miércoles, octubre 16, 2019

MANCHA REAL, MARZO 1939

Iglesia catedral de Mancha Real (Jaén) que ardió -la cúpula, por la parte de detrás- el 18 de julio de 1936 como única respuesta al Alzamiento militar. La dominación roja fue allí particularmente dura, más si cabe que lo fue en el resto de Andalucía. Como lo ilustran las sacas –y asesinatos (sin más trámite) que allí tuvieron lugar, en las tapias del cementerio, (3 de abril de 1937) en una espiral de violencia que dio inicio con los bombardeos repetidos de Córdoba (Capital) –sobre todo el 1 de abril 1937- que precedieron –en el mismo día- al de la capital, Jaén, y antes precedidos de los de los trenes de la muerte -en Madrid, provenientes de Jaén (11 y 12 agosto 1936) y seguidos de los bombardeos de Cabra (7 de noviembre de 1938, y después) que ignoran olímpicamente la historiografía, y la memoria/histórica)
Mancha Real, provincia de Jaén, "la Mancha" para sus habitantes y forasteros más o menos vecinos también y que la conocen de cerca. La Andalucía profunda –olivarera, de cortijos, de paro rural (calamitas calamitatis!) donde se coció más que en ninguna otra region española el odio de la guerra civil y de la lucha de clases (…) o más bien la excepción que confirma la regla (entonce como ahora) de aquel pueblo tan atípico y emblemático al mismo tiempo (…). A saber la que conforma el autor de estas líneas, proveniente -por la vía paterna- de allí, de "la Mancha" –aunque nací en Madrid- el `pueblo mas rojo (o casi) de España cuando la guerra civil, del que habré salido yo, andaluz y castellano a la vez, y que me reivindico a mí mismo sin miedo ni reproche –al cabo de mi larga expatriación belga- de una Andalucía, la “otra”, la de la paz social de la España del Sur, que yo palpé y sentí palpitar –años cincuenta, sesenta y setenta- en aquellos veraneos inolvidables de mi infancia y mi adolescencia (…)

lunes, octubre 14, 2019

ANSALDO, ¿SICARIO O HÉROE DE GUERRA?

Juan Antonio Ansaldo. Un rara avis, mezcla de vasco e italiano y de monárquico –y aristócrata- alfonsino (juanista),  (notorio) discípulo o admirador de Maurras y de la Acción Francesa. Y piloto aviador –y pionero de la Aviación- y héroe de la guerra del Rif. Figura crucial en la historia –y la prehistoria- de la guerra civil: aunque sólo fuera por su papel crucial en la eclosión y desarrollo de la violencia falangista y en particular por su protagonismo (por pasiva) en la muerte de Juan Cuéllar (falangista) y de Juanita Rico, en la raíz de lo cual estuvo la operación “de represalia generalizada” mandada y planeada por él –frente al desafío (grave) y la (seria) amenaza que representaban los chíbiris socialistas (del PSOE)- en la Casa de Campo. Que salió mal por culpa de delaciones o chivatazos de última hora del círculo más próximo a los falangistas. Y que trajo lo que trajo, el arranque en la espiral de la violencia –y de guerra civil- y un cambio radical de estrategia de la Falange: el convertirla en una fuerza paramilitar al servicio del Ejército, y no (como hasta entonces) de los monárquicos. Más que ideólogo, hombre (brillante y valiente) de acción, Juan Antonio Ansaldo. Y su apartamiento de la Falange –pese a la explotación que de ella hizo Ramiro Ledesma- tuvo mucho -o todo o casi todo- de estratégico, en el terreno de la acción -y también de personal- y no de ideológico. Eugenio Vegas Latapié, en las tertulias de su domicilio (en el barrio de Salamanca) a donde me hizo el honor de invitarme –no sin ciertas reticencias (al principio)-, tras apartarme del FES, y justo antes de irme a Ecône -principios de los setenta-, lo evocaba a menudo –siempre por su nombre de pila (Juan Antonio)- en un tono alegre y divertido invariable y con gran carga de simpatía. Eugenio era del núcleo irreductible de rivales -más en el plano personal que ideológico- de la Falange y de su líder, pero no hablo nunca mal de José Antonio. Por lo menos en mi presencia (…)
Juan Antonio de Ansaldo. Un espeso tabú como el que rodeaba a figuras de la derecha –como la que rodea a Ramón Ruiz Alonso, por cuenta de la muerte de García Lorca– próximos del movimiento falangista, en el tiempo que milité en el FES (Falange rebelde o disidente, de puros/joseantonianos), el que sigue rodeando a este valeroso hombre de acción. ¿Sicario (sic) –con medalla de la virgen o sin ella- conforme a la imagen o el patrón o el tópico (de irrisión) que tanto vendieron (con éxito) en el campo literario las izquierdas (de la América ex hispana) ? Hombre de acción más que ideólogo, y celador de la violencia política (e idealista), Juan Antonio Ansaldo. Esa fue toda su culpa Y al que llega la hora de recuperar (urgentemente) en la memoria antes de que sea demasiado tarde, antes que la Memoria (la nuestra) se hunda, con tantos otros nombres y tantas otras cosas. 

