En el trabajo de José Javier Esparza que aquí comento, un silencio ensordecedor se hace oir y es el que aquel guarda, de lo más estricto, sobre el fundador de ese movimiento (intlectual) francés, Dominqiue Venner que se suicidó de un tiro en la sien -con el revólver reglamentario del que disponía- el pasado año delante del altar mayor de Notre Dame, en protesta por lo que el llamba el crimen colectivo de suplantacion o reemplazo (remplacement) -en trance de consumarse- de la poblacion europea por corrientes emigrantes no europeas de origen y de confesion musulmana de preferencia, en el suelo de nuestro congt inente El acto de homenaje organizado por los suyos tras su muerte contó con un eclelsiastico lefebvrista amigo del fallecido del que vino a decir que su gesto era un acto fallido (manqué) -en jerga psicoanalítica- por el que su autor habia querido en el fondo reconciliarse (canónicamente) con la iglesia. Durante su intervencion, una parte considerable del público asistente abandonó ostensiblemente la sala l oir aquello en señal de discrepancia. ¿Forma parte acaso el texto de Esparza que aquí se comenta de una clara maniobra de recuperación eclesiástica de Dominique Venner y de su gesto y de su mensaje y de sus posturas?Me llega de mano amiga -y a fe mía que no sabría decir si con una intención de proselitismo cualquiera- un trabajo relativamente reciente, de principios de este año, sobre el fenómeno ideológico y cultural de la Nueva Derecha (Nouvelle Droite) -que tiene ya una cuantas décadas a sus espaldas- de la pluma de José Javier Esparza. Conocí a Esparza en la reciente Feria del Libreo en Madrid, de forma totalmente inopinada discurriendo con mi libro sobre Umbral -en busca de un editor- debajo del brazo por el certamen, cuando me topé con la fisonomía conocida, por lo mediático, del célebre escritor y polemista y tertuliano (y no sé cuantas otras cosas) que se encontraba firmando libros en una de las casetas. Esparza, se lo dije a él por cierto, me pareció mucho más joven que la imagen que de él se desprende en los medios, y debo decir que estuvo conmigo amble y atento (y afable) y no sólo eso sino que se puso a rebuscar entre su listín de direcciones (digitales) -desatendiendo sendos minutos al público que le abordaba - hasta que me brindó una que parecía ofrecerme un pista o abrirme una vía en lo que yo andaba buscando. Craso error, y no se le achaco a Esparza, en modo alguno, aunque tampoco deja de parecerme sintomático en extremo, lo confieso, de algo que llego experimentando (¡ay dolor!) desde hace décadas en propia carne, y es de unos caminos e itinerarios -de los más seguros (sic), de los más “nuestros”- que no llevan, o que no me llevaron nunca (a mí) ninguna parte. ¿Por culpa mía de mi caso o de mi circunstancia en concreto? no lo excluyo, pero fue así de nuevo esta vez, a pesar de lo mucho que apuré la vía que parecía abrirme ese contacto que Esparza generosamente me brindaba, y si me lee aquí eso le daría tal vez una idea de la sobre dosis de frustración que me produjo ese nuevo intento (fallido) (...) No importa, sirva de preámbulo no obstante de lo que aquí abordar pretendo y es de la cuestión más candente sin duda de todas las cuestiones de fondo que aquel plantea en su (breves) apuntes sobre el movimiento francés al que hice mención más arriba y se trata por supuesto de la crítica al cristianismo, o para dejarnos de eufemismos de su arraigado y acerado anti-cristianismo.
