayor de inspiración del pintor surrealista y de gran parte de su obra que arrastra el calificativo de “metafísica”. Nada de puro azar pues que en el itinerario en solitario que me llevó a cruzarme con la obra y con la figura de Nietzsche –objeto y blanco de una implacable boicot y censura en los ámbitos académicos y en los medio universitarios en España como lo señalo en plan de denuncia en uno de mis libro (“Krohn, el cura papicida•) – acabara con el paso del tiempo topándome con la obra insólita del gran pintor surrealista.
La memoria, vía de acceso o de abordaje artístico, como es fuente suprema de inspiración, que ya lo dijo Umbral, ¡no es culpa mía!
Misterios del surrealismo. Del aura enigmática y misteriosa que le acompaña, y que me siguió a lo largo de mi vida. Algo de lo que habré acabado dándome cuenta como una gran revelación durante mi (larga) estancia en Bélgica, un país al que se puede calificar de patria de predilección del movimiento surrealista, por dos de sus grandes pintores –Delvaux y Magritte- , por lo oscuro de sus estampas urbanas –de Bruselas sobre todo a la que di en calificar de “Ciudad Oscura”-, y más que nada por sus grisuras y sus claros de luna. Y es que no es puro azar pues, si es aquí donde descubrí el otro gran pintor surrealista del que la critica belga tanto abomina (…) Giorgio De Chirico -la "ch" en español pronunciada "qu"-, el gran pintor italiano surrealista -o precursor del surrealimo, propiamente hablando-, ¿figura emblemática -e iconoclasta- de surrealismo fascista? Alguien tenia que hacerse (en voz alta) la pregunta y responder a ella con la mayor premura (…)
Y juro que no lo sabia que ni me lo sospeché cuando me di de bruces por vez primera con sus cuadros más célebres que tanta impresión me producían (…) Por sus “misterios” y sus enigmas como así titula a las más celebres de sus pinturas. Y juro también que no había prejuicios –“parti pris” en francés- en mis gustos en materia artística, como no la había tampoco en mi preferencia –ante el Picasso rojo (que fue amigo de De Chirico, dicho sea de pasada)- por Salvador Dalí surrealista de excepción y de notoriedad publica franquista. No es que comprendiera los sueños y visiones (y obsesiones) del pintor catalán y sigo sin comprenderlos, pero me parecía infinitamente superior a su alter ego (de izquierdas) en la historia de la pintura, en la firmeza del trazo en sus dibujos, en sus juegos de colores, en la intensidad de la luz que de cuadros despiden, y en la potencia o carga de sueños y de promesas que su obra arrastra en suma. Nada que ver con la repulsión instintiva, o la frialdad e indiferencia que el furor iconoclasta y transgresor de su rival me producía. "España y yo somos así señora". ¿Así de incendiarios e iconoclastas (y guerra civilistas)? Será “su” España la otra, ¡Perpetua o interminable pesadilla!
Decía De Chirico que había aprendido en Nietzsche la melancolía de una bello atardecer de otoño, y de la tarde en las ciudades italianas. Como lo viene a captar en este cuadro -"Misterio y melancolía en la calle"- uno de los suyos mas celebres. Algo parecido se podría glosar de la gran poesía (Umbral díxit) de los atardeceres de los pueblos y ciudades de Castilla. Un deje melancólico como un señal o unción (tau) de elegidos en la voz de la sangre (José Antonio díxit) que nos liga a los destinos de Europa. Y que nos hace descifrar solos, sin ayuda de traductores o intérpretes intermediarios, el arte de sus grandes pintores metafísicos, como De Chiricco
Como sea, los cuadros de De Chirico me habrán ayudado (un montón) a purgar o a exorcizar los demonios -de nostalgia y de melancolía- que me acechan de antiguo por dentro o por fuera, y es por la cargazón melancólica que destilan (por paradójico que parezca) Insólito resurgir, desde el celebre cuadro del Durero renacentista, de la pulsión melancólica en el arte y en la pintura de nuestra época, en su vertiente incorrecta (“maldita”) Y no es puro azar ya digo ni causa (ejemplar) primera tampoco de mi fascinación, pero a ella no es ajena desde luego su reputación –de fascista- que persigue a sol y a sombra al gran maestro italiano hasta nuestros días. Por cierto, bien fundada (o merecida) Como lo ilustra la reacción (fulminante) del empleado italiano de una librería céntrica de Bruselas que enarbolaba como una bandera –o un seguro de desempleo más bien (…) sus ideas políticas izquierdistas, y su cambio (brutal) de actitud hacia mi persona cuando le hice un comentario elogioso –¡ingenuo de mí!- del pintor (su compatriota)
¿Fascistas las estampas, los paisajes urbanos en la obra de De Chirico entre la mas célebres y celebradas de sus pinturas? ¿Fascistas sus cielos verdes –que hacen inevitablemente pensar en los luceros aquellos, omnipresentes en la retórica tan familiar e inconfundible a nuestro oídos, de signo falangista-, fascistas sus columnas y sus estatuas, sus rostros inmarcesibles y arquetípicos de virilidad (virtús) romana, clásica, antigua. ¿Fascista su clima ambiental de silencio y majestuosidad, o esos soles fríos (laicos) que inundan sus figuras? Cada cual que piense lo que quiera. No son menos vestigio (perenne) de todo un mundo, de todo un orbe –europeo occidental- que se vería arrumbado al cuarto de los trastos viejos con el derrumbe de la ensoñación (nazi) fascista, léase de su derrota (en el 45) Y de ahí la nostalgia indefinible y el anhelo irresistible de paz y de orden que de esos cuadros se desprende , de todo un mundo que se hundió irremisiblemente entonces también.