Un mini/frente que hay que abrir por su cuenta en la guerra de propaganda –y de la memoria-. Que venimos riñendo hace años, y que se ha puesto ahora de pronto a todo arder, por culpa del inquilino de la Moncloa (…) Un mediocre estratega y al contrario, un brillante condotiero (o comandante u hombre de guerra), Juan Antonio Ansaldo, conforme a la antinomia que trazaron mercenarios belgas (de África) de los que aquí ya hablé (…) Y un nombre de mención imprescindible en la historia y en la prehistoria de nuestra guerra civil, que se va revistiendo paulatinamente de perfiles mágicos o sagrados y es en la misma medida que hace estragos la guerra de memorias (…) Lugar (sagrado) de la Memoria -en lenguaje de los teólogos-, la guerra civil del 36. Héroe del 10 de Agosto –leal de los leales del general Sanjurjo- , y de la guerra de África –con las más preciadas condecoraciones y medallas- y al tanto de todos los golpes de mano, en los años de violencia callejera durante la Segunda República, de los consumados y de los de en grado de simple tentativa como el atentado contra Azaña del que nos habló con gran jolgorio y divertimiento Eugenio Vegas. Protagonista por activa y por pasiva del cambio de estrategia que se operó en la génesis del movimiento falangista – a creer a la historiografía anglosajona- a raíz del choque en la Casa de Campo que se saldó con la muerte –y profanación- de Juan Cuéllar y la de Juanita Rico. 

En la obra biográfica “Las gafas de José Antonio” de Adriano Gómez Molina donde se trazan los hitos fundamentales de la génesis e historia del movimiento falangista en los años de la República, el que fue intelectual y colaborador del Instituto de Estudios Políticos y político del mayor relieve (y en la sombra a la vez) en la España de la transición, pasa –en tono vergonzante- como de puntillas por ese episodio trágico que preanunció nuestra guerra civil, y de la operación que le sirvió de preludio, que califica de “mal preparada”. Que según él se saldaría por el rotundo fracaso, un balance con el que no estoy enteramente de acuerdo, y es a partir del momento que lo enfocamos con perspectiva histórica suficiente y no a corto plazo como hace el autor citado Tuvo aquello un gran eco (desfavorable) en los medios, es cierto, y en la opinión publica, léase en los medios o sectores de clase obrera ganados a  ojos cerrados a la izquierda. Y su entierro dio lugar a una manifestación de masas casi sin precedentes en el Madrid y en la España de entonces. 

No dice sin embargo que eso galvanizó los ánimos -de los falangistas-, frenó la dinámica guerrera de la izquierda guerra civilista (léase del PSOE) y recogió el guante –en el único terreno posible entonces- del magno desafío y amenaza que planteaba la izquierda marxista en España como en toda Europa en el marco o contexto de la confrontación marxismo nazi fascismo y en el preludio de la Segunda Guerra Mundial, que es lo que fue la guerra civil española (digan lo que digan Stanley Payne y Pío Moa) Y levantó la moral –de combate, de los falangistas y del bando anti-marxista- en resumidas cuentas: porque esa primera represalia de la Falange “dejó abierta la puerta a la esperanza” (como declararon los propios protagonistas, tras recibir luz verde para la operación de represalias de parte de sus mandos y en concreto del propio José Antonio Primo de Rivera) e hizo “que el miedo cambiara de bando” por vez primera en las calles madrileñas (…) (continúa)

Mujer Alegre

Así me vi ayer deambulando
Solo en el fondo del bosque
En lo alto de una cuesta
Ni un alma (o “buenas noches”)

Explorando la ciudad desierta
-en redor duendes, fantoches-,
En la tarde de domingo
Y en todos sus alrededores

Toda una ciudad inédita
Cementerio de burgueses
Chalets, “villas” reposando
en un silencio de Muerte

Que me decían “Ven, Ven”
Llamándome por mi nombre
Y sin decidirme del todo
En aquel cruce (y sin norte)

Si debía irme de allí
O entrar a saco, de golpe,
Y llamé así al timbre (oculto)
pagando así mi billete

Sin retorno ¡ay dolor!
Mientras oía una voz: “¡sé fuerte!”
Y lo fui (se es lo que se fue)
¡Oh la magia de los bosques!