Unas confesiones íntimas
El padrino intelectual de la Nouvelle Droite francesa es una figura atípica y significativa en extremo ademas de toda una corriente de extracción burguesa -intelectuales con frecuencia- de impronta liberal y de obediencia a menudo masónica (de derechas) que abrazaron sin reservas el Nuevo Orden (nazi) El profesor Rougier fue durante los años de la Segunda Guerra Mundial enviado especial del Mariscal Petain en Londres, donde se entrevistó personalmente con Winston Churchille (entre el 21 y el 24 de octubre de 1940) Esa obrita suya (densísima) -que Esparza no menciona- era y sin duda lo sigue siendo una especie de biblia de bolsillo de la Nouvelle Droite, que me devoré mis primeros tiempos de estancia en Bélgica. En lo esencial sigo estimándola certera tanto en su intuición -del carácter subversivo, y enemigo (irreconciliable) de la civilizacion, del cristianismo primitivo- como en la mayor parte de sus postuladosEl trabajo de Esparza sobre la Nouvelle Droite me apresuro a precisarlo no es un simple trabajo de crítica o comentario en material ideológica filosófica o religiosa o de historia de las ideas (o de las religiones) sino que tiene no poco, en parte o en gran parte yo diría -como el su propio autor en un momento dado lo reconoce abiertamente-de unas confesiones del ámbito de lo más íntimo, de las convicciones intimas me refiero, ya sean de natura ideológica, filosófica o religiosa. Y para no irle a la zaga en punto a sinceridad, también se me antoja aclarar aquí que la Nueva Derecha no es para mí una novedad tampoco, y que si es cierto que nunca anduve en su órbita, ni de forma ni indirecta, como a tenor de lo que él mismo admite sí fue en cambio el caso de José Javier Esparza, les seguí siempre la pista de cerca o de lejos, desde hace ya mucho grosso modo desde la misma época que aquel entró en contacto con ellos, a principios de los ochenta residiendo yo entonces en Francia -en París- en el marco de la Fraternidad San Pio X, cuando rendí visita a su sede, en el centro de París -del "Groupe de recherches et d'études pour la civilisation européenne" (GRECE) que era su denominación oficial entonces y sin duda lo sigue siendo- vestido de rigurosa sotana de la FSSPX y a fe mía que si mi incursión allí así vestido produjo estupor o sorpresa u otro tipo de sentimientos análogos, no se me hizo notar, salvedad hecha de una cierta frialdad (comparado por los medios a los medios católicos tradicionalistas franceses que eran mi habitáculo de preferencia por así decir entonces) y si se exceptúa no obstante también la personalidad (cordial) de uno de los responsables del movimiento que me recibió, Philippe Gibelin (no se me olvidó hasta hoy ese nombre real o de prestado a fe mía que no lo sabría decir ) grosso modo de mi misma edad que estuvo conmigo, amable, cordial y deferente incluso. Y para no irle tampoco a la zaga a José Javier Esparza debo aclarar que lo aquí sigue tiene también mucho del orden de lo personal e intransferible de las convicciones íntimas, y de las posturas asumida (y como tales más o menos irreductibles)
Nietzsche, convidado de piedra del Concilio Vaticano Segundo. El cristianismo, “bolchevismo de los Tiempos Antiguos”
Nietzsche fue el gran convidado de piedra del Concilio Vaticano Segundo. Mucho más que el Capital o el Manifiesto Comunista de Marx o que las tesis principales del psicoanálisis de Freud -a los que la iglesia dio explicacion asaz (y en bandeja de rosas)- su Anti-Cristo (hasta entonces en el Índice), que Esparza no menciona, se hubiera merecido una explicación que la iglesia en cambio -como lo afirmó Gabriel Marcel- le dejó en deudaEn lo esencial de la crítica al cristianismo o por emplear la terminología de rigor o canónica por llamarla así en vigor en los medios de la Nouvelle Droite, al judeo cristianismo me parece fundada y correcta. La modernidad democrática, la religión de los Derechos del Hombre tienen su basamento innegable en el cristianismo bíblico y evangélico. “Ese veneno (subversivo) oculto” en los evangelios que denunció Joseph De Maistre y tras sus huellas una variedad de autores representativos de la otra modernidad o si se prefiere anti-modernos en el lenguaje políticamente correcto. Nietzsche entre ellos por supuesto, sin duda el más profundo y el más irrefutable de todos ellos. Curioso, dicho sea de paso que entre los títulos que cit Esparza del pensador del Superhombre brille por su ausencia su obra capital en materia de critica religiosa, a saber el Anti-Cristo. ¿Por qué? A riego de resultar temerario en mis afirmaciones y en mis suposiciones, me pregunto sinceramente si no tendrá algo que ver con ese pesado tabú que reino siempre en España desde que la obra y el pensamiento de aquel empezaron a hacerse divulgados por culpa de la censura que el magisterio eclesiástico hizo pesar sobre él, prácticamente hasta hoy. Porque como escribió agudamente el filósofo existencialista (católico) Gabriel Marcel, Nietzsche -al contrario que Marx o que Freud- fue el gran olvidado, el autor con el que la iglesia se quedó en deuda de una explicación en el concilio vaticano segundo. ¿Culpable solo la iglesia? Por supuesto que no. El tribunal de Nuremberg sobre todo, que le hizo responsable de autoría intelectual (sic) en el holocausto/judío. Y ese -me lo reconocerá Esparza- es sin duda el mayor "impasse" que enfrenta la figura y la obra de Nietzsche aún de nuestros días. Mucho mayor que sus pretendidas o fundadas contradicciones. “Campo de batalla” así lo definió Nolte, su biografía como su obra escrita.
