El nuevo “arquebisbe” (in pectore) de la Ciudad Condal es de Teruel y nota bene de ascendencia catalana (léase catalano parlante) La línea roja infranqueable de la política catalana del Vaticano desde hace cincuenta años. Uno de esos conejitos mágicos de la suerte –el tal Omella- a los que el Vaticano nos tiene acostumbrados desde hace cuarenta o cincuenta años a los españoles, como el del nombramiento de Don Marcelo de obispo de Barcelona (¡menudo traidor!) que preparó o consintió todo lo que vino después –y que bajaba, autoritario, los brazos extendidos en señal de ordeno y mando (silencio y sumisión) ante su nuevos feligreses y sus partidarios entusiastas anti-separatistas catalanes (¡pobres ingenuos!) cuando llegó a la Ciudad Condal, o como el tal Blázquez ¿El que acabó más nacionalista que los nacionalistas? No, que lo era ya, si no, no lo hubieran nombrado. Política religiosa del Vaticano en España y en Cataluña. Calamitas calamitatis! ¡Maldición bíblica!Obispos catalanes. El diario de internet Libertad Digital que dirige Federico Jiménez Losantos recoge en su edición de hoy un artículo de su colaborador en asuntos religiosos que me ha hecho dar un bote en el asiento antes de decidirme a darle la tecla en el tema que escojo (a seguir) para la entrada de hoy de mi blog. Gato escaldado del agua fría huye. Y en materia política religiosa y de sus meandros y sus sinuosidades y sus hipocresías (sibilinas) este que firma, lo es, me lo reconocerán aquí todos o casi todos. Omella, conforme al autor del artículo, es el nombre -léase el apellido- del sucesor (in pectore) del cardenal de Barcelona, Sistach de su nombre, el que afeó públicamente a algunos de sus fieles el ir portando al interior de “su” catedral banderas españolas.
El pío comentarista de Libertad Digital nos anuncia ahora la buena nueva, en un (bien informado) artículo que titula “el papa no quiere obispos catalanes” ¡Tortura de la gota de agua! Lo que quiera o no quiera el papa de Roma, que hoy dice si y mañana dice no, y hoy calumnia gravemente a España y su presencia en América y al día siguiente trata de arreglarlo canonizando a uno de esos franciscanos que sólo pudieron evangelizar y culpabilizar (en materia de moral sexual judeo cristiana) –o lo que fuera aquello que allí fueron a hacer- gracias al poder español y a la conquista a cargo de aquellos "horribles" y denostados (y calumniados) conquistadores españoles.
Gracias en suma a las espadas que dieron paso a las cruces como rezaba un poema del nicaragüense Pablo Antonio Cuadra (fuera de toda sospecha) ¡Rabia anti-pontificia, la que respira y rezuma este artículo mío! ¡Sí y a mucha honra! Y que se piense de mi lo que se quiera. Estamos los españoles viviendo un drama que puede desembocar en una tragedia espantosa –y fratricida (otra vez)- en menos que canta un gallo (y nunca mejor empleada la expresión)- y el papa de Roma sigue jugando con fuego en vez de decidirse resueltamente a apagarlo.
Para nadie es un secreto que el felón traidor de cuyo nombre no quiero ni acordarme no sería nada ni hubiera llegado a nada sin los buenos auspicios de la iglesia y en particular de la iglesia catalana y del cardenal de Barcelona que algunos ven ya dimisionario –vendiendo la piel del oso, mucho me temo, antes de tenerla en mano-, y al que los vaticanistas españoles –la voz de su amo todos ellos (¿quién les paga?)- le tienen creada una imagen de moderado o de converso (ex nacionalista) puramente para efectos de marketing religioso y eclesiástico.
En la última fase de este moderado -no menos traidor y felón que su protegido- se habrá ido de madre la situación en Cataluña hasta los extremos que venimos presenciando absortos las horas que corren. De ese cardenal protector de prostíbulos disfrazados de cenáculos de oración (en catalán, estaría bueno) –y lo afirmo por mi cuenta y riesgo- y de toda una corte (apestosa) de milagros que habrá servido de incubadora en gran parte de la efervescencia independentista.
Me borré de la iglesia –léase la santa/madre- mayormente por anti comunismo (y anti-guerra civilismo) aquí todos ya lo saben (o se lo imaginan), el catalanismo no obstante, sedicioso y rampante de la iglesia catalana desde los tiempos de mi adolescencia, preparó el camino a mi defección definitiva, eso desde luego. Y en particular esas campañas escandalosas de "queremos obispos catalanes" que fueron uno de los signos mayor de toda una época (entre españoles), del cambio de religión, aún durante el concilio y en el pos concilio inmediato.
Y el espectáculo escandaloso –de sedición- que viene ofreciendo los meapilas progres de Convergencia y sus mentores eclesiásticos me ratifica por si me viniesen remordimientos o dudas de conciencia. Semper ídem. Me fui de la iglesia –al desierto de una religión (española) propia e intransferible- pero me llevé conmigo todo ese poso de verdad que arrastraba la posición integrista o anti conciliar o como llamársele quiera. “Los integristas llevan razón –le oí yo no poco absorto a un profesor laico (de laicista) y de izquierdas (socialista/belga) de la Universidad Libre de Bruselas a poco de mi llegada a Bélgica-, en el plano de la historia, aunque no la lleven en el plano de los derechos del hombre” Punto.
Que ahí queda todo dicho. Me explico, que por ahí el profesor belga aquél –estudioso y celebridad internacional en materia de estudios bíblicos (racionalistas, no más no obstante que los que se impartían por aquel entonces en la enseñanza católica)- venia a reconocer la evidencia, a saber que la historia –ya sea la historia sagrada (o eclesiástica) como la profana- tiene o poco o nada que ver con el ideal democrático y la religión (revolucionaria) de los derechos del hombre. Como compartimentos estancos.
O en otros términos, que una ruptura –que los teólogos llamarían escatológica- se produjo en la historia de la Humanidad entre el antes y el después de la Revolución Francesa y de la propagación pari passu de la nueva fe democrática (de los derechos del hombre) Y que me perdone por tamaña blasfemia el papa (argentino) de Roma. El nuevo obispo (in pectore) de Barcelona nos viene presentado –para hacernos mejor tragar la píldora sin duda -con la etiqueta de "unionista"
¿Qué es lo que quieren decir? Porque lo que eso quiere ocultar eso ya lo vemos todos, y es que el nuevo obispo es de ascendencia catalana (lingüísticamente hablando me refiero) a saber de una zona limítrofe con los países/catalanes de la provincia de Teruel donde se habla catalán nota bene. Punto. Esa es la línea roja –de esa nueva religión del habla/catalana que nos coló de matute el Vaticano y la Nunciatura (con el visto bueno del Pardo) en tiempos del tardo franquismo- que ni el papa argentino ni ninguno de los anteriores desde Pablo VI consintió en cruzar ni que nadie lo hiciese pese a todas las presiones habidas o por haber del poder político, léase del estado español (opresor y centralista.
Y así nos fue y así nos va. ¡Romper amarras de la santa/madre iglesia antes de que sea demasiado tarde! Sieg Heil! Frente a la traición bilingüe ¡fe ciega en la victoria! que la otra fe que tanto nos decepcionó (y nos traicionó y nos torturó) se la dejamos a los perros. Esa es nuestra religión. La fidelidad a la tierra y a la patria y a la historia y a la memoria, y a nuestros muertos como a nuestros descendientes. ¡No tenemos otra!
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