De abedules misteriosos
De voz de la Sangre (y los héroes),
De "tribunales de honor"
¡Manes de Europa y Occidente!

¡Almas de los muertos
Y de las bellas durmientes
Que fieles me acompañaron
En mi viaje hacia el Norte!

Y de todas ellas, Tú,
Blancanieves, voz silente,
Que te aparecerás tal vez
Cuando no pensaba verte

Cuando arrostre el destino
Y le mire al fin de frente
Su rostro incrédulo y divertido
Que me dirá Sí (para siempre)

Cuando dé el paso
de “remplazarte” (¡sé valiente!)
rompiendo el nudo gordiano
¡Y le rasgue, mujer alegre!

viernes, octubre 11, 2019

¿BOXEADOR MATÍAS MONTERO?

Matías Montero. Su asesinato por la espalda marcó uno de los inicios de la espiral de la violencia (callejera) que desembocó en la guerra civil. Una violencia (de los rojos) que como explica Ramiro en “¿Fascismo en España?" venía de antes de su asesinato. Víctima inocente –e iconográfica- Matías Montero, o victima del culto a la violencia que él profesaba lo mismo que sus camaradas. ¿Boxeador Matías Montero? Una hipótesis que no nos mueve a entonar “mea culpa” ninguno, sino a bucear (o a hurgar) en la memoria, y a que nos sirva de lección para no repetir errores ni exponernos a dilemas imposibles y a riesgos –inéditos e imprevistos e imprevisibles entonces- como los de la violencia callejera, tal y como lo advertía en “¿Fascismo en España?” Ramiro Ledesma Ramos (fuera de toda sospecha)
Buceando (peligrosamente) en la memoria. Como lo vengo haciendo en mis últimos artículos. Y en casos emblemáticos (como lo fueron) del nacimiento de mitos de piel dura y longeva –como el de las Siete Rosas-, o del arranque de la espiral de la violencia –y de la guerra civil- como lo fue el de Juanita Rico, y como lo fue –sólo caigo en la cuenta ahora- el asesinato por la espalda de Matías Montero, el estudiante caído. “Matías Montero y Rodríguez de Trujillo, que Dios te dé tu eterno descanso y a nosotros nos lo niegue hasta que sepamos ganar para España la cosecha que siembra su muerte”. Era el estribillo, de un aliento patriótico y una cargazón poética innegables -de la pluma de José Antonio en persona- que recitábamos de corrido y fervorosos y pletóricos de (puro) idealismo –de joseantonianos/auténticos (...)- a cada aniversario –el 6 de febrero- en aquellos años ya tan lejanos –de mitad de los sesenta a mitad de los setenta- de mi juventud universitaria. Matías Montero fue el primer caído victima de represalias de la izquierda, y en eso contradigo ex profeso a Ramiro que viene a sostener lo contrario (a saber, la tesis de la violencia indiscriminada y gratuita) en su obra –un tanto inédita- de “¿Fascismo en España?”, de un ejemplar que sobrevivió como de milagro  en mi estantería, –¿por qué? ¡misterio!-, tras tantas mudanzas y al contrario de tantos otros de mis libros que por culpa de la revolución informática fueron desapareciendo en las librerías de viejo uno detrás de otro, o en el fondo del armario (…) Y es en donde

jueves, octubre 10, 2019

JUANITA RICO Y LAS TRECE ROSAS (A los "Patriotas")