Joseph Gobbels, evangelista de Nietzsche y propagandista del “Anti-Cristo”
El “impasse” que sufre Nietzsche no es el que le acarrea su obra escrita sino el destino que se le vería reservado, su recepción por emplear lenguaje de lingüistas- en las décadas que siguieron desde su muerte cuando el grueso de su obra empezó a verse difundida, y la segunda guerra mundial y su desenlace en el 45. El problema Nietzsche no se limita al autor simplemente, a su figura o a su obra sino a la legión incontable de sus adeptos, y el eco y éxito que alcanzaron sus escritos y sus ideas más emblemáticas o paradigmáticas a favor del auge de los movimientos nazi fascistas europeos en la década de los treinta, y en particular en el nacionalsocialismo alemán y en el marco del III Reich, de su mensaje ideológico y del ordenamiento institucional que iría de par con el Nuevo Orden nazi. Nietzsche y los nietzscheanos, como lo gloso certeramente el historiador Nolte. A izquierdas como a derechas. Y entre los más emblemáticos y representativos de estos últimos, todas las principales figuras del régimen nazi y entre ellos –last but not least- el ministro de Propaganda Goebbels quien su prédica y en sus escritos y en su actuación pública se revelaría un propagandista de Nietzsche sin igual, su evangelista incluso, asumiendo toda la carga de crítica al cristianismo contenida en los escritos de aquel y en particular en el Anti-Cristo. El problema o la dificultad que plantea Nietzsche en el mundo de hoy residen fundamentalmente ahí, en su asociación innegable e indisociable o con los nazis fascismos vencidos en el 45. Una objeción de orden histórico e ideológico insoslayable e irrefutable, como lo es el anti-cristianismo más o menos explícito o latente de todos los movimientos fascistas (sin excepción) del periodo de entreguerras. Perdieron la guerra por totalitarios (anti-demócratas) y por anti-cristianos, ese el mensaje subliminal que sigue propagando aun hoy el pensamiento único (o “normalizado) y políticamente correcto, heredero de la guerra de propaganda aliada -del lado anglosajón- de los años de guerra y pretender camuflarlo de “debilidad filosófica” como parece que lo pretende José Javier Esparza, suena a prejuicio, a un a priori de raíz religiosa confesional ideológica o la que sea, pero no propiamente filosófica.
El Concilio rehabilitó el cristianismo primitivo a costa del cristianismo “constantiniano”, y de la Iglesia del Orden
Maurras rehabilitó -frente al cristianismo primitivo- la Iglesia del Orden y el papel bienhechor y civilizador del catolicismo romano desde el edicto de Milan hasta la Revolucion Francesa. Eso, mas que sus escritos prtendidamente inmorales o sus "blafemias" fue lo que le valió la condena pontificia, de una iglesia que habia abrazado la democracia moderna. Se adelanto a su tiempo, porque el concilio confirmó sus peores aprensiones, tras su muerte. Una figura irredenta Maurras, como tantas otras¿Nietzsche y sus émulos o discípulos de la Nueva Derecha hicieron acaso del cristianismo una simple caricatura, como Esparza así lo afirma? Ese es el reproche, es cierto, que se le hizo en los países católicos fundado en el argumento “ad hominem” innegable que las críticas y los ataques al cristianismo de Nietzsche se dirigían principalmente al cristianismo evangélico del que el autor del Anti-Cristo –hijo, nieto biznieto y tataranieto (y que sé yo) de pastores protestantes- procedía y en el que se había visto inmerso en su infancia y en su adolescencia. Pero el cristianismo primitivo el de los primeros cristianos, blanco principal de la crítica y de los ataques del “Anti-Cristo”, no se vería menos rehabilitado en toda pompa y majestad –en paralelo a una caída en desgracia oprobiosa y denigrante en extremo del llamado cristianismo constantiniano- con ocasión del concilio vaticano segundo, en los propios textos conciliares, y no sólo en las reformas que aquellos inspirarían. Las dos objeciones no obstante principales –como el grueso de la artillería que Esparza descarga contra el anti-cristianismo anti-democrático (por así llamarlo)- pertenecen al orden de la filosofía de la historia, o a la relación en el plano histórico del cristianismo y de la modernidad, entendida en el sentido de modernidad democrática, que tuvo su nacimiento en la Revolución Francesa y un largo proceso de gestación desde el estallido de las guerras e religión y la eclosión del conflicto entre el cristianismo evangélico protestante –mayormente alemán en su origen- y el catolicismo (renacentista) romano. Y lo son, primo, el jalón histórico de primera magnitud la Cristiandad medieval –que plantaría sus raíces en Bizancio- y secundo, el anticristianismo de algunos movimientos ideológicos contemporáneos. Dos aporías de orden histórico si así se las puede llamar pero que no rivalidad el postulado anticristiano (y anti-democrático) Los reaccionarios franceses ya dieron cuenta del enigma, en particular Maurras a quien se debe la noción de Iglesia del Orden, léase la iglesia católica del antiguo régimen y de siglos de cristiandad europea que habría acertado a conjurar a través de los siglos el "veneno" (De Maistre díxit) o las "miasmas" (Maurras) subversivas -o democráticas- que el mensaje evangélico transmitía o escondía (a rachas) en su seno.
