domingo, julio 27, 2014

Oda a nuestros héroes, y a nuestros muertos (poesía en domingo)

Figuras en claro oscuro
de genios de media/tarde
Unos héroes destronados
del cielo de la Memoria
siempre vivos ¡Misterio!

De una historia ya en declive
de miseria y de grandeza,
de victorias…y derrotas,
Bajados de sus peanas
-como aquellos santos de iglesia
que vistieron de paisano
de golpe, de un soplo sólo-
sin renegarse no obstante
y sin cambiar de chaqueta
mientras el mundo se hundía
encima de sus cabezas

Como aquel que ahora recuerdo
palabrón, ágrafo, gordo
que escribió otro de él
(¡que sí que lo conoció bien!)
Que en cambio sabía hablar
como un ángel al Obrero,
de estrellas y de luceros
Que en la playa al caer el sol
-en la playa y en su vida-,
tendido cuan largo era
y semi-desnudo en la arena,
sin perder fé en la Victoria
-¡la bella diosa con alas
sin reproche…y sin cabeza!-,
llamaba a voces, a gritos
(llorando) a los dioses muertos.

A tí te canto, mascarón
de proa de un buque insignia
que quedó varado de pronto
y sin hundirse ¡Voto a Dios!

Oh viejo fantasma! ¡Jirón,
de luz y de aire fresco,
de lo que el viento se llevó!
Cual voz (honda) de falsete
perdiéndose por los cielos

Te canto a tí porque quiero,
porque me sale del alma
y así me lo pide el cuerpo.
Porque si otros en cambio
en su estrategia guerrera
mezclaban verdad y ficción
y se inventaban soldados
por la Causa -¡qué remedio!-
y confundían los de plomo
con otros, de carne y hueso,
a otros en cambio -¿por qué no?-
nos es bueno evocar también
nuestros héroes, nuestros muertos,
aunque lo fueran a medias:
figuras de cartón/piedra
y hombres de pelo en pecho.
¡A falta de héroes perfectos!

Porque fuiste todo eso
Y supiste además honrar
a tu rival (Onésimo)
Por eso te canto, fantasma

¡Héroe y fantasmón (por tiempos)!


En la encrucijada fatal
te cruzaste de improviso
¿Por qué lo hiciste (o fue el destino)?
¿O acaso presagio feliz,
sobresalto espabilador
en esta modorra de estío?

Juego de lunas y espejos
en mi vida (tuyo y mío)
en la tarde de domingo,
del film del Festival de Cannes
que se asoma en mi camino

¿Se puede amar tanto, reyna,
hasta perder el juicio?
El mío aun no lo perdí,
eso me susurra al menos
el duende suave al oído

¿Me oculta la verdad de mí
(mismo) que me haría daño
hasta llorar (como un niño)?
¿Cuerdo o loco por ti, mujer?
No sé ¡Qué importa amor mío!

¿Se puede amar tanto, diosa,
hasta perder el sonrojo
que me prohibe –¿quien me vio?-
confesarme por escrito?

¿Se puede amar tanto, dueña,
de mi alma (y mi libre arbitrio),
tanto que no me importe
que me mandes y esclavices,
que me hagas ver lo blanco
negro, o como del revés?:
“la obediencia de un cadáver”
(¿quién me lo hubiera dicho?)

De momento no obstante,
Yo, cuando pasas, te veo
…y no te veo, de miedo
que no seas tú, sólo un sueño
Y me froto y froto los ojos
-¿estoy soñando o despierto?-
mientras “aterrizo” de prisa
a cada vez que nos vemos,
cada vez que “te apareces”,
como espíritu sin cuerpo
y te metes sigilosa
en mi espacio o jardín interior
sin mancharlo ni romperlo

¿Estoy loco o estoy cuerdo?
Piénsalo, mujer experta,
y me lo dices (de un beso)

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