Noticia del entierro de Juanita Rico -verdulera madrileña del barrio de Chamberí, y socialista, del PSOE-, “la meona que encendió la guerra civil”. La memoria es el campo de batalla ineludible en la hora actual para los auténticos patriotas, digan lo que digan los profesionales del patriotismo y de su propaganda en los medios y en la red. Y en la medida que la despertamos y la recordamos, desactivamos la carga mortífera, letal, de la ley funesta de la Memoria. Y no a la inversa (algo en lo que caemos en la cuenta sólo ahora) A cada batalla pues de guerra de propaganda –de Juanita Rico a las Trece Rosas- oponerles como un solo hombre el mentís rotundo que les lanza nuestra memoria (la nuestra, la de los “nuestros”, una memoria de guerra y de victoria): esa es la consigna urgente de la hora. Los inmigrantes, la amenaza del Gran Remplazo (Remplacement), esa es otra historia, francesa y europea más que española (…)
Obras son amores –reza el refrán- y no buenas razones. O puesto igualmente en román paladino, por sus obras les conoceréis. Y es ocioso e inútil y contraproducente el disertar a toro pasado –"epilogar" lo llaman en Francia (los eruditos) –, sin tasa y sin fin sobre análisis y estrategias. Y más en terreno electoral, de la actualidad (¡ay dolor!) electoral española. Porque la estrategia es necesaria, pero no suficiente si no están presentes otras cosas. “Hábil estratega, pero pobre y triste condotiero” (léase comandante o jefe de guerra) Es lo que le oí un vez a un antiguo mercenario en África aquí en Bruselas, participante en la operación aerotransportada –con lanzamiento de paracaidistas, de liberación de rehenes a manos de rebeldes (simbas)- de la toma de Kisangani (24 de noviembre 1964) en el Congo belga, (algo inolvidable para mi interlocutor en donde él también tomó parte), y era evocando las palabras que le dijo a él, el antiguo jefe de mercenarios belgas, Jan Schramme (de Brujas), por cuenta de otro mercenario también presente y operacionalmente activo en aquella guerra, Bob Denard, francés, que dio mucho que hablar hace años con ocasión de sus ultimas andanzas justo en vísperas de su muerte, en la prensa aquí que saludaba y veía en él el último de los mercenarios y el fin de toda una época. Y viene a cuento de la polémica áspera y cruda y desagradable desatada en los medios patriotas –quién lo diría- por cuenta de las palabras de Ortega Smith

martes, octubre 08, 2019

PSOE "PARTIDO CRIMINAL"

Testigo (“witness”) en primera fila de muy joven –y no es culpa mía, así soy, así fue - de hechos o instantáneas todo menos anecdóticas y de cuyo profundo significado sólo caería mucho después en la cuenta. Como el “escrache” aquel –entonces no lo llamábamos así (huelga/activa o algo así- del que fui (yo sólo) testigo presencial en el vestíbulo o hall de la antigua Facultad de Políticas y Económicas, galerías Castañeda, tardo Franquismo tardío, principios de los setenta, de la que fue victima alguien que yo conocía y que me marcó por el temple y entereza con lo que llevó todo aquello, él sólo, tranquilo, de paso firme, lento y seguro –y con la mano en el bolsillo (…)- marchando hacia la salida y seguido a una distancia de algunos metros, cual plataforma de separación (y protección), por una turba enfervorizada y enfurecida al grito de “¡Fuera fascistas de la Universidad!” La guerra civil larvada –como así la definí en más de una ocasión- que resurgía allí con más fuerza que nunca. Como lo ilustra la personalidad de aquel desconocido de la que sólo vine a saber después. Y es que se trataba nada menos que de Eugenio Lostau, que dio su nombre (de pila) –y modelo del protagonista- a la célebre obra (1938) de Rafael García Serrano, que cuando la escribió (abril 36, noviembre 37) le daba por muerto en la guerra civil. ¿Poeta en la vida aquel hombre/mito, Eugenio, del que algunos no recordarían después –y a todas luces aún sólo recuerdan- más que una trayectoria gris –de político y hombre de aparato del Régimen (léase de la situación) y funcionario del Movimiento- cargada de tanta prosa? Poesía de la eternidad del instante aquel –como diría Heidegger- en la que aquel héroe de epopeya (la de nuestra guerra civil) –genio y figura (que se es lo que se fue)- dejó su huella. En mi retina hasta hoy. Y al que recuerdo en estos momentos tan necesitados de héroes –como el comer- ante la nueva guerra civil (…), mejor dicho la nueva fase –en cruento- de la guerra de memorias a todo arder. ¿Por fin?

lunes, octubre 07, 2019

Conjuro A La Intemperie

Como el cruce del Mar Rojo
estos domingos desiertos
De la guerra que no acaba
Entre el hastío y el desconcierto

Jalonando, mi existencia
¡Domingos de guerra (y viento)
Vacíos e interminables
Y umbríos (hasta darte miedo)!

Adiós las ganas de vivir,
De luchar y de amar, cierto
Hasta que se me hizo la luz
Y casi al final comprendí

Lo del vivir peligrosamente
Cual antídoto (del sufrir)
De ese morir lentamente
Que es para mi el vivir sin ti

Ganarte la vida, dicen,
Acertar, triunfar (o “reussir”)
¡Patrañas solo señuelos!
¡Importa más saber morir!