La persecución religiosa en la guerra civil española, un accidente histórico
La segunda objeción, la del anticristianismo de algunos movimientos ideológicos modernos o contemporáneos, no parece mucho más pertinente y exacta así a primera vista. La Revolución bolchevique proclamo el ateísmo de masas, es cierto, pero Stalin pondría fin a esa fase (primera) del régimen soviético por el compromiso histórico innegable que sellaría con la iglesia ortodoxa rusa durante la segunda guerra mundial que serviría de leitmotiv y de ingrediente ideológico movilizador del primer orden en la llamada guerra patriótica contra los nazis. Por lo que a la Revolución francesa se refiere, si es cierto que hubo una componente atea, de extracción aristocrática en las corrientes representadas en la Asamblea Nacional no es menos cierto que el ala más extremista y por ende más revolucionaria(y sanguinaria) –que triunfaría durante el periodo llamado del Terror- se proclamaban deístas y anticlericales –léase contrarios a la alianza del Trono y del Altar del Antiguo régimen- pero no propiamente anti-cristianos como lo prueba la protagonismo innegable de la secta jansenistas –lo que de ella quedaba- entre el magma de fuerzas y corrientes revolucionarias. Y por lo que al protestantismo se refiere, jalón innegable en el proceso histórico de gestación de la modernidad (democrática) –José Antonio por ejemplo veía en el protestantismo alemán (trasplantado al nuevo Mundo) el padre verdadero de la democracia moderna-, hay que decir que tanto Lutero que reivindicó abiertamente el cristianismo medieval alemán en su enfrentamiento con Roma, como las corrientes extremistas revolucionarias –la de los anabaptistas (de innegable impronta judía en sus dirigentes)- que reivindicaban abiertamente el cristianismo primitivo, se pude hablar de anti-cristianismo en ningún sentido del término. La persecución religiosa en España la seria la objeción mayor, lo admito. Pero el catolicismo español de la guerra civil –y del franquismo- no fue menos condenado o descalificado (sin anatemas explícitos) en el concilio vaticano segundo.
