"NEFASTO" ROUSSEAU Y DICTADURA SANITARIA

 

 "Cuando en marzo de 1762 un hombre nefasto llamado Juan Jacobo Rosseau publicó su Contrato Social".../..." Las palabras de José Antonio en el Discurso fundacional del Teatro de la Comedia (en la foto) resuenan hoy con más fuerza que nunca por encima de la rechifla y de la mofa y escarnio que se le habrán reservado durante décadas, incluso entre sus seguidores y partidarios. Y más aún hoy en su nuevo Aniversario.Porque lo mismo que la crisis sanitaria en  curso habrá puesto (una vez más) de manifiesto esa pulsión liberticida (sic) de la izquierda -una de las causas mayores de la guerra civil española-, la dictadura sanitaria que aquella habrá traido consigo, habrá acabado igualmente por poner en foco la crisis ideológica pareja con aquella que sacude en estas horas y en sus fundamentos más intimos los pespuestos ideologicos recogidos en la filosofia de las Luces en los que reposa el actual orden mundial (democratico) Y en  particular ese equivoco (sic) fundamental su-brep-ti-cia--men-te escondido o camuflado en el "Contrato Social": el de la libertad -Liberté-, concebida y formulada como una obediencia total (sic) a la Voluntad General. (...) Tal y como lo ilustran las medidas en curso -y en particular la imposicion (manu militari) del pasaporte sanitario- y la oleada de protestas y agitación "urbi et orbe" que habran traido consigo,

Charles Maurras, fundador de la Accion Francesa. En la monografia que Ernst Nolte le dedicó -dentro de su obra en varios volúmenes "El fascismo y su época"-, el historiado alemán subraya los fundamentos doctrinales -muy inferiores o prácticamente inexistes en los demás movimientos nazi/fascistas en particular en el nacional/socialismo  alemán y en el fascismo italiano- y era en el pensamiento y en la obra del lider francés monárquico y nacionalista. Como lo muestra el que éste se inscriba abierta y declaradamente (y sin complejos) dentro de la tradicion (francesa) ideológica del pensamiento contra-revolucionrio (o conservador/revolucionario) y se haga eco e intérprete de una critica (contra-revolucionaria)  de la corriente ideológica -las Luces- que alumbró la Revolución Francesa, y de los escritos de sus principales autores, del principal de entre ellos Rousseau, padre de la Revolución,como se le habrá  considerado hasta la fecha. José Antonio ignoró es cierto a Maurras (vetado en España tras la condena ponftificia) Lo que explica -lo uno con o otro- la falta de doctrina (sic) -y de programa-, de lo que se lamentaban y echaban -y echábamos- de menos muchos falangistas (Continúa)

.../....Continuación)

Manuel Cantarero del Castillo. Han pasado ya tantos años y aún me acuerdo (no poco entrañablemente ) de él todavía, de la imagen patética y en solitario sobre todo -en el ambito de la politica nacional de la España de aquel fin de época- que ofrecia el entonces -tardo/franquismo tardío, finales de los setenta- presidente de la asociacion de Antiguos Miembros del Frente de Juventudes, y era por su empeño abocado al fracaso ideológico y personal (yo asi hoy  lo veo), de conciliación o reconciliacion de la Falange y del Socialismo que hizo que en el FES tildásemos su falangismo de un revisionismo de  color "rosa", en el marco todo ello de una ofensiva (políticay, ideológica, que declaramos contra él -los del FES y su lider Sigfredo Hillers a la cabeza- que por lo vano entonces y hoy ya por lo anacrónica no consigo evocar sin una pizca de rubor y de verguenza ajena. Y de lo que de aquello recuerdo del memorándum de doctrina joseantoniana un pelín revisionista que Cantarero entendía servirnos -asi es como lo veo hoy al menos- retengo sobre todo su énfasis en manifestarnos el escándalo que le producía la frase de José Antonio dedicada a Rousseau (Juan Jacobo)  en el Discurso Fndacional del Teatro de la Comedia. "Cómo se puede hoy decir que Rousseau era nefasto!" decía y repetía mirándonos con ojos llenos de ironía y de estupor como quien se rasga las vestiduras. 

Y si me oyera o me leyera hoy lo que  tras madura lectura y reflexion habré acabado concluyenbdo por mi propia cuenta se las rasgaría más todavía (lqas vestiduras)  Que a fin de cuentas, me da a mi hoy por concluir, despues de haber descalificado intentando debelar a tanto icono del pensamiento unico -dentro y fuera de este blog- como si fueran tigres de papel (como lo que son), me pregunto como digo el por qué de ese temor reverencial que me oinjvade -a mi y a tantos como yo- ante el filosofo (franco/quizo) del "contrato social"  que pasa en la HIstoria de las Ideas por padre (fundador) de la Revoluciõn Francesa, y abogado defensor de todas sus tropoelías y de los episodios mas negros a los que aquella daría lugar tras la toma de la Bastilla. La Revoluciõn Francesa, enigma de los enigmas en la Historia y en la Memoria histórica en lengua española que no consiguio hasta hoy n logró coschar la unanimidad -en la execración o en el entusiasmo y la pasión (a su favor)- que sucitó entre españoles la que no fue en definitiva más que un retoño -o avatar- de aqella a saber la Revolución bolchevique, algo que s ítenian claro en cambio algunos en cambio en Francia como si no puidese ser (fuera dce allí) de otrea forma (...) 

Recuerdo de mils lecturas febriles históricas, políticas e ideológicas,  el episodio -todo menos anécdótico- con ocasion del mitin de José Antonio en Salamanca- y fue del diálogo que entablaron en aquella ocasión con MIguel de UNamuno -en la vía publica- algunos falangistas. "Ustedes no estarán de acuerdo -les espeto el iracundo y suspicaz y desconfiado rector- con aquello de Leon Daudet, del estúpido Siglo XIX?", a lo que el jefe falangista local, Francisco Bravo, le cortó en seco. "No, Don Miguel, nosotros no somos reaccionarios". Expediente socorrido y aún más barato -marca España se diria (de verdad que lo siento)- de ahorrarse toda la discusion (tremenda) que aquel tema tan transcendente y tan crucial de Historia de las Ideas -o de Filosofía de la Historia, com-o se quiera, merecería (hasta la fecha) , y lo era por cuenta de la invectiva de rigor, tan temible hoy como ayer -la de "reaccionario"- y a las espaldas (como los franceses dicen) del prestigio y de la reputacion de un movimienot en entredicho entonces ( y yo diría que aún hoy) entre españoles tan reciente aún la condena pontificia de la Acción Francesa, de la que Leon Daudet era (a seguir a Maurras) su principal figura. 

José Antonio ignoró a Maurras (*), una evidencia que ahí queda. Aunque no fuera la regla -ya me pronuncié largo y tendido en  este tema-  y aunque ello no sea desde cierto punto de vista más que un stínoma (más que otra cosa) Y me explico de seguida. Y era no sólo de nuestra indigencia cultural (o intelectual) de la que José Antonio se lamntaba amargamente en "Germanos contra bereberes" (2), sino de esa fatalidad a la que se diría que nos vemos condenados todos los españoles de llevar a rastras, y a nuestras espaldas -como una condena o una maldición biblica- el sello o la marca de la guerra civil, y ello desde el instante mismo de nuestro nacimiento (y hasta la muerte) 

Casilda Saenz de Heredia madre de José Antonio, era de (ilustre) familia carlista. Un sello de guerracivil, y de liberalismo critico (díxit Ernst Nolte) en la persona y en la obra del fundador de la Falange

Y José Antonio no se veia -no por Dios!- como un "reaccionario" ("réactionnaire") , que era como echarle al espejo la imagen tan denostada de los carlistas (vencidos) de la última (entonces) de nuestras guerras civiles, y con lo que veni a destapar en cambio su innegable liberalismo, el de su educación y de sus raíces (como mínimo), y de su ascendencia familiar, la de su propio padre -que no en cambio la de su madre, de una ilustre familia del bando de los vencidos-  al que entendio y decidió ser leal en la Memoria. Un liberalismo -cabe de inmediato apostillar- no entusiasta sino critico (sic) en la distición que formula en su divulgada obra -aqui ya tantas veces citada- sobre el fascismo, el historiador Ernst Nolte. 

Y un liberalismo todo lo critico que se quiera pero que no le aleja o separa menos como una barrera infranqueabe del (inagotable) capital ideológico y cultural del pensamiento (contra) revolucionario que era -al cabo de una larga (y rica y brillante) tradición-  el de Maurras y Daudet (de la Accion Francesa) No exento de variantes y ramificaciones -como en su vertiente alemana, la de la Revolución Conservadora (...) Lo que da -en mi modesta opinion- la clave de la falta de doctrina -y de programa- de la que al decir de Nolte adolecía el movimiento falangista -él que no veía en la Norma Programatica poco más que pura retórica (del ambiente de la época aquella)- y de la que tanto nos lamentamos los devotos de José Antonio en mi época universitaria. Y lo que explica por añadidura, entons como ahora,  esa idea fija -rayana a fe mía  en la obsesión- de la unidad/de/los falangistas en paralelo o en contrapartida al espectaculo afligente -entonces como hoy día- de la division -comparable a la del cristianismo/primitivo- entre innombrables capillas (o sectas, se diría) 

Lástima porque ello (cruelmente) nos privó de una bandera -la de la Libertad o si se prefiere libertades, en plural como en minusculas-, como la que ahora enarbola (con éxito y sin complejos) Isabel Ayuso. Frente a la pulsion liberticida de la izquierda, que fue (nota bene) detonante principal del estallido de la guerra civil española, y que sale de nuevo a flote, en estos tiempos de  pandemia

(*): "La aportación de España a la cultura moderna es igual a cero" ( "Germanos contra bereberes") 

(2): La influencia maurrasiana es fácilmente detectable en cambio en otros líderes de la Falange como Ramiro Ledesma y Rafael Sánchez Mazas. Y saldría a relucir en la polémica interna -en torno al Punto Veinticinco- dentro del movimiento falangista