Imaginar mi muerte (feliz)
(Romanticismo de acero)
a su escenario final -¡Heil!-
anticipándome (alto riesgo)

Es lo que de veras cuesta
El prepararnos a ese fin
Lo que me evite sorpresas
De la Muerte traidora y vil

La muerte que escoja yo
¿Ponerme ella en mi sitio a mi?
Como el héroe a la intemperie
Que vive aun cerca de mí

Que no esperó de la Muerte, ¡Nada!
Y salio a su encuentro (fue así)
Y no a esperarla en un rincón
¡El arte de “verlas venir”!

Arte de acertar a ver, amor
Que todo gira en torno a mí,
Que cuando todos me miren
¡Te fijarás tu (amor) en mí!

(sin saber si llorar o reír) (…)

domingo, octubre 06, 2019

TRECE ROSAS DE GUERRA CIVIL

Comandante Isaac Gabaldón, de la Guardia Civil, al lado de su hija, asesinados los dos –por militantes de las JSU- en un atentado cobarde cuando la guerra estaba ya finalizada (29 de julio de 1939) Las trece rosas (rojas), o la guerra interminable o la paz que empieza nunca. ¡Que Dios te bendiga , Ortega Smith, por tus valientes palabras sobre el tema! ¡Y que nos traiga de una vez la fiesta en paz!
Trece rosas rojas, de la sangre de la guerra civil. A todo arder –las dos -la sangre y la guerra civil (del 36) interminable- como lo prueban e ilustran con creces las ampollas y el revuelo, qué digo la tormenta, que han desatado las palabras –valientes- sobre el tema del secretario general de VOX, Javier Ortega Smith. Punta de la lanza en la guerra de propaganda de la guerra civil interminable el caso de las empleadas del Metro aquellas –trabajadoras o mas bien, vacas sagradas de una casta señorial (sic), la de la clase obrera de entonces (grosso modo como la de hoy)-, de economía mucho mas saneada (sic)-Antonio De Obregón díxit- que las (pobres y sufridas) clases medias (sus contemporáneas), y previsibles señores (y señoras) de un mañana que tocaban con los dedos, si hubieran ganado la guerra civil. Y además de eso, miembros –o miembras- de las juventudes socialista unificadas JSU, que era lo que acabó siendo el PSOE tras la lucha de tendencias en su seno que viene a personificar ochenta años más tarde su actual secretario y jefe del gobierno Pedro Sánchez, que quiere salvarse él y su poltrona por todos los medios aunque se hunda el mundo y España arda de nuevo. Lo que parece que están en un trance de conseguir. Y además de eso fueron chequistas inmisericordes, a pesar

martes, octubre 01, 2019

EUROPA O EL PAPA DE ROMA (A PEDRO VARELA)

“¡Franco y Perón un solo corazón!”, fue el grito unánime que corearon tantos en España durante la vista de Evita Peron (junio del 47) Y eso junto con la actitud de puesta de perfil que fue la del jefe de Estado anterior entonces y de su régimen, explica el tabú que la prensa española reservó a ciertas circunstancias de la caída del peronismo concretamente al protagonismo eclesial –y pontificio- innegable en la llamada Revolución Libertadora. Y también ese fenómeno estrechamente ligado con todo lo anterior, a saber la guerra civil argentina –que llaman ahora “la guerra negada”- que como la guerra civil española del 36 no se ha terminado todavía. Y eso cuando yo estuve allí (segunda mitad de los setenta) a fe mía que lo ignoraba. Y es algo de lo que no deja de ser tampoco un corolario o epifenómeno, la emergencia de la llamada izquierda peronista tras el final del exilio español de su líder (ver foto), de ribetes y perfiles tan trágicos y dolorosos. Sobre todo entre la juventud argentina (…)
No creo en la meigas pero hay las. Una bruja o un duende o un trol –o uno de los manes- del paganismo antiguo- parecían revolotear entre líneas o frases del discurso o conferencia que habré atentamente seguido por video sobre la guerra negada (sic) y son los que despiertan o se ven soliviantados por ciertas ideas o lugares de memoria que se ven evocados o exhumados en esa conferencia, en concreto esa idea fuerza -como un leitmotiv omnipresente en las entradas de mi blog e invito a comprobarlo a cualquiera de mis lectores- de la guerra civil del 36 que todavía dura, aunque todos (y digo bien, todos) la den por acabada y más que olvidada. Nadie, si se exceptúan ecos aislados de mis propios escritos- habrá osado seguirme las huellas asumiendo o haciendo suyo el aserto ese –de la guerra civil (del 36) interminable que convengo en llamar la guerra de los Ochenta y tantos Años en uno de mis libros –en uno de sus subtítulos incluso- “Guerra del 36 e Indignación callejera”. “Guerra asimétrica” la llamaron también, parafraseando una obra que tuvo gran difusión en lengua española. A saber, una continuación de la guerra civil “por otros medios” –parafraseando asi por nuestra parte al conferenciante que nos ocupa. Y más de cerca –se me antoja-sobre esa conferencia gravita aún una de las entradas recientes de este blog “Franco, la España eterna y el Papa de Roma”. Como una tentativa de exorcismo por escrito del análisis que en él vierto de política religiosa (sic) que en la conferencia. 

 

“La guerra negada” se pretende traducir en clave de política y de Fe o de Religión o del Espíritu: que si usan mi anterior escrito como referente, se ve claro como la luz lo que el conferenciante quiere decir –y a la vez refutar y exorcizar o conjurar a toda costa, y rebatir- y sin ello no se entiende o se capta (en mi humilde opinión) nada de nada. El autor de la conferencia parece desvelarnos el enigma de entrada, declarando que tomó de fuente de inspiración del titulo de su conferencia, el de unos militares argentinos –presos y condenados a cadena perpetua -tras la caída del régimen de las Juntas Militares- que entendían referirse así a la guerra civil tan larga e interminable -como ignorada- que se habrá venido sucediendo cai en simultaneo con la interminable guerra civil española. Y –como una objeción escolástica mayor- cabe decir que no les faltan visos de verdad historica y de verosimilitud y credibilidad del aserto –sobre la guerra negada- que ellos defienden y proclaman.


Y lo afirmo con la fuerza moral que me da el haber vivido alli y también –y por qué no lo deberia confesar- la situación de ignorancia invencible en la que me encontré allí entonces, de ese aspecto esencial de la historia argentina contemporánea. Ignorancia invencible, sí por cierto –inocente y sin falta alguna de nuestra parte- en la medida que esa guerra civil se vio objeto premeditado de ocultamiento o disimulación enn la histoiria que nos enseñaron en España de aquel pais hispano o ex hispano. Un ocultamiento premeditado, cargado de razones, léase de atenuantes, de orden coyuntural y derivado de la situación política de la época. De ella y del tratamiento y abordaje que se vieron reservado en los medios españoles de entonces –durante el régimen anterior- los acontecimientos de la crónica de actualidad más candente y rabiosa que puntuaron o jalonaron la caída del peronismo y todo lo que de ello como una factor matricial o una fuente emponzoñada se seguiría en la historia más reciente argentina.

Una censura o silenciamiento que no venia menos a cubrir o a disimular ese ponerse (por sistema) de perfil que tuvo el régimen de Franco ante los ataques de los que se vio objeto el régimen de Perón y que tendrían como resultado su caída, y que no venaí a ser más que una secuela o consecuencia lógica de la derrota española –o en otros términos de la rendición pactada -por mediación vaticana- del régimen de Franco a los aliados, en definitiva: tal y como lo vengo sin falta exponiendo o sosteniendo en un trayectoria en solitario sin pausa ni fatiga (…) A Perón lo derribaron por un decreto o ucase (secreto) de las potencias vencedoras en Yalta, por la fachada o el perfil fascista o fascistizado o facistizante de su trayectoria y del régimen que se instaló en Argentina a contra pie de la dirección que tomaron los tiempos y los vientos en el mundo –en Europa y en América- tras el desenlace de la Segunda Guerra Mundial en el 45. Y era por lo que aquellos veían como un anacronismo irritante –la Argentina de Perón igual que la España de Franco- y más aún, como una amenaza difusa y más incontrolable e imprevisible incluso que el régimen franquista, ante la supervivencia en el concierto internacional de un régimen de aquella naturaleza.

No es óbice que echaban en falta como el comer el pretexto o la coartada indispensable para derribar por la fuerza –como lo acabaron consiguiendo- un régimen con tantos visos de legitimidad de su parte y con tanta aceptación (algo innegable) de parte de su pueblo como lo iba a demostrar con creces el desarrollo de la historia argentina en los años –y décadas-´que se siguieron. Y ese pretexto se lo dio –como una especie de Nihil Obstat o de bendición (papal, pontificia) “urbi et orbe”-, la persecución religiosa en la que el peronismo se vio enfrascado como a regañadientes y como en un viaje sin retorno. Y es curioso que el nacionalista argentino, compañero de la Facultad y amigo mío, nacionalista y católico, antiguo militante (nota bene) de Tacuara y peronista, en su fuero interno al menos –él y lo suyos españoles emigrantes de la posguerra-, no sabia bien a fe mía –de lo que de él y de sus comentarios sobre el tema tras el paso de los años aún recuerdo- a qué carta quedarse a la hora de juzgar el derribo del régimen peronista y el papel (decisivo) que incumbió en aquello a la iglesia católica argentina –y “pari passu” al Vaticano- , ni en el juicio que les debían merecer (a él y a los suyos) de entre los principales exponentes de la Revolución Libertadora que derribó a Perón, aquel de la cúpula o binomio dirigente de aquella – el general Lonardi -a diferencia del general Aramburu (de filiación notoria o presunta masónica)-, de notoria y acreditada significación católica. Con la iglesia hemos topado se debió decir quijotescamente el Caudillo a la vista de las desgracias de aquél a quien se había visto obligado en brindar refugio ¡que remedio!

Y ello -sumado a las dificultades de cohabitación con un jefe de estado español inaccesible y nimbado de secretos y de misterios como una Esfinge mitológica- nos explica a algunos el resentimiento del que dio muestras en restringidos comentarios sobre su anfitrión español el líder argentino (sólo tras su vuelta del exilio) Y lo que explica con creces al mismo tiempo el mutismo que guardaron el régimen español de entonces y su aparato oficial de prensa y de propaganda sobre la caída de Perón y los acontecimientos que la precederían. No me estoy justificando sino tratando de explicar –a mí mismo para comenzar- el por qué se me escapó ese fenómeno de la guerra negada (sic) –léase la guerra civil argentina- a mi como la inmensa mayoria de los españoles, inclusive el autor de la conferencia que aquí comentamos habla ahora de ella como de un acontecimiento crucial y decisivo de su época. A buenas horas, mangas verdes decian los españoles de antes –de donde surge el refran- cada vez que llevaban tarde al lugar de los autos los de la Santa Hermandad (los de capirote y mangas verdes), como cuenta la Leyenda. (…)

Y eso explica que la visión -de propaganda fide- anti peronista de la TFP, encontrara terreno abonado –como lloviendo sobre mojado- en el español que esto escribe nacido y crecido en la España de la inmediata posguerra y a quien la caída del peronismo como sus prolegómenos y corolario me pillaron aún de niño. Y lo digo a modo de concesión y aquí como clave de explicación –para mí mismo, para comenzar- de los roces y dificultades que acabé arrostrando con nacionalistas argentinos de los que apoyaban la Obra de Monseñor Lefebvre allí y que me llevaron, en ruptura de lazos, a abandonar el pais, en vísperas como quien dice de la guerra de las Malvinas. Y recuerdo aún el comentario airado –como un amargo reproche (de desagradecimiento en definitiva) de una de las voces cantantes del grupo que cristalizó allí en contra mía- de que el general Perón había ayudado a España y los españoles en un momentos decisivos, lo que me escoció hasta hoy –lo confieso- y fue por la carga de Verdad histórica y por el tono de sinceridad (herida) que aquello traducía (…) ¿O acaso mero pretexto más o menos capcioso o hipócrita en su hostilidad –que acabé asumiendo como lo que en el fondo era (y así lo sigo pensando), un rechazo hacia mi persona- de la hispanofobia innegable que les había legado cual pesado lastre o herencia lo que yo llamo la Rebelión Mestiza, agazapada (como asi la veo y la sigo viendo) tras la (llamada) Emancipación americana, y oculta a su vez cuidadosa o solapadamente en la visión color de rosa que del capítulo de aquella, de la Independencia de los territorios del Río de la Plata, transmitió a sus sucesores o descendientes –y en sus escuelas o tendencias mas revisionistas- el nacionalismo argentino? “

De internis Ecclesia non judicat”, y el que esto escribe tampoco quiere ex profeso adentrarse en ese terreno -minado o surcado de celadas y malentendidos traicioneros- del juicio de intenciones. Lo que cayó, cayó, dicen fatalistas los portugueses, y lo que se rompió entonces, roto queda se estaría tentado de concluir. Aunque tantos indicios en contrario, como esa especie de necesidad imperiosa que me habrá movido en este punto a darle a la tecla, parecen desmentirlo, si necesidad de ello hubiera. La guerra civil argentina interminable que como la guerra civil española del 36 todavía dura, es un hecho o realidad fáctica –como dirían en España tras la llegada de la democracia- se quiera admitir o no se quiera (…) Y el conferenciante aludido se ve asistida de toda la razón en querer trasponerla a su análisis de la realidad española y a la visión de futuro que nos vierte en su conferencia. Más discutible y controvertido lo es no obstante -en mi modesta opinión- el hacer abstracción como él hace de “la guerra negada” entre españoles, a saber, la guerra civil del 36, y ello le llevará a extrapolar sin el menor escrúpulo esa “guerra negada” en clave de explicación teológica (de la más rancia) de las dos Banderas –del Bien y del Mal- (del Libro de los Ejercicios de Ignacio de Loyola y de de los jesuitas) Para un viaje así querido Sancho, no necesitábamos alforjas.

Y es que el trayecto nos parece un poco largo en verdad y tortuosos y surcado de atajos y vericuetos- en el camino o sendero que lleva del Führer Adolfo Hitler -referencia suprema y bandera en alto, en el conferenciante, en su obra y en su trayectoria (y emplazo a quien sea a desmentirme)- hasta el padre Kolbe o Teresa Neumann o el padre Pío de Pietrelcina –con el común denominador de haber sido todos ellos perseguidos (o inquietados) por los nazis, e iconos infaltables y omnipresentes todos ellos en la predicación políticamente correcta -léase irreprochablemente anti-nazi y anti-fascista- en la prédica incansable y en el apostolado viajero y el estrellato mediático sin precedentes – como un regalo/del/cielo (de la Prensa global)- del papa Juan Pablo II. Necesidad ninguna de alforjas u otros aparejos, ya digo. 

O más flagrante aún, la evocación de la consagración de España al Corazón de Jesús de Alfonso XIII –y de sus corifeos y sus devotas (como la Madre Maravillas)-, o la consagración de Francia, por mediación de Sor Margarita Alacoque ante Luis XIV, precedida de la consagración del reino de Francia a la Virgen María – en el “voto” de Luis XIII (1632-1638), en tiempos nota bene del Cardenal Richelieu y coincidiendo- con la entrada de Francia (1636-1648) del lado de los protestantes y en contra de la España católica, en la ultima de las guerras de religión que hubo en el suelo europeo a saber la Guerra de los Treinta Años. Y esto un español catalán debía saberlo por obligación. Tales aguas tales lodos –revuelta de los segadores, republica catalana y demás (y asesinato ritual del Virrey, catalán, de Cataluña) (…)- como lo explico en mi libro “Cataluña en guerra”

Cuestión o asunto de Fe la guerra negada como dice o concluye (acertadamente) el conferenciante. ¿De Fe Católica (sic) no obstante –léase, en el Papa y en su Iglesia (sic)- como él concluye, como si buscase así a descalificarme y a contradecirme. Fe (ciega) en España eterna como dije y proclamé en mi blog, y fe (ciega) en los destinos de Europa como nos dicta la Voz de la Sangre que evocó José Antonio Primo de Rivera en uno de sus escritos tardíos –inspirados de cerca o de lejos (a asumir tocan) por la ideología, léase la visión histórica -y racial- del nacionalsocialismo. Y esto ni el conferenciante ni sus amigos o aliados más próximos me lo desmentirían. Fe en los destinos de una tierra/madre Europa –de todos los españoles- amenazada de muerte -por aniquilación (sic), como bien reconoce el conferenciante- y es por la inmigración en masa no/europea, bendecida y jaleada sin pausa ni descanso por el papa italo/argentino.

¿Esa es la fe (católica) que nos salva? ¿La fe en un papa que nos predica sin parar –y ante la incertidumbre y lo azaroso de la hora- el meter en nuestra cama al peregrino –(léase al inmigrante non europeo de preferencia)- como obra ultima y suprema de misericordia, y como la sola respuesta al desafío y a la amenaza –de muerte (sic) por aniquilación- que se esconde en ese fenómeno de Gran Remplazo (Grand Remplacement) como escondido o agazapado tras la inmigración en masa no/europea mayoritariamente musulmana travestida en una invasión silenciosa?

Del Papa y el suicidio de Europa (sic) habla sin pelos en la lengua –y con lo certero en el diagnostico que le caracteriza (y a las pruebas me remito) - los medios en lengua francesa, y ciertos autores franceses (identitarios o vaticanistas) Europa, o su enemigo jurado, el papa de Roma. Ese es el dilema.¿Y será capaz de negármelo alguien? Nadie, ni siquiera Leon Degrelle –ni sus partidarios y devotos (españoles)- referencia última del CEDADE. ¿Verdad que no, Pedro Varela?