El hedonismo, chivo expiatorio en el mensaje (rigorista) del papa polaco
Juan Pablo II (en un foto de antes de la caída de la Union Sovéitca con Gorbachov con el que decía sentirse "epiritualmente muy compenetrado" El hedonismo (léase, su forma contemporánea propia e indisociable de la sociedad capitalista) se convirtió en el chivo espitorio del mensaje doctrinal (urbi et orbe) de San Wojtyla en sus viajes a los paises del Este tras la caída del Muro, como una maniobra (oportunista) de desviacion de las lecciones (urgentes) que se merecian -la opinion publica mundial y sobre todo la de los paises de detras de la cortina de hierro- la caída del régimen soviético, y también del complejo de culpa que la Iglesia del Este -particularmente la iglesia en Polonia- guardaba de ese capítulo tan importante de la historia de la posguerra europea. E igualmente ese fue el tema central de las Jornadas de la Juventud que se sucedieron durante el reino de aquel pontifice (de un rigorismo moral extremo) Mientras, la plaga (biblica) de la pedofilia eclesiastica se extendía de forma fulgurante y silenciosa al interior de la iglesia, y a las cuatro esquinas del planeta¿Por qué esa defensa cerrada de Esparza al cristianismo ahora? ¿Puramente intelectual o filosófica o siquiera religiosa en el sentido puramente trascendente y sobre/natural del termino? Es posible. El escrito que aquí comento no escapa no obstante a la hipótesis fatal que en su postura el autor nombrado pueda haberse visto sometido a presiones de orden eclesiástico más o menos explícitas o al contrario implícitas o subliminales o haberse visto víctima de interdictos o de tabúes como él cree reconocerlos en el anticristianismo anti-democrático. La prueba, esa andanada contra la libertad de costumbres (sic) que parece confundir con el hedonismo contemporáneo tema favorito –fetiche se diría- de la prédica (incasable) del papa globetrotter Juan Pablo II que mientras ensordecía las oídos de sus auditorios más jóvenes en la serie de jornadas de la juventud que surco su pontificado con mensajes anti-hedonistas de un rigorismo extremo y de lo más simplista y sumario al mismo tiempo –no a la píldora, no al aborto, no al divorcio, no al preservativo, no a las relaciones prematrimoniales, no al bebé probeta (etcétera, etcétera)- , dejo propagarse en cambio como la pólvora la plaga (bíblica) de la pedofilia -léase abuso sexual de menores- eclesiásticvca, los años de su pontificado.
El 15-M, un nuevo Pentecostés, cristiano y "bolchevique"
Esta foto (¡pesadilla cruel!) de la manifestacion de los indignados en Sol (el sábado 20 de mayo del 2011) y las reacciones que produjo -en Religión Digital por ejemplo-, comparados a un nuevo Pentecostés, me confirmó en mi anti-cristianismo y anti-catolicismo. Irreductibles e inquebrantables en lo sucesivoLa historia pisó el acelerador a fondo los ultimas décadas, y estará de acuerdo José Javier Esparza que hoy ya no se puede razonar históricamente sobre temas de religión haciendo abstracción metódica o sistemáticamente de la actualidad más candente (y más reciente) los tiempos que corren. Y hubo sobre todo en el curso frenético de los acontecimientos de actualidad en España y en el extranjero de estos últimos años un fenómeno que me parece de mención y análisis inexcusable en este debate y lo es la eclosión –en el marco de las llamadas "primaveras árabes"- del movimiento del 15-M, de los indignados españoles.
No leí hasta hoy –doy fe de ello- un análisis crítico mínimamente convincente de un fenómeno de tanta gravedad y de tanta trascendencia, ni en los medios españoles ni mucho menos en aquellos sectores de los que hubiera cabido esperar una respuesta a la vez esclarecedora y contundente, si se exceptúan elogios incesantes de todo tipo y desde todos los cuadrantes, alguno de ellos nota bene con un olor penetrante e inconfundible a incienso (eclesiástico) Uno sobre todo me voy a permitir a mencionar aquí por lo sintomático que me pareció y por la honda impresión que me causó también para qué negarlo. Y fue el que mereció la célebre foto de la primera reunión masiva del 15-M en la Puerta del Sol –el sábado (por la noche) que siguió a su irrupción- que daría la vuelta al mundo y se merecería no sé cuántos galardones internacionales, en la sección de Religión de Periodista Digital en cuya blogosfera colaboraba yo entonces (a diario) José Manuel Vidal no es un cualquiera en la iglesia española, su ayudante y colaborador (en Religión Digital) Jesús Bastante tampoco, y a fe mía que no tengo nada de personal contra ningunos de los dos, sino más bien motivos de elogio y agradecimiento, pero la cobertura –gráfica y textual- de tintes propiamente mesiánicos o apocalípticos, y que les mereció aquello se me caía de las manos desde el primer momento.
Como un nuevo pentecostés, lo que aquella eclosión de subversión callejera –con un tufo (carcelario) a patio de prisión inconfundible, y con la carga innegable –pesada y abrumadora- de (grave) conmoción social que traería consigo, les pareció a ellos, que estaban llamados más sin duda que muchos otros a formular un juicio claro y ecuánime, justo y certero sobre aquello. Y allí se me cayeron –confitero- las (últimas) escamas de los ojos, porque sin duda que tenían razón ellos como también la tenían (y la tiene) los que vieron “un bolchevismo de los tiempos antiguos” en el cristianismo primitivo. De ahí data creo yo –de esa fecha infausta del 15-M- mi anti-catolicismo (y anticristianismo) irreconciliable en los sucesivo.
Una ausencia ensordecedora en el texto de Esparza, el gesto (sacrificial) de Dominique Venner, padre fundador de la Nouvelle Droite
Hay no obstante, un ausencia clamorosa un silencio ensordecedor en el texto que aquí comento de José Javier esparza sobre la Nueva Derecha y lo es el que a todas luces le merece, el verdadero padre fundador del movimiento francés aquél, compañero de fatigas de Alain Benoist, pero más antiguo y veterano que él en las lides políticas e ideológicas partidarias –desde los tiempos de la guerra de Argelia- y me stoy refiriendo a Dominique Venner qu puso fin a su vida el pasado año de un tiro en las sien delante del alta mayor de la catedral de Notre Dame, entendiendo así rubricar las posturas que había indefectiblemente mantenido al cabo de los años –de un anticristianismo nota bene irreductible- en el marco de la Nueva Derecha o fuera de aquella.
En concreto Dominique Venner puso fin a su vida en un acto de protesta contra lo que él llamaba el crimen –colectivo- de suplantación o reemplazo (remplacement) que estaría en trance de consumarse en suelo europeo, por culpa de la invasión silenciosa de inmigrantes no europeos (de confesión musulmana en su abrumadora mayoría) y de lo que veía cómplice a la iglesia católica y al universalismo evangélico inherente a su doctrina que coloca a la institución eclesiástica en la imposibilidad moral de responder a tamaña amenaza de una forma eficaz por mínima que sea. Verba volant, exempla trahunt, rezan los clásicos. Y el gesto (primordial) de Dominque Venner es más elocuente que todos los argumentos filosóficos de esa responsabilidad (y culpabilidad) del cristianismo en la génesis de la modernidad democrática como en la eclosión de algunas de sus peores secuelas tal que lo es sin duda esta de la invasión silenciosa (de nuestra tierra madre Europa) Soy consciente no obstante que su gesto se prestó también a otro tipo de interpretaciones y de maniobras de recuperación de todo tipo, como la de un eclesiástico de la FSSP, amigo del fallecido que en el acto homenaje póstumo explicó su gesto –yo asi lo comprendí e interpreté por lo menos- como un “acto fallido” en sentido freudiano del término, en otros términos que lo que según él Dominique Venner pretendió con su gesto fue el reconciliarse con la iglesia (madre), en el plano canónio se entiende. Rizar el rizo ("couper les cheveux en quatre") se llama a eso en romámn paladino (en francés o en castellano) Y a tenor del texto que aquí comentamos y del silencio ‘ensordecedor) que sobre él gravita se diría que sea esa también la interpretación (o la apuesta) que su autor asume o hace suya de forma más o menos declarada.
La Nouvelle Droite, una historia de adeptos...y de arrepentidos
¿Aventurado o gratuito de mi parte lo que precede? Si así es dése por no escrito, pero José Javier Esparza que se conoce bien el paño estará de acuerdo conmigo que la Nueva Derecha (francesa) se ganó muchos adeptos, y también dejo tras suya no pocos arrepentidos a lo largo de su trayectoria. De ellos me viene así de golpe a la mente dos casos emblemáticos en extremo. El de Louis Pauwels, director del “Figaro Magazine” suplemento (lujoso de presentación) del fin de semana del diario Le Figaro los años que me pilló en Francia (con la FSSPX) del que se comentaba que se había “convertido” (al catolicismo) “Como se convierten, así lo oí comentar, las gentes de mundo” (…) Y el otro, el de un destacado colaborador (entonces) de aquella publicación, Patrick de Plunkett, que había escrito unos años antes (bajo seudónimo) una obrita propiamente incendiaria –por el escándalo que produciría en ciertos medios- donde reexhumaba los textos más anti-cristianos (y “blasfemos”) del Maurras joven que le valieron la condena pontificia. ¿Un converso José Javier de Esparza, como los dos otros, botones de muestra de la fuerza de irradiación de la fe sobre/natural, léase de la garantía (infalible) de éxito que brinda sobre todo a sus creyentes en las empresas terrenas? (...)
Mi profesión de Fe
¿Resentido yo? Digamos que sea esa, sí, una de las formas de mi religión personal en lo sucesivo: una religión de “noble resentimiento” (como lo adjetivó Umbral) Anticristiano, y en lo sucesivo anti-católico. Y anti-demócrata. Y Semper ídem, por supuesto
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