Y recuerdo que era ya un sentimiento análogo el que me embargaba en una de las excursiones semanales o bisemanales que hacíamos en el Seminario de Ecône, ante el comentario delante de un paisaje alpino de gran belleza de los que allí a cada paso por así decir nos rodeaban, de uno de mis compañeros franceses (seminaristas) Tras la Primera Guerra Mundial, me decía, desapareció todo un mundo del que no tenemos ya apenas noticia. Y de la Segunda Guerra Mundial más devastadora si cabe que la anterior, se podría hacer una glosa parecida. Por lo menos de parte de aquellos entre los españoles que sienten por la historia europea –de por cima de los Pirineos- un mínimo de interés y de empatía (…) Y eso es lo que evoca o despierta en mí –como en los otros nombres de su misma escuela- el conjunto de la obra del gran pintor surrealista.
Y no es puramente anecdótico lo que él mismo contaría de la Quadriennale de 1934, la gran muestra de arte plástica impulsada y patrocinada por el régimen fascista. Del detalle –verosímil y verídico por demás- que el mismo Mussolini se habría detenido admirativo en la sala donde iban expuestas sus pinturas. Ni son anecdóticos o puramente triviales tampoco otros datos o detalles de su biografía. De su infancia transcurrida -en el seno de una familia italiana- en Grecia, referencia geográfica arquetípica, la Grecia clásica antigua- en la génesis de la ideología (nazi) fascista.
Impronta viril –del latín Virtús virilidad)- en los rostros de los cuadros de De Chirico como este -retrato del poeta Apollinaire que fue su amigo- en el que las gafas negras –tan de moda en la España de la inmediata posguerra (…)- vienen a simbolizar la otra/modernidad nacida de la Antigüedad Clásica. La modernidad y el mundo que no fueron posible de un tris, lo que simbolizan a mis ojos De Chirico y todos los maestros de la escuela surrealista
Nada trivial tampoco su estancia de muy joven en Alemania, ni la influencia de la obra y de los escritos de Nietzsche como él mismo lo reconocería. Y en concreto de uno de los párrafos cumbre de “Así habló Zaratustra”, “De la visión y del enigma”, uno de los relatos fundadores y referentes primeros de la literatura contemporánea en el tema de la melancolía que es como cabria traducir el término de la célebre obra de Nietzsche, la mas enigmática y la mas poética de todas las suyas.
Todo cuadra, todo se junta (…) Nietzsche condenado por contumacia y reo de responsabilidad intelectual (en el Holocausto) por el tribunal de Nuremberg, fuente mayor de inspiración del pintor surrealista y de gran parte de su obra que arrastra el calificativo de “metafísica”. Nada de puro azar pues que en el itinerario en solitario que me llevó a cruzarme con la obra y con la figura de Nietzsche –objeto y blanco de una implacable boicot y censura en los ámbitos académicos y en los medio universitarios en España como lo señalo en plan de denuncia en uno de mis libro (“Krohn, el cura papicida•) – acabara con el paso del tiempo topándome con la obra insólita del gran pintor surrealista.
La memoria, vía de acceso o de abordaje artístico, como es fuente suprema de inspiración, que ya lo dijo Umbral, ¡no es culpa mía!
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