La Plaza de San Jaime de Barcelona hoy, tras el anuncio de la consulta indepedentista. Leída por el presidente de la Generalitat en catalán y en lengua inglesa. A buen entendedor pocas palabras sobranAlea jacta est. La suerte está echada. Ni el mascaron de la Generalitat puede ya echarse atrás ni mucho menos vamos hacerlo nosotros tampoco. Camino pues de la encrucijada de todos los riesgos y peligros y amenazas en la fecha que tienen señalada del 9 de noviembre o como sería de esperar y de desear en la que le marquemos nosotros, los que no que remos jugar su juego ni nos sentimos impresionados o intimidados en lo más mínimo con su chantaje y sus amenazas. La batalla es lingüística en su esencia y en su trasfondo, lo dije y lo mantengo.
Todo lo demás, peccata minuta, cantigas como dicen los portugueses. Las cuestiones de financiación y de transferencia de competencias y atribuciones entre ellas. Y solo cuando el poder central lo comprenda y lo vea asi empezará a verse neutralizada la amenaza, y ello por el simple hecho de servir -un planteamiento de ese género- que- de exorcismo colectivo irrenunciable e irresistible. El catalán vivió y se alimentó del castellano como lo que era, un habla residual, minoritaria y parasitaria- y ahora tras cuarenta años de autonomía se habrá sentido lo suficientemente fuerte como para sentenciar a muerte por agonía a la lengua común, léase la lengua madre de todos los españoles.
Que no cuenten conmigo este año el 12 de octubre ni en Montjuich ni en la Plaza de Cataluña. Se acabó, se me abrieron los ojos, no participaré en nuevas mascaradas bilingües donde la lengua madre se ve un vez más humillada y ninguneada de forma más hiriente si cabe por serlo de una forma sutil, capciosa e hipócrita y taimada.
Ese fue el malestar indefinible que experimenté al (primer) contacto con los jóvenes organizadores del acto de la Plaza de Cataluña hace dos años y ese el reto que alcancé a distinguir y reconocer y a asumir en Montjuich el pasado año donde los organizadores dieron (escandalosamente) inicio al acto –tras la subida a las inmediaciones del castillo desde la plaza de España- con unas palabras de presentación en catalán, que todos los asistentes a comenzar por la plataforma organizadora- aceptaron como lo más natural del mundo.
Sede de la editorial Planeta junto a la Diagonal, en el centro de Barcelona. Símbolo fehaciente del poder -omnímodo- de la lengua madre dentro y fuera de Cataluña. ¿Acabará sometiéndose no obstante por completo al vil chantaje -y al fagocitaje indigno- que le inflige desde hace cuarenta años el habla catalana? Tiempo de despertar. ¡Mas vale tarde que nunca!Basta ya de chantaje lingüístico liberticida y secesionígena. Hartos ya –hasta la coronilla- de sus principales agentes propagadores. Y entre ellos, en primer lugar, en primerísima fila, los llamados falangistas catalanes, los de ahora como los que ya murieron, y estoy hablando en general quiero decir sin excepciones, de todos ellos en general sin distinción de siglas ni de partidos.
No conocí a Luis (o Luys) Santamarina, la figura más emblemática sin duda –junto con Ridruejo (del que ya me pronuncié aquí largo y tendido)- de la Falange de la posguerra en Cataluña, lo que conozco de su obra (escasa) está escrito en castellano, pero sus voceros y evangelistas, que le conocieron bien o eso dicen –como un Roberto Ferruz (un respeto)- son hoy grandes heraldos y apologetas (entre los suyos) del habla catalana con la fuerza de convicción a modo de coartada ideológica que les sigue prestando entre algunos el haber vestido la camisa azul y el seguir poniéndosela llegado el caso, cuando la ocasión lo exige, a modo de escudo de defensa, ya digo, para no verse acusados de (alta) traición a la lengua madre de todos los españoles que en el caso de los falangistas catalanes es o fue además su lengua materna, en la inmensa mayoría.
Se trata de un conflicto de castellano y catalano parlantes en el que una de las partes juega con ventaja en la medida que puede contar entre sus bazas y entre sus armas con todo el acervo escrito de la lengua común incomparablemente mayor en extensión y en difusión que el del área escrita del catalán (léase del habla catalana) Así se da el caso prototípico de los miles (y cientos de miles) de catalanes de origen inmigrantes, léase procedentes de otras regiones españolas que por culpa del sistema de inmersión lingüística y de la presión ambiente –ejercida desde los órganos del poder autonómico- y eclesiástica (desde los púlpitos), han acabado catalano parlantes en la práctica por culpa también de un fagocitaje –no cabe otra expresión- de la cultura en español/castellano que les fue transmitida por la vía hereditaria, y que habrán cultivado por la vía del texto escrito, sometiéndola a un proceso de alambicaje lingüístico y de subordinación mental e intelectual a su lengua de adopción catalana, en su existencia cotidiana. Catalano parlantes con una biblioteca personal –y familiar- en castellano prácticamente en exclusiva, como me fue dado el atestiguar en un caso emblemático en extremo que me pilla de los más de cerca (…) Habla impuesta y obligada en los púlpitos y en las escuelas, el catalán de los anos de democracia
Hartos ya pues de sentirnos (subliminalmente) inferiores por culpa de un “seny” que no es más que un mito cultural y lingüístico y una crasa impostura –como aquí ya lo habré registrado-, y por culpa sobre todo de un bilingüismo groseramente discriminante y discriminatorio –en ma medida que el resto de los habitantes de la península carecen de él en su inmensa mayoría, y de sus derechos (y regalías)- que no es una riqueza ni un punto positivo más o un valor añadido, o no lo es más que en apariencia en la medida que se alimenta sustancialmente del acervo cultural común indisociable de la lengua madre de todos los españoles.
Cristina Fernández Cubas, escritora de expresión castellano/española de Barcelona. Toda esta casta literaria -¿cómo llamarlos de otra forma?- de escritores de expresion castellana nacidos o afincados en Cataluña que monopolizan el mercado editorial de puertas afuera ¿cuando se decidirán a denunciar -de forma eficaz y mínimamente audible- la agonía que sufre en Cataluña la lengua madre de todos los españoles? ¿O sólo les sirve para ganarse la vida en España y en el extranjero, de preferencia fuera de Cataluña? No quiero creerlo.¿Todo esto que acabo de exponer va acaso en contra la constitución, en contra el estado de las autonomías? Puede discutirse en la medida que el principio de unidad –que prima por propia definición sobre los otros-se ve recogido igualmente por la constitución, como lo está el principio de libertad de expresión a saber de poder expresarnos libremente sobre un mal que corre por dentro la convivencia y la paz social de los habitantes de esta nación que llamamos España. Guerra lingüística que se ve doblaba o acompañada de una lucha (despiadada, inmisericorde) de memorias antagónicas como en el resto de las regiones de la Península se me dirá, agravada y multiplicada no obstante a la enésima potencia en el caso catalán por el factor lingüístico.
Hace ya muchos a principios del milenio le oí una conferencia en el Cervantes de Bruselas acompañada de otras tres escritoras en castellano de Barcelona (como ella)- a la escritora Cristina Fernández Cubas que planteó un problema de semántica del lenguaje que no comprendí en su momento y del que sólo tras recapacitar acabe cayendo en l cuenta que erar perfectamente aplicable al conflicto lingüístico siempre latente en Cataluña entre y el español/castellano y el habla catalana. Y era su alusión –a modo de denuncia, en términos velados no obstante- a un lenguaje en clave que servía para despistar y defraudar y timar intelectualmente en suma al interlocutor (se entiende castellano/parlante) Y recuerdo que dio como ejemplo la palabra “manzanita” que en el lenguaje codificado al que aludo cobraba un significado radicalmente diferente, que cuando llego a conocimiento de la interesada le produzco auténtico terror (sic) Esa es la expresión que utilizó en su intervención, de un tono divertido es cierto. Como un meter la cabeza debajo del ala –así me lo pareció no obstante a mí- del reto y del chantaje al que la escritora mencionada aludía de aquella forma sibilina y disimulada.
El catalán fue lengua beligerante en la guerra civil, ese es un dato histórico insoslayable. Se me podrá objetar el caso –excepcional y atípico- del tercio de Montserrat de los requetés catalanes que -según dicen- utilizaban el habla catalana en campaña (la excepción que confirma la regla, explicable por el origen rural y aldeano de muchos de aquellos combatientes) Tanto los anarquistas –doblemente traidores por ser de origen inmigrante muchos de ellos- no obstante, como las fuerzas que alcanzaron la hegemonía en Cataluña (en zona roja) tras los sucesos de Abril del 37 en Barcelona –comunistas e izquierda burguesa catalanista- utilizaron el habla catalana de bandera.
Doblemente traidores, sí, los catalanizados en zona roja, lo que explica la animadversión especial que provocaba en la otra zona, y por vía de consecuencia el trato particularmente riguroso del que se vieron blanco en la represión en la guerra y en la posguerra. Más rigurosa que la de los catalanes de nacimiento (para entendernos)
¡Fuera complejos! ¡Guerra al habla catalana antes de que sea demasiado tarde! ¿Por qué? Porque so pretexto de defenderla y de afirmarla nos acaban de declarar la guerra. A la vez en catalán y en lengua inglesa (…)
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