jueves, abril 21, 2016

BRUSELAS ¿DANZAS DE JÚBILO JUSTO DESPUÉS?

En la cuerda floja. Entre la amenaza terrorista del EI y la tradición laica kemalista. Para nosotros, galgos y podencos. No conocía esta foto de Emir Kir, alcalde (“vitalicio”) de la “comuna” de Saint-Josse -ochenta por ciento de población de origen turco- en el centro de Bruselas al lado de la cual viví un año y que atravesaba a diario, de preferencia ya de noche, con el sentimiento de encontrarme en una tierra extranjera sin un alma por las calles como si rigiese un toque de queda y con las luces de la iglesia barroca -de la época española- iluminada de noche (y sepulcramente vacía, desafectada y cerrada al culto de día) en el centro del barrio, como en un velatorio ¿En espera de que le plantifiquen el minarete encima, como a Santa Sofía de Constantinopla? Emir Kir, íntimo de Erdogan, se rasga ahora las vestiduras ante la reacción previsible -de rechazo del terrorismo y de sus terrenos de caldo de cultivo en ciertos barrios de emigración musulmana- del conjunto de la población belga
"Cuando el gato no está, los ratones danzan", reza un proverbio en francés (en español no lo oí nunca desde luego) ¿Hubo danzas de jubilo de un sector de la población musulmana justo a seguir a los atentados del pasado mes de marzo en Bruselas y en toda Bélgica ?

Una frase, aseverándolo, del ministro belga del Interior habrá armado un escándalo sin cuento en la clase política belga y en un sector de su opinión publica. Durante varios días las voces no habrán cesado de sucederse -mayormente del lado de la oposición (socialista)- conminándole a dar pruebas de lo que afirmaba o a presentar su dimisión, sin mas tardanza caso contrario. Y algunos ya no esperábamos el enésimo gesto de arrepentimiento o de genuflexión tan arraigado en las costumbres y en la cultura política de los regímenes democráticos en nuestros días.

Pues no, nos equivocamos. Porque para nuestra sorpresa (mayúsculas) el ministro belga habrá reaccionado -compareciendo ante una comisión parlamentaria- con un contra-ataque dialéctico de gran estilo, y con unas palabras del mayor valor y alcance políticos.

“No se precisa de atestados de los agentes del orden para que hechos así se produzcan”, habrá declarado, sobrio y caustico (por no decir mordaz), en lo que ofrece todos lo visos de un ataque por elevación contra el funcionamiento de la justicia en Bélgica y contra la magistratura en resumidas cuentas, tantas veces acusada de laxismo en la materia (que no entre otros asuntos y otros temas) No hace faltan atestados (procès-verbaux) porque son inútiles inservibles, destinados a acabar en una infinidad de casos en el cesto de los papeles, así suena las declaraciones del ministro belga del Interior a los oídos de algunos entre los que me encuentro.

Jan Jambon, ministro belga del Interior por el que habrá venido el escándalo en los medios y en un sector de la opinión publica tras su recientes declaraciones sobre manifestaciones de jubilo en al comunidad musulmana tras los tentados del Bruselas. Y mas que los hechos en sí -perfectamente verosímiles- es más si cabe de preocupar el revuelo que habrá montado la denuncia del ministro, que se acaba de refirmar en sus palabras en una intervención en la cámara de representantes belga Nuestro aplauso sin reservas
El ministro habrá alegado en la cámara informes e informaciones de los servicios y organismos a su cargo o bajo su mando -entre ellos el Consejo Nacional de Seguridad (belga)- , y a fe mía que parecen perfectamente creíbles, aunque él no se considere obligado a dar mas detalles como ministro. Qué atestado cabe levantar en verdad ante una calle entera que se ponen a reír a gritar de jubilo y a bailar (solos o todos juntos) si se presenta? Una situación, un escenario que a los que llegamos viviendo en Bélgica hace ya treinta años nos parece perfectamente previsible, de hecho hay vídeos de manifestaciones recientes de ese genero -de adolescentes es cierto (pero no de uno ni dos)- que circulan en Internet. Dicho sin propósito ninguno de nuestra parte de querer estigmatizar a nadie ni muchos menos a una comunidad entera que a fe mía tratándose de estigmatizaciones (sic) se me reconocerá el ser un tanto ducho en la materia.

“Ni amalgamas ni angelismos” habrá declarado el primer ministro en apoyo de su ministro. Ni amalgamas e cierto (y dios nos libre) ni que nos tomen por tontos tampoco. Y el ministro del Interior citaba en su descargo durante su intervención en la cámara recientes declaraciones del antiguo ministro de justicia y ex-alcalde (que lo fue durante veinte años) de la “comuna de Molenbeek donde reconocía que se daba una reacción de solidaridad local (sic) Y a modo de apostilla, me permito de añadir aquí las palabras de no hace mucho de Jean Marie Le Pen refiriéndose a la comunidad musulmana en Francia -por mas que la situación en los dos países no sea completamente comparable-, que había elementos muy valiosos en ella pero que en toda comunidad en el seno de la cual se produce un fenómeno de tipo terrorista, el conjunto de sus miembros se ven fatalmente convertidos en rehenes de la minoría terrorista de una manera y otra.
En la cuerda floja. Carlos Crespo, hijo de españoles -aunque lo disimule cuidadosamente (lo intenta que me diga)- y anti-fascista de nacimiento. Presidente del movimiento anti-racista belga, lobby poderoso de la izquierda belga francófona, y casado con la hija de Philippe Moureau, dinosaurio de la política belga desde hace cincuenta años y ex alcalde -durante viente años- del barrio (islamizado) de Molenbeek, y como tal puesto en la picota de los medios y de un sector considerable de la opinión publica en Bélgica tras los atentados de París y de Bruselas. Crespo es exponente llamativo -no él sólo- de los lazos de clientelismo político (guerra civilista) que ligan una gran mayoría de la emigración española (años sesenta) y sus descendientes al partido socialista belga francófono
Como ocurrió con la ETA en el Pais Vasco, hay que glosar de inmediato. Y a fe mía que mas sintomático y de preocupar que el fenómeno en sí lo es el revuelo que habrán levantado las palabras de denuncia del ministro belga. Que se merece todo mi aplauso

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