viernes, abril 22, 2016

TRUMP EN LA RECTA FINAL

La Torre de Donald Trump, en Manhattan. Como una catedral gigante. La mayor del mundo. Como si de repente le hubieran puesto un nombre (y apellido) a la principal megápolis del planeta, Babilonia o Torre de Babel para muchos, un desierto en suma de muchedumbres anónimas. Un infierno en la tierra que al final viene a resultar mucho menos infernal -y mucho mas humano- de que los infiernos de la iconografía judeocristiana
Donald Trump rompió todos los techos que le marcaban los sondeos y ganó arrolladoramente -con un sesenta por ciento de los sufragios que se elevaba al ochenta en algunos de los barrio de la urbe- en Nueva York, la principal metrópolis del planeta, y lugar de nacimiento del magnate/estrella.

Mi difunto padre se trajo de su estancia en los Estados Unidos -entre 1956 y 1957- de lo que aquí ya hablé unas fotos de su paso por Nueva York donde se le veía en las escalinatas de entrada de la catedral católica de San Patricio y me quedaron vagos recuerdos que en una de aquellas fotos aparecía, embutido en sus hábitos episcopales y de capelo cardenalicio, el célebre cardenal Spellman, arzobispo de nueva York y primado de los Estados Unidos el amigo de Eisenhower -y de Franco-, vicario general castrense del ejército norteamericano, figura estelar de la guerra fría y de la Iglesia de Pío XII y exponente a su vez de un catolicismo pre conciliar a la americana y de posguerra mundial -marca USA- por el que el concilio vaticano segundo vendría a sonar el toque de difuntos. Un signo de los tiempos, este de ahora.

De esos que el concilio vaticano segundo pedia que escrutasen sus ovejas, claro que entonces todo los signos parecían apuntar a una victoria arrolladora a nivel mundial de la ideología marxista, hoy en cambio arrinconada por todas partes y en estado de agonía.

Y me refería al ascenso de Donald Trump imparable en apariencia. Aposté por Trump hace ya algún tiempo en este blog aunque confieso que me parecía mucho menos creíble entonces de lo que se está revelando ahora. El diario Le Figaro le dedica hoy en su primera pagina un articulo editorial bajo el interrogante ¿Trump, presidente?, en el que pone en guardia a los que apostarían a ojos cerrados por la señora Clinton en la hipótesis más que probable -tal como van las cosas en las primarias- de unas elecciones presidenciales que tenga a los dos de protagonistas. Donald Trump, con todos sus handicaps y defectos -viene a dejar sentado el influyente diario francés- representa la novedad, una mitonamía, y valor numero uno a la vez en la escala de valores del pueblo norteamericano.

Frente a él Doña Hilaria -como la llaman algunos en España (que la pintan con trazos de arpía)- arrastra el lastre de lo ya conocido y sufrido y soportado. Por su sonrisa explosiva sobre todo que inmortalizó en los medios del mundo entero tras dársele la noticia de la muerte del coronel Gadafi. Y quiera o no, tras aquello arrastra con ella la imagen un tanto ahuyentadora de encarnar a los ojos de muchos la vindicta democrática (horresco referens!), de un régimen político y sistema de gobierno que sigo siendo considerado por una gran mayoría a nivel de la opinión publica mundial como el único legitimo del planeta.

Nueva York fue siempre para muchos una especie de alegoría o de parábola de torre de Babel, peor aún, del infierno en la tierra. Los infiernos del paganismo no obstante, como ya lo hizo observar Maurras en su obra “Camino del Paraíso”, son infiernos a la medida del hombre -y de la mujer- y no como los de la biblia.

Y a fe mía que las victorias de Donald Trump y las esperanzas que hacen nacer de pronto en muchos, nos hacen volver la cabeza del otro lado del Atlántico y de la gran urbe norteamericana, menos infernal sin duda -léase menos inhumana- de lo que nos pensábamos hasta